EL NOMBRE Y LA PALABRA

“Quien sabe el nombre de una cosa la posee”, reza un antiguo adagio. De esa magnífica intuición fueron partícipes casi todos los pueblos de la antigüedad. Los egipcios y los mesopotámicos tenían, además del nombre de uso común, un nombre oculto. Entrar en el conocimiento de ese “otro” nombre facultaba el poseer su alma y voluntad. También los gnósticos tenían que dar fe de su nombre secreto —escrito en su abraxas— en el momento de traspasar los límites de los cielos guardados por los arcontes. El gran Ibn Arabi, el mayor maestro del sufismo (murciano de nacimiento), otorga 100 nombres al altísimo; de 99 de ellos da cuenta, atribuyéndoles diversas manifestaciones divinas, pero el nombre número 100 es ignoto para la humanidad. El humano que consiguiera saber tal nombre se haría igual a Dios.

Hay razones neurológicas para afirmar que quien sabe nombrar una cosa la posee cognitivamente. Pondré un ejemplo: aunque me enamora la música clásica, no puedo “conocerla” (no puedo siquiera recordarla) porque no sé distinguir un adagio de un allegro, un “la” de un “si bemol”, un acorde de otro, un compás de otro, el “do” de un violín del “do” de una flauta… El día que consiga ese conocimiento, seré capaz de rememorar una frase musical, de estudiarla, de recrearme en ella, de extenderla… seré capaz de nombrarla. El nombrarla con propiedad es conceptualizarla, es decir, es ponerle una etiqueta que hace de enlace con conexiones neuronales de los conceptos relacionados con la cosa, es adquirir un gran conocimiento sobre lo nombrado. Así que, en ese sentido, nombrar una cosa es entrar en su conocimiento; es, más que una cuestión lingüística o prosódica, una cuestión cognitiva.

En un párrafo de Heidegger se menciona a la poesía como la fundación del ser por la palabra de la boca… Dicha función creadora de la palabra no es novedosa. Es otra magnífica intuición que aparece en el Génesis, en la mitología griega, egipcia, sumeria y en gran número de mitologías de todo el orbe. Algunos libros, como el Corán o el Talmut, no es que representen la palabra divina, es que son la palabra divina; no es que solo sean la palabra divina, es que son la divinidad. De ahí el empeño de toda una vida de los cabalistas (también ciertas ramas sunníes y shiies, así como el judaísmo en su conjunto) en descifrar el sentido oculto de la palabra divina, de ahí que rastreen el talmut o el corán del derecho y del revés, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, en diagonal y en vertical, alternando las letras, configurando ecuaciones numéricas con el valor de sus números… buscan poseer el poder creador de la palabra.

¿Por qué desde muy antiguo se ha otorgado ese poder creador a la palabra? Creo intuir alguna explicación de orden neurológico. Existe un mecanismo neural que “almacena” las palabras en el cerebro en relación a su tono, a su prosodia, a su semántica, a su semejanza fonética con otras palabras, a la semejanza de forma del objeto o función que designa, a las categorizaciones a las que pertenece dicha palabra. De esa concatenación casi infinita surge el poder creador de la palabra. Ésta no sólo sirve para articular el pensamiento, sino que evoca a borbotones el pensamiento. Pongámonos delante de una cuartilla en blanco. No sabemos qué escribir. Pongamos una palabra, una frase, una idea. Inmediatamente (de resultas de esa concatenación neural) nos surgirán nuevas palabras, nuevas ideas; el pensamiento empezará a bullir hasta no darnos de sí la mano para responder a todo cuanto nos surge en el pensamiento. Pero no es la conciencia quien dicta, no es la fría razón quien dicta, sino su subterráneo, el subconsciente. Las palabras, las frases, las ideas surgen sin consciencia de su emergencia. A este respecto quiero nombrar el síndrome de Marcel Proust. En Busca del Tiempo Perdido es quizá la mayor obra literaria del siglo XX. Proust escribió sus siete volúmenes a los cuarenta y tantos años, mucho tiempo después de que hubieran sucedido los hechos que narra. Escribe tumbado en la cama. Su método de trabajo consiste en empezar tomando unas magdalenas con té. Al olor de éstas, revive pormenorizadamente, vívidamente, los sucesos más minuciosos de su vida pasada. Quien haya leído su obra sabrá que no exagero, que en la descripción de un cuadro, de una frase musical escuchada muchos años antes, en la descripción del porte de monsieur de Charlus, en la perfidia que creía adivinar en Albertina o en los celos que ésta le causaba,  era detallista hasta lo microscópico. Una vez puesta la primera palabra en su pluma, un torrente de ellas acudía sin cesar.

Las palabras, por su organización neural, evocan el pensamiento, germinan otras palabras, otras ideas, otros pensamientos. Son articuladoras y creadoras de pensamiento.

No era gratuita la magnífica intuición de los antiguos.

IDEAS, AÑORANZAS Y PESARES

La niñez

Añoramos la niñez, la época en la que el mundo es inocente y todo nuevo acontecer es sorprendente y mágico. Solo ella se mantiene incólume en el recuerdo. La memoria solo mantiene vivo lo que se grabó con letras grandes y de manera profunda en la infancia. El resto lo va borrando paulatinamente y sin descanso el vendaval del tiempo.

La máscara

En el teatro griego del último Esquilo y en todo el de Sófocles intervenían dos actores y un coro. Todos ellos llevaban máscara. La máscara oculta la naturaleza que uno no desea que perciban los demás. Se adapta a los contornos del rostro, pero la modela la presencia del otro, el actor que da réplica al protagonista; también la modela el ojo ajeno que el coro representa; y la modela el drama que se cuenta, que podría ser el mismo drama que uno padece. Todos los humanos utilizamos una máscara similar a la de los actores en el teatro. Nuestra apariencia social la modela el otro, la modela el qué dirán y la modela la circunstancia vital. El teatro griego es la vida en su esencia. La vida de cada individuo es un juego de pareceres reflejado en los espejos de las miradas de los demás. Somos mera representación, mero choque de máscaras. Pero ésta se incrusta en el rostro, se hace carne, nos altera la fisonomía y la personalidad. Con el tiempo forma parte de nosotros, de nuestra esencia biológica.

Navidad, tiempo de ilusión y afecto

Vivimos tiempos de relativismo y pérdida de valores e ilusiones. Alejada la moralidad de la conciencia de uno, todo se vuelve plástico y posible, así que los instintos y deseos más inmundos tienen vía ancha para su cometido. Hoy, aseguran muchos estudios que, para cada vez mayor número de gente, no se roba, no se mata o no se viola sino por temor a ser descubierto e ir a la cárcel, y no porque su conciencia moral se lo impida. Pero todos necesitamos dosis de afecto e ilusión para seguir viviendo, y en este aspecto la Navidad cristiana ―sea uno o no creyente― los propicia y deja en el subconsciente una muesca que nos recuerda que son agradables, que merece la pena vivirlos. Sobre todo, resultan casi imprescindibles para los niños. 

Las nuevas leyes

No sé hasta qué punto la gente es consciente de que, de facto, la patria potestad de los hijos les ha sido arrebatada a los padres por el Estado. Ni en cuanto a educación ―en sentido estricto― ni en cuanto al género, ni en cuanto al embarazo, ni en cuanto a capacidad legal para administrar castigos a lo hijos o incluso afear moralmente su conducta, tienen los padres potestad legal alguna. Ni tan siquiera pueden ejercer dominio legal sobre sus animales domésticos.

La idea-símbolo

¿Quién no necesita una idea-símbolo a la que seguir, por la que luchar, por la que vivir o con la que dar sentido a su vida? Algunos la encuentran en la familia, otros en la patria, o en la ideología, o en Dios, o en el Partido, o en el poder, o en la prominencia social, o en la quietud espiritual o en la poesía o en la conquista.

Baluartes que defender

Defiendo dos principios en que basar la acción social: la razón y la libertad. La razón en el sentido que Bertrand Russell da al término, como utillaje intelectivo para buscar la verdad. La libertad, en dos sentidos, como potencia y como posibilidad. Como potencia que me permita desenvolverme como individuo en el buen obrar; como posibilidad que impida que los demás puedan negar mi individualidad. Pero razón y libertad necesitan el aditivo de la ilusión. Sin ella, la razón se detiene ante el menor obstáculo o se desvía de su camino; y, sin ilusión, la libertad conduce al tedio o a la crueldad o a la adicción o al suicidio.

El enemigo de mi enemigo es mi amigo

La izquierda mundial era antiglobalista antes de que el «demonio» Hillary Clinton, llevando de la mano al presidente Obama, incendiara de guerras todo Oriente Próximo, produciendo cientos de miles de muertos y millones de desplazamientos. Esa izquierda se manifestaba con virulencia contra la firma de los Acuerdos TPP y TTIP (Transpacífico y Transatlántico) que pretendían asegurar el poder globalista norteamericano. Pero todo cambió cuando Trump ganó las elecciones y rechazó dichos Acuerdos. En ese preciso instante, la izquierda se hizo globalista. El enemigo era ahora Trump, el nuevo Satán que necesitaba la izquierda. Obama causó y mantuvo guerras sin cuento, mantuvo la prisión de Guantánamo, expulsó a casi un millón de inmigrantes y, como recompensa, le otorgaron el Premio Noble de la Paz. Trump acabó con las guerras, desmanteló Guantánamo, no expulsó a migrante alguno, pero Trump es Satán. Así piensan y obedecen los rebaños.

Mesías y Plutocracia

La Democracia no pasa de ser una excepción a la regla del Totalitarismo reinante a lo largo de la Historia. Ha ido apareciendo, aquí y allá, como sombra errante, sin permanecer mucho en un mismo sitio. La han defendido algunos pueblos griegos antiguos, algunas comunidades puritanas o albigenses…, y ha cobrado cierta relevancia en Occidente en los dos últimos siglos, pero, incluso en tales casos, la plutocracia ha moldeado sus leyes. Sin embargo, esa plutocracia, ahora globalista, ha decidido acabar con ella. La eficacia del modelo chino ha convencido a sus miembros. Cuando el Club Bilderberg o el Club de Roma o desde el Foro Económico Mundial «invitan» a un político, sea éste del color que sea, es como cuando los antiguos griegos participaban en los misterios de Eleusis: salían transformados, ya no eran los mismos, pasaban a ser iniciados en los misterios. Ciudadanos, PP, PSOE, que se sepa, están a los que esa plutocracia les mande. Pero lo más sangrante es que ¡los mesías rojos del continente europeo y americano son uña y carne con los plutócratas!

LA MONSTRUOSA NATURALEZA HUMANA 

El nazi Adolf Eichmann fue encargado de la logística del transporte de judíos hacia los campos de concentración y las cámaras de gas durante la Segunda Guerra Mundial. No solo ejerció sus funciones en la Alemania nazi e Italia, sino, también, en países como Hungría, Rumanía, Eslovaquia, Polonia, Austria, Bulgaria, Grecia, que habían caído bajo la influencia de Alemania, y, obviamente, en aquellos países de los que Hitler se apoderó, como Francia, Noruega, Dinamarca.

Hannah Arendt fue una filósofa alemana, judía, amante durante un tiempo de Heidegger, al que se considera el filósofo más importante del siglo XX y, también, uno de los principales intelectuales del partido nazi. Arendt escapó a tiempo de Alemania y se radicó en EEUU, cuya nacionalidad tomó.

