- Dejó dicho Antonio Machado que “Es propio de aquellos con mentes estrechas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza”.
- Tras una larga y agónica muerte de mi antiguo celular, me ha llegado un nuevo teléfono móvil con órdenes precisas de configuración. A cada paso y a modo de chantaje, solicita mi permiso para manejar a su antojo todos los datos almacenados, así como mi posición a cada momento. En caso de negarme me amenaza con desbaratar la instalación. Al acabar el proceso me ha parecido escuchar una voz que decía “Ya me perteneces”. He reconocido en esa voz la de Mefistófeles dirigiéndose al Doctor Fausto tras apoderarse de su alma.
- Desde los griegos la verdadera democracia se ha guiado por este parecer: “La libertad le dijo a la ley: tú me estorbas. La ley respondió: yo te guardo”. Hoy en día hay mucha gente que aborrece la libertad del individuo y pretende estar por encima de la ley. Sin embargo, utilizan la palabra democracia como si les perteneciese en exclusiva, aunque es difícil de saber la idea que tendrán de ella.
- Un ejemplo del neolenguaje de que hablara Orwell en 1984 ha sido empleado por el número dos del PSOE, José Luis Ábalos, al referirse al aumento de 100.000 parados nuevos en octubre de 2019. Nos asegura que: “Hay más paro porque hay más confianza para encontrar un empleo”. Bueno, es una manera de llamar idiotas a sus electores.
- Existe una gran diferencia entre ser compasivos y vivir a costa de la compasión.
- Encuesta en la Universidad de Zaragoza, sólo el 4% de los estudiantes tiene el propósito de emprender algún negocio al terminar sus estudios; el resto, el 96% desean ser funcionarios. ¿Alguien duda que este país se está yendo al carajo?
- Hoy, como nunca antes, tengo la impresión de que nos hemos convertido en hámsteres de aspecto humano que corren sin descanso en la rueda del deseo y la ignorancia.
- El resentimiento social dicta al oído de los resentidos este lema: “Todos iguales aunque ello signifique miseria para todos”.
- Salir de la posición de víctima exige tomar responsabilidades, así que mejor seguir en el victimismo, dicen los que esperan vivir del erario público sin dar palo un al agua
- Tengo el convencimiento de que ha sido descubierto un extraño virus que, como en el caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde, convierte a gente de aspecto honrado y pacífico en violentos maniacos capaces de las mayores atrocidades. Solo hay que echar una ojeada al mundo para convencerse de que el virus ya ha sido inoculado (las revueltas en Cataluña o en Chile o en Colombia). Jóvenes de clase media sin necesidades económicas acuciantes se lanzan como posesos a la destrucción en la calle. Creo que el virus tiene un nombre: “Ideología del odio”.
- Para ser coherentes con las ideas que expresan, los millonarios progres que defienden una inmigración sin tasa deberían acoger en su casa a unos cuantos emigrantes; los intelectuales franceses que defendían a la URSS con tanto entusiasmo deberían haber pasado un año en un Gulag siberiano; y los que hoy en día defienden con tanto ahínco el régimen chavista de Venezuela o el régimen castrista cubano, deberían pasar unos añitos en esos países sin privilegios de ningún tipo.
- Un pensador americano, Sowell, señala que “Es difícil imaginar una manera más tonta o peligrosa de tomar las decisiones que encargarlas a las personas que no pagan un precio por equivocarse”. Los políticos españoles no cejan de darnos ejemplos brillantes de ello. Ahora mismo, se han unido la locura y la desvergüenza para formar gobierno.
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CATALUÑA, ¿DERECHO A DECIDIR?
