Uno de los grandes males que acechan al individuo es el aburrimiento. Antiguamente se combatía con el sexo, la caza, la lucha, el juego, la guerra, el alcohol o las drogas. Los rituales mágicos de los sabios de la tribu trataban de mitigarlo imponiendo obligaciones en la conciencia de las gentes, es decir, descargándoles de parte del insoportable peso de la libertad individual. Algunas modas eran como juegos con la finalidad de combatir el aburrimiento, así, el siglo II tuvo la moda de la discusión filosófica, y otros siglos fueron de acendrada religiosidad; en Francia los salones de los nobles y ricos eran los únicos lugares donde combatir el aburrimiento (quien haya leído a Marcel Proust sabrá de lo que hablo), bien es verdad es que los pobres apenas se aburrían pues apenas tenían tiempo para ello. Las danzas, la música, el contar cuentos, las lecturas cuando se aprendió a leer, han sido grandes remedios contra el aburrimiento. Ahora gozamos de la televisión y de Internet.
El aburrimiento es un estado de inquietud y de falta de atención. Ningún pensamiento, ninguna acción, resultan gratos de llevar a cabo o carecen de sentido. La droga y el alcoholismo penetran en el sujeto a través del aburrimiento. Los cuadernos de pasatiempos han nacido para hacerle frente. La rutina y la desilusión son dos de sus más importantes gérmenes. Pero también el aburrimiento se adquiere por la forma de vida que llevamos. El pastor que estaba en la majada varias semanas sin otra compañía que su rebaño no se aburría, pero un joven acostumbrado a la estimulación constante de la televisión, los videojuegos o internet, se sentirá mortalmente aburrido en cuanto carezca de esos elementos de diversión.
De ahí que se hayan multiplicado los comportamientos de hiperactividad en los colegios: son consecuencia del aburrimiento. Cuando se cumplen años, el aburrimiento tiene otras connotaciones. Hay varios remedios contra el aburrimiento de los jóvenes. Uno de ellos es el de tener un proyecto personal de vida. En este caso, el joven sabe a qué atener su comportamiento en cada momento: presta atención al propósito que se ha creado. El estudiante que quiere ser un buen médico o un buen ingeniero, el que quiere montar su propia empresa, el que quiere ser un deportista de élite, etc. mantienen al sujeto atento, prevenido, dispuesto, ocupado. También lo es el propósito grupal: pertenecer a un equipo de fútbol, a una ONG, participar en actividades políticas etc., le permiten a uno luchar contra el aburrimiento. Lo malo es el no tener un propósito a cumplir. En ese caso, el alcohol, las drogas, el comportamiento violento, el odio contra la sociedad, son soluciones rápidas contra el aburrimiento.
Sobremanera si se da un aburrimiento acompañado de incertidumbre y desasosiego como el de la crisis moral-social-económico-política que ahora se da. En estas condiciones las gentes buscan su remedio en odio y violencia contra lo establecido. Se inculca odio, indignación, resentimiento y se obtienen los mayores efectos y la máxima eficacia cuando se hace desde la época escolar. De esa raíz surge el Nacionalismo, el Populismo que quieren destruir todo lo que existe sin saber qué construir después. El sometimiento al grupo le saca a uno del aburrimiento. El aburrimiento que produce el no tener un proyecto personal propio le puede hacer a uno borrego y fanático.
Claro, ahora estamos desasistidos de los remedios tradicionales contra el aburrimiento. Ahora el aburrimiento de los que carecen de un proyecto que les cautive se combate con las tablees, los ordenadores, los móviles, con el mundo virtual. La nueva versión de Pokemon surgida es un remedio contra el tedio que, además, se adapta a nuestra naturaleza de cazador en busca de presa.
Pero la solución más eficaz contra el aburrimiento es el proyecto personal: uno tiene una meta, una disciplina y una acción planificada que mantienen su atención en candelero. Por esa razón me sorprenden esas pretensiones por las que hoy abogan algunas escuelas de sicología de Vivir en el presente a todas horas, que no es otra cosa que carecer de perspectivas y de miradas a la lejanía. El ser humano ha sido pergeñado para laborar en el presente con vistas al futuro. Actuar sin mirar a la lejanía, al foco atractor lejano, es como carecer de luz, es vivir desorientado, sin proyecto. Los que pomposa e ingenuamente abogan por la exclusividad del aquí y ahora, suelen caer en desorientación, aburrimiento, melancolía, y finalmente depresión, a menos que se vuelvan hiperactivos, a menos que salgan de sí mismos y se dejen llevar sin rumbo por la corriente de la vida, sin ser ellos mismos.