En mayo de 1960, un comando del Mossad, la Agencia de Inteligencia de Israel secuestró en Buenos Aires a Eichmann y lo llevó prisionero a Jerusalén para ser juzgado. En 1964, Hannah Arendt publicó el libro Eichmann en Jerusalén, donde recoge las vicisitudes de tal proceso y su argumentario jurídico. Pero Arendt es filósofa y el tema del libro le sirve de excusa para mostrar en carne viva a la especie humana.

Lo que podría resultarnos más sorprendente, e incluso inconcebible, el sometimiento de todo el pueblo alemán a la voluntad y a la locura de un solo hombre, Adolf Hitler, no resulta tanto, pues al conocedor de la Historia le resulta cotidiano. Sin ir más lejos, el siglo XX nos muestra algunos ejemplos semejantes: sometimientos a Stalin, Pol Pot, Fidel Castro.

Millones de personas ‘normales’, buenos cristianos, filósofos, científicos, amantes esposos y padres, cultos, respetuosos con la vida…, primero seducidos por la idea de la Gran Raza, y, después, por su atadura a la organización social, por el miedo a ‘desentonar’ y por la ‘obediencia debida’, reemplazaron en su conciencia la parte humana por el odio al “enemigo judío” y sirvieron ciegamente como piezas de engranaje de la gran maquinaria de exterminio nazi. Solo unos pocos sacerdotes católicos y reverendos protestantes se opusieron públicamente a la muerte de los judíos.

Aun así, tal lacayil comportamiento, tal falta de potencia como individuos, tal renuncia a la libertad en nombre de una idea y un líder, no sorprenden tanto como sorprenden las respuestas de las gentes al aprisionamiento de judíos en esos países de Europa que se han nombrado. En primer lugar, sorprende favorablemente que estudiantes y trabajadores holandeses hicieran huelgas contra la deportación de judíos a Alemania, y escondieron en sus casas a una buena parte de ellos. Sorprende de igual modo que los daneses, con su rey a la cabeza, se negaran a acatar las órdenes de los ocupantes alemanes contra los judíos y les ayudaran a escapar hacia la neutral Suecia. También sorprende que en Italia y en Bulgaria se burlasen las órdenes alemanas con engaños y trampas.

Por el contrario, no nos extraña que en países como Lituania, Polonia y Ucrania el antisemitismo estuviese muy extendido. Llevaban siglos lidiando con una población judía que se negaba a integrarse culturalmente, que rechazaba los matrimonios mixtos, que formaba comunidades cerradas, y que, con frecuencia, destacaban en los negocios y en la posesión de riquezas. La población de esos países era antisemita pero no participó en los asesinatos en masa contra ellos. Sin embargo, llama poderosamente la atención que tuviera que ser el ejército italiano quien protegiese a los judíos de los griegos y del gobierno de Vichy, y los acogiesen en la Costa Azul ocupada por los italianos.  Y muy especialmente, clama al cielo el fervor antijudío de los rumanos, que hizo temer a Hitler que en la “solución final” (el asesinato de todos los judíos de Europa), Alemania fuese superada por Rumanía.

A pesar de las monstruosas manifestaciones de la naturaleza humana mencionadas, sorprenden en mayor grado el comportamiento de los propios judíos. Que fuesen consejos judíos –integrados generalmente por destacados dirigentes de su comunidad en el país de que se tratase—quienes cooperaban en las tareas administrativas y policiales de confiscar las pertenencias de los propios miembros de su comunidad y de enviarles a Auschwit, Treblinka o cualquier otro campo de internamiento y muerte; y que, incluso, fuesen técnicos judíos los que construyeron las cámaras de gas de Theresienstadt,  que fuera judío el verdugo al servicio de la horca, y que en muchos campos hubiese policía judía al servicio de los guardias alemanes.

Tal fratricidio y servilismo nos lleva a la Gran Sorpresa: que la comunidad judía fuese una y otra vez al ‘matadero’ como mansos corderos, sin rebelarse. Más de dos mil años de pogromos contra los judíos habían logrado esa pasividad de rebaño. Tan solo al final de la guerra, con las tropas soviéticas a las puertas de Varsovia, se atrevieron los judíos polacos a hacer frente a los alemanes. Una rebelión infructuosa que contó con la pasividad de los soviéticos, quienes no movieron un dedo para parar las matanzas en el gueto de Varsovia. (Stalin se había encargado de asesinar a 22.000 oficiales polacos en los bosques de Katyn).

Sin embargo, la Gran Impresión nos la describe Arendt en pocas palabras: La terrible banalidad del mal. Esto es, comprobar –como se mostró en el juicio contra Eichmann—que éste era una persona ‘normal’, que no era un monstruo, que era un buen padre de familia, que, incluso, no sentía odio hacia los judíos, que era la tranquilidad de obedecer sin cuestionamientos de ninguna clase lo que operaba en él. La obediencia, la moralidad de las órdenes, el formar parte y estar al abrigo de un rebaño, el ser parte de un engranaje bien engrasado y el alejar de la conciencia la compasión y el arrepentimiento. Tal comportamiento tribal es lo que hace monstruosa nuestra naturaleza. Por esa razón, las ideologías de rebaño (comunismo, nazismo, fascismo, socialismo, nacionalismo…) son tan peligrosas, porque nos privan de la libertad individual –diluyen al individuo en el colectivo—y  nos convierten en monstruos capaces de cualquier iniquidad en nombre de las ideas,  nos convierten en engranajes automatizados.

Arendt pone de manifiesto que todos somos monstruos en potencia, y que las ideologías de raíz tribal nombradas sacan nuestra monstruosidad de su latencia.

PANORAMA POLÍTICO SOCIAL EN EUROPA

En verdad que no se presenta muy halagüeño. El péndulo de la historia vuelve a transitar por los momentos ofuscación y locura por los que ya pasó, y vuelve a señalar malos augurios. Rotundamente, el ser humano vuelve a tropezar una y otra vez con la misma piedra. La historia es la que es, aunque ahora se pretenda endulzar u ofrecer una visión parcial de ella.

En el primer cuarto del pasado siglo surgieron y se desarrollaron en algunos países de Europa diversos totalitarismos que pronto llegaron al poder. Los más conocidos han sido, Lenin en Rusia, Mussolini en Italia y Hitler en Alemania.  Instituyeron regímenes totalitarios y, en los casos de Rusia y de Alemania, , por la fuerza o violentando las instituciones democráticas, impusieron las sangrientas dictaduras nazi y comunista. Algunos años más tarde, en la Europa oriental —Rumanía, Grecia, Hungría, Croacia…— aparecen con gran fuerza partidos fascistas que pretenden seguir los pasos del fascismo italiano. En España y en Francia, alentados por el comunismo soviético, se constituyen  frentes populares, con la clara intención de algunos de imponer un régimen comunista en sus respectivos países.

Lo que sorprende al Ilustrado es que, pronto, la mayoría de los intelectuales europeos toman partido por el totalitarismo de un signo u otro. Da la impresión que los primeros en abandonar el barco de la democracia cuando hay oleaje son esos apóstoles ideológicos conocidos como intelectuales[1]. Juzgaron la Democracia como cosa superada, y se lanzaron a poner en la conciencia de las gentes «conceptos supremos» como ‘caudillo’, ‘patria’, ‘pueblo’, ‘raza’.

A día de hoy, cien años después, se está produciendo en Europa una radicalización política que presenta muchas semejanzas con la de hace un siglo. Frentes populares han hecho su aparición, de nuevo, en España y en Francia y la llamada Corrección Política, auspiciada por el neomarxismo —con sus fantasiosas fórmulas feministas, ecologistas y animalistas—, ha extendido su imperio por la mayoría de los países del viejo Continente. Como reacción, partidos denominados de ultraderecha han tomado fuerza en Italia, Francia, Hungría, Polonia, Suecia y España. Se les achaca que algunos de ellos tienen en su seno o en su origen el fascismo, lo cual no parece suscitar hoy en día mucha credibilidad[2]. En los casos de Hungría y Polonia,  más parece provenir su actitud y su programa por un rechazo visceral al comunismo, ya que lo hubieron de soportar durante cincuenta años.

En España el carácter totalitario de la coalición política que gobierna es evidente. Forman coalición, el partido Socialista, los herederos ideológicos de ETA, blanqueados con el nombre Bildu, los partidos independentistas catalanes, y los populistas-comunistas de Podemos e IU. Resulta claro que siguen la estela de Chávez en Venezuela: desarticular la democracia, desarbolar la independencia judicial , apoderarse de los medios de comunicación y maniatar a cualquier institución social con el fin de lograr que su permanencia en el poder sea lo suficientemente duradera como para implantar el denominado socialismo del siglo XXI, es decir, dar un adiós a la democracia representativa.

Por otro lado y saliendo de España, algunos partidos socialdemócratas del norte de Europa, de  Dinamarca, Suecia, Holanda y Finlandia,  están reculando en sus políticas de acogida de inmigrantes; se abrazan ahora a políticas impulsoras de la identidad nacional; se desdicen de sus antiguas decisiones de otorgar un salario mínimo a una parte de la población, etc. Les ha forzado a ello el catastrófico fracaso de la utópica convivencia multicultural. Tal supuestamente bondadosa multiculturalidad en esos países, ha convertido barrios enteros de algunas ciudades en zonas donde se impone la ley musulmana, o en zonas que son auténticos campos de batalla. La visión utópica del socialismo siempre la derrumba la realidad, pero después de mucho sufrimiento y mucha destrucción.

El empobrecimiento  general, la disminución del gasto energético que nos anuncian, la eliminación de los vehículos privados, la reducción de la población —sustituyendo hijos por mascotas o por inmigrantes—la disminución de los vuelos en avión, la restricción de las libertades, el aumento de las prohibiciones, el acabar con las naciones…Todas esas amenazas y realidades nos son lanzadas por los gobernantes europeos a diario. Los  achacan a la guerra de Ucrania o al COVIT, pero…, que nadie se lleve a engaño, ya estaban en la Agenda 2020-2030 y 2030-2050, antes de dicha guerra y antes del COVIT. Seguramente hablaré de ello más adelante.

Conviene resaltar también el papel de tecnócratas que desarrollan los funcionarios que nos gobiernan desde las instituciones europeas. El capitalismo está dejando paso a la Tecnocracia. Los tecnócratas son profesionales y expertos que toman ofrecen las decisiones que han de tomar los políticos y, frecuentemente, son ellos quienes tienen el control. En su papel de funcionarios, son reacios a afrontar riesgos y a emprender; es decir, reciben con los brazos abiertos la seguridad, un buen salario y el poder institucional. Así que pactan con el poder político-ideológico tener un refugio ideológico donde apoyarse, a cambio de guiar y sostener la intervención del Estado en todos los asuntos. Esto es, se prestan a llevar a cabo los proyectos ideológicos del socialismo del siglo XXI a cambio de una confortable poltrona con poder.  Se encargan también de inventar problemas donde no los hay, de infundir miedos y Apocalipsis por llegar, por presentar peligros inevitables que hemos de sufrir…Así es como la ONU o la OMS o las instituciones del Consejo de Europa siguen claramente dictados ideológicos y huyen del sentido común y de la racionalidad. ¡Así le va a Europa!, ¡así nos va!