¿Es el “derecho a decidir” algo más que un eslogan? Me estoy refiriendo al derecho a decidir alegado por el independentismo catalán como argumento principal de sus reivindicaciones: la celebración de un referéndum –restringido a los ciudadanos catalanes—cuyo hipotético resultado favorable sería vinculante y forzaría su separación del resto de España. Digámoslo de otra forma: ¿contiene tal derecho sustancia argumental, o se trata solo de palabras fetiche que una ideología desquiciada dicta como fantasía delirante a una generación adoctrinada hasta la médula, a una generación que ha tomado la lucha por la independencia como un motivo para la épica, para sentir una emoción de la que ha carecido por completo a lo largo de su vida? Sea lo que sea, sustancia argumentativa o mero eslogan –lo cual trataré de dilucidar—lo cierto es que ha mostrado gran eficacia en su propósito.
Muchos eslóganes compuestos de palabras fetiche han sido lanzados –desde ese histérico programa de lograr la independencia contra viento y marea—para uso y alucinación de las masas juveniles catalanas adoctrinadas: España nos roba, libertad para Cataluña, etc. Téngase en cuenta que de aquella disyuntiva en que se debatía Apollinaire, el orden o la aventura, la juventud siempre elije esta última, y, careciendo de necesidades básicas, sin emociones reseñables en su vida y en la seguridad de salir indemnes de cualquier algarada, les resulta placentero hacer la aventura revolucionaria.
Pero tales eslóganes, con su referencia a las palabras fetiche, libertad y patria, han desatado históricamente las emociones de descerebrados de toda índole. El recurso a utilizarlas es antiguo, no ha habido dictadura en el mundo que no la haya empleado: los bolcheviques decían luchar por la libertad, Hitler, Maduro, los Castro en Cuba, son otros grandes “libertadores” de la patria. La libertad la ensalzan a menudo quienes pretenden acabar con ella.
En referencia al título, hemos de dilucidar quién tiene derecho a decidir sobre qué poder público ostenta la soberanía en Cataluña. Veámoslo del siguiente modo: que viviendo en una comunidad social y política consolidada, una parte de ésta –un restringido “nosotros”—, tenga todo el derecho a decidir sobre aquello que es suyo con carácter exclusivo y sin cargas (siempre y cuando tal decisión no afecte al resto de la comunidad en alguno de sus derechos) parece fuera de toda duda. También lo parece el derecho a que se restituya a sus antiguos propietarios aquello que les ha sido arrebatado previamente de modo ilegal o por la fuerza. Bien…, el independentismo quiere apoyar la sonoridad democrática que desde luego tiene el “derecho a decidir”, con hacer ver que se cumplen los dos supuestos mentados, un derecho exclusivo de los catalanes para poseer, y un derecho a que se les restituya una soberanía territorial que les fue usurpada –dicen ellos—hace ahora tres siglos. Pero, ¿Se encuentra Cataluña en alguno de estos supuestos?¿Poseen los que viven en Cataluña derechos exclusivos sobre este territorio y sobre todo cuanto le atañe? Vayamos por partes.
Tradicionalmente se ha reconocido el derecho de restitución de soberanía a aquella población que la ha poseído de forma continuada a lo largo de la historia y que le ha sido arrebatada por la fuerza en fechas relativamente cercanas. Esa es la razón por la que la ONU, en ese sentido, dictaminó a favor del derecho a decidir sobre la soberanía de las antiguas colonias y protectorados de los imperios europeos de los siglos XIX y XX. Sin embargo, Cataluña no ha tenido jamás en su historia entidad como nación (si bien es cierto que el concepto “nación” cobra el significado que tiene hoy en día a partir de la época napoleónica), ni siquiera soberanía propia. Cataluña formó parte de la llamada Marca Hispánica, que dependía de los monarcas carolingios, y que estaba constituida por condados. Más adelante pasó a depender de la Corona de Aragón, y entró a formar parte de España con los Reyes Católicos en 1479. La paranoia de que Cataluña perdió su soberanía tras la Guerra de Sucesión española, en 1713, no la sostiene ningún historiador serio. De hecho, hubo en Cataluña partidarios de los dos bandos, del bando de Felipe de Borbón y del bando del Archiduque Carlos de Austria, y todos ellos luchaban por España en nombre del rey, y con especial énfasis Rafael Casanova, a quien el independentismo catalán rinde, extrañamente, singular pleitesía.
