Del amor y otros fenómenos (III)

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Reconocimiento del amor, de sus estados y sus enemigos

Se me ocurre que, antes de tratar de disciplinar el amor, para comprender mejor, tendremos que catalogarlo, señalar, todo lo exhaustivamente que nos permitan estas páginas, computar sus arrebatadoras implicaciones, los excesos que se cometen en su nombre.

Y en  qué sitio mejor buscar que en las páginas de la poesía, ¿no se destila en ellas la pena, la alegría, el alboroto sentimental que deja el rastro del amor?, ¿no es acaso  el amor, sobre todo, libertad, intuición, flechazo repentino y cegador?,

Pasemos a escuchar al avaricioso Neruda:

Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de tu pelo

y por las calles voy sin nutrirme, callado,

no me sostiene el pan, el alba me desquicia,

busco el sonido líquido de tus pies en el día

Estoy hambriento de tu risa resbalada,

de tus manos color de furioso granero,

tengo hambre de la pálida piedra de tus uñas,

quiero comer tu piel como una intacta almendra

Quiero comer el rayo quemado en tu hermosura

la nariz soberana del arrogante rostro

quiero comer la sombra fugaz de tus pestañas

y hambriento vengo y voy olfateando el crepúsculo

buscándote, buscando tu corazón caliente

como un puma en la soledad de Quitratúe

Teresa de Ávila y Cepeda, en opiáceo trance de santidad escribió este arrebato de enajenado amor que la lleva a desear morir:

Vivo sin vivir en mí

y tan alta vida espero

que muero porque no muero

Si Neruda quiere poseer a su amada plenamente, Santa Teresa pretende entregar su vida al amor de Jesucristo. Ibn Hazm, el gran poeta andalusí, nos muestra en hermoso verso el trastorno que le crea la mujer amada:

Su amor ha hecho volar mi corazón de su sitio

y todavía anda revoloteando

Pero sabemos que el amor es también un veneno, ¿no se dice el veneno del amor, o acaso no hablamos de un amor envenenado? Omar Kayyam, a quien ya nombré en el capítulo primero, nos lo recuerda:

¿Te niegas a renunciar al amor?

recuerda que Dios lo creó

al tiempo que otras plantas venenosas

Otra particularidad del amor lo empareja con los negocios: parece que para mantenerse debe estar creciendo siempre. Al menos así lo señala el poeta metafísico inglés John Donne:

El amor es la luz siempre creciente

plena e inmutable

y su primer minuto

después del mediodía es ya la noche

Esto es, si apaga un minuto su fulgor álgido, ya no es amor, ya es decadencia. Así que sacando cuentas, el amor es libertad y cárcel, herida, deseo, ansia de posesión, desesperación, desprendimiento, deseo de morir, hoguera que arrasa, espina, veneno, trastorno anímico, arrebato, paraíso, paroxismo de luz, erotismo, química concordante, obsesión, obnubilación de los sentidos, engaño de la razón…

Ahora me acecha una pregunta, ¿buscan lo mismo las mujeres y lo hombres en el amor? Se tiene a bien seguro que no. Parece ser que las mujeres buscan protección, sentirse alabadas y queridas, autoestima, y procrear. Los hombres parecen buscar propiedad, aplacar su libido, orgullo, y procrear

Existe una fábula muy hermosa  sobre la búsqueda del Santo Grial. El rey Arturo y el caballero Gwain buscan por todo el reino artúrico la respuesta a la pregunta que deben contestar en el plazo de un año: ¿Qué desean todas las mujeres? En ello le va la vida al rey Arturo. No logran repuesta unánime ni convincente. Cuando el plazo está a punto de expirar, aparece ante ellos una mujer extraordinariamente fea y desproporcionada, capaz de causar horror en el ánimo más firme. Les ofrece la respuesta a cambio de que un caballero de la Tabla Redonda se case con ella. Gwain acepta el sacrificio. “Lo que todas las mujeres desean es dominar a los hombres”, es la solución que les da y que salva a Arturo de la muerte.

Gwain ha de cumplir su promesa y, a petición de ella, pone un beso en su mejilla. Es una prueba más de iniciación  en la búsqueda del Santo Grial, en la búsqueda de la perfección interior. Inmediatamente del beso, aquel deforme cuerpo se convierte en una hermosísima doncella. Pero las pruebas no han concluido. Ella le dice que sólo mantendrá ese aspecto durante doce horas diarias; en las otra doce volverá al horror. Le ofrece la elección a Gwain: ¿durante el día o durante la noche? Grave dilema: si la acepta bella de noche, los caballeros se mofarán durante las horas diurnas de él; de elegir la otra opción, tendrá que dormir con un ser monstruoso.

El caballero Gwain cede, cualquier decisión es mala. El “hombre” no es adecuado para elegir entre lo malo y lo peor. Ante estos casos suele evadirse, suicidarse, o someterse a un ser superior que le guíe y domine. El caballero Gwain cede la elección a su esposa. Ella tendrá que elegir la belleza diurna o nocturna. Gwain ha superado la prueba definitiva: se ha puesto en manos de su mujer, se somete a su dominio, sólo así conseguirá su amor.

La dama le anuncia la buena nueva, el sacrificio le ha dado el triunfo: el maleficio que operaba sobre ella (ese lado oscuro de la mujer, dionisiaco, demoniaco, que tanto temen los hombres) ha desaparecido. Será hermosa las veinticuatro horas del día.

Gwain se ha sometido a lo femenino y ha obtenido por recompensa el amor de la Mujer. Se ha sometido a lo femenino y ha permitido que se desarrolle en él lo femenino; sólo así puede obtener la  recompensa.

