ANIMALISMO RELIGIOSO

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Cuando hablo del animalismo no me refiero al individuo que siente cariño hacia un animal de compañía, ni tampoco me refiero a quien se refugia afectivamente en uno de esas mascotas que nos acompañan y  que tanta satisfacción producen, ni siquiera a quien hace de su relación con los animales el leitmotiv de su vida, sino que me refiero a aquellos  que pretenden imponer socialmente una ética de corte totalitaria, absurda desde el punto de vista de la evolución humana, y represora contra quienes discrepan de sus mandamientos. Una ética con tintes religiosos propia de un régimen teocrático.

En ese magnífico libro de divulgación científica que es Los tres primeros minutos del universo, nos dice su autor, Steven Weinberg, que “Para los seres humanos es casi irresistible el creer que tenemos alguna relación especial con el Universo; que la vida humana no es solamente el resultado más o menos absurdo de una cadena de accidentes que se remonta a los tres primeros minutos, sino que de algún modo formamos parte de él desde el comienzo.”

Algo semejante nos dice Jesse Bering en El instinto de creer, que “Importantes factores cognitivos  nos inducen a pensar que hemos sido creados para una finalidad especial, o que los sucesos naturales contienen mensajes importantes procedentes de otro mundo, o que nuestra existencia psicológica está misteriosamente ligada a un impreciso pacto moral con el universo.”

Los que estos autores nos señalan no es nada raro: las religiones, las seudociencias adivinatorias, las religiones mistéricas, muchas religiones orientales… nos indican que en la persona humana existe una percepción religiosa de conexión con el Todo, de formar parte activa y dinámica del Universo y de que místicamente cualquier acción que efectuemos nos traerá consecuencias morales.

Las religiones tradicionales de Occidente dirigieron esa religiosidad a propósitos sociales, y la vistieron con rituales, liturgias e imágenes. Hoy en día, en este mundo que dispara contra esas religiones tradicionales, la religiosidad reaparece camuflada en forma de ecologismo radical o animalismo. Los seguidores de estas corrientes adquieren y fijan una creencia y la adoran como a un dios y proclaman su fe en ella e incluso arriesgan sus vidas por defenderla e imponerla a los demás.

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Pueden llegar a ser más peligrosos que los más encarnizados enemigos y que las religiones que ellos mismos intentan combatir. Pueden llegar a santificar a los animales, a las plantas, a las tierras, e incluso ofrecer a esos nuevos dioses sacrificios humanos.

Bill Devall, que publicó en 1985 el libro Deep Ecología, llega al extremo de considerar la tala de árboles con el exterminio llevado a cabo por los nazis en Auschvitz. Pentti Linkola no es menos extremo: propone volver a una sociedad preindustrial gobernada de manera totalitaria y donde el consumo se limite a los recursos renovables. Algunos grupos ecologistas hablan del derecho de los árboles y del derecho de las montañas. Christopher D. Stone publicó el ensayo, ¿Deberían los árboles tener derechos? En los grupos animalistas produjo una gran influencia el libro de Peter Singer, Liberación animal. En él se opone al especieísmo (la discriminación positiva de nuestra especie), y defiende una igual consideración de todos los seres capaces de sufrir.

Naturalmente, todos estos movimientos pueden llegar a ser un obstáculo para el progreso y para la felicidad humana.

Sorprenden esas propuestas porque sin dejar de obedecer al egoísmo propio de quien las formula, y conteniendo en sí razones totalitarias, atentan contra la primacía humana. No es lugar éste de analizar las incongruencias que contienen, pero sí de resaltar que son un despropósito evolutivo y biológico. El carácter relativo que el postmodernismo otorga a cualquier planteamiento ético o social ha dado alas a este tipo de propuestas. Todo planteamiento que no tome en cuenta el egoísmo individual y el egoísmo de la especie humana como cimiento ético, se acaba convirtiendo en el absurdo de ir contra las previsiones biológicas de la supervivencia y el éxito reproductor.

