¿’Cristiano’, paulino, pagano, o de todo un poco?

Con tales nombres me refiero a cristianos —practicantes o no— de la religión conocida como cristianismo, pero, en sentido estricto, los tres grupos señalados practican y entienden cosas distintas. Con ‘cristiano’ me estoy refiriendo al cristiano de los primeros tiempos al conocedor y seguidor de las doctrinas de Jesucristo. Hoy en día, no muchos conocen esas doctrinas y casi ninguno las sigue. En cuanto a paulino, refiere a San Pablo, que creó y organizó la Iglesia cristiana; así que paulino sería aquel que siente pertenencia hacia la institución, hacia la Iglesia como organización, y que cumple con los dictados y se atiene a los dogmas de dicha Iglesia. Por otro lado, la actividad religiosa de muchos cristianos tiene mucho de los cultos paganos. Atendiendo a tales distinciones en su práctica religiosa, les pongo distinto nombre.En realidad, representan tres modos de creer, sentir y manifestar lo religioso dentro del catolicismo. Las tres formas conviven y se solapan a veces en muchos cristianos. Vamos a ver, a vista de pájaro, alguna cosa de sus médulas.

La doctrina de Jesucristo es de sobras conocida; más desconocimiento existe de san Pablo ¿Quién es san Pablo?: Saulo de Tarso, judío helenista, luego de una visión deslumbrante de Dios, pasó de perseguir a los cristianos a integrarse en su comunidad y fundar su Iglesia. Su acción apostólica nos viene descrita en Los hechos de los apóstoles —escritos por su fiel compañero Lucas— que forma parte del Nuevo Testamento. En Lucas-Hechos, San Pedro y San Pablo son los protagonistas, aunque Pablo es la figura rutilante. El libro narra su fundación de la Iglesia cristiana y la expansión del cristianismo por el Imperio romano. El relieve cristiano de Pablo comienza unos pocos años después de la muerte de Jesús, y, desde entonces, con similar furor viajero y fundador al de Teresa de Ávila, Pablo viaja por toda la costa Siria, por Cilicia, Asia Menor, Grecia, Chipre, Creta, Chipre, Roma, e incluso puede que viniese a España, tal como indican los Hechos de los Apóstoles. Visita las sinagogas, crea comunidades nuevas, dicta, ordena, reprende, felicita, da normas, predica, y en el 64 muere en Roma a causa de la persecución de los cristianos decretada por Nerón.

Pablo apenas nombra en cuatro ocasiones la doctrina de Jesucristo y no parece que dicha doctrina le importe[1]. Lo que le resulta esencial es la breve teología de la salvación de las gentes por el sacrificio de Jesús, el Mesías que Pablo convierte en Dios, que ha venido a prepararnos para la «resurrección de los muertos» y el Juicio Final. Pablo esperaba una resurrección de Cristo con toda su magnificencia.

Es aceptado que sin la figura de Pablo el cristianismo habría sido una de tantas sectas judías, pero, al extender a los gentiles la prédica de la pronta llegada del Apocalipsis final, todo el orbe se convertía en posible destinatario de la Salvación, y ese hecho fue vital para la formación de la Iglesia, a la vez que terminó por apartar a unos cristianos de otros. Santiago, el hermano de Jesús, que era la cabeza principal del cristianismo en Jerusalén, sostenía que éste estaba destinado solamente a los judíos. En el 48 o 49 tuvo lugar en esa ciudad el enfrentamiento entre el cristianismo judaico de Santiago y Pedro y el cristianismo helenista de Pablo abierto a los gentiles. Pedro y Pablo se enfrentaron y desde tal desencuentro los dos grupos comienzan a separarse. En el 135 la separación es total. En la epístola a los tesalonicenses[2], Pablo acusa a los judíos de «ser los enemigos de todos los hombres», lo que anima y justifica el posterior odio de los cristianos contra los judíos. En realidad, Pablo crea una nueva religión apoyándose en algunos puntos del cristianismo: Jesús es el hijo de Dios y ha venido a salvar el mundo; el apocalipsis y el Juicio Final están muy cercanos; la fe en Jesús salva.

Las grandes discrepancias entre el grupo de Santiago y Pedro con el grupo de Pablo tienen como objeto el orden social y la posesión de riquezas, además de la deificación, o no, del mesías Jesucristo.

El ebionita o judeocristiano está inmerso en lo que Flavio Josefo llama «alzamiento general de pobres contra ricos». Aguarda lo que Santiago llama día de la matanza, y no deifica a su mesías. Por su parte, el grecocristiano o paulino profesa que la esclavitud y las diferencias patrimoniales son cosas consentidas por Dios, y deifica al Mesías[3].

Mientras que, como ya hemos anotado, el pobrismo y el igualitarismo de Jesucristo no parecen admitir discusión, Pablo impone otro criterio:

Todos deben someterse a las autoridades establecidas […] porque quien se resiste a la autoridad se rebela contra Dios, y los rebeldes se ganan ellos mismos su condena[4].

Para Pablo lo importante es en qué crees, más que quién eres, y establece una revolución  contra el judeocristianismo similar a la de Lutero contra el catolicismo o a la del metodista Wisley contra el anglicanismo; de tal modo que ese nuevo cristianismo tomó cuerpo a partir de los años 150-160.

Ahora, yéndonos al pagano —y pronto se reconoce—es aquel que adora las imágenes simbólicas de cristos, vírgenes y santos como se adoraba el panteón de dioses de la antigüedad romana o griega. Apenas hay en él doctrina cristiana ni comunidad de creyentes ni atiende a misterios de salvación. Son las imágenes las que exaltan su fervor religioso, pero un fervor pagano: de petición de amparo, de rogatorio de sanaciones, de adoración desbocada propio de los antiguos ritos de la fertilidad. Por ejemplo, el fervor que concita la Virgen del Rocío, las procesiones para pedir que llueva etc. Doctrina, institución eclesiástica y ritos y exaltaciones se solapan, se dan la mano en el catolicismo. ¿Cuál te atrae más?