Un peldaño más arriba se encuentran los grandes financieros, los dueños de las multinacionales tecnológicas, los miembros del club Bilderberg… pero esto es harina de otro costal…, ¡o del mismo!

Para bien o para mal,  Europa está cambiando. Se está produciendo una revolución mundial en la que el capitalismo, tal como lo conocemos, está dando sus últimos estertores, y un nuevo modelo socialista agita triunfante sus banderas. La demanda  apenas se confronta libremente con la oferta, pues ambas están siendo intervenidas por un Estado cada vez más gigantesco que favorece a unas empresas u otras en función de la adscripción ideológica que muestren. En España se ha declarado la guerra contra las granjas de animales, contra el consumo de carne y contra la naturaleza  misma hombres y mujeres. Toda una inmensa locura se ha desatado en Occidente y, en algunos casos, como en España, los locos dirigen el manicomio. Como decía mi abuela, «¡que Dios nos coja confesados!»


[1] Bien es cierto que en caso de España, tres de los grandes intelectuales, Marañón, Pérez de Ayala y Ortega y Gasset, que habían fundado la Agrupación al Servicio de la República, ante el carácter amenazante y totalitario que había tomado el Frente Popular, mostraron su rechazo y, alguno de ellos se mostró favorable al Bando Nacional cuando se produjo el Alzamiento.  

[2] Antonio Escohotado señalaba que la ultraderecha es un invento de la ultraizquierda para justificarse a sí misma.

Romeo y Julieta, y otros amantes suicidas

El tan antiguo  tema de los amantes suicidas se ha novelado en diferentes épocas históricas. Romeo y Julieta es solo un ejemplo que la mano de Shakespeare hizo excelso, pero hay otras numerosas historias acerca del mismo tema. Con diferencias de matiz en unos y otros, los esquemas argumentales son muy parecidos: una joven pareja a quien su entorno social impide que se amen libremente, recurre a algún ardid para lograrlo, pero de dicho ardid se derivarán circunstancias funestas. Finalmente, al morir uno de ellos o al simular haber muerto, el otro se quitará  la vida o morirá de desdicha.

Hoy en día resulta difícil de creer en la existencia de los suicidios por amor. Más frecuente suele ser el suicidio por motivos de rechazo amoroso, y ni siquiera por esas, todo lo más, una leve depresión anímica y un resquemor a relaciones futuras. En cambio, los asesinatos del amante por despecho no son pocos: el rechazo lleva a la venganza. Recordemos la clásica frase del enamorado no correspondido: «Será mío/mía o no será de nadie». Sin embargo, el Romanticismo nos enseñó que el suicidio por amor o por rechazo puede ser un acto poético, y no fueron pocos los que, como nuestro Larra, cumplieron con ello.

Píramo y Tisbe

Yendo al tema, los primeros amantes suicidas de quienes la literatura nos ofrece noticias fueron Píramo y Tisbe. Estos babilonios, que vivían en hogares cercanos, encontraron en sus padres la oposición a su amor juvenil. Un buen día acuerdan encontrarse en las cercanías de un bosque y huir en la oscuridad de la noche, pero las circunstancias enredan el encuentro. Tisbe llega al lugar pero la amenaza de una leona la obliga a esconderse en una oquedad rocosa. Se le cae el velo con que se cubría y la leona le mancha de sangre. Llega Píramo y, al verlo ensangrentado y sabiendo que era de su amada, la cree muerta. Allí mismo se clava su cuchillo. Tisbe sale de su escondite y ante la visión de su amado muerto, le arranca el puñal y se lo clava ella. Desde entonces, los frutos de la morera se tiñen de púrpura.

Tal es la leyenda que narra Ovidio en su obra La metamorfosis, pero otros autores hablan de una Tisbe embarazada que se suicida por miedo a sus padres. Tal suicidio causa el de Píramo. Tisbe se convierte en fuente y Píramo en río. Los Beatles hicieron una adaptación teatral  de este relato, actuando Paul McCartney de Píramo y John Lennon de Tisbe. En estos dos enlaces puede visualizarse.

Tristán e Iseo (o Isolda)

He aquí a dos amantes que habitan Cornualles, Irlanda y Bretaña, es decir, que son personajes de las leyendas celtas, es decir, que el relato de sus amores es extraordinario, con todo lujo de maravillas, tal como lo es la literatura de origen céltico. Tristán, el sobrino y protegido del rey de Cornualles, viaja a Irlanda con el fin de traer a la joven Iseo para casarse con su tío. Iseo se enamora enseguida de Tristán, pero éste, por amor y respeto hacia su tío, se mantiene inalterado ante sus encantos. Ocurre entonces algo que va a resultar trágico, la pócima de amor preparada para que Iseo se enamorase de su futuro marido la bebe por error Tristán. Ya tenemos a los dos personajes enamorados, aunque no es voluntad de Tristán, sino efecto del filtro de amor que ha tomado.

Las peripecias en que se ven envueltos los dos amantes son numerosas y sería prolijo contarlas, así que vayamos al final; un final funesto, claro está. Tenemos a Tristán en Bretaña junto a su amigo Kaherdin e Iseo, la de las Blancas Manos (que no es  Iseo la Bella —o la Rubia—, que es a quien Tristán ama), con quien está casado. Tristán sufre una herida envenenada y pide a su amigo que vaya a Cornualles en busca de su amada, Iseo la Bella, porque sólo ella  puede curarle. Antes de partir le encarga que si regresa con ella ponga velas blancas en el barco, y negras en caso contrario. Iseo está con su esposo el rey, pero escapa para regresar con Tristán y curarle.

El despecho de Iseo la de las Blancas Manos hacia Tristán —por no amarla a ella sino a Iseo la Bella— va a ser el desencadenante de la tragedia. Tristán espera ansioso la venida de su amada Iseo, pero su estado le impide asomarse al puerto. La de las Blancas Manos le dice a Tristán que se ve un barco con velas negras, lo que le hace morir de dolor. Llega Iseo poco después Iseo la Bella y al verlo muerto muere a su vez de amor por él. (Morir de amor de esta manera es en verdad una suerte de suicidio: no lo ordena la voluntad, sino todo el organismo, que abandona su funcionamiento).

Wagner creará una obra lírica sobre la obra, pero le dará un final un tanto diferente. En realidad, de Tristán e Iseo existieron varios poemas que se han perdido, y los que poseemos, escritos en el siglo XII, presentan diferencias los de Béroul, de Thomas de Bretaña y del alemán Eilhart.

En este enlace se cuenta la historia: https://youtu.be/h1KHlAAjaBk

Romeo y Julieta

También en esta historia es la oposición de las familias, los Montesco y los Capuleto, quienes constituyen el problema al que se enfrentan los enamorados. El enredo fatal es también aquí una pócima que provoca a quien la toma un sueño que dura 24 horas. Julieta la toma para que, creyéndola muerta, pueda evitar casarse con el pretendiente que sus padres le han asignado. Romeo debía estar al tanto del asunto por un mensajero, pero el mensaje que aclararía el simulacro nunca le llega. Muy al contrario, su criado le anuncia que Julieta está muerta. Entonces, no pudiendo vivir una vida sin ella, toma a su vez un veneno y cae muerto a su lado. Julieta despierta y la desdicha que siente le hace tomar el puñal de Romeo y darse muerte.

La historia la toma Shakespeare de una larga tradición de trágicos relatos italianos que muy probablemente se inspiraban en la historia de Príamo y Tisbe.

Aquí pongo también un enlace a un resumen de la historia: https://youtu.be/38AucUcn-wU

Calisto y Melibea

El tema de Calisto y Melibea se trata en la obra de Fernando de Rojas La Celestina. Al contrario de los otros relatos que tratamos, en Melibea hay un rechazo hacia Calisto, pero, no nos sintamos decepcionados, también existe la pócima para solucionarlo. Calisto siente un frenético amor hacia Melibea pero es rechazado. Un criado le consuela asegurándole que logrará el amor que tanto anhela por mediación de la Celestina, una «alcahueta y hechicera» que actúa por dinero. El elixir de amor empapa en este caso una madeja de hilo que siendo tocada por Melibea hace nacer en ella un fuerte deseo amoroso hacia Calisto.

El desenlace final tiene lugar por un accidente. Es el tercer encuentro de los enamorados en casa de Melibea, y Calisto queda dormido en su regazo. Despierta tarde y corre presuroso por temor a que el padre de Melibea les encuentre juntos en los aposentos de ella. Al tratar de escapar por un muro, resbala y cae con tan mala fortuna que muere en el acto. Al enterarse de su muerte, Melibea, hechizada aún, se tira desde lo alto de la casa y pierde la vida. ¡Suicidarse por un accidente y una pócima de amor!

Y he aquí una dramatización juvenil de la obra: https://youtu.be/xsyy1HuvoL8

Los amantes de Teruel

Son Diego de Marcilla (el nombre original era Juan de Marcilla) e Isabel de Segura, y la acción ocurre en el siglo XIII en Teruel, una ciudad de Aragón. La casualidad hace que se encuentren en el mercado y nazca el amor en ellos. Diego, de escasas riquezas, piensa en salir al mundo a ganar fortuna con el fin de ser aceptado por los padres de Isabel. Se embarca hacia la Reconquista de Al-Ándalus suplicando un plazo de espera para su vuelta de cinco años, que Isabel acepta.

A punto de cumplirse el plazo y sin tener noticias suyas, Isabel lo cree muerto y acepta casarse con otro. Varios imprevistos han retrasado a Diego, que llega cuando la boda ya se ha celebrado. Enajenado, se introduce en la alcoba de los recién casados y mientras el marido ronca Diego suplica un beso, pero la casta Isabel se niega a tal requerimiento. Diego cae entonces muerto de amor (el organismo entero se suicida). Al muerto lo retiran, pero antes de ser enterrado Isabel aparta la mortaja y lo besa con tal amor y delirio que cae allí mismo muerta.

La versión más conocida de esta leyenda la escribió Juan Antonio Hartzenbush, pero ha habido otras muchas versiones, entre ellas la de Tirso de Molina. Tomás Bretón compuso una ópera con el tema. Y quizás el tema sea menor en comparación con los anteriores, pero no cabe duda de que tiene en la actualidad una gran proyección popular. Cada año se celebra en Teruel, durante varios días y con gran asistencia de público, el suceso, que se presenta como obra de teatro con gran boato y acierto.

Éste es un bello resumen: https://youtu.be/bBZ_vCu0G1M

Estos trágicos amoríos me hacen pensar en la inconsistencia de la naturaleza humana. Imaginemos que los protagonistas no han sufrido esos funestos sucesos y, por el contrario, se han casado. Muy probablemente su amor se hubiese secado en pocos años, pasando a un estado de indiferencia amorosa, de simple afecto o de odio entre ambos. Sin embargo, el amor puede perdurar hasta la muerte (aunque ésta sea muy lejana) al modo de Abelardo y Eloísa. El filósofo y su alumna tuvieron amoríos que se hicieron famosos ya en el siglo XI. Pero era demasiado para la época. A Abelardo le castraron y a Eloísa la obligaron a entrar en un convento. Sin embargo, ese distanciamiento y las amorosas misivas que se escribieron hasta su muerte, lograron mantener la llama de su pasión sin extinguirse.