Si retrocedemos aún más en el tiempo, tampoco fue el territorio que hoy llamamos Cataluña una entidad separada; desde los tiempos de Roma se reconoce una unidad geográfica y de caracteres comunes que se llamó Hispania. Así se pone también de manifiesto por la participación de los reinos de Navarra, Castilla, León y Aragón (en el cual estaban integrados los condados catalanes) en la batalla de las Navas de Tolosa contra los almohades musulmanes. Otro signo de unidad territorial es que, de manera explícita los titulares de esos reinos acuden a rendir pleitesía a Alfonso VI de Castilla-León cuando en 1077 adopta el título de Emperador de toda España.
Faltándole razones históricas, el independentismo hace recaer la alegación de exclusividad en una supuesta identidad catalana basada en la yuxtaposición de un territorio, una lengua y (en el fuero interno de muchos de sus dirigentes) una raza.
Pero, ¿existe tal yuxtaposición?, y, en caso de que así fuere, ¿denotaría derechos de exclusividad?
Las razones de identidad por territorio, raza y lengua, ensalzadas por todos los nacionalismos excluyentes –entre ellos los de corte fascista y el mismo nazismo alemán— han sido reforzadas en los últimos cuarenta años de la mano del antiguo presidente de la Generalitat catalana, Jordi Pujol con el propósito de presentarlas como certificado de legitimidad de los derechos que se alegan. Para ese propósito, la historia ha sido tergiversada hasta extremos esperpénticos[1]: se han reformado los mapas, haciendo aparecer de la nada histórica una nueva entidad que denominan “Països catalans” (países catalanes), en los que se incluyen las Islas Baleares, la Autonomía valenciana y parte de los territorios de la actual Aragón. En cuanto a la lengua, habiéndose hablado hasta nuestros días de forma muy mayoritaria el castellano, se ha querido suprimir esa lengua común mediante una educación y una enseñanza impartidas exclusivamente en catalán. En cuanto a la raza, aunque defender en nuestros días una singularidad racial no resulta políticamente conveniente, muchos adalides del independentismo[2] no han podido evitar manifestarse con desprecio hacia los ciudadanos de otras regiones españolas[3] o hacia los inmigrantes provenientes del resto de España que han recalado en Cataluña, o incluso hacia los que meramente hablan en castellano, tildándoles de bestias[4].
Así que el independentismo catalán ha querido forzar una imagen de Cataluña –con mano de hierro y con una política de acoso que nada envidia a la practicada en los regímenes fascistas—en la que se yuxtapondrían idealmente tres factores, el territorial, el lingüístico y el racista o supremacista. Todo ello con el ánimo de presentar derechos de exclusividad. Pero, como he mostrado, tal imagen no se encuentra en la Cataluña real sino en las mentes calenturientas de los independentistas, aunque en esa labor fraudulenta se hayan empleado con denuedo los medios de comunicación y los responsables de Educación catalana durante los últimos cuarenta años.
Ese intento de falsificar la realidad del bilingüismo y de la cultura de raíz española reinantes en Cataluña se ha llevado a cabo mediante un sistema de adoctrinamiento grandioso que ni siquiera Hitler o Stalin pudieron llevar a cabo con la extensión e intensidad con que ha sido llevado a cabo en Cataluña. Nada puede resultar más falso que la identificación de una población con una lengua donde más del 75% de los apellidos son no catalanes y donde el castellano es la lengua materna mayoritaria. El desprecio hacia esta mayoría castellano parlante (y hacia los que presentan apellidos no catalanes[5]) es quien funda el nacionalismo catalán.