Sí que conviene analizar que el ecologismo radical[1] y el animalismo se desarrollan en lo macrourbano principalmente, en sociedades urbanas de dimensiones abrumadoras. En esas grandes ciudades, las relaciones y vinculaciones de parentesco, vecindad y amistad, que mantenían antaño el orden social y los lazos de afectividad y seguridad de los individuos, han desaparecido casi por completo. Hoy no resulta extraño que las gentes que viven piso con piso apenas se conozcan y apenas se saluden si se encuentran en el ascensor. Ello origina grados de soledad impensables hace unas décadas. Además, la interacción con ‘el otro’ se convierte en motivo de malestar por la alteridad que ofrece. Todo se convierte en desconfianza, y, en consecuencia, se produce una huida de la realidad hacia la virtualidad del televisor, de Internet, de la lectura…Pero en ocasiones el refugio afectivo se encuentra en los animales de compañía o en volver a comunicarse de manera más directa con la naturaleza.

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El temor a lo social, produce así conductas precavidas o incluso conductas evasivas. La solución del trato con animales de compañía resulta gratificante en estos casos, pues se encuentra un refugio afectivo en el que protegerse de la agresividad social. Uno vuelca su afecto en su perro sin prevención  porque sabe que no representa peligro alguno, y, a cambio, recibe la gratificación de su compañía y su interacción lúdica. El siguiente paso hacia el animalismo, tras de ese arrebujamiento en sí mismo, consiste en categorizar a ciertos animales  en el ‘nosotros’ del afecto. Y tras de pasar a depositar la confianza y el afecto en los animales hasta límites de sensibilidad semejantes a los que tiene una madre o un padre con su hijo, la mirada hacia ellos puede hacerse mística. La proclama “Respeto a la vida de los animales” que contiene en su esencia el veganismo, o bien, “Respeto a todas las formas de vida”, tiene únicamente sentido con las connotaciones religiosas que conlleva. Lo sienten como un mandato divino y construyen un santuario a cualquier ser vivo.

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Cuanto más desaparece hoy en día la fe de las gentes en dioses y cielos, más crece el sentimiento religioso de comunión con la Tierra, los animales… Tal como ocurría en las religiones animistas, muchos necesitan sentirse conectados al cosmos de alguna manera. . Como dice Jesse Bering, que “importantes factores cognitivos nos inducen a pensar … que nuestra existencia psicológica está misteriosamente ligada a un impreciso pacto moral con el universo”, y de ahí que muchos que no perciben al mundo mediante los argumentos de la razón o la de los dioses tradicionales, parecen hacerlo con un sentimiento de fraternidad[1]. De ahí la celebridad que ha tomado la frase “… todo el universo conspira…” de Pulo Coelho.

Leo el programa del Partido animalista-PACMA: “Sacrifico cero de animales; prohibición de la exhibición y venta de animales en comercios; endurecimiento de las penas por abandono, maltrato y asesinato animal; fin de la experimentación animal; prohibición de circos y atracciones con animales; prohibición de granjas de cría intensiva de animales»; y termina con un exhorto: “Si crees que los derechos de los animales necesitan ser defendidos; si crees que los animales necesitan tener representación en las instituciones: ¡¡¡Apoya al PACMA!!!”. Esto es: un carácter antisocial, un querer prohibir la libertad y el disfrute de las gentes en atención a su mirada religiosa, un ataque contra el instinto humano.

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Lo curioso es que presentan el movimiento animalista como un ejemplo de bondad cuando en realidad no responde a otra cosa que al egoísmo. Se muestran totalitarios al querer imponer a los demás su ‘verdad’ y su  reblandecida sensibilidad; carecen de base ética razonable; detraen gran cantidad de recursos al acervo económico social; parecen despreocuparse del sufrimiento humano[2]; pretenden el absurdo de hacer a los animales sujetos de derecho (la pretensión de que todos los animales posean conciencia de que tienen un derecho y lo pueden ejercer y defender, lo cual es absurdo); consideran enemigos a quienes contradicen sus dictados y emplean otra sensibilidad distinta a la suya con los animales; y, finalmente, contradiciéndose una vez más, no les importaría la muerte de todos los animales en cautividad, lo que ocurriría si dejaran de ser útiles para la alimentación o el entretenimiento humano.