Lo cierto es que la irracionalidad humana termina por sacar cualquier cosa fuera de quicio.

El chivo expiatorio

En prácticamente todas las culturas de la antigüedad se sacrificaba un animal a los dioses con el fin de ganar su benevolencia o aplacar su ira. En algunas de ellas el sacrificio era humano, generalmente de los enemigos, pero en algunas ocasiones se sacrificaban a los propios familiares para conseguir que los dioses  fueran propicios. Tenemos los ejemplos de Agamenón, que sacrificó a su hija Ifigenia para que la guerra contra Troya fuese un éxito; y tenemos a Abraham, que iba a sacrificar a su hijo Isaac para satisfacer a su dios Yahvé.  Los tales sacrificios se concretaron más adelante en el propósito de la expiación de las propias culpas ante el dios. El sacrificante quedaba libre de culpa, haciéndola recaer en el animal sacrificado. El quid argumental del cristianismo reside en que la muerte de Jesucristo fue un sacrificio para expiar a la humanidad de su pecado original.

Ahora bien, Yahvé detuvo la mano de Abraham y le ordenó poner en la pira del sacrifico un carnero. Tal vez de aquella expiación provenga  la fiesta judía del chivo expiatorio:  el sacrificio de un chivo  sobre el que se descargan todas las culpas del pueblo judío.  Sin embargo, el chivo expiatorio,  en nuestra cultura, ha pasado a significar a la persona o al grupo de personas sobre las que se hace recaer culpas ajenas con el fin de exonerar a los verdaderos culpables. Así, podemos decir que los judíos fueron el chivo expiatorio de los nazis.

Todo sistema político totalitario procura tener un enemigo «infame» a quien culpar de todos los males que sufra la sociedad. Tienen la necesidad de tener a mano un chivo expiatorio hacia quien desviar la ira y la indignación social. En el mundo cristiano clásico tal chivo expiatorio siempre fue el pueblo judío, aunque es cierto que el odio contra los judíos empezó antes. Un siglo antes de Cristo, en Alejandría, se produjo el primer pogromo contra los judíos, una matanza contra los que poseen un dios en propiedad. Pero fue la Iglesia cristiana la que empezó a perseguirles con saña. San Pablo (que era judío) declaró que el judío era enemigo de todos los hombres, y con esa declaración comenzaron las persecuciones. San Agustín, en La ciudad de Dios, recomendó respetarles la vida pero despreciarles. De tales declaraciones de esos padres de la Iglesia nació el odio de los cristianos contra los judíos. Un odio que se ha extendido hasta nuestros días.

Las Cruzadas acabaron en Europa con la mayoría de los judíos, bien dándoles muerte, bien causando su huida hacia otros territorios. En España y unos siglos más tarde, se remató la faena con la expulsión decretada por los Reyes Católicos. En fin, que Europa occidental se quedó sin chivo expiatorio. Entonces empezó la caza de brujas: las mujeres se convirtieron en el nuevo chivo expiatorio. En Alemania casi 50.000 mujeres fueron presa de la hoguera. En España, en cambio, nos dedicamos más a los conversos. La Santa Inquisición se empleó a fondo contra los marranos, judíos que se convirtieron al cristianismo evitando su expulsión. Lo cierto es que tanto en el caso de los judíos como en el de las brujas, detrás del odio inquisidor se escondían motivos de rapiña, pues las Iglesias se apoderaban de los bienes de los ajusticiados.

Los regímenes comunistas han tenido chivos expiatorios muy variados. Los principales chivos expiatorios de Lenin y Stalin fueron los campesinos. La sustracción de las cosechas causó más de veinte millones de muertos de hambre durante los diez años posteriores a la Revolución. Stalin se empleó con saña contra los ucranianos en lo que se ha denominado el Holodomor: una hambruna causante de siete millones de muertos. Comunistas rusos y ucranianos no se olvidaron tampoco de efectuar  pogromos contra los judíos con harta frecuencia. El dirigente comunista chino, Mao, a falta de judíos a quien culpar, tomó como chivos expiatorios a los intelectuales. Varios millones de maestros, profesores, periodistas, escritores, fueron ejecutados durante la llamada Revolución cultural china. En Camboya, Pol Pot liquidó a una cuarta parte de la población de ese país, muy especialmente la que vivía en ciudades. Con los comunistas en el poder, los urbanitas se convirtieron en el chivo expiatorio. Los que no fueron asesinados tuvieron que asentarse en el campo, en campos de concentración, valga la redundancia.

Y todo el mundo conoce que el gran chivo expiatorio de los nazis, siguiendo la tradición europea, fue el judío. Seis millones de ellos murieron en gaseados en los campos de concentración. Tras la guerra cesó el antisemitismo, pero parece haber vuelto a la actualidad y haberse encarnado en una parte de la izquierda europea, que ya no tiene solo al capitalismo como chivo expiatorio de todos sus males, sino que ahora forman también parte de él los judíos y el Estado de Israel.

El gran chivo expiatorio de la izquierda mundial es el capitalismo. Todos los males que afligen a la humanidad son, según ellos, culpa de ese demonio llamado capitalismo o democracia liberal. De ese modo la izquierda queda sin pecado alguno, pura y sin responsabilidad. Incluso cuando la izquierda comunista toma el poder en Cuba, Venezuela, Nicaragua o en cualquier otro Estado de los que han sacrificado millones de personas en el altar comunista, además de haber traído la miseria y la aflicción a poblaciones inmensas, la culpa —según los representantes de la izquierda— sigue siendo del capitalismo y la democracia liberal.

En España estamos muy acostumbrados al uso del chivo expiatorio por parte de este gobierno. Además del capitalismo, el gobierno nos señala que los culpables de los diferentes los males que nos afligen son Franco, la derecha, la guerra de Ucrania, el COVIT, los jueces, el rey, los ricos, el cambio climático…

En verdad, ¡no hay nada tan eficaz como tener un chivo expiatorio a mano!

La marcha de los locos

Cometemos locuras extremas cuando actuamos tribalmente, lo cual ocurre casi siempre que nos relacionamos bajo la bandera de una ideología. No obstante, ciertas locuras destacan a los ojos de una persona curiosa porque no parecen poseer ningún fundamento. Voy a exponer algunas de ellas.

Tres que merecen situarse en lo más alto del ranking tuvieron lugar en el territorio de la actual Turquía. La primera de ellas se conoce como disturbios de Niká, o guerra de las cuadrigas, y tuvo lugar en Constantinopla, la actual Estambul, en el 532 d.C.  (Situémonos en  contexto: Constantinopla era entonces la capital del Imperio romano de Oriente —el de Occidente ya había desaparecido—; la lengua de sus ciudadanos era el griego, y sentían una enorme afición a las carreras de cuadrigas que se celebraban en el Hipódromo de la ciudad. Los clubes Verde y Azul eran los más populares). El caso es que, gratificados por el pan y circo y sin un peligro exterior inmediato, canalizaron su locura —la locura humana—unos contra otros en unos disturbios  de colores que tuvieron como consecuencia  más de 30.000 muertos.

La segunda locura en el ranking es en muchos aspectos un calco de la primera, solo que en vez de clubes de cuadrigas son clubes de iconos religiosos sí o iconos religiosos no. (Nuevo contexto: seguimos en  Constantinopla,  y las nuevas pasiones de los ciudadanos son las discusiones filosófico religiosas. Los dos clubes en disputa: los que defienden que los iconos con la imagen de Cristo son una blasfemia, y los que defienden que hay que adorarlos. Empezó allá por el 700 d.C. y duró, con altibajos, más de un siglo).  El enfrentamiento tuvo sus fases, pero dejó también miles de muertos, entre ellos varios emperadores.

La tercera locura es aún más extraña, pues resulta que en cierto lugar de la Capadocia llamado Derinkuyo se encontró 60 años atrás una ciudad subterránea que pudo albergar 10.000 personas (para más información, véase la entrada VANIDAD  en este mismo blog). Lo increíble es que vivían en cuevas conectadas entre sí ¡formando más de veinte niveles! ¿Por qué de tales estancias? Porque el Mediterráneo fue desde una antigüedad muy lejana lugar de piratas (Cilicia fue su base más importante antes de que Pompeyo les pusiera en vereda), fue lugar de tránsito de muchos pueblos invasores, y lugar de guerras y algaradas, ¡hasta el extremo de que en ciertas zonas sus habitantes tuvieran que enterrarse y vivir como topos! (Mientras escribo estas líneas me viene a la cabeza otra locura extrema, también sin apenas fundamento:  la guerra que tuvo también lugar en el territorio de la actual Turquía, en Troya, donde griegos y troyanos pelearon diez años por motivo del robo de Helena, la mujer del rey griego Menelao, a manos de Paris, príncipe troyano, tal como nos cuenta Homero en la Ilíada).

La historia está por doquier salpicada de guerras, genocidios y miserias. Tal como si la paz, el sosiego, el emprendimiento o la simple rutina fuesen enemigos del espíritu de tribu de los humanos. Tenemos ejemplos recientes de ello. Feneciendo el siglo XIX, el mundo entraba en un periodo de calma propiciado por el progreso tecnológico. Entonces el siglo XX trajo el horror con mayúsculas: dos guerras mundiales y el comunismo, provocaron decenas de millones de muertos y medio mundo se convirtió en una cárcel. El siglo XXI iba a ser el de la paz definitiva, pero en eso, llegó Putin e invadió Ucrania. El espíritu de Hitler, de Mao, de Lenin, de Stalin y de Mussolini, se ha reencarnado de nuevo.

Pero la mayor locura de la «historia» no ha ocurrido, será historia futura aunque ya se gesta, es el neomaltusianismo que tiene como proyecto empobrecer al mundo y acabar con la vida de cientos de millones de seres humanos. En ello están grandes personajes públicos,  y los propagandistas del apocalipsis climático, de la ideología de género y del transhumanismo son quienes van abriendo el camino.

El eje del mundo siempre ha girado fuera de quicio, pero ahora salta por los aires. Sabemos que los locos y las locuras son ahora más peligrosos que nunca —el COVIT nos lo ha enseñado—y sabemos que ahora nos engañan con más facilidad que en cualquier otra época, así que el único consejo válido es el de evitar que te embauquen. Tienes la razón, la lógica, la historia, la información, el conocimiento necesarios para ello. O, si no los tienes los buscas, pues, en resumidas cuentas, la única fuerza que puede detener estas locuras tribales la forman los ciudadanos de clara consciencia.