[1] https://www.arte.tv/es/videos/RC-020461/el-origen-del-cristianismo/

[2] Capítulo II, versículos 14-16

[3] Escohotado I, pág. 142

[4] Romanos 13: 1-3

DIOS. EXISTENCIA Y CONSISTENCIA


¿Es la existencia de Dios una necesidad lógica? ¿Es el mundo una creación divina o es Dios una creación humana?
Tratar de demostrar la existencia de Dios ha sido un tema recurrente en el pensamiento occidental. Tal existencia resulta inextricable desde una óptica científica, por lo que tales esfuerzos parecen baldíos. En ese sentido, las “pruebas” más sólidas son las de san Agustín o santo Tomás de Aquino. En esencia, vienen a decir que todo tiene su causa y que, por lo tanto, ha de haber un dios causante del mundo. Otras “pruebas”, aún más antiguas, hacen referencia a la necesidad de que exista lo perfecto o que exista el ser omnipotente y omnipresente… En cualquier caso, Dios ha existido en la mente y en el corazón de las gentes desde que comenzó la singladura humana.
También se ha echado mano de los milagros para probar su existencia. Tales supuestos milagros probarían la existencia divina, alegaron históricamente muchos fervorosos creyentes. Sin embargo, los no creyentes apelan a la lógica de que lo inexplicable no tiene por qué ser milagroso, que solo pone de relevancia carencias en nuestros conocimientos, o, simplemente califican a los milagros como engaño.
Un razonamiento encuadrado en el marco causativo es el siguiente: «Si todo está en movimiento, alguien lo ha debido poner en marcha» (lo cual nos lleva a un bucle regresivo y reiterativo: ¿quién puso en marcha ese alguien que lo ha puesto en marcha?), que alude a la existencia de un relojero que alguna vez hubo de poner el reloj en funcionamiento. Cierto es que se puede objetar: «¡y si siempre ha estado el reloj en marcha!», es decir, «¡y si no es necesario el relojero!», o dicho de otro modo, «¡y si el reloj y el relojero son lo mismo!». La Ciencia, con no muchas excepciones, se ha puesto siempre al lado de esta posibilidad. Spinoza, Newton, Einstein, fueron partidarios de considerar la obra y manifestación del mundo como el dios mismo. El reloj es también el relojero. Tal afirma el panteísmo, que proclama la identidad sustancial entre Dios y el mundo.
Pero el panteísmo tampoco explica gran cosa, pues tan solo «considera sobrenatural el conjunto de lo natural». No nos dice si hay atributos divinos, ni si hubo un comienzo, ni tan siquiera si existe una finalidad… Quienes entienden que la cuestión es de solución imposible, quienes creen que no se puede probar la existencia ni la inexistencia divina; toman el camino más corto y “evidente”, la solución menos engorrosa, la de reconocer a Dios en la cara del mundo. Pero este Dios del panteísmo es no-religioso, aunque se le considere sobrenatural en el sentido de estar por encima de nuestros supuestos y conocimientos.
La opción religiosa, en cambio, es la de un dios antropomorfo. En el Génesis se nos dice que Dios nos hizo a su imagen y semejanza (aunque siento más probable que hayamos sido nosotros quienes hayamos hecho un dios a nuestra imagen y semejanza). La consistencia de tal Dios —con tales humanos hechos a su imagen y semejanza— es grande, tanto que desde una antigüedad muy remota la tomaron para sí un gran número de religiones. Esto es, que el hombre es una creación especial y singular en todo el Universo, una creación dotada de alma, y que el alma es, por esencia, una parte divina. Así lo aseveran las principales religiones de Oriente y Occidente. Lo cual conduce a aseverar que: Dios nos hizo semejantes a él porque somos una parte suya. Por tales razones, el alma, esa parte divina, ha sido siempre base de las especulaciones acerca de la divinidad, aunque difieran en cuanto a las circunstancias de la unión y encuentro entre alma y materia, entre alma y cuerpo.
Por mi parte, mirando el bosque desde fuera y desde lejos —desde mi agnosticismo—para poder ver el árbol, creo que el valor de Dios (de que Dios exista) no se encuentra en las explicaciones lógicas acerca de su existencia o de su esencia, sino en los sentires y satisfacciones que proporciona creer que existe, de los beneficios de creer en su existencia. Ahora bien, Dios es también un producto que los hombres manejan, por lo que es fácil que se provoquen catástrofes en su nombre. La influencia de la religión y, por tanto, de creer en Dios (en un ser divino adornado de poderes y cualidades supremas que puede operar sobre el colectivo y sobre el individuo de manera separada e independiente) ha sido siempre de gran importancia en el discurrir del hombre. La religión puede utilizarse para crear una sociedad servil, para establecer un aprisco religioso obediente y temeroso, subordinado a unos pocos. Tal ha sido su principal cometido a lo largo de la historia. Ahora bien, para el individuo —y me refiero al sujeto que es capaz de pensar y juzgar y sentir por su cuenta y riesgo—, Dios puede ser la figura de un amigo íntimo, puede ser un consuelo para el penar diario, puede ser —siguiendo el ejemplo de Jesucristo—una figura de bondad y justicia, puede reportar un gran bien a tales individuos. Cierto es que un grupo religioso bien comandado y dirigido también puede aportar a sus miembros los dones dichos en el caso del individuo. Para ello resulta necesario que esos dirigentes, los llamados mediadores de la divinidad, o, dicho con claridad, las élites eclesiásticas, no estén sujetas a grupos de poder o riqueza ni que ellas mismas los ambicionen (exigencia harto difícil, lo sé). Porque otro papel clásico de las religiones ha sido la construcción moral de una sociedad, y ahora que se están intentando destruir todos los valores y que el engaño, la mentira, el fraude, la locura, se erigen como modelos de comportamiento, ahora, digo, una moral firme, segura, es más necesaria que nunca.