Luego el amor también es servidumbre, sumisión, abarcar en la expresión los lados femenino y masculino

Y el amor también es creación, ¿podría haber creado Dante la Divina Comedia sin su amor por Beatriz?

En fin, creo que ya he catalogado lo suficiente los estados que produce el amor, aunque  nos quedarían muchos libros por llenar antes de entender un ápice sus intríngulis. ¿Y sus enemigos? Tal vez los principales sean: el desencanto, el fraude, la desilusión, los celos, la traición… y el mayor de todos: el aburrimiento.

Sabemos algo más del amor, pero ¿cómo lo reconoceremos?  Proust, en su extensa obra En busca del Tiempo Perdido nos revela que su amor por Albertina lo reavivan los celos y lo mata la tranquilidad. Pero también añade que es en verdad el dolor de la ausencia de la persona amada quien nos revela la profundidad del amor. Aristóteles decía que amar es querer el bien para alguien.  El ínclito José Antonio Marina propone este criterio para saber si estamos enamorados: Siento que amo a una persona por la alegría y la plenitud que siento cuando está presente. Y también: Amo a una persona cuando sus fines se vuelven importantes para mí.

Ahora me falta cumplir con el propósito que expresé en el anterior capítulo: ¿cómo conseguir hacer al amor perdurable? Pero esto se hará más adelante. No obstante, Omar Kayyam nos ofrece una hermosa pista para tal propósito:

Antes que aprendas a acariciar

un rostro suave como de rosa

¡cuántas espinas deberás arrancar

de tu propia carne!

6 comentarios en “Del amor y otros fenómenos (III)

  1. La fábula es divertida pero la conclusión letal. El que crea que sometiéndose a una mujer conseguirá su amor, le espera un auténtico infierno.

    En mi opinión para conseguir el amor de alguien tienes que estar en condiciones de ofrecerle algo asociado a tu persona (belleza, simpatía, encanto) que desee con pasión y persistencia, y además debe darse la circunstancia de que la pareja sea consciente (porque lo ha padecido) de que puedes negárselo o concedérselo a voluntad.

    En definitiva el amor es una forma más de obtención de placer, y como tal, se atiene a las leyes del mercado y del intercambio.

    Saludos.

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    • Sí, claro, la «conquista amorosa» no deja de ser, como todo en la vida, un intercambio basado en la reciprocidad: los dos que forman el matrimonio suelen ser semejantemente «guapos», y cuando no es así es porque intercambian otro valor, por ejemplo, es normal que los ricos, famosos etc se casen con jovencitas preciosas que a cambio de la riqueza o la cotización social ofrezcan su belleza. Pero mantener el amor de una mujer requiere, a mi modo de ver, dos condiciones, una, la de que dicha mujer debe de sentirse protegida, con lo cual el hombre debe mostrar fortaleza, y otra, el hombre debe de supeditarse en muchos aspectos a los gustos femeninos, «trabajar» sentimentalmente para ella. Si fallan esos dos requisitos es fácil que el amor femenino se acabe pronto. Otra cosa es que el hombre esté dispuesto a dichos avatares. En cuanto al placer que nombras, en el fondo es cierto, pero no placer sexual necesariamente (el hombre está más necesitado de ello) sino el placer de sentirse protegida, mimada, etc
      Saludos

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  2. Lo de «trabajar sentimentalmente para ella» también vale para la mujer y yo lo entiendo como realizar un esfuerzo continuado para generar placer en la pareja y que este esté asociado a tu persona o, al menos, a tu voluntad.

    Pero debes asegurarte de dejar claro que ese placer puedes cortarlo a voluntad y que se terminará tan pronto como ella defraude tus expectativas.

    Por ejemplo, facilitarle románticos encuentros con el atractivo vecino del 3º le genera felicidad a ella pero no del tipo que te ayuda a ti a ser feliz, porque el objeto del amor no es el de hacer feliz a tu pareja sino hacerte feliz a ti mismo, como siempre. El hecho de que este tipo de acción implique hacer «amorosamente» feliz a la pareja es sólo un condicionante peculiar impuesto por la naturaleza, que está interesada en formar unidades reproductivas estables.

    Compartir la paga, si estas casado con tu pareja, no es percibido como un regalo sino como una obligación. y por eso tampoco te vale. Si la invitas a un viaje a lugares exóticos en hoteles de lujo, puede puntuar en tu favor, pero sale caro y a la larga va perdiendo eficacia (como todo lo que se repite) y además se convierte en una obligación que si se incumple puede generar represalias

    En fin, que es difícil mantener el amor durante mucho tiempo si no cuentas con los hados de tu parte para mantener viva la capacidad reciproca de procurarse satisfacción mutua condicionada.

    Saludos.

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    • Ja ja, Yack, andas precavido. En la próxima entrega explicitaré lo de la perdurabilidad, aunque debes de tener en cuenta que aplico un modelo ideal y que endulzo la cuestión. Pero en resumidas cuentas se trata de lo que manifiestas en el último párrafo, en mantener viva la capacidad recíproca de procurarse satisfacción mutua condicionada.
      Un saludo

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  3. Fernando, te agradecía encarecidamente que explicaras en la próxima entrega un método, sencillo y fácil de memorizar, para «mantener viva la capacidad recíproca de procurarse satisfacción mutua condicionada».

    Y ya puestos, y si te queda espacio, puedes añadir la composición exacta de la piedra filosofal y del Bálsamo de Fierabrás.

    Saludos.

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    • Ja ja, lo intentaré, buscaré el camino corto y el camino largo de la alquimia, haré surgir los vapores del azogue y conminaré a la gran matriz filosofal que germina en la marmita a parir la piedra. En la Cueva o el Palacio de Hércules escondido en los subterráneos de Toledo trataré de reproducir el milagro de lo imposible.
      Un saludo

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