La cultura y los bárbaros

De entre las obras que podemos considerar cimiento de la cultura occidental –la Biblia, la Ilíada, la Odisea, la Leyenda del rey Arturo, Don Quijote, Hamlet…—me atrevo a señalar que la Odisea, el periplo de aventuras y desventuras de un héroe de Troya, es la obra de más colorido. El ciego Homero consta como autor. La andadura de Ulises (Odiseo) por territorios mágicos, su descreimiento de los dioses, resultando, sin embargo, decisiva la influencia de estos, las tentaciones, los peligros, las ataduras del héroe a sus pasiones…, todas las cambiantes vicisitudes que las que los dioses le oponen, simbolizan el recorrido existencial de un hombre. Los vientos le conducen al país de los Cícones, y luego al país de los Lotofagos, en donde algunos compañeros probaron el fruto del olvido; en el país de los Cíclopes la astucia de Ulises les salvó del gigante Polifemo; y arribaron a la isla de Eolo, el soberano de los vientos; la infausta curiosidad de sus compañeros les alejó de las cercanías de su patria, Ítaca, y, tras la desgracia de su paso por el país de los Lestrigonos, llega a la isla de Circe la hechicera. Allí fueron convertidos en cerdos y solo la intervención de Ulises les pudo devolver la forma humana. El héroe llegó a la entrada del Hades y bajó a los infiernos, donde encontró a sus compañeros de armas de la guerra de Troya. A continuación sobrevive al peligro de los seductores cantos de las sirenas que cautivan a los hombres, y al peligro de los salientes rocosos en un mar embravecido. En la isla donde vive la ninfa Calipso pasa Ulises siete años cohabitando con ella. La añoranza de Ítaca le hace embarcarse de nuevo y, tras recibir ayuda de los feacios alcanza su meta, llega a su tierra. Y allí tiene, por último, que enfrentarse a los pretendientes de su esposa, que le dan por muerto y que han dilapidado la fortuna del héroe. Y les da muerte.

Tras de tantos ataques a la cultura por parte de esas hordas de bárbaros juveniles que destrozan estatuas y cancelan a grandes escritores de todas las épocas, tenía que llegar y ha llegado: En una escuela de Massachusetts se ha prohibido a Homero (https://www.wsj.com/articles/even-homer-gets-mobbed-11609095872). Los profesores, trogloditas en aspectos culturales, se han felicitado por ello y han publicado su jolgorio en las redes.

La barbarie ha regresado con vitalidad pocas veces vista anteriormente; porque ahora no son los iletrados bárbaros del norte irrumpiendo en el Imperio Romano, sino que son universitarios norteamericanos, chilenos, ingleses, españoles…, y sus profesores a la cabeza. Ha bastado con inocular el veneno ideológico del posmodernismo, de la ideología de género, de la hipersensibilidad y del catastrofismo climático, para convertir a millones de estudiantes en trogloditas culturales, en representantes de la barbarie. Los departamentos de Ciencias Políticas, Sociales y Humanidades, son ahora, en muchos casos y en muchos lares, rediles de acémilas, viveros de ignorantes fanatizados.

Seguramente por ignorancia, no han prohibido aún el Poema de Gilgamesh, que forma parte excelsa del cimiento cultural de la humanidad. Por ignorancia porque seguramente desconozcan su existencia. Si alguno de estos bárbaros hubiera sido lector de esa obra no dejaría de pedir que se fuese enviada a la hoguera, pues Gilgamesh, rey de Uruk –en la antigua Mesopotamia—, ejercía el derecho de pernada con las jóvenes que se iban a casar, amén de cometer otros muchos desaguisados en contra de la corrección política, la cual es hoy en día ley moral de todos los nuevos bárbaros. Serían capaces de prohibir el primer gran poema escrito –de 4800 añosde antigüedad, en escritura cuneiforme sobre tablilla de barro—de la Historia. Como Ulises, Gilgamesh realiza un viaje iniciático, en este caso, en busca de la inmortalidad. Noé, el salvador de toda especie animal, le pone dos pruebas que Gilgamesh no puede superar, así que no logra ser inmortal. Supera grandes peligros, vence a poderosas fieras, padece la muerte de su amigo Enkidu y, como Ulises, visita los infiernos y siente los escalofríos del lugar.

El parecido de una historia y otra, la de Ulises y la de Gilgamesh, es sorprendente, y es una gran verdad  que son dos grandes tesoros que han producido la felicidad de las gentes durante miles de años y que ahora se ven amenazadas por la barbarie.

Recientemente me ha llegado una carta publicada en un diario uruguayo en la que el periodista y académico Leonardo Haberkon renuncia a seguir impartiendo clases de Comunicación a estudiantes de la Universidad ORT de Montevideo. Se queja del analfabetismo, el desinterés y la incultura de que hacen gala. Creo que se podrá leer bien. No tiene desperdicio alguno. Describe los nuevos bárbaros en su salsa.

600 a.C.

600 a.C.

La hora del espíritu

La fecha, obvio es, no es precisa, pero en sus alrededores –siglo arriba, siglo abajo—brotaron en diversas partes del mundo novedosas llamaradas de espiritualidad que 2.600 años después siguen alumbrando la humanidad.

Todavía en la Ilíada, recopilada 800 años antes de nuestra era, el carácter primitivo de las gentes se manifiesta en sus dioses, apasionados seres que apoyan a troyanos o aqueos por aviesos motivos; y, realzadamente se manifiesta en su animismo, con ríos, montañas, volcanes…, repletos de poder y vida e interviniendo en el destino de los hombres.

Pero unos pocos cientos de años después, ya digo, alrededor del 600, la mirada de  Mahariva y Buda en la India, la mirada de Confucio y Lao Tzu en China, la mirada de Zaratustra en Persia y la de Pitágoras en la Magna Grecia, es una mirada nueva que no inquiere tanto al mundo como al interior de uno mismo; que—con la excepción de Zaratustra—rechazan los dioses y sus doctrinas, rechazan la rudeza y la violencia; es una mirada que no busca el amparo a sus desdichas en lo sobrenatural; que se aparta de la gloria, el poder y las riquezas; que busca erradicar el propio sufrir. Todos esos personajes son portavoces de una nueva sensibilidad, todos ellos desatienden los espíritus y se presentan como clarines de espiritualidad. Todos ellos nacen en sociedades que llevan siglos sufriendo calamidades y guerras, dolor y miseria general, así que su doctrina trata de ser una guía para evitar el sufrimiento.

El Jainismo, surgido de Mahariva, postula que el mundo es penetrado por un espíritu universal que vela por mantener la armonía y la justicia. Su primer mandamiento es el respeto a la vida. En sus orígenes se acompañaban de una escobilla con la que barrían su camino en previsión de no pisar algún pequeño animal. Para el Jainismo no hay Dios, y el Cosmos no tiene comienzo ni fin. Las almas, liberadas de la materia kármica, constituyen un solo gran espíritu; un Espíritu que impregna todo y hace a lo viviente parte de un único Ser. El recto camino, el conocimiento recto y la conducta recta, son sus guías.

También el Budismo descree de los dioses. El mundo y el alma son ilusiones de nuestros deseos, y de ellas surge el sufrimiento. De ahí que para acabar con el sufrimiento es preciso desprenderse de ilusiones y deseos. Cuatro Nobles Verdades y ocho caminos es preciso seguir para extinguir el sufrimiento. Si tal, se alcanza el Nirvana, la iluminación, la liberación del hombre de su atadura a la rueda de las pasiones.

Las antiguas religiones chinas tenían a los antepasados como fuente de energía mágico-religiosa. Todo se regía por dos principios antagónicos y complementarios, el yin y el yang, y se sacralizaba un misterioso Tao, “una totalidad viva y creadora sin forma ni nombre”, nos dice Mircea Eliade. Confucio y Lao Tzu se hallaban imbuidos de estas creencias, pero las aplicaron a propósitos y doctrinas bien distintas. Mientras que Confucio hizo pedagogía con el fin de lograr una sociedad justa y armónica mediante la formación de los mejores hombres para la administración política[1], Lao Tzu enseñó  que vivir de acuerdo al Tao sólo es posible fuera de la organización social. Ninguno de los dos otorgó importancia a las especulaciones acerca de los dioses.

Confucio atiende  dos frentes, el individuo y  la organización social. Su propósito respecto a ésta es que funcione; su propósito respecto al individuo es el de alejarlo de la desazón que produce el vivir, y para ello aplica  la técnica de fijar la atención de la conciencia en el obrar rutinario. El practicar el rito, el seguir la costumbre ceremonialmente, la disciplina, la virtud, en suma, el trabajo perfeccionista, son los valores que predica. Los ritos adquieren para Confucio una fuerza mágico-religiosa, y la disciplina de un hombre irá dirigida a conseguir ritualidad en cada gesto y en cada comportamiento.  En cambio, Lao Tzu considera que la justicia y los ritos ensalzados por Confucio son inútiles y peligrosos. El Taoísmo trata de no interferir en la marcha de las cosas, y por esa razón prefiere vivir al margen de la vida pública. Practica la no violencia, alegando que lo blando y lo débil acaban venciendo a lo duro y lo fuerte; así que ensalza las virtudes femeninas, la debilidad, la humildad, la androginia, la relatividad de los estados de conciencia…

Los persas se habían recién unificado con los medos en un gran imperio cuando nació Zaratustra, un reformador de la religión tradicional indoirania, pero, sobre todo, un gran reformador moral. En contraposición a los dioses indoeuropeos reinantes, faltos de sensibilidad y carentes de virtudes, Ahura Mazda, el Dios supremo que Zaratustra ensalza, posee las cualidades de la omnipotencia, la santidad y la bondad. Ahura Mazda castiga a los malvados y premia a los justos, así que todo mazdeísta ha de luchar contra el Mal. El dualismo Bien y Mal[2] cobra fuerza. La guía del creyente se basa en tres principios éticos: buenos pensamientos, buenas palabras, buenas acciones. Frente a las formas morales preexistentes, en que los dioses gobiernan el destino de los hombres y el individuo debe aplacarlos con sacrificios, el gran cambio ético que el zoroastrismo aporta, es que el hombre es libre para elegir hacer el bien o el mal. Las personas son libres y se hacen responsables de  su destino.

Alrededor de la época en que vivieron y divulgaron sus doctrinas estos pensadores nombrados, vivió Pitágoras en la Magna Grecia, en Crotona, y allí creó su escuela. Se le atribuye ser uno de los iniciadores de la filosofía griega, establecer los principios matemáticos de la música, contribuir decisivamente a la geometría, y  crear una sociedad de carácter místico. En lo que a nosotros concierne, en cuanto a sus doctrinas éticas, creó una fraternidad mística que practicaba el ascetismo y el vegetarianismo, que pretendía la purificación espiritual, y cuya fe reposaba en el principio de la metempsicosis, en que el alma se une a lo divino y se reencarna.

¿Cuál es la importancia que tienen en la actualidad todas estas creencias? Inmensa. En el naturismo, en el ecologismo, en el animalismo, en el hipismo, en el veganismo, en todas esas formas de religiosidad popular que participan del animismo, de la astrología, de la creencia en una justicia universal (así te comportes con los demás, así se comportarán contigo etc), que participan de la creencia en que todo ocurre según una mágica reciprocidad justiciera, y también todos esos grupos que practican la ascesis o el misticismo. Hoy, como en la época en que surgieron –porque se trata de necesidades intemporales, de necesidades debidas a la naturaleza humana—, huyendo del sufrimiento que causa el mundo,  la gente busca refugio  en la soledad, en el misticismo, en sofocar el bullicio y el trasiego de una inquieta mente que nos atormenta, busca refugio en  las creencias que proponen modelos de pensamiento y de conducta que esquiven los deseos, los temores, lo rudo y violento, las ilusiones vanas, el contacto con la alteridad de la gente. Tal como ya aparece en las antiguas Upanishads de la India, hoy «el hombre se conecta con la divinidad a través del hilo que une este mundo con el otro mundo y con todas las cosas».


[1] Sus discípulos lograron que 250 años después de la muerte de su maestro, el soberano chino encargara a los confucianos la administración del imperio. Su doctrina ha servido de guía a los servicios públicos durante dos mil años.

