SUECIA, ¿PARAÍSO DE SOLEDAD?

 

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Como buen país luterano, Suecia desarrolló hasta la obsesión la laboriosidad y el temor. La laboriosidad es la que era en siglos pasados, el temor ha cambiado de causa. Antes, en años  del luteranismo tenebroso, ese temor era a las penas del infierno que anunciaban sus predicadores, ahora es temor a sentirse desprotegidos. Los suecos han dejado de ser religiosos, ya no tienen un dios a quien temer, reverenciar o con quien conversar o en quien refugiarse, así que el Estado suple esas necesidades. El Estado envuelve a los suecos en una burbuja protectora desde que nacen; una burbuja que trata de evitarles todos los problemas que acarrea la vida. Sucede, sin embargo, que sin problemas a los que enfrentarse tampoco se producen satisfacciones. Superar los problemas, elaborar proyectos con riesgo, constituyen las principales fuentes de satisfacción personal. En otro caso la vida se vuelve anodina.

Presento unos datos. La mitad de la población sueca vive sola. La mitad de los nacimientos son de madres solteras que logran su embarazo mediante inseminación artificial. Una cuarta parte de las personas que mueren lo hacen en la más absoluta soledad, sin nadie cercano que les auxilie y conforte. Llegó un momento, allá en los comienzos de los años 70 del pasado siglo, en que la burbuja protectora empezó a producir extraños frutos. Las mujeres quisieron independizarse de los hombres; los hombres quisieron independizarse de las mujeres; los hijos quisieron independizarse de los padres; los padres quisieron independizarse de los hijos. Ahora están todos solos.

La burbuja con que el Estado protegía y enseñaba a comportarse a los ciudadanos siguió un proceso evolutivo de individualización muy razonable: como una planta mimada y protegida con plásticos de todas las perturbaciones y excesos atmosféricos, los ciudadanos suecos fueron haciéndose más y más sensibles a las alteraciones;  ante los simples roces que conlleva la convivencia marital o familiar se agarraban su burbuja y abandonaban el hogar (algo semejante estamos viendo en los matrimonios recientes en España, ¿verdad?).

Pero la burbuja individualizadora, de manera consecuente, ha extendido su ámbito de actuación a todo tipo de relación social. En el documental de 2016, La teoría sueca del amor, del director Erik Gandini,  una instructora que alecciona  a los nuevos refugiados musulmanes que acaban de recalar en el país, en referencia a los nativos, les dice: contestan escuetamente a los saludos; huyen de gritos y sentimentalidades; no les gusta entablar conversaciones con nadie; muchos de ellos, antes de compartir el ascensor con un extraño prefieren subir andando hasta su piso; son obsesos de la puntualidad y la laboriosidad; y una gran mayoría de ellos pasan directamente del trabajo a la televisión.

Se puede decir que todo comenzó o fue esbozado en 1972 por el socialdemócrata Olof Palme, que creyó que la “liberación” se encontraba en la individualización, y propuso leyes para conseguirla, y construyó la burbuja de los ciudadanos. Y tal experimento de ingeniería social parece haber dado como resultado una nueva especie humana: los suecos hablan con los árboles y, en mística relación, se comunican con la naturaleza, pero se alteran gravemente si tienen que establecer una relación social con sus iguales. Así que relacionarse con los demás empieza a ser cosa del pasado, al tiempo que desaparece la familia tradicional. Con estas condiciones, tengo mis dudas acerca de que exista el tan cacareado paraíso sueco, no creo que no pueda construirse ningún paraíso de soledad.

Complementemos, no obstante el cuadro. Para que la burbuja tenga consistencia, para que el Estado se haga cargo de todas las contingencias de los ciudadanos, los impuestos son muy elevados, de manera que queda poco para la suntuosidad y para las pensiones. Cualquiera que haya visitado Suecia sabe que los nuevos edificios de pisos que se construyen en las grandes ciudades son ramplones, feos y parejos, y los pisos son pequeños y nada ostentosos. Es el precio que hay que pagar por la individualidad y por mantener la burbuja en funcionamiento. Otras cuestiones son más preocupantes. Los datos sobre violencia sexual, suicidios, drogadicciones, son de los más altos de Europa. Pero con todo, ahora se les presenta un problema nuevo: una abundante cantidad de inmigrantes musulmanes. Suecia, con diez millones de habitantes, da cobijo a más de seiscientos mil musulmanes. En la ciudad de Malmö alcanzan a ser un  45% del total de la población.  La violencia se ha disparado en algunos suburbios (con mayoría de inmigrantes) de las más importantes ciudades, hasta el extremo de que médicos y bomberos tienen que entrar protegidos por la policía a esos lugares. Hace solo unos días, el 13 de agosto, cien coches fueron quemados en Gotemburgo. El estado de violencia ha hecho surgir patrullas vecinales para controlar los barrios colindantes a los de mayoría musulmana.