Así que no les asiste la historia en su empeño, pues su pertenencia a España lleva siglos bien consolidada, ni nunca se les ha arrebatado una soberanía plena –que nunca han tenido con la amplitud de la de ahora—ni su pretensión de unidad territorial, lingüística o de raza presenta realidad alguna.
Así que, en verdad, lo que se pretende con el derecho a decidir—mero eslogan falsario, como se ha podido ver, sin argumentos de verdad que lo respalden—es quitar los derechos que les asisten a los demás españoles a decidir sobre Cataluña y considerarse en ella como en su tierra; lo que pretende es arrogarse el derecho de negar al resto de la comunidad “España” su derecho sobre una parte de su territorio; es conculcar los derechos de los demás. Es más, asevera el ala más radical del independentismo que solo son catalanes aquellos que hablan catalán y quieren la independencia de Cataluña[6]. Es decir, su derecho a decidir, es un atentado contra la esencia misma de la democracia, la que señala que Sobre lo que es de todos han de decidir todos.
Pretenden estos independentistas que su “nosotros” particular ostenta derecho exclusivo para decidir y para apropiarse de un territorio que es de todos. Esa pretensión es semejante a la de quien tras haber participado en construir con otros una casa en común quiere ahora quedarse con la planta baja, la que se presta a poner un negocio y la que sirve de entrada a las habitaciones de los demás. Porque sus puertos, sus industrias, sus comunicaciones ferroviarias, sus autopistas y su red sanitaria han sido construidas con el esfuerzo de todos los españoles. A esos independentistas no les importa siquiera que la mitad de la población vaya contra el proyecto de segregación. El derecho a decidir, como los demás eslóganes que emplean y como su mismo programa, no son otra cosa que engaños destinados a adoctrinar a la población con el propósito de ocultar la corrupción extrema reinante entre los que ahora son los dirigentes del independentismo; una huida hacia adelante que puede destruir España y provocar enconos de difícil reparación, tal como sucede ya en la mayoría de las familias catalanas. Acerca de lo que es de todos los españoles han de decidir todos los españoles.
[1] Sirvan como ejemplo los intentos burdos del Institut Nova Història de catalanizar a Santa Teresa, Colón, Hernán Cortés, Ignacio de Loyola, Leonardo da Vinci, Erasmo, El Bosco, Cervantes y El Quijote. Las teorías de los Bilbeny, Cucurull y compañía reciben, desde hace años, jugosas subvenciones y premios de entes nacionalistas y el apoyo público de políticos como Pujol, Rull o Carod-Rovira.
[2] Excepto para los chiflados miembros de la Nova Història
[3] Es muy conocido el desprecio de Pujol hacia los andaluces.Oriol Junqueras, habla incluso del ADN diferencial.
[4] Como se atrevió a decir el actual presidente de Cataluña, el señor Torras
[5] El que solo existan apenas un 15% de apellidos no catalanes entre los altos cargos de la administración da idea de la raíz de las reivindicaciones.
[6] No ponen la exigencia de poseer apellidos catalanes porque su número sería irrisorio.
ACTUALIDAD
- La energía más barata, menos contaminante y más segura que existe es… la energía nuclear. Así lo asegura –y lo asevera con serios argumentos—Michael Shellenberger, fundador y presidente de ‘Environmental Progress’, pero contra la energía nuclear batalla el miedo y el odio de la gente. También se posicionan en contra de ella: la industria de las energías renovables, tan boyante y productora de tan buenos dividendos; los altos funcionarios de la ONU, que alegan que una energía barata provocaría un aumento inadmisible de población; y las organizaciones ecologistas y de izquierda, que pretenden una revolución social (un tipo de sociedad menos consumista, con la energía más cara, mayores impuestos y menor riqueza y más repartida), para lo cual, entre otras medidas, han levantado el estandarte del cambio climático.