[2] Durante la cautividad de Israel en Babilonia, la formas religiosas de Oriente Medio, y entre ellas el judaísmo, toman del mazdeísmo muchas de sus creencias y mitos: la Resurrección de los Muertos, el Juicio Final, el viaje de las almas hacia el Cielo, los ángeles y demonios, el Bien y el Mal, la lucha entre ángeles y demonios, el juicio de las almas según los pecados cometidos en vida, la anunciación de un Mesías redentor… Creencias que serían traspasadas al cristianismo.

Bohr, Pablo Iglesias, Bencemá, Dersu Uzala

Niels Bohr

Niels Bohr, uno de los fundadores de la Mecánica Cuántica y sumo representante de la llamada “Interpretación de Copenhague”, muy aficionado a los Westerns, tenía una curiosa hipótesis acerca de los duelos con revolver en el lejano Oeste americano. Sostenía que en un duelo a revolver tiene ventaja el que espera a que el otro realice el intento de desenfundar. Alegaba que intentar ser el primero en desenfundar conlleva poner en marcha el complejo mecanismo neuronal de tener que tomar la decisión y de activar el sistema motor, lo que reporta un gran gasto de energía mental y un considerable retardo. En cambio, el que espera a que el otro realice el intento actúa de forma refleja, automáticamente, pues es la amígdala – donde llega la información antes que a la conciencia—la que pone en marcha, de manera refleja, el sistema motor, lo que reporta un menor gasto de energía mental y una mayor rapidez en la respuesta. Así que el que espera tiene mayores probabilidades de vencer.

Me atrevo a lanzar esta otra hipótesis: “Entre dos que discuten acaloradamente y tienen prohibido el uso de la fuerza física para dirimir la disputa, el que es físicamente más débil actúa con ventaja.” La razón que aporto es que el más fuerte de los dos ha de emplean una gran energía mental en sofocar sus impulsos a imponerse por la fuerza, impulsos congénitos a la especie humana, es decir, que la inhibición de tales impulsos le resulta muy costosa. Tan alto coste inhibitorio impide que el fuerte pueda echar mano de sus recursos para argumentar. El débil tiene todas las papeletas para ganar la discusión o para que el fuerte se retire de ella encendido.

Bencemá

Creo que la humanidad se enfrenta hoy en día a tres grandes misterios. El primero, entender la extraña complicidad de los grandes multimillonarios de Occidente con la izquierda más rabiosa. El segundo, el extraordinario mundo de posibilidades y de nueva lógica que la mecánica cuántica abre al pensamiento humano. El tercero, ¿qué hace Bencemá en el Madrid?

Pablo Iglesias

He de admitir que cada día me admiro más por las capacidades de ese monstruo sediento de poder que es Pablo Iglesias. Engulle, digiere y regurgita todo cuanto le sale al paso sin sufrir indigestión de ningún tipo; destruye a cuantos le respetaron y amaron sin que asome en él un ápice de pesar o arrepentimiento; como un mesías demoniaco, utiliza a todos en su propio provecho. Un Lenin, sin duda alguna. Un individuo que mataría a media España con tal de poder reinar él sobre la otra media.

De entre sus variadas mujeres ha escogido formalizar pareja con la que tiene menos luces y más gritos, con aquella que conecta de tú a tú con el griterío ultrafeminista cual una verdulera de mercado con sus clientas.

Ahora dirige el Centro Nacional de Inteligencia y tiene en sus manos los expedientes secretos de jueces, periodistas y políticos, ¿algún ingenuo piensa que llegará a ser juzgado de los delitos de los que se le acusa? Como decía Trotsky, “La intimidación es el medio más poderoso de acción política”

Pablo Iglesias pescando en el río de los ilusos

En busca del poder a cualquier precio, Pablo Iglesias se ha especializado en crearse una máscara opaca que oculte sus verdaderos rasgos. Igualitarista de pro, lanza de cuando en cuando mensajes que pueden parecernos ridículos y absurdos pero que están guiados por la intención de recoger adhesiones en ambientes políticos y sociales que no son los suyos. Por ejemplo, al recogerse en un moño propio de mujer su conocida coleta de pelo, al referirse a los miembros de Podemos como “nosotras”, o pasar a llamarse Unidas Podemos, intenta pescar en el río de feminismo y ocultar su empedernido machismo tantas veces puesto en evidencia. Recientemente ha echado el anzuelo en las aguas del animalismo con la propuesta de que los lunes no se debería servir carne en los restaurantes y en los colegios por respeto al sufrimiento animal. De seguro que pronto lanzará alguna proclama medioambientalista de chillón contenido como cebo reluciente para pescar incautos en esas aguas.

Dersu Urzala

Es una bellísima película dirigida por Akira Kurosawa acerca de un cazador en la taiga siberiana. La razón de cómo nos impacta la película se debe al modo rousseauniano en que nos es presentado el personaje: revestido de inocencia, y, por contraste, nos hace sentir que es la civilización quien hace fructificar todos los males. Sin embargo, creo que el retrato está mal encuadrado. Sí es creíble el animismo de Dersu Uzala, ese mirar todas las cosas –el viento, las montañas, los árboles, el tigre…–como si estuvieran dotadas de alma, pero pienso que el personaje real de la historia tenía que gozar de más precaución y astucia, como exige la supervivencia en un medio lleno de peligros. Sobre todo precaución ante los humanos.

En fin, también nos sentimentaliza el personaje por su relación íntima con ese algo inconcreto que sentimos ante la naturaleza salvaje y sus peligros (que no nos afectan como tales porque estamos seguros frente al televisor), y, sobre todo, porque el Dersu Uzala de la película carece de otredad, y nos encontramos ante él como ante un corderillo, y es como si lo acariciáramos. Esa sensación total de no-enemigo que nos produce Dersu Uzala nos trae recuerdos de nuestra inocencia perdida y de la felicidad de la infancia; por eso lo amamos.

Herencia moral y civilización

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La moral de un grupo humano y su cultura están tan íntimamente entrelazadas que tales términos resultan sinónimos en muchos casos. Pero no voy a hablar de cultura o de moral, sino de su influjo sobre el modo de vida, la actitud ante el trabajo y el grado de desarrollo económico y social de diferentes sociedades. Podemos considerar la moral social como el conjunto de reglas y creencias que inclinan a los individuos a obrar –de manera consciente o inconsciente—de un cierto modo so pena de ser reprobados o reprendidos por los demás o por uno mismo si su obrar ha producido. De tal consideración se deduce que los usos y costumbres sociales también se hallan incluidos en la moral.

Ahora nos preguntamos, ¿qué influencia tiene la moral, tal como se ha expuesto, en las sociedades de nuestros días, aparte de la obvia de regular la convivencia en los grupos humanos?, ¿tiene que ver con el contraste que se observa en el modo de vida y en la riqueza de unos países y otros? A eso me refiero, ¿es responsable la herencia moral de los norteamericanos y de los argelinos de sus diferencias sociales y económicas –además de la influencia del factor hábitat y clima, tan distintos en esos países?

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Presentemos primeramente a los países islámicos. Desde el siglo VII en que se fundó el Islam hasta el siglo XI en que las posturas religiosas más rígidas en la interpretación del Corán se impusieron como doctrina, los países islámicos y sus gentes hicieron gala de gran vitalidad artística, científica y comercial. Enumero algunos de sus logros matemáticos: la numeración arábiga; la utilización del cero; las fracciones decimales y sexagesimales; la extracción de raíces cúbicas; el  Binomio de Newton ( Omar Kayyam); el mismo Kayyam halla la Regla de Ruffini (que no se hallaría en Occidente hasta el siglo XIX); las operaciones con radicales y potencias (Al-Khawarizmi); la Teoría de la Razón Compuesta (Kayyam); las solución a las ecuaciones de segundo grado (al-Khwarizmi); las Ecuaciones cúbicas (al-khazin); la solución a las ecuaciones cúbicas mediante la intersección de secciones cónicas (Kayyam); el valor del número pi con seis cifras decimales correctas… Y a ello le tendríamos que añadir sus grandes logros en poesía, filosofía, comercio, industria… Hoy en día, apenas unos pocos países islámicos,  Túnez, Egipto, Indonesia y Malasia –y gracias a otras herencias culturales y religiosas que obran en ellos—se puede decir que están saliendo de su secular encapsulamiento, tan alejado de la modernidad y el progreso.

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El calvinismo surgió como una rigurosa doctrina protestante que se distinguía doctrinalmente por la creencia en la predestinación de las gentes desde el instante de su nacimiento. Pero cobra aquí su importancia porque infundió una laboriosidad sistemática en el creyente y un signo para reconocer quién era o no elegido por la Gracia divina: el tener éxito en la vida. El ansia por el éxito desató la competitividad social y promovió la aparición del capitalismo tal como lo conocemos. Todos los países en los que dejó su impronta se convirtieron en países ricos donde se multiplicó la industria y el comercio. ¿Qué países fueron estos? Holanda, Gran Bretaña, EEUU y Suiza, principalmente. Tal vez sea éste el ejemplo más claro de cómo una creencia moral influye en la vida y en el progreso económico de una sociedad. Vayamos a una moral similar en muchos aspectos al calvinismo: el luteranismo.

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El luteranismo presenta una rigidez moral semejante al calvinismo y también aboga por la laboriosidad como método para superar la angustia existencial, pero, contrariamente a este último, consideraba la movilidad social perniciosa y se supeditó al poder de los príncipes. El norte de Alemania, Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia, fueron los países más representativos del luteranismo. Hoy en día lo religioso está prácticamente excluido de ellos, pero la herencia moral en lo relativo al espíritu de trabajo, al respeto a la autoridad y a la importancia de la comunidad sigue vigente. De ahí la estabilidad social de que gozan.

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En cuanto a los países del sur de Europa: Grecia, Italia, España y Portugal, ¿cuál es la herencia moral que han recibido?… Cuestión compleja es este caso. Todos ellos tienen una historia de conquista e imperio (Bizancio se mantuvo durante mil años como imperio griego) que no fueron eficaces a nivel económico; todos esos países arrastran consigo también una larga estela de luchas y de arduas convivencias con otros pueblos y consigo mismo. Respecto a lo religioso, más que una tradición de devociones podemos hablar de resignado sometimiento al poder del catolicismo (ortodoxo en caso de Grecia). Tal historia de resignación ha germinado una falta de espíritu comunitario a la vez que un fuerte individualismo que desemboca frecuentemente en un carácter nihilista, pero a la vez hay orgullo por el pasado; y si juntamos todas esas contradicciones de carácter obtenemos un individuo resabiado que aspira aún a ser rentista e hidalgo y que no termina de ver con buenos ojos al emprendedor. Sin embargo, contra su voluntad, su individualismo obliga a las gentes a competir, y si no fuera porque esperan que el Estado les resuelva todos sus problemas, tal como antes esperaban que se los resolviese la Iglesia o el poder real, no dudo que asomarían más la cabeza.

