Que a nadie se lleve a engaño: la revolución socialista ya ha llegado a España; ya ha empezado a llamar a las instituciones del Estado, no con aldaba, sino a cañonazos. Cuando Pedro Sánchez dice que legislará contra la mentira, lo que pretende es imponer un control político sobre los medios de comunicación, que conllevará el cierre o la penalización de aquellos que expresen una ideología distinta a la suya socialista. Cuando la ministra Celaa dice que los hijos no son de sus padres, lo que nos está mostrando es el propósito de que el Estado asuma el control y la educación en exclusiva de los hijos. Cuando el presidente del gobierno dice que hay que desjudicializar la política, lo que está diciendo es que el poder judicial debe someterse al poder político del Estado. O dicho más claramente, que se acabó la separación de poderes. Cuando Pedro Sánchez rehúsa entrevistarse con el presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, y el ministro José Luis Ábalos se reúne en secreto en el aeropuerto de Barajas con la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, lo que nos están diciendo es que este gobierno apoya al dictador venezolano Maduro. Cuando este gobierno se dirige a crear una Comisión de la Verdad con la misión de penalizar a todo el que discrepe públicamente de la versión oficial sobre la Memoria Histórica de los últimos cien años, lo que nos está diciendo es que las libertades y los derechos individuales se han acabado.
El nuevo gobierno emplea el neolenguaje que describe Orwell en su novela 1984. La inversión de la verdad, la lógica contra la lógica, el Ministerio de la Verdad para atajar todas las desviaciones. La mentira como arma revolucionaria, según la expresión de Lenin. Los principios de propaganda del nazi Joseph Goebbels: Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave. La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad”.
Las condiciones para imponer un sistema totalitario resultan inmejorables:
- Siguiendo el principio rector del comunista Gramsci, la imposición de la hegemonía cultural de la ideología social-comunista ya se ha logrado: las instituciones, los medios de comunicación, la Universidad, las redes, ya están mayoritariamente en poder de esta izquierda.
- Existe un malestar generalizado por la corrupción política existente.
- Hay una extensa red clientelar, de estómagos agradecidos, que medran a costa de su apoyo ciego a los dictados de este nuevo gobierno (observatorios de ideología de género, actores, profesores y funcionarios metidos a dedo, ONGs de distinto pelaje, etc.)
- Una Comunidad Europea débil, sin norte, dominada por un funcionariado indolente y muy bien pagado.
- Una juventud a la que han hecho creer que tienen derecho a todo sin aportar nada, y que sabiamente han radicalizado.
- Unos líderes revolucionarios capaces y que utilizan todas las armas revolucionarias a su alcance. Pablo Iglesias se guía por un programa de engaño muy bien trazado; Pedro Sánchez utiliza la mentira como arma. De los dos se podría decir: no se les conoce una sola verdad. Como todos los líderes revolucionarios del siglo XX, dicen luchar por liberar a los necesitados pero ninguno de los dos ha trabajado jamás ni ha cotizado a la Seguridad Social.
- A ninguno de los dos les importa lo más mínimo recortar libertades, llevar a la miseria a la población o emplear cualquier medio, por indigno que sea, para alcanzar el poder total.
- Unas huestes feministas y comunistas amamantadas en el odio que son la fuerza de choque (en la calle, en las redes…) para acallar toda oposición en contra y para imponer sus criterios contra jueces, fiscales etc.
Así que a nadie se lleve a engaño, la revolución ya está aquí, y tiene intención de quedarse, imponiendo un sistema socialista totalitario. El ministro Ábalos, ha sido tajante y elocuente al respecto: “Algunos están en la política de paso, yo no, yo he venido para quedarme. A mí nadie me echa”. En su neolenguaje, en el que se identifica con la revolución, sus palabras quieren decir que el Socialismo ha llegado para quedarse, para instaurar el paraíso; y si para eso hay que mentir por costumbre, si para eso hay que saltarse la ley y la Constitución al estilo del chavismo venezolano, si para eso hay que hacer fraude electoral, acabar con la independencia judicial y con el legislativo, se acaba. Contra viento y marea la revolución socialista ha llegado para quedarse e instaurar su dictadura.
Ante esta tesitura, lo primordial en cuanto a la opción política que debería plantearse cada individuo no es la de si ser de izquierdas o de derechas, sino si prefiere vivir al amparo de un sistema democrático o de uno totalitario. En todo caso, téngase en cuenta, esta es una revolución que nace de la abundancia y la desorientación, y que puede dirigirse hacia la miseria y el absolutismo. Pero lo propio del ser humano es la locura.