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Ese fanatismo religioso de que he hablado lo comparten con los ecologistas radicales. Ambos grupos, muy afines y aguerridos ambos, han lanzado una cruzada en favor de esas cosmovisiones místicas de armonía universal ante las cuales la especie humana se debe someter al ecosistema global. La radicalidad de algunos ecologistas empaña la benéfica labor del ecologismo. Pero con su militancia agresiva (muchos se convierten  en guerreros de esa fe), a la que los poderes públicos temen como al diablo, y con su alianza con el buenismo, consiguen hacer pasar por buenos los disparates más extremos. Plagas de estorninos en algunas ciudades, desvío, paralización y encarecimiento en la construcción de algunas autopistas y vías férreas debido al simple hecho de no molestar a unas mariposas o a unas avutardas, y así un larguísimo etcétera de prohibiciones sin sentido. Baste resta señalar que han realizado propuestas a favor de enterrar los tendidos eléctricos de alta tensión, lo que significaría un gasto inasumible, inmenso, con motivo de que alguna cigüeña no se electrocutase (de lo cual apenas hay ejemplos). Lo curioso del caso es que algún grupo político ha tomado en serio la propuesta.

[1] El Jainismo, una religión originaria de la India, nacida en el siglo VI a.C. tiene un basamento parecido: “la vida animal es sagrada”, lo cual les conduce a cubrirse la nariz y la boca tratando de evitar tragarse mosquitos, o les hace ir barriendo con una pequeña escoba el suelo que pisan para evitar pisar a cualquier animal pequeño.

[2] En el caso del perro de la enfermera que se contagió con ébola, parece ser que hubo más de 300.000 entradas en las redes sociales clamando porque le tratasen médicamente, pero a los toreros asteados en las corridas de toros les desean la muerte. Cientos de comentarios de internautas consideraban la vida del perro más valiosa que la de la ministra Ana Mato. Hubo incluso quien comparó el sacrificio del perro con la ejecución de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA.

[1] No el ecologismo en general, análisis científico de las relaciones de los seres vivos con el medio ambiente.

11 comentarios en “ANIMALISMO RELIGIOSO

  1. Todo esto y más aún que te has dejado en el tintero ocurre porque el hombre, como animal social que es, ha desarrollado una ética social para facilitar la convivencia productiva, compaginando con mucha dificultad egoísmo ancestral, motor y origen de todo, con la conveniencia de cooperar renunciando, o más bien, ocultando el egoísmo.

    Con la llegada de sociedades en las que la tecnología ha generado cantidades inmensas de riqueza, se ha primado el altruismo social respecto al egoísmo personal porque en una sociedad opulenta los menos capaces puede sacar más beneficio incentivando el reparto frente al merito individual. Y como cada vez hay más incapaces debido a que en las sociedades avanzadas se requiere especialización y talento para abrirse paso porque las máquinas realizan los trabajos más básicos, junto con el sistema democrático de un hombre un voto, se favorece las ideologías blandas y generosas con los menos capaces.

    Además estos modelos ideológicos igualitaristas (interesados) se expanden en todos los ámbitos, ya sea en el de los animales, las plantas, las culturas, las religiones, las teorías sobre la realidad, las creencias y sobre todo en lo que se llama «lo políticamente correcto».

    No es raro encontrar a quien salta indignado cuando oye decir que el hombre es la especie dominante del planeta, que la mente humana es superior a todas, o que la cultura occidental es la única que merece ese nombre. Y hasta hay quien no admite la superioridad de la especie humana sobre las humildes bacterias, argumentándolo con todo tipo de falacias.

    El problema surge cuando se legisla siguiendo estos postulados, cuando se quiere pasar del mundo de las ideas al mundo real y hemos de sufrir en nuestras carnes las ideas igualitarias.

    Saludos.

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    • Paradógicamente, los que niegan el mérito individual y defienden el altruismo con los demás, suelen ser los que verdaderamente se comportan como egoístas, mientras que los que defienden el mérito y el egoísmo de cada cual, están actuando de altruistas en estas sociedades occidentales del siglo XXI. Objetivamente, los más capaces, los más laboriosos, los que más poseen, son quienes soportan una mayor carga fiscal sobre sus espaldas, mientras que quienes son menos laboriosos o menos capaces y soportan una mucho menor carga fiscal y viven en muchos casos de la carga fiscal que se les aplica a aquellos, así que los primeros actúan de altruistas y los segundos de egoístas, aunque pretendan hacer creer lo contrario. Pero, en fin, seguir con esto es salirnos del tema que nos ocupa.
      Saludos

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  2. Hay que proteger a todos los animales salvo al hombre que por lo visto no merece ni la categoria de animal. Quizas seamos vegetales o mejor aun minerales, realmente incomprensible estamos engendrando «plagas protegidas».