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La herencia recibida por los iberoamericanos está impregnada de todo lo dicho en el párrafo anterior, y si la mezclamos con la herencia indígena el cóctel puede ser explosivo o de exquisito sabor, según cuánto se le agite y según la cantidad de ingrediente indígena que contenga. Esa herencia, dual al menos, no se ha soldado en la mayoría de los países hispanoamericanos, y en algunos no está siquiera integrada, debido a lo cual se han generado clases sociales y estilos de vida muy diferenciados. Hay implantado en todo Hispanoamérica una queja y un ansia de revancha que hasta que no se mitigue va a impedir mirar hacia adelante. Cuando un país como Chile intenta mitigarlas, las fuerzas de la negación cargan contra él con todas sus fuerzas, tal como vimos recientemente. Toda Latinoamérica tendrá que resolver sus contradicciones si no quiere que su tren de la historia descarrile.

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El país cuyo tren de progreso marcha en tren ultrarrápido es China. Claro es que se trata de una dictadura autora de la mayor represión existente en el mundo y de los mayores crímenes. Por cada cien habitantes uno es un miembro del partido (el comunista) y se encarga, en labores de comisario político, de vigilar y controlar a los noventa y nueve restantes. ¿Qué ha ocurrido en China durante los últimos treinta años para que la economía se dispare? Que ha implantado el modelo de libre mercado, el modelo capitalista en lo económico, pero comunista en lo político. ¿Solo eso? No. Existía, latiendo en el corazón de sus gentes, una moral milenaria que al liberarse de la represión del sistema estamental del imperio chino y ahora de la atadura del “todos iguales” ha dado rienda suelta a la libertad de obrar en provecho propio, al egoísmo en lo económico, provocando ese crecimiento desbocado que observamos.  ¿Qué moral es ésta? Bebe de dos fuentes, el respeto a los ancestros que pone a la familia en la cima de los valores, y la vieja doctrina de Confucio, que exalta la diligencia en el trabajo, la laboriosidad, la organización y su respeto sumiso a ella. Con tales mimbres y con libertad en lo económico, China da pasos de gigante hacia el encumbramiento de su poder. Otra cosa distinta es la felicidad de las gentes y las tensiones que puedan generarse en el futuro.

judíos 1

Pero quizás el caso que refleja como ningún otro la influencia de la moral social en el modo de vida y en el progreso de las gentes, tanto a nivel social como individual, es el caso judío. Los educados en la moral, en  la ritualidad y la tradición judías han jalonado el siglo XX con los hitos más importantes en cualquier rama del saber. Karl Marx, Einstein, Von Neumann

George Cantor, Norbert Wiener, Helbert Marcuse, Karl Popper, Henry Bergson, Noam Chomsky, Ludwig Wittgenstein, Paul Samuelson, Milton Friedmn, Frank Kafka, Marcel Proust, Freud,  Gustav Mahler, Bob Dylan, Leonard Cohen… son una muestra escasísima de todos esos gigantes del saber (Incluso en cuanto a ser revolucionarios, Antonio Escohotado nos dice que –por reacción-adaptación al medio—durante el primer cuarto del siglo XX el 94% de los revolucionarios era de origen judío). ¿A qué se debe tal vitalidad intelectiva? No me cabe duda de que a la educación y a las tradiciones, que desembocan en el amor al conocimiento.

En fin, he querido poner de relieve que en buena medida lo que somos y construimos lo hacemos con la herencia cultural y moral que nos dejaron nuestros antepasados. Hoy –creo que desgraciadamente para la humanidad—cunde una tendencia a borrar el pasado y las tradiciones y valores a él asociadas. Hoy se trata de hacer de las conciencias una tabla rasa donde no quepa historia ni moral ni cultura; de esa manera, dicen, correrán mejor los aires que traen los nuevos tiempos. Me temo que una síntesis de las distopías narradas en los libros 1984 y Un mundo feliz, llega para atraparnos.

 

Historia de España. Fake News y Leyenda Negra

leyenda negra

En cualquier país de Europa se honra a los héroes del pasado con estatuas y monumentos y en algunos lugares con magníficos santuarios donde se les conmemora y se les rinde homenaje por su obra. En España, haciendo bueno el dicho con el que nos popularizamos turísticamente, “Spain is different”, no se les contempla con buenos ojos. (Al menos por una parte de la población, empeñada en destruir valores y en ejecutar revanchas; pero esto es otra historia, volvamos al meollo del asunto)

El caso es que la atrabiliaria fama que achacan a nuestro carácter y a nuestra historia los europeos es asumida por una buena parte de nosotros, los españoles. No hay nada que conmemorar—decimos—y sí mucho de lo que abominar y arrepentirse. (Lo cual es extraordinariamente nocivo para el orgullo patrio, y psicológicamente genera un poso de resentimiento, vergüenza  y malestar; pero ésta es otra historia, volvamos al meollo del asunto).

La mala fama de España germinó en la conciencia de ingleses y holandeses cuando éramos cabeza de un gran imperio y adalides del catolicismo. Temían tanto el poder español que lanzaron a los cuatro vientos la Leyenda Negra de España, que dibujaba el territorio ibérico subyugado por la Santa Inquisición, esparció el escándalo de un supuesto genocidio de nativos americanos, y, por último, lo completaron con un tono burlesco para referirse a una supuesta derrota inmensa de la Armada Invencible a manos de los ingleses. Vendieron tan bien esta mala fama que hasta los españoles nos la creímos.

Pero una vez revisada la historia, se ha demostrado que la única mala fama que nos corresponde es la de no haber sabido vendernos bien, contrariamente a lo bien que se venden siempre ingleses y franceses. Porque la Leyenda Negra con que nos tildan no contiene otra cosa que Fake News o Bulos.

En primer lugar, las actuaciones de la Inquisición española están documentadas y sus condenas apenas superaron las 3.000 durante varios siglos, presentando el tribunal mayores garantías que los tribunales ordinarios. En cambio, la Inquisición alemana quemó 50.000 supuestas brujas en unos pocos años. (Las posesiones de las brujas pasaban a manos del obispo). ¡Qué decir de Francia, donde la institución nació!  La herejía albigense fue pasada a cuchillo: 15.000 muertos; la Noche de San Bartolomé (24 de agosto de 1572) fueron ajusticiados en París 3.000 hugonotes; a lo cual hay que añadir otros 4.000 contabilizados en distintas épocas y varias matanzas y expulsiones de judíos. Henry Kamen, en La Inquisición Española: Mito e Historia, nos ofrece más datos de la acción inquisitoria: Suiza: 10.000 ajusticiados; Escandinavia: 5.000. ¿Inglaterra?: sangrientos pogromos contra los judíos después de la Peste Negra; persecuciones contra los católicos con gran número de muertes, no contabilizadas; persecución contra los puritanos posteriormente…

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El segundo gran bulo: el genocidio de indios en América. De esto ya he escrito con suficiente amplitud en la entrada Simplismo Ideológico II, (viruela) así como en la entrada anterior a ésta. Baste añadir que los indios[1] estaban exentos de la acción de la Inquisición; que Jerónimo, el héroe indio contra las matanzas que llevaban a cabo los norteamericanos hablaba español; que la Florida española era un refugio para los esclavos que huían de os británicos; y, por último, las palabras de Erasmus Dawin, abuelo de Charles Darwin, acerca de la acción de la corona española en América:

«En mis viajes por el inabarcable imperio español he quedado admirado de como los españoles tratan a los indios, como a semejantes, incluso formando familias mestizas y creando para ellas hospitales y universidades, he conocido alcaldes y obispos indígenas y hasta militares, lo que redunda en la paz social, bienestar y felicidad general que ya quisiéramos para nosotros en los territorios que con tanto esfuerzo, les vamos arrebatando. Parece que las nieblas londinenses nos nublan el corazón y el entendimiento, mientras que la claridad de la soleada España le hace ver y oír mejor a Dios. Sus señorías deberían considerar la política de despoblación y exterminio ya que a todas luces la fe y la inteligencia española están construyendo, no como nosotros un imperio de muerte, sino una sociedad civilizada que finalmente que finalmente terminará por imponerse como por mandato divino. España es la sabia Grecia, la imperial Roma, Inglaterra el corsario turco.»

El tercer gran Bulo: la derrota de la Armada Invencible y el triunfo de la Contra-armada inglesa.

La supuesta derrota de la Gran Armada española (1588), a la que los ingleses siempre se refieren burlonamente como la Armada Invencible, supone el culmen de los logros de Isabel I de Inglaterra. La victoria naval de Inglaterra convirtió en iconos a Sir Francis Drake y sobre todo a la misma Isabel I, la Reina Virgen. Pero la historiadora Lucy Worsley, en un documental de la BBC titulado Royal History’s Biggest Fibs ofrece otra versión muy distinta. Según esto, la historiografía británica en este asunto es un auténtico fake news, y que el auténtico fracaso no fue el de la Gran Armada española sino el de la Contra Armada enviada por Isabel I en 1589 contra España.

Las dos primeras mayores pérdidas de la Armada se las produjo ella misma. Una colisión dentro de la flota española permitió a Francis Drake capturar una de las naves dañadas, El Rosario. Eso hizo que prodigaran las baladas populares británicas, que se hiciesen cuadros conmemorativos, que se inventasen anécdotas del poder inglés, que se organizase una gran procesión por Londres, conocida como el desfile de la victoria, y que quedase en la imaginería popular el gran triunfo inglés sobre la poderosa España.

La realidad fue otra: Por un lado, que la Armada tuvo que emprender su regreso a España a causa de los temporales y que 22 barcos se hundieron en tormentas a lo largo de la costa de Escocia y de Irlanda. No fue ni la reina ni sus naves las que suministraron el golpe decisivo a la Armada Española, fue el tiempo. Por otro lado, que la reina no tenía dinero para pagar a los marineros de su armada y que a finales de 1588 más de la mitad de ellos habían muerto de enfermedades y hambre.

Pero siguió otro bulo mayor que el de la Armada Invencible, el de la Contra Armada. En 1589, Sir Francis Drake lanzó un ataque contra España. Sus órdenes eran que destruyera todo lo que quedaba de la flota española, que invadiera Portugal, que entonces pertenecía a España, y que pusiera a un rey portugués en el trono. Y esta sí que fue un absoluto fracaso[2].  Más de 20.000 hombres, más de las cuatro quintas partes de la expedición, perdieron la vida en la empresa. Lo cual se ocultó o tapó mediante el engrandecimiento de una supuesta victoria sobre la Gran Armada española que no tuvo lugar.

En fin, se ha de concluir que los ingleses han sabido crear un orgullo nacional a costa de bulos y tapando las realidades adversas, mientras que los españoles aprendimos muy pronto a lanzar piedras contra nuestro propio tejado, y en eso seguimos.

 

 

 

 

 

 

[1] Javier Esparza: La guerra de los virus

También sobre esto hay estudios incontestables. Desde muy pronto se pensó en la viruela; se cree que la introdujo en América un esclavo negro de Pánfilo de Narvaéz, hacia 1520, y se sabe que hizo estragos en Tenochtitlán. Cuando Pizarro llegó al Perú, encontró que la población estaba diezmada por la viruela mucho antes de que ningún español hubiera asomado por allí la nariz: el virus había viajado por selvas y cordilleras a través de los animales. Estudios posteriores, como el del doctor Francisco Guerra, señalan sobre todo a la gripe porcina, la llamada “influenza suina”, como causante de la mortandad indígena a principios del XVI. El hecho es que los indígenas americanos, que habían vivido siempre aislados del resto del mundo, recibieron de repente y en muy pocos años el impacto combinado de todos los agentes patógenos difundidos por los buques europeos, sus cargamentos, sus animales, sus pasajeros. Un investigador de la Universidad de Nueva York, Dean Snow, precisa que la gran mortandad no tuvo lugar en el siglo XVI, sino después, cuando empezaron a llegar niños, es decir: tosferina, escarlatina, paperas, sarampión; fue letal. Del mismo modo que los primeros establecimientos españoles en América fueron diezmado por las fiebres, así también los indios, en gigantescas proporciones, fueron diezmados por los virus. Virus que sus cuerpos desconocían y que no pudieron resistir. ¿Recordamos algún caso más reciente? Entre los años 1918 y 1919, la llamada “gripe española” causó la muerte de más de treinta millones de personas en todo el mundo. Lo de América no fue inusual.

