CREENCIAS QUE IMPIDEN EL PROGRESO

Debido a la acción de ciertas creencias en la sociedad, surgen y declinan civilizaciones, se impide el progreso, y la organización y el orden social se mantienen inalterados durante siglos. Vemos algunos ejemplos de declinación y de inalterabilidad del orden social. La historia presenta ejemplos bien contundentes al respecto. La doctrina de Mahoma inspiró creencias y formas de entender la vida que pronto produjeron una rica cultura y una floreciente civilización hasta el siglo XI. La numeración arábiga, las fracciones decimales, operaciones con radicales y potencias, conceptos de velocidad, aceleración, clepsidras para medir el tiempo, el uso de la brújula para la navegación, la óptica… Produjo grandes pensadores como Omar Kayyam, Al-Khawarizmi, Al-Khazín, Al-Biruni, Averroes, Al-Gazeli…Sin embargo, en el siglo XI triunfó la interpretación moral más rígida del islam y la cultura y la civilización islámica declinaron hasta desaparecer de ella todo signo de progreso. Fue borrada la libertad de criterio para interpretar El Corán y los hadiths del profeta, así que la fuerza creativa del mundo musulmán desapareció.

Han existido numerosas sociedades cuyas creencias dominantes han sido la causa de su mantenimiento en hibernación cultural, económica y social. Gran parte de los pueblos de África y Asia han pasado siglos aferrados a costumbres y religiones que obstaculizaron cualquier progreso material. No fue hasta que tomaron contacto con europeos que sus élites, con mucha dificultad, promovieron cambios en la organización social y en los modos de vida. Pero los ejemplos más claros de inalterabilidad social son las sociedades teocráticas, en donde la autoridad emana de Dios y la acción de gobierno está muy influida por la clase sacerdotal.

El Egipto de los faraones mantuvo inalterados durante 1500 años su orden y su esquema social. También la sociedad Amish y otros grupos menonitas pueden ser considerados teocráticos y permanecen en formas de vida arcaicas. Si mudamos a Dios por el Comunismo y a la clase sacerdotal por las élites del partido, también han sido teocráticas la URSS y la China de Mao. La Iglesia Católica misma, durante buena parte de la Edad Media imprimió en la sociedad europea todos los caracteres de una sociedad teocrática. La prohibición de la usura y el comercio por parte de la Iglesia evitaron que Europa progresara mucho más rápidamente y prolongaron la Edad Media varios siglos. La prohibición del mercantilismo hundió a la URSS en la miseria.

Una creencia paralizadora muy extendida por Iberoamérica es la que considera culpables de todos sus males a España y Norteamérica, lo que los lleva a un estado de permanente inacción, a actuar de plañideras y a lamerse las heridas sin poner remedio alguno. En ese lamento viven paralizados hasta el extremo de que ninguna consideración de futuro parece importarles. Su vitalidad no se dirige a elaborar proyectos para el porvenir sino a quejarse del pasado y a culpabilizar a los demás de sus desgracias. La plañidera de este tipo vive de relamerse sus heridas y de aparecer como víctima ante los demás, y, claro está, de declarar a otros culpables de sus desgracias y concitar odio contra ellos.

Eduardo Galeano, Gabriel García Márquez, Pablo Milanés…, lanzan la sangrante idea de que «España y Norteamérica se han enriquecido a nuestra costa y son la causa de nuestra pobreza». La simplona y malintencionada idea lanzada en Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, incita a regocijarse en lamerse las propias heridas antes que a intentar suturarlas. No se quiere recobrar la vitalidad, no se quieren cerrar las heridas, resulta más gozoso mostrarlas y añadir a ellas tintes rojos y señalar culpables y concitar odios, «mirad, aquí podéis ver lo que me hicieron estos o aquellos malditos, pobre de mí, mirad como sangran mis heridas». Tan gozoso resulta que se detiene cualquier propuesta de cura. Pero ya se sabe hacia dónde conduce tanto llanto y tanto victimismo: hacia Cuba y Venezuela. Se mantiene, también, en buena parte de la izquierda un sistema de mantras que están en el origen de la declinación de las sociedades donde se imponen.

  • Repartiendo las riquezas de los que más poseen, todos seríamos más ricos y viviríamos mejor
  • El dinero público se puede gastar a manos llenas porque no es de nadie.
  • El comunismo es un sistema social maravilloso que ha sido aplicado incorrectamente

No se puede negar que algunas creencias son mortíferas.