Acusan al partido socialdemócrata gobernante (primer gobierno feminista del mundo, gustan llamarse las de la foto, que sorprendentemente se vuelcan en atenciones hacia el Islam, donde es un hecho que la mujer está en condiciones de semiesclavitud) de no tomar otras medidas que no sean las de invertir grandes sumas de dinero para crear puestos de trabajo y para integrar a la reciente inmigración, impidiendo que se publique ningún dato referente a la violencia dicha. El caso es que lo candente del problema ha hecho crecer como la espuma la intención de voto hacia el Partido Demócrata sueco, de extrema derecha, hasta un 20 %. Veremos los resultados de las elecciones de este mes de septiembre que estamos a punto de abrir.

Así que el tan cacareado paraíso sueco no lo es tanto. La falta de comunicación y contacto social, la ruptura familiar, la soledad que, como una epidemia se ha extendido por Suecia, más creo que producen infelicidad que bienestar. Yo aconsejo que si leen por ahí estadísticas interesadas, que  han sido elaboradas teniendo en cuenta la asistencia sanitaria o la educación como sinónimos de bienestar, y que señalan que los habitantes de los países del norte de Europa se encuentran entre los más felices del mundo, póngalas en cuestión, no les hagan mucho caso, o, incluso, les invito a reírse de ellas.

 

 

 

10 comentarios en “SUECIA, ¿PARAÍSO DE SOLEDAD?

  1. El «paraiso sueco» fue un mito de las izquierdas europeas allá por la década de 1970. Olof Palme, por cierto, no tuvo un final feliz. Estamos en 2018. La UE tiene sus días contados. Lo que venga luego preferiría no tenerlo que vivir en presencia.
    Excelente artículo sobre la realidad en ese país nórdico, donde la violencia sexual es, efectivamente, muy superior a la de cualquier país europeo mediterráneo.

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      • A los tales «comosarios-funcionarios» se les están rebelando cada vez más gobiernos de países de la UE que se dan perfecta cuenta del descabellado plan de ingeniería social que se fomenta desde Bruselas. El otoño que está por llegar va a ser mucho más caliente que el verano que pronto se irá…

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  2. Fascinante tu reflexión, hace tiempo no te leía. Vivo en el trópico ardiente de la Colombia ultra-neoliberal donde desde hace casi 25 años persiste el otro extremo del Estado totalmente a espaldas de los ciudadanos y donde el bienestar es algo que se compra y que depende del nivel de ingreso de cada quien, en la cuarta economía más desigual del mundo… acá hablamos de los países nórdicos como si se tratara de una utopía inalcanzable, nuestra verdadera némesis. Añoramos su protección social, la limpieza de sus gobiernos, la desbordante calidad de sus sistemas educativos, pero creo que hasta ahora no nos hemos puesto a pensar en las sombras de ese modelo tal y como las planteas aquí. Quizás en nuestras luchas por sobrevivir, todavía nos queda mucho de solidaridad y cercanía.

    Excelente ensayo. Gracias por compartirlo.

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    • Paulo, me ha despertado el gusanillo mental tu ilusión utópica. Para que veas hasta qué punto es inconsistente la razón para lidiar en busca de la felicidad colectiva: En España se daban las condiciones para vivir con un alto grado de bienestar. Todavía en muchos aspectos somos la envidia del resto de europeos. El carácter, el sistema de relaciones sociales, una sanidad y una educación más que aceptables, y un sistema de protección social eficaz (por mucho que algunos partidos políticos, por mero interés partidista, exageren hasta el engaño descarado situaciones de agobio). Pero bastó que se instaurara una organización de las regiones en las que éstas ganaban una gran autonomía, de hecho ahora se les llama Autonomías. Se instauró para satisfacer ciertos anacronismos históricos. Bien, tal hecho enseguida generó su dinámica egoísta: 17 parlamentos, medio millón de políticos viviendo a costa del Estado, algunas de estas Autonomías querían tener más gobierno y poder que otras, algunas quisieron llamarse naciones, la gente empezó a identificarse más con su Autonomía que con España, empezaron a zaherirse unas a otras, algunas—por el egoísmo de sus gobernantes—quisieron independizarse, y ahora unas poblaciones quieren dejar de pertenecer a su Autonomía y pretenden pasar a otra, y, en fin, ahora todo son conflictos y odios y amenazas e insatisfacciones. Ahora, por aquel fomentar el poder regional, que condujo a que cada uno quisiera ser reyezuelo en su predio, todo el país está a punto de saltar por los aires y acabar en el caos y en la miseria. ¡Cuidado con los deseos inocentes!

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  3. Muy buen articulo sobre lo que el progresismo puede traernos con su pléyade de ocurrencias autocomplacientes. Creo que cualquier intento de rediseñar la sociedad humana está condenada al fracaso cuando no al desastre. Hay que dejar que la sociedad evolucione espontáneamente en respuesta a los nuevos avances tecnológicos y a los cambios reales que estos producen.
    Saludos.

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