En estos tiempos tan revueltos, donde la agitación de los espíritus está produciendo extrañas formas de locura, tal vez sea necesario un firme timón, o, tal como hizo Ulises, tal vez necesitemos de un palo mayor al que atarnos ante el embate de enloquecedores cantos de sirena y de la furia de destructores vientos. Tal vez, en esta extraña odisea a que nos conduce el mundo moderno, aquel monstruoso remolino, Caribdis —que Ulises sorteó con quebranto de sus naves—, venga bien representado por la agitación de las redes sociales que tratan de destruir toda embarcación que cruza por el estrecho de la Discrepancia. Desde una posición agnóstica, digo, una moral religiosa puede ser una tabla de salvación, un hito por el que guiarse por la singladura de la vida.
Ahí, también, la figura de un Dios puede resultar muy beneficiosa.

El chivo expiatorio

En prácticamente todas las culturas de la antigüedad se sacrificaba un animal a los dioses con el fin de ganar su benevolencia o aplacar su ira. En algunas de ellas el sacrificio era humano, generalmente de los enemigos, pero en algunas ocasiones se sacrificaban a los propios familiares para conseguir que los dioses  fueran propicios. Tenemos los ejemplos de Agamenón, que sacrificó a su hija Ifigenia para que la guerra contra Troya fuese un éxito; y tenemos a Abraham, que iba a sacrificar a su hijo Isaac para satisfacer a su dios Yahvé.  Los tales sacrificios se concretaron más adelante en el propósito de la expiación de las propias culpas ante el dios. El sacrificante quedaba libre de culpa, haciéndola recaer en el animal sacrificado. El quid argumental del cristianismo reside en que la muerte de Jesucristo fue un sacrificio para expiar a la humanidad de su pecado original.

Ahora bien, Yahvé detuvo la mano de Abraham y le ordenó poner en la pira del sacrifico un carnero. Tal vez de aquella expiación provenga  la fiesta judía del chivo expiatorio:  el sacrificio de un chivo  sobre el que se descargan todas las culpas del pueblo judío.  Sin embargo, el chivo expiatorio,  en nuestra cultura, ha pasado a significar a la persona o al grupo de personas sobre las que se hace recaer culpas ajenas con el fin de exonerar a los verdaderos culpables. Así, podemos decir que los judíos fueron el chivo expiatorio de los nazis.

Todo sistema político totalitario procura tener un enemigo «infame» a quien culpar de todos los males que sufra la sociedad. Tienen la necesidad de tener a mano un chivo expiatorio hacia quien desviar la ira y la indignación social. En el mundo cristiano clásico tal chivo expiatorio siempre fue el pueblo judío, aunque es cierto que el odio contra los judíos empezó antes. Un siglo antes de Cristo, en Alejandría, se produjo el primer pogromo contra los judíos, una matanza contra los que poseen un dios en propiedad. Pero fue la Iglesia cristiana la que empezó a perseguirles con saña. San Pablo (que era judío) declaró que el judío era enemigo de todos los hombres, y con esa declaración comenzaron las persecuciones. San Agustín, en La ciudad de Dios, recomendó respetarles la vida pero despreciarles. De tales declaraciones de esos padres de la Iglesia nació el odio de los cristianos contra los judíos. Un odio que se ha extendido hasta nuestros días.

Las Cruzadas acabaron en Europa con la mayoría de los judíos, bien dándoles muerte, bien causando su huida hacia otros territorios. En España y unos siglos más tarde, se remató la faena con la expulsión decretada por los Reyes Católicos. En fin, que Europa occidental se quedó sin chivo expiatorio. Entonces empezó la caza de brujas: las mujeres se convirtieron en el nuevo chivo expiatorio. En Alemania casi 50.000 mujeres fueron presa de la hoguera. En España, en cambio, nos dedicamos más a los conversos. La Santa Inquisición se empleó a fondo contra los marranos, judíos que se convirtieron al cristianismo evitando su expulsión. Lo cierto es que tanto en el caso de los judíos como en el de las brujas, detrás del odio inquisidor se escondían motivos de rapiña, pues las Iglesias se apoderaban de los bienes de los ajusticiados.

Los regímenes comunistas han tenido chivos expiatorios muy variados. Los principales chivos expiatorios de Lenin y Stalin fueron los campesinos. La sustracción de las cosechas causó más de veinte millones de muertos de hambre durante los diez años posteriores a la Revolución. Stalin se empleó con saña contra los ucranianos en lo que se ha denominado el Holodomor: una hambruna causante de siete millones de muertos. Comunistas rusos y ucranianos no se olvidaron tampoco de efectuar  pogromos contra los judíos con harta frecuencia. El dirigente comunista chino, Mao, a falta de judíos a quien culpar, tomó como chivos expiatorios a los intelectuales. Varios millones de maestros, profesores, periodistas, escritores, fueron ejecutados durante la llamada Revolución cultural china. En Camboya, Pol Pot liquidó a una cuarta parte de la población de ese país, muy especialmente la que vivía en ciudades. Con los comunistas en el poder, los urbanitas se convirtieron en el chivo expiatorio. Los que no fueron asesinados tuvieron que asentarse en el campo, en campos de concentración, valga la redundancia.

Y todo el mundo conoce que el gran chivo expiatorio de los nazis, siguiendo la tradición europea, fue el judío. Seis millones de ellos murieron en gaseados en los campos de concentración. Tras la guerra cesó el antisemitismo, pero parece haber vuelto a la actualidad y haberse encarnado en una parte de la izquierda europea, que ya no tiene solo al capitalismo como chivo expiatorio de todos sus males, sino que ahora forman también parte de él los judíos y el Estado de Israel.

El gran chivo expiatorio de la izquierda mundial es el capitalismo. Todos los males que afligen a la humanidad son, según ellos, culpa de ese demonio llamado capitalismo o democracia liberal. De ese modo la izquierda queda sin pecado alguno, pura y sin responsabilidad. Incluso cuando la izquierda comunista toma el poder en Cuba, Venezuela, Nicaragua o en cualquier otro Estado de los que han sacrificado millones de personas en el altar comunista, además de haber traído la miseria y la aflicción a poblaciones inmensas, la culpa —según los representantes de la izquierda— sigue siendo del capitalismo y la democracia liberal.