- La señora Clinton y el señor Obama (al que otorgaron el premio Nobel de la Paz sin presentar mérito alguno para ello), promotores de la Primavera Árabe, provocaron los siguientes efectos: la inestabilidad política en Oriente Próximo; la creación del Estado Islámico; la destrucción de Siria y Libia; cientos de miles de muertos; cientos de miles de refugiados que arriban a Europa; varios millones de refugiados en Turquía por los cuales paga religiosamente Europa casi 5.000 millones de euros. Pero nadie exige cuentas a la señora Clinton y al señor Obama. Tienen patente de corso.
- ¿A quién votar? El próximo día 10 se celebran elecciones en España. No solo en España sino en cualquier país, yo recomiendo votar a quienes: no se contradigan de un día para otro repetidamente; no mientan descaradamente una y otra vez; a quienes no tengan un discurso distinto para cada audiencia a la que se dirigen; a quienes se atrevan a decir su verdad aunque no les resulte rentable electoralmente. Realmente, estos requisitos se pueden expresar de este otro modo: vota al que te parezca honrado y tenga ilusión por construir.
- Un nuevo consejo: desconfía de aquello que viene envuelto en sentimentalidad. La razón es obvia: los sentimientos tiñen la Razón y hacen al sujeto manipulable. Siempre que se echa mano de los sentimientos para convencer se está tratando de engañar. Infundir miedo, alarmar, generar un difuso temor en la población, reblandecer las conciencias haciéndonos sentir una compasión desmedida, o, de otro lado, empujar al odio y al resentimiento, son métodos para crear un rebaño asustado y fácil de manejar. Olvidado ya el miedo al peligro nuclear que imperaba en los años ochenta, se ha traído al primer plano el miedo al cambio climático. Y ahí tenemos ese esperpéntico circo creado por la ONU, con la niña Greta como figura estelar, tratando de imitar a aquel santón, Antonio Conselheiro que describe Vargas Llosa en su novela La guerra del fin del mundo, o a la francesa Juana de Arco; exhibiendo el muestrario de obsesiones y esquizofrenias que mostraban estos. ¡Que impere la irracionalidad, lo mágico, lo primitivo!, ¡que nadie cuestione el cambio climático ni la ideología de género!, ¡muerte a la Razón!
- No encuentro mejor calificación para el independentismo catalán que el de psicopatía colectiva. En Cataluña se ha conseguido el más exquisito adoctrinamiento social que se haya llevado a nunca a cabo en la historia de la humanidad. Ni siquiera en las sectas más cerradas se ha logrado una grey del talante pasional como la que forman los jóvenes independentistas. El adoctrinamiento ha conseguido que hijos de padres andaluces, murcianos, aragoneses, gallegos, castellanos, extremeños…, se lancen a una lucha ciega en nombre de las más fantasmagóricas esencias históricas catalanas que cabe imaginar. Los medios de comunicación catalanes, los centros educativos, las instituciones catalanas, tras de cuarenta años de adoctrinamiento sin cortapisa alguna, han conseguido rellenar las huecas cabezas juveniles con sentimentalidad revolucionaria e inventadas esencias de imaginarios héroes. Han conseguido que esos jóvenes renieguen de sus orígenes, de sus padres, de su lengua y de su cultura materna, y se entreguen a la irracionalidad y al engaño.
- Tenemos el ejemplo de movimientos redentores y salvíficos como el de la Revolución cubana o la Revolución rusa, que acabaron en catástrofes. Más cercano tenemos la revolución bolivariana o la revolución nicaragüense, que ya sabemos cómo han progresado. Hugo Chávez deja como sucesor a Maduro, que habla con él a través de un pajarito, y en Nicaragua su presidente pone de segunda a su mujer, una bruja reconocida. No digamos ya de la dinastía imperante en Corea del Norte. Pero tenemos otros salvíficos muy reconocidos, como Obama y la señora Clinton, que pretendían liberar de la oscuridad a Oriente Medio e inventaron la primavera árabe que acabó destruyendo la región. Ruego al cielo que me libre de quienes pretenden liberarme.