Los estudios de los últimos treinta años son prácticamente unánimes: hubo ciertamente altas cifras de mortandad entre las poblaciones amerindias, pero las cifras se reparten por igual entre los indios aliados de los españoles y entre sus enemigos, y aún más, las cifras de mortandad entre los propios españoles son, proporcionalmente, más elevadas aún que las de los nativos. Es decir que la mortandad es cierta, pero no el genocidio.

Hoy ningún investigador serio discute que la causa principal de la mortandad entre nativos y entre españoles fueron los virus: los indígenas cayeron a mansalva bajo el efecto de enfermedades que los españoles llevaron consigo y que en aquel mundo eran desconocidas, mientras que los españoles quedaban aniquilados por enfermedades tropicales –malaria, dengue, leishmaniasis, tripanosomiasis, etc.- que no sabían cómo tratar. Ya hemos citado el caso del Perú: cuando llega Pizarro, la población del imperio inca lleva varios años soportando los efectos de una dura epidemia de viruela mucho antes de que ningún español hubiera asomado por allí el morrión. Otro dato: cuando Hernando de Soto se encuentra con la misteriosa Dama de Cofitachequi, en la actual Carolina del Sur, lo que halla a su alrededor es un poblado convertido en necrópolis por el efecto de las enfermedades. La llegada a las Indias de los primeros niños europeos, con su carga de varicelas, sarampiones, paperas y demás, fue más letal que cualquier ejército. Mientras tanto, las expediciones de Bobadilla, Ovando y Pedrarias, por ejemplo, contabilizaban hasta un 50 por ciento de bajas mortales apenas dos meses después de haber desembarcado, los de Pizarro caían fulminados por infecciones, etc. Los avances de la Medicina en el último medio siglo han permitido explicar numerosos episodios de este género. Es asombroso que aún hoy tantos historiadores sigan renuentes a introducir el factor médico en sus narraciones de la conquista.

De manera que hubo, sí, una mortalidad mayúscula de indios en América, pero no fue un genocidio. Un genocidio requiere que haya voluntad de exterminio. Eso no pasó en la América española. Pasará después en la América anglosajona, que sí ejecutó proyectos de exterminio deliberado de la población indígena. Esa misma América anglosajona que ahora maldice a Colón y los españoles.

 

[2] El año pasado el historiador Luis Gorrochategui –autor del libro Contra Armada. La mayor catástrofe naval de la historia de Inglaterra, publicado por el Ministerio de Defensa y en inglés por Bloomsbury– defendió en el primer congreso internacional La Armada Española de 1588 y la Contra Armada Inglesa de 1589que la reina de Inglaterra había perdido su particular guerra contra Felipe II. Afirmó que toda la versión oficial inglesa era completamente falsa. De proa a popa. Y que, además, se ocultaba que la Contra Armada británica fue un desastre absoluto con miles de muertos en mar y tierra. La BBC, a raíz de esa polémica, encargó el reportaje que forma parte de una miniserie de tres capítulos sobre falsedades históricas. Su conclusión es que el relato oficial de lo ocurrido con la Armada Invencible fue “un poderoso legado que fue manipulado por monarcas, artistas y políticos [británicos] durante siglos”.

 

Historia de España (III)

 

cortes de León

DE REYES, UNIONES Y DESCUBRIMIENTOS

El sistema parlamentario que se estableció en primer lugar en Europa no estuvo en Inglaterra ni en Italia ni Islandia ni en Flandes, sino en el Reino de León. Alfonso IX lo presidió en 1188. En las Cortes de León estaban representados tres estamentos, el clero, la nobleza y los comunes, esto es, los representantes de las ciudades del reino. No fue hasta el año 1250 que en Castilla, en las Cortes de Sevilla, se convoca como representantes a los “hombres buenos” de cada ciudad.

El sistema feudal tuvo en la España medieval –ocupada en la Reconquista—poco arraigo; tan solo en los condados de la Marca Hispánica, por su relación con el sur de Francia, se puede hablar, con limitaciones, de sistema feudal. Tampoco, de nuevo con la excepción de esos condados, tuvieron lugar en España   rebeliones sociales de importancia ni herejías de renombre.

Alrededor de 1460 la Casa de Trastámara reinaba en Castilla y León, en la Corona de Aragón, en Navarra y Nápoles. Mucha consanguineidad, pero, en fin, tantos primos y primas reinando pronosticaba una pronta fusión de reinos, lo cual era excepción en la Europa de la época. La Casa de Trastámara, que provenía de la baja nobleza gallega, se instaló en Castilla mediante una cruenta pelea de gallos, o quizás debería decir de machos alfa. Los dos gallos eran el rey castellano, Pedro I el Cruel, también llamado el Justiciero, y su hermano bastardo, al que se conocería después como Enrique II de Trastámara. Pedro I, rey entre 1350 y 1369, era un macho alfa en toda regla. Tres pasiones lo dominaron: guerrear cada año aquí y allá contra quien fuese (principalmente contra el Reino de Valencia, integrado en la corona de Aragón; tratando de arrebatarle ciudades y castillos); en segundo lugar, matar a nobles y familiares a mansalva por un “quítame allá esas pajas”; y en tercer lugar, fornicar con una variada colección de amantes.

Total, que un día se tropezaron rey y bastardo hermano en una tienda de campaña y se lanzaron como locos a hincarse el puñal. Pedro estaba encima, a punto de rematar a Enrique, cuando un caballero francés al servicio de éste lo sujetó y lo hizo caer, momento que aprovechó Enrique para clavarle el acero. Las palabras que pronunció el caballero, Beltrán Duguesclin, aún se recuerdan: “No quito ni pongo rey pero ayudo a mi señor”.

Ya he dicho que la cosa pintaba bien. Al morir Martín I, rey de la Corona de Aragón, sin descendencia, se eligió como sucesor al infante castellano Fernando de Trastámara (que sería conocido como Fernando de Antequera) en el llamado Compromiso de Caspe. Eso sí con la oposición de algunos condados catalanes. Su nieto, Fernando el Católico, se desposó con Isabel de Castilla y se fusionaron los dos reinos (aunque a punto estuvo de no ocurrir).

fernando de antequera

La recreación de la antigua Hispania alcanzó tal inmediato auge que se convirtió muy pronto en imperio. Se conquista Granada a los musulmanes, el Norte de África, las Islas Canarias, se anexiona sin oposición notable el reino de Navarra, el Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, derrota repetidamente a los franceses y a sus aliados por toda Europa, y el reino de Nápoles se mantiene ligado a España. Recordemos que Fernando el Católico (junto a César Borgia, de casta aragonesa) sirvió a Maquiavelo para dibujar las virtudes del Príncipe. Pero, ante todo, en el Haber de los Reyes Católicos figura con letras de oro el Descubrimiento de América.

reyes católicos

Hay gentes –que de todo tiene que haber—que desdeñan la importancia del hecho, e incluso lo maldicen. Hemos sabido los españoles vender tan mal las hazañas propias  y tan mal reconocer los propios logros, que, en buena medida, nuestras inveteradas rencillas  provienen de la falta de orgullo como nación que nos ha sido vendida. Cualquier país europeo se enardece con su pasado glorioso, aquí el enardecimiento es negativo, produce maldiciones o espanto. Ya se verá a qué es debido tanto resentimiento.

Pero, en fin, para exponer los la grandeza de los hechos voy a utilizar las palabras de un buen libro, Historia del Imperio Español, de Pedro Fernández Barbadillo, de la Editorial Almuzara.

Recogiendo las palabras de Gustavo Bueno, el autor subraya que España «se replicaba a sí misma donde se establecía», como hizo Roma, lo que la convierte en un Imperio «generador», tan diferente al estilo «depredador» de sus rivales europeos contemporáneos, lo que dio lugar a un inmenso mestizaje y al alumbramiento de una cultura específica y autóctona que ha perdurado hasta hoy.
¿Qué debe América a España, y al revés? Barbadillo consagra a ambas cuestiones sus respectivos capítulos, y no duda en aseverar, con una pizca de humor, que «si hubiese manera de valorar todas las aportaciones dejadas por España (…) el saldo superaría en mucho al oro y la plata extraídos por el Imperio», que la leyenda negra considera una rapiña. No se trató solo de la religión, la lengua, las universidades («las salamancas», las denomina, para ensalzar su calidad académica, homologable a la europea, y su rápida extensión), la civilización, el sentimiento de unidad del continente… También algo que suele pasar más desapercibido: el desarrollo urbanístico. En 1573 ya hubo un Plan de Ordenamiento Urbano de las Indias, tan bien ejecutado que «las ciudades americanas (…) fueron mucho más cuidadas y hasta saludables que las de la España peninsular y el resto de Europa». Y, sin embargo, a aquéllas les faltaba algo que todas éstas tenían: las murallas, salvo en el caso de enclaves atacados por piratas o, en Chile, por los araucanos. El resto del territorio gozó de algo desconocido en el Viejo Continente: una paz y un desarrollo sostenidos.


La primera campaña mundial de vacunación, la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna de la Viruela, que se inició cuando la corbeta María Pita partió de La Coruña en 1803. La colonización con familias canarias de la inmensa y vacía Texas para defenderla de apaches, comanches y franceses. Los matrimonios mixtos; las leyes para la defensa de los nativos; la lengua y la cultura; las escuelas…

Compárese con la situación de los indios en las colonias inglesas de Norteamérica: el genocidio planificado; compárese con el sometimiento de pueblos que los aztecas practicaban, con un salvajismo inaudito, cincuenta mil sacrificios humanos al año. En realidad Hernán Cortés pudo derrotar a los aztecas gracias a que se incorporaron a sus filas miles de guerreros tlaxcaltecas, que habían sido las presas favoritas de los primeros. Y otro tanto puede decirse de la conquista del Imperio Inca por Pizarro.

Que la viruela y otras enfermedades que llevaron los soldados españoles provocaran una mortandad espantosa entre los nativos, es cosa que achacar al infortunio. Pero que algunos victimistas profesionales  aleguen que solo fue un expolio es cosa que clama al Cielo. Seguramente querrían los tales seguir viviendo en la selva sin escritura ni rueda. Tales son los mismos o similares a quienes defendían la URSS desde ricas urbanizaciones europeas o americanas; o los que ahora defienden a la Cuba castrista o a la Venezuela de Maduro, pero desde la distancia, protegidos en España con sus millones en el banco y sus cuantiosas propiedades. Se trata de la impostura de hacerse ricos a costa de alabar la pobreza, o de alabar escenarios que ellos no pisarían por nada del mundo; se trata también de generar sentimientos de injusticia para que le alaben a uno como a un santo.