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    • Muy bueno, se están protegiendo plagas y se está presentando al grupo animalista como el gran poseedor de virtudes y bellos sentimientos, cuando en realidad muchos poseen un visceral egoísmo que atenta contra el bienestar de la especie humana.
      Un saludo

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  3. Saludos.
    SALVEMOS AL MUNDO, FUNDEMOS UN NUEVO TIPO DE SOCIEDAD.
    No se trata de ser radicales por malcriadez o capricho, sino que cualquier análisis científico razonable indica que al ritmo actual de destrucción de nuestro ecosistema, no solo de la fauna particularmente, La Tierra no tiene futuro.
    Es necesario que nos dejemos de medias tintas y llevemos el diseño de las comunidades de todo el planeta a los extremos requeridos por la gravísima situación ambiental y social planteada en la actualidad, cuyo empeoramiento puede culminar en la destrucción de la especie humana.
    La solución para esta problemática potencialmente aniquiladora de nuestra “civilización”, representada por las guerras, las hambrunas, la explotación del hombre por el hombre y la destrucción de la biosfera, nunca llegará como resultado de aplicar simples paliativos dentro de un sistema de cosas esencialmente malo, por muy bien intencionados que éstos sean.
    Nuestra idea consiste en esbozar un prototipo de sociedad ideal realista y factible que rompa radicalmente con los defectuosos parámetros actuales, que sirva de modelo a seguir, y cuya difusión propicie la realización de cambios en los centros urbanos establecidos, llevándolos por el camino de la transición hasta llegar a la sostenibilidad absoluta de manera que se logre la instauración en todo el planeta de un estado de bienestar generalizado y permanente.
    Esta novedosa comunidad experimental estaría representada por una ciudad sostenible y autosuficiente, que sería exhibida en forma de maquetas, video juegos, historietas, producciones fílmicas y parques temáticos, la cual poseería, entre otras, las siguientes características : Uso prioritario de materiales y tecnologías de punta amistosos con el medio ambiente; autosuficiencia tecnológica total; limitación del crecimiento económico y poblacional; supresión de la manipulación proveniente de factores de poder económicos, religiosos y políticos; desaparición de toda forma de reverencia entre seres humanos; eliminación del dinero en efectivo; gratuidad total de la salud y la educación; verdadero respeto a las libertades; y democracia real.
    En concreto, la convocatoria es para diseñes por tu cuenta un conglomerado urbano con esas características y la compartas con la humanidad, o te unas a nosotros en nuestro sitio web https://elmundofelizdelfuturo.blogspot.com/
    donde estamos trabajando en ese sentido.
    Atentamente, César Emilio Valdivieso París

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    • Construir el país de jauja. ¡Tantas veces se ha propuesto como tantas ha resultado un fracaso estrepitoso cuando no ha terminado en la tiranía y en la miseria más espantosas! Para siquiera plantearse un asunto así uno debe contar muy prioritariamente con el conocimiento de la naturaleza humana, con lo que somos, lobos de dos patas, y después, saber cómo se va a producir para esa gratuidad y ese bienestar que se pretende. Las buenas intenciones no bastan. Las utopías y los deseos solo son eso, ocurrencias que pronto se desbaratan. Y otra cosa, la que denominas democracia real, que supongo que tendrá que ver con lo asambleario, por experiencia sé que solo conduce a que se impongan los más radicales amedrentando a los más pusilánimes. Seamos realistas

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      • Saludos amigo Joya. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Somos esencialmente animales con apenas un toque de raciocinio, y por lo tanto imperfectos quizás para siempre. Es necesario plantear soluciones reales, aunque inicialmente se llamen utopías. Este planeta irremediablemente limitado no da para un crecimiento económico ilimitado. Es físicamente imposible. Cuando hablo de democracia real, me refiero a la capacidad de las mayorías de elegir a sus representantes y revocar en cualquier momento las decisiones de éstos. Detesto cualquier tipo de autoritarismo. Te invito a visitar mi blog,y te agradezco cualquier otro comentario que tengas a bien hacer. Un abrazo.

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