En España estamos muy acostumbrados al uso del chivo expiatorio por parte de este gobierno. Además del capitalismo, el gobierno nos señala que los culpables de los diferentes los males que nos afligen son Franco, la derecha, la guerra de Ucrania, el COVIT, los jueces, el rey, los ricos, el cambio climático…

En verdad, ¡no hay nada tan eficaz como tener un chivo expiatorio a mano!

Religiosidad: ventajas y desventajas

Frecuentemente con ignorancia y soberbia, los que se tildan de antirreligiosos se mofan de los creyentes y les achacan cerrazón moral, infelicidad e hipocresía. Estos últimos, a modo de respuesta,  tienen contra aquellos toda clase de prejuicios y toda suerte de precauciones. Pero el bienestar de cada individuo puede ser venturoso, independientemente de su cercanía a la religión. En realidad, toda adscripción ideológica, como todo compromiso que se adquiere libremente, puede tener sus pros y sus contras, sus ventajas y sus inconvenientes. Esbozo a continuación aquellas que, a mi parecer y en un sentido u otro, tienen aquellos que siguen dictados religiosos.

Ventajas

  1. La creencia en la Vida Eterna aminora la angustia de tener que morir, pues no en vano el deseo de  inmortalidad ha sido una constante desde las primeras civilizaciones. También reconforta en gran manera tener la esperanza de que hay otra vida en el más allá llena de gozo. Pensar que allí encontrará a sus seres queridos le reconforta al creyente.
  2. Los creyentes profundos tienen en su Dios a su confidente y salvaguarda, alguien con quien platicar. Incluso puede fluir el afecto. Uno puede dar afecto a esa entidad fantasmal que es un dios, y también sentir que se recibe. Recordemos aquellos versos tan sentidos de Teresa de Jesús: Vivo sin vivir en mí/ y tan alta vida espero/ que muero porque no muero.
  3. La comunidad religiosa ofrece ayuda, sentimientos de compasión y caridad, y una identidad desde donde echar raíces.
  4. La creencia religiosa ofrece una moral para guiar el comportamiento. Las dudas son despejadas, el debate entre razones en la conciencia queda simplificado, honradamente, ¿quién desaprovecharía el saber qué está bien y qué está mal, y el qué hacer en cada momento? Pues todo eso, al menos en parte, lo proporciona la fe religiosa.
  5. No podemos tampoco obviar el remedio psicológico que proporcionan los rezos, la confesión y el pensamiento dirigido hacia una figura celestial que te escucha y que te perdona toda maldad con solo arrepentirse con la suficiente contrición.
  6. Entramos en este punto en el carácter gregario del que los humanos hacemos gala. Si ante un líder hacemos dejación de nuestro criterio y nos sometemos al suyo, es decir, nos ponemos en sus manos, qué no podemos hacer ante la figura de un líder-Dios. El creyente puede caminar sin vacilaciones y puede vencer sus deseos impuros bajo ese liderazgo.
  7. Por todo ello, quien tiene la suficiente fe, suaviza el temor que el mundo presenta para quienes se hayan desamparados de la figura divina. Además, sabe qué abrazar y qué rechazar, quien es su amigo y su enemigo (quien rechaza a Dios). En fin, no son pocas las ventajas.

Desventajas

  1. El temor a las penas del infierno o a la ira de Dios que un creyente puede sentir ante el pecado, pueden llegar a ser angustiantes. La culpa, ese temor al omnipresente ojo divino pueden llevarlo a un martirio diario
  2. La extremada rigidez religiosa, como era usual entre calvinistas y luteranos, pueden secar la alegría del individuo, puede convertirlo en un atormentado que ve pecado en todos los actos de la vida.
  3. Muy corriente es que tales individuos se aparten del mundo y dejen de tener relaciones sociales.
  4. También es muy corriente que se nieguen la posibilidad de disfrutar de una vida gozosa, acorde a la realidad, y que caigan en obsesiones.
  5. El creyente se somete a una doble servidumbre, la de un dios omnipresente y la del grupo religioso al que se pertenece, que observa y juzga su comportamiento en todo instante.
  6. La propia libertad, el juicio sobre las cosas, la conciencia, se encuentran  en el creyente maniatadas. En ese sentido, el religioso actúa como un cobarde que, por miedo, no se atreve a tomar las riendas de su propia vida y enfrentarse a los avatares que ésta presente.
  7. Se rechaza la propia naturaleza, esto es, se rechazan los instintos sexuales y todos cuantos vayan en contra de las creencias que uno sostiene. Así que, para muchos, la vida se convierte en un constante luchar contra las inclinaciones de nuestra naturaleza.

Que cada cual se aplique el cuento.

Pueblos erradicados

Gitanos

Procedentes de El Punjab, en el norte de la India. Salieron a partir del siglo XI. Pertenecían a  las castas inferiores. En España se han dedicado a la venta ambulante, han sido tratantes de acémilas, caldereros, chatarreros, nómadas de lugar en lugar con malabares y circo mínimo con cabra. El honor del clan familiar es defendido a navaja o con recortada. Matrimonios concertados. Ritos de boda y de entierro. Cante y baile. Tradición. Les representa un agravio familiar que uno de sus miembros se case con un payo o una paya. En su deambular por el mundo perdieron su lengua y perdieron su religión, pero no perdieron la cultura del clan. Pelo negro azabache. Muestran poseer alelos muy dominantes para los caracteres físicos. Conozco personas con una dieciseisava parte de sangre gitana que aparentan ser de raza pura. Son reacios a integrarse en la sociedad paya o en ejercer otros trabajos que no sean los tradicionales nombrados. Solo recientemente –y  sobre todo las mujeres—aceptan emprender otros oficios y actividades. Los que estudian más allá de la educación primaria son la excepción, y las chicas que lo pretenden son llamadas prontamente al matrimonio.

Son un ejemplo palpable de cómo se mantiene la cultura, la raza y las normas propias a través de la tradición familiar y de vivir aislados, pues por lo general rechazan el trato con el payo y la inclusión en las estructuras sociales. Se podría decir que sufrieron una erradicación física pero que mantienen los lazos del clan familiar a modo de  raíz cultural.