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Es una pena que haya tanta gente que mate su aburrimiento en las redes sociales, y muchas casi vendiendo su vida,…….. no hay trabajo, pero en lugar de matar el tiempo formándose para su reciclaje, se lo pasan en facebook.
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Hola Julián, cada cual mata el aburrimiento a su manera, pero hay unas maneras más productivas que otras, en eso te doy la razón
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Bueno, «matar el aburrimiento» es algo negativo¿no? yo mas bien diría que es crear espacios de actuación. Pensar en opciones creativas, buscar alternativas diferentes. Siempre me pareció acertada esta frase corta y lapidaria: «el aburrimiento es no saber vivir el momento presente». Saludos Fernando.
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Lo que intento mostrar es que la raíz de gran parte de nuestros comportamientos se encuentra en tratar de vencer el aburrimiento, aunque la dirección que toman esos comportamientos la determinan otros factores.Una buena frase la que expones, gracias. Saludos
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Buen artículo sobre un tema tan importante como ignorado, por conocido y omnipresente, en especial durante las vacaciones.
Pones el dedo en la llaga cuando dices que se debe a no tener un proyecto personal de vida. Una finalidad que guíe tus pasos y tus acciones, añado yo.
Y también aciertas cuando dices que para combatirlo se recurre a métodos tan extremos como las guerras y la agresión por la agresión (colegio, trabajo, familia, sociedad, etc.).
El aburrimiento es, en mi opinión, una consecuencia imprevista del éxito evolutivo de nuestra especie, que se ha encontrado simultáneamente con un exceso de tiempo libre y una pulsión constante hacia “hacer cosas útiles” que es la que nos ha proyectado hasta nuestro actual estatus de supremacía absoluta sobre las demás especies.
Por eso no nos conformamos con rellenar crucigramas o ver la televisión, porque eso sería como comer algodón: al poco tiempo, el organismo, engañado, reaccionaría violentamente con un apretón de estómago insatisfecho. Para quitarnos el aburrimiento tenemos que encontrar una actividad que requiera cierto esfuerzo, pero, sobre todo, el cumplimiento de un objetivo útil para uno mismo o para los demás.
Estamos dispuestos a fabricar un millón de botijos, uno tras otro, todos idénticos, y no nos aburriremos, a condición de que sepamos que alguien los va a utilizar, que no van a ser arrojados al mar, nada más los saquemos del horno.
Todavía está por descubrirse la máquina de combatir el aburrimiento, y el que lo consiga no conocerá límites a su gloria. Este blog tuyo, por ejemplo, es un buen intento, uno de los millones de intentos de fabricar esa portentosa máquina, que todo el mundo intenta inventar, sin conseguirlo.
Y la importancia de ese invento salvífico está en que evitaría mucho sufrimiento innecesario, les quitaría su razón de ser a los asesinos en serie, violadores, nacionalistas, marxistas, populistas, perroflautas, maltratadores de toda índole y a un sinfín de personajes que, en el fondo, no son tan malos o estúpidos como parecen, sino que sólo buscan desesperadamente una forma de salir del aburrimiento.
Saludos.
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Me encanta el ejemplo que utilizas, el del botijo. Tener en mente que hacemos botijos para ganar dinero con el fin de prosperar y alcanzar otras metas, borra automáticamente el aburrimiento que sería el hacer botijos sin propósito.Y pones la guinda en lo del tiempo libre y la pulsión. Los pastores en el campo, los esquimales en el iglú, los pigmeos en la selva, carecen de esa pulsión que nos inyectan los tiempos modernos; por tanto, ahora, en estos tiempos, la pulsión esa debe satisfacerse con una actividad que robe nuestra atención pues, de no lograrse, el tedio se apodera de nosotros. Entonces, o bien nos desembarazamos de esa pulsión, cosa ardua, o bien hemos de lograr fijar nuestra atención en una actividad, cosa no sencilla tampoco. El mejor remedio, como bien dices, el propósito que nos ilumine.
Un saludo. Supongo que cerradas ya las vacaciones y habiéndolas disfrutado.
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