Judíos

Abraham es su origen; Moisés, quien aporta la clave religiosa: un dios único, propio y exclusivo. El Éxodo, supuestamente llevado a cabo desde Egipto, es la prueba del cumplimiento del pacto con Yahvé, la conquista de la Tierra Prometida. Establecidos en Canaán, con el rey David y su hijo, el rey Salomón, establecieron un reino con gran poder. Cayeron bajo el yugo del imperio Asirio que hizo deportar a parte de la nobleza a Nínive a principios del siglo VIII a.C.  Siglo y medio más tarde, volvieron a sufrir otra deportación que es conocida como “cautiverio de Babilonia”. Durante este cautiverio se escribió el Talmud, su libro sagrado. Ciro el Grande, el emperador persa los liberó.

Esas fueron sus primeras erradicaciones. En el año 70 a.C. se rebelaron contra Roma y como castigo los romanos destruyeron el Templo de Jerusalén y decenas de miles fueron exiliados o vendidos como esclavos. Otra segunda rebelión y otra derrota trajeron una nueva diáspora en el 132 d.C.  No sería la única. Apenas hay nación en Europa que no haya firmado contra ellos decretos de expulsión. Lo hicieron los Reyes Católicos en España con los judíos sefardíes; lo habían hecho previamente –y lo hicieron con posterioridad—los reinos de Francia e Inglaterra, también el reino de Portugal, también los Estados alemanes, e incluso los Estados Pontificios. Más terroríficos aún resultaron los pogromos, el linchamiento de miles e incluso millones de judíos en diferentes partes de Europa.  En la Rusia zarista y en la Rusia soviética se orquestaron contra los judíos verdaderas matanzas. De menor amplitud los hubo también en Polonia, Alemania y Rumanía antes de la Segunda Guerra Mundial. Pero el mayor asesinato en masa lo llevó a cabo Hitler. Seis millones de judíos murieron en las cámaras de gas. Repartidos por todo el mundo, en todo lugar del mundo han sido perseguidos. El grupo mayoritario es el Asquenazi, que habitó durante varios siglos Europa central. Su lengua es el Yidish, mezcla de alemán y hebreo.

En los tiempos de Jesucristo era el arameo la lengua común y el griego la lengua de las élites culturales. El hebreo era la lengua de los eruditos que se ocupan de estudiar el Talmud y la Torá. En ese tiempo ya había más judíos en Alejandría y en la costa sur de la actual Turquía que en Israel y Judea.

Se puede decir que el siglo XX ha sido un siglo judío (Véase mi entrada: Judíos en el siglo XX). No solo destacaron en cualquier rama del saber, sino que, también, fueron los grandes señores de las finanzas  y de las revoluciones a nivel mundial. Casi un 90% de los revolucionarios en la Europa de entreguerras eran judíos. No parece que su genio haya mermado.  Douglas Murray, en La masa enfurecida, nos ofrece una pequeña muestra de ello. Un grupo de estudiantes demandó a la Universidad de Harvard aduciendo que la Universidad había excluido a estudiantes de origen asiático y otros en sus criterios de admisión. Harvard tuvo que revelar que, efectivamente, había habido casos de discriminación positiva porque, en caso contrario, la totalidad de los admitidos habrían sido norteamericanos de origen asiático y judíos asquenazis.

A pesar de la diáspora de los judíos, que se ha prolongado durante más de dos mil años, desde cualquier lugar del mundo, los judíos entonaban el “El próximo año en Jerusalén” al concluir cada Iom Kipur, e día de la Expiación, el día más sagrado para los judíos. Por más de dos mil años, desde cualquier rincón del mundo, la fe en su dios privado, Yahvé,  y la esperanza de volver a establecerse en la tierra de sus ancestros, Israel, les ha mantenido unidos como pueblo. Fueron físicamente erradicados, pero no en espíritu, y la fuerza de ese espíritu sigue actuando.

Amish

Son una comunidad religiosa de credo Anabaptista, originaria de Alemania y Suiza, que a principios del siglo XVIII recalaron en el Estado de Pensilvania, en Norteamérica. En realidad menonitas y huteritas comparten con ellos religión y forma de vida aunque se distribuyen en mayor medida por Sudamérica, África y Rusia.

Los Amish nos llaman la atención por sus normas, costumbres, ideas y formas de vivir, aunque forman 40 grupos distintos y separados geográficamente, y su rigor religioso es diferente de unos grupos a otros. Su lengua es el alemán, tildando a los vecinos norteamericanos de “ingleses”. Algunos de esos grupos, especialmente los de “La vieja orden”, guardan un modo de vida simple, sin lujo, con la misma vestimenta que sus antepasados,  incluso sin electricidad, utilizando la fuerza animal para la labranza y el transporte, y las herramientas de los gremios del siglo XV para la construcción y la carpintería. Podríamos decir que se trata de casi una perfecta sociedad comunista tal como las utopías más favorables la pintan.

Viven aislados del mundo exterior y defienden la humildad, la virtud y el pacifismo. Algunos grupos permiten que los hijos, una vez alcanzada la edad adulta, vivan una temporada en el ambiente inglés, lejos de la cultura Amish.  Luego pueden reintegrarse en la comunidad si tal es su deseo.

Están vedadas creencias que pongan en peligro su forma de vida. Mantener ideológicamente aislado al creyente es un factor primordial para que la comunidad permanezca unida. De hecho,  la misma operación se lleva a cabo entre los judíos y entre los gitanos. También en estos grupos, penetrar en otra cultura o separarse de las normas del grupo conlleva la pérdida del afecto y del amparo del clan familiar. Evitando que creencias foráneas al grupo se asienten en su conciencia, se logra cohesionado el grupo.

En el caso de los Amish es la religión, el modo de vida ancestral y el aislamiento del resto de la sociedad norteamericana la fuerza que les mantiene unidos. Al erradicarse de las tierras de sus ancestros han mantenido la cohesión social y el modo de vida mediante el aislamiento. De no ser por el engrudo familiar, religioso o cultural –mantener la cultura o la religión a toda costa—tanto gitanos como judíos como Amish no existirían como tales. Lo cual no es mejor ni peor, pero aporta variedad cultural al mundo.

Degeneración democrática. Los políticos como problema

El filósofo inglés Locke y el filósofo francés Montesquieau sentaron las bases de la Democracia Representativa según la entendemos. Se representa la voluntad popular en el Parlamento eligiendo periódicamente a  un conjunto de ciudadanos que serán los encargados  de dirimir los grandes problemas sociales y de tomar decisiones que afectan a toda la sociedad representada. Tal es el llamado Poder Legislador. Éste se complementa y equilibra con otros dos poderes, el Ejecutivo y el Judicial.

En este entramado de equilibrios y contrapoderes la Prensa juega también su papel de denuncia. Es reconocida como el cuarto Poder. Obraría, con su atribución de libertad de prensa, como factor replicante a los abusos de los otros poderes y abogaría por su enmienda. También existe el bastión de la llamada Carta Magna, la Constitución, con la pretensión de fijar unas normas básicas, basadas en la razón y el sentido común, que nos mantengan a salvo de veleidades políticas e ideológicas. Cambiarlas exige una mayoría de dos tercios en el caso de España.

Son múltiples las causas que pueden conducir a una degeneración del sistema democrático, y todas ellas tienen que ver con la ruptura del equilibrio entre poderes o con el desprecio de estos hacia la voluntad popular. Por ejemplo, se empieza a degenerar la democracia cuando los problemas de los ciudadanos dejan de ser un problema para los políticos; cuando los medios de información se convierten en brazos del poder político; cuando esos mismos medios pasan a desinformar, manipular y controlar a los ciudadanos; cuando los partidos y corrientes políticas se convierten en clanes mafiosos ocupados exclusivamente en su beneficio personal; cuando esos políticos inventan inexistentes problemas o agrandan hasta el infinito los que pudieran existir; cuando los jefes políticos se convierten en meros capos mafiosos… Y así podríamos seguir y seguir.

Los políticos son el problema

Me centraré en España. Al decir que los políticos son el problema me refiero a que más que solucionar los problemas de los ciudadanos los crean. Digámoslo claramente, una gran parte de la clase política ha dejado de ser útil para la sociedad y toda su labor consiste en tratar de esquilmarla. Pongamos por caso las medidas del gobierno frente a la pandemia del COVIT. Podemos decir que, una de dos, o bien las capacidades de los responsables políticos en esa cuestión son propias de indigentes mentales, o bien han actuado con una irresponsabilidad delictiva a los problemas de los ciudadanos. Recomendaron no llevar mascarilla (porque no habían hecho provisiones de ellas); pasaron a recomendar mascarillas de baja calidad alegando que las buenas podían hacer que la gente se confiara); animaron a una manifestación feminista (que según estudios de la Universidad de Zaragoza aumentó en 24.000 el número de muertos); se desocuparon  de los ancianos recluidos en residencias; no tenían un equipo científico que diera las instrucciones necesarias; ocultaron el número real de muertos; a través de empresas recién creadas por amiguetes de miembros del gobierno compraron tarde y mal material defectuoso que hubieron de tirar a la basura; la protección que tuvieron los sanitarios fue una mera bolsa de plástico… Actuaron como si no les importara en absoluto los muertos sino, más bien, en sacar rédito político dando millones a manos llenas a las cadenas de televisión para que se ocultaran las noticias que les comprometían.

Parece que gran parte de la clase política se haya organizado en clanes mafiosos, con su capo a la cabeza,  en lucha despiadada contra otros clanes. Clanes que suman 600.000 “soldados”, que son los políticos que en España viven a cuenta de hacer política. En esos empeños una de sus tácticas preferidas es crear artificiosamente problemas para sacar beneficio propio de ellos, aunque causen gran descalabro en la ciudadanía. El PSOE es muy hábil en esta táctica. Los problemas, inventados o engrandecidos, están dirigidos a enfrentar a una parte de la población con la otra parte, a crear hostilidad en las propias familias o en las amistades.

Quizás el mayor ejemplo de monstruosidad creado por un problema inventado fue el del Estatuto de Cataluña de 2006. Lo que solo un 6% de la población catalana consideraba relevante o necesario, por mor del entonces presidente de la Generalitat de Cataluña de vestirse con ropajes nacionalistas que tanto rédito había producido al anterior presidente Pujol, desembocó rápidamente en terremoto autonomista en todas las Comunidades de España (nadie quería ser menos) y en el enfrentamiento independentista que hoy sacude la sociedad catalana. ¡Enfrentar a los ciudadanos para sacar nosotros provecho!

Otros casos le van ligeramente a la zaga en cuanto a generar enfrentamiento. Tenemos el caso del vertido del petrolero Prestidge; los engaños sobre el Transvase del Ebro (que han dejado sediento al Levante español y se han perdido 5.000 millones provenientes de Europa para llevarlo a cabo); el sacar a Franco del Valle de los Caídos; la ignominia inquisidora de la llamada Memoria Histórico…; y las Lenguas. El caso de las lenguas propias es escandaloso. Si se piensa que en los años 70 apenas un 5% hablaban euskera en Euskadi y que solo un 45% hablaban catalán en Cataluña, y que ahora, de modo flagante, se pretenda que no se estudie ni se hable español en esas Comunidades, uno se da cuenta de los problemas que artificiosamente crean los políticos en su propio provecho. En alguna comunidad el asunto de las lenguas resulta esperpéntico. Por ejemplo, en Aragón, en la que un navarro ha reunido palabras dispersas por cuatro valles pirenaicos, que alguna vez en siglos pasado hablaron, como mucho dos mil o tres  personas, y tras llamarlo Aragonés, pretenden que lo aprenda de manera obligatoria toda la Comunidad y que se considere la lengua propia de los aragoneses. Pero, claro, cada político busca su nicho, sus dádivas y, si puede, su particular saqueo de las arcas públicas a costa de crear enfrentamientos y daños.

Colapso democrático

Algunas ideologías abogan por provocar directamente un colapso democrático. Tales  ideologías –contrarias a la democracia—tratan, con todos los medios a su alcance, de imponer un sistema totalitario. Una de ellas es el comunismo, y es de  sobras sabido que allí donde se ha impuesto su primera acción es acabar con ella. Fascismo y Nazismo operan en ese aspecto de modo semejante. Pero también otras opciones político-religiosas son enemigas declaradas de la democracia (en términos conceptuales no existe gran diferencia entre una ideología y una religión; la utopía en una y el orden sobrenatural en la otra). Tenemos los claros ejemplos del Grupo Islámico Armado de Argelia (GIA) y los Hermanos Musulmanes en Egipto, que persiguieron ganar “democráticamente” en las urnas para imponer a continuación un Estado Teocrático, un totalitarismo –bajo la Sharia—al modo saudí. Sin embargo, la amenaza totalitaria a que se enfrentan actualmente muchos países hispanos, y España misma, es la del Socialismo del siglo XXI, auspiciada en Venezuela por Chávez, que ha servido de guía a muchos países Latinoamericanos y al grupo Unidas Podemos en España. Su proyecto es acelerar la degeneración democrática hasta que colapse. Así ha sido implementado el socialismo totalitario en Venezuela. Siguen la estrategia de destruir el sistema democrático sometiendo paulatinamente a todos los Poderes del Estado. Aprovechando todos los resquicios legales y utilizando medios ilegales cuando los consideran necesarios, hacen caer en sus manos al poder judicial y al ejército, arrumban la Asamblea Nacional;  inventan nuevas formas de representación que les favorezcan, o simplemente hacen uso del “pucherazo” en las urnas. Tal es el modelo estratégico que sigue de Unidas Podemos en España.

A la sociedad española se le presenta este dilema: o regeneración democrática o colapso.

Historia de España. Fake News y Leyenda Negra

leyenda negra

En cualquier país de Europa se honra a los héroes del pasado con estatuas y monumentos y en algunos lugares con magníficos santuarios donde se les conmemora y se les rinde homenaje por su obra. En España, haciendo bueno el dicho con el que nos popularizamos turísticamente, “Spain is different”, no se les contempla con buenos ojos. (Al menos por una parte de la población, empeñada en destruir valores y en ejecutar revanchas; pero esto es otra historia, volvamos al meollo del asunto)

El caso es que la atrabiliaria fama que achacan a nuestro carácter y a nuestra historia los europeos es asumida por una buena parte de nosotros, los españoles. No hay nada que conmemorar—decimos—y sí mucho de lo que abominar y arrepentirse. (Lo cual es extraordinariamente nocivo para el orgullo patrio, y psicológicamente genera un poso de resentimiento, vergüenza  y malestar; pero ésta es otra historia, volvamos al meollo del asunto).

La mala fama de España germinó en la conciencia de ingleses y holandeses cuando éramos cabeza de un gran imperio y adalides del catolicismo. Temían tanto el poder español que lanzaron a los cuatro vientos la Leyenda Negra de España, que dibujaba el territorio ibérico subyugado por la Santa Inquisición, esparció el escándalo de un supuesto genocidio de nativos americanos, y, por último, lo completaron con un tono burlesco para referirse a una supuesta derrota inmensa de la Armada Invencible a manos de los ingleses. Vendieron tan bien esta mala fama que hasta los españoles nos la creímos.

Pero una vez revisada la historia, se ha demostrado que la única mala fama que nos corresponde es la de no haber sabido vendernos bien, contrariamente a lo bien que se venden siempre ingleses y franceses. Porque la Leyenda Negra con que nos tildan no contiene otra cosa que Fake News o Bulos.

En primer lugar, las actuaciones de la Inquisición española están documentadas y sus condenas apenas superaron las 3.000 durante varios siglos, presentando el tribunal mayores garantías que los tribunales ordinarios. En cambio, la Inquisición alemana quemó 50.000 supuestas brujas en unos pocos años. (Las posesiones de las brujas pasaban a manos del obispo). ¡Qué decir de Francia, donde la institución nació!  La herejía albigense fue pasada a cuchillo: 15.000 muertos; la Noche de San Bartolomé (24 de agosto de 1572) fueron ajusticiados en París 3.000 hugonotes; a lo cual hay que añadir otros 4.000 contabilizados en distintas épocas y varias matanzas y expulsiones de judíos. Henry Kamen, en La Inquisición Española: Mito e Historia, nos ofrece más datos de la acción inquisitoria: Suiza: 10.000 ajusticiados; Escandinavia: 5.000. ¿Inglaterra?: sangrientos pogromos contra los judíos después de la Peste Negra; persecuciones contra los católicos con gran número de muertes, no contabilizadas; persecución contra los puritanos posteriormente…

genocidio1

El segundo gran bulo: el genocidio de indios en América. De esto ya he escrito con suficiente amplitud en la entrada Simplismo Ideológico II, (viruela) así como en la entrada anterior a ésta. Baste añadir que los indios[1] estaban exentos de la acción de la Inquisición; que Jerónimo, el héroe indio contra las matanzas que llevaban a cabo los norteamericanos hablaba español; que la Florida española era un refugio para los esclavos que huían de os británicos; y, por último, las palabras de Erasmus Dawin, abuelo de Charles Darwin, acerca de la acción de la corona española en América:

«En mis viajes por el inabarcable imperio español he quedado admirado de como los españoles tratan a los indios, como a semejantes, incluso formando familias mestizas y creando para ellas hospitales y universidades, he conocido alcaldes y obispos indígenas y hasta militares, lo que redunda en la paz social, bienestar y felicidad general que ya quisiéramos para nosotros en los territorios que con tanto esfuerzo, les vamos arrebatando. Parece que las nieblas londinenses nos nublan el corazón y el entendimiento, mientras que la claridad de la soleada España le hace ver y oír mejor a Dios. Sus señorías deberían considerar la política de despoblación y exterminio ya que a todas luces la fe y la inteligencia española están construyendo, no como nosotros un imperio de muerte, sino una sociedad civilizada que finalmente que finalmente terminará por imponerse como por mandato divino. España es la sabia Grecia, la imperial Roma, Inglaterra el corsario turco.»

El tercer gran Bulo: la derrota de la Armada Invencible y el triunfo de la Contra-armada inglesa.

La supuesta derrota de la Gran Armada española (1588), a la que los ingleses siempre se refieren burlonamente como la Armada Invencible, supone el culmen de los logros de Isabel I de Inglaterra. La victoria naval de Inglaterra convirtió en iconos a Sir Francis Drake y sobre todo a la misma Isabel I, la Reina Virgen. Pero la historiadora Lucy Worsley, en un documental de la BBC titulado Royal History’s Biggest Fibs ofrece otra versión muy distinta. Según esto, la historiografía británica en este asunto es un auténtico fake news, y que el auténtico fracaso no fue el de la Gran Armada española sino el de la Contra Armada enviada por Isabel I en 1589 contra España.

Las dos primeras mayores pérdidas de la Armada se las produjo ella misma. Una colisión dentro de la flota española permitió a Francis Drake capturar una de las naves dañadas, El Rosario. Eso hizo que prodigaran las baladas populares británicas, que se hiciesen cuadros conmemorativos, que se inventasen anécdotas del poder inglés, que se organizase una gran procesión por Londres, conocida como el desfile de la victoria, y que quedase en la imaginería popular el gran triunfo inglés sobre la poderosa España.

La realidad fue otra: Por un lado, que la Armada tuvo que emprender su regreso a España a causa de los temporales y que 22 barcos se hundieron en tormentas a lo largo de la costa de Escocia y de Irlanda. No fue ni la reina ni sus naves las que suministraron el golpe decisivo a la Armada Española, fue el tiempo. Por otro lado, que la reina no tenía dinero para pagar a los marineros de su armada y que a finales de 1588 más de la mitad de ellos habían muerto de enfermedades y hambre.

Pero siguió otro bulo mayor que el de la Armada Invencible, el de la Contra Armada. En 1589, Sir Francis Drake lanzó un ataque contra España. Sus órdenes eran que destruyera todo lo que quedaba de la flota española, que invadiera Portugal, que entonces pertenecía a España, y que pusiera a un rey portugués en el trono. Y esta sí que fue un absoluto fracaso[2].  Más de 20.000 hombres, más de las cuatro quintas partes de la expedición, perdieron la vida en la empresa. Lo cual se ocultó o tapó mediante el engrandecimiento de una supuesta victoria sobre la Gran Armada española que no tuvo lugar.

En fin, se ha de concluir que los ingleses han sabido crear un orgullo nacional a costa de bulos y tapando las realidades adversas, mientras que los españoles aprendimos muy pronto a lanzar piedras contra nuestro propio tejado, y en eso seguimos.

 

 

 

 

 

 

[1] Javier Esparza: La guerra de los virus

También sobre esto hay estudios incontestables. Desde muy pronto se pensó en la viruela; se cree que la introdujo en América un esclavo negro de Pánfilo de Narvaéz, hacia 1520, y se sabe que hizo estragos en Tenochtitlán. Cuando Pizarro llegó al Perú, encontró que la población estaba diezmada por la viruela mucho antes de que ningún español hubiera asomado por allí la nariz: el virus había viajado por selvas y cordilleras a través de los animales. Estudios posteriores, como el del doctor Francisco Guerra, señalan sobre todo a la gripe porcina, la llamada “influenza suina”, como causante de la mortandad indígena a principios del XVI. El hecho es que los indígenas americanos, que habían vivido siempre aislados del resto del mundo, recibieron de repente y en muy pocos años el impacto combinado de todos los agentes patógenos difundidos por los buques europeos, sus cargamentos, sus animales, sus pasajeros. Un investigador de la Universidad de Nueva York, Dean Snow, precisa que la gran mortandad no tuvo lugar en el siglo XVI, sino después, cuando empezaron a llegar niños, es decir: tosferina, escarlatina, paperas, sarampión; fue letal. Del mismo modo que los primeros establecimientos españoles en América fueron diezmado por las fiebres, así también los indios, en gigantescas proporciones, fueron diezmados por los virus. Virus que sus cuerpos desconocían y que no pudieron resistir. ¿Recordamos algún caso más reciente? Entre los años 1918 y 1919, la llamada “gripe española” causó la muerte de más de treinta millones de personas en todo el mundo. Lo de América no fue inusual.

Los estudios de los últimos treinta años son prácticamente unánimes: hubo ciertamente altas cifras de mortandad entre las poblaciones amerindias, pero las cifras se reparten por igual entre los indios aliados de los españoles y entre sus enemigos, y aún más, las cifras de mortandad entre los propios españoles son, proporcionalmente, más elevadas aún que las de los nativos. Es decir que la mortandad es cierta, pero no el genocidio.

Hoy ningún investigador serio discute que la causa principal de la mortandad entre nativos y entre españoles fueron los virus: los indígenas cayeron a mansalva bajo el efecto de enfermedades que los españoles llevaron consigo y que en aquel mundo eran desconocidas, mientras que los españoles quedaban aniquilados por enfermedades tropicales –malaria, dengue, leishmaniasis, tripanosomiasis, etc.- que no sabían cómo tratar. Ya hemos citado el caso del Perú: cuando llega Pizarro, la población del imperio inca lleva varios años soportando los efectos de una dura epidemia de viruela mucho antes de que ningún español hubiera asomado por allí el morrión. Otro dato: cuando Hernando de Soto se encuentra con la misteriosa Dama de Cofitachequi, en la actual Carolina del Sur, lo que halla a su alrededor es un poblado convertido en necrópolis por el efecto de las enfermedades. La llegada a las Indias de los primeros niños europeos, con su carga de varicelas, sarampiones, paperas y demás, fue más letal que cualquier ejército. Mientras tanto, las expediciones de Bobadilla, Ovando y Pedrarias, por ejemplo, contabilizaban hasta un 50 por ciento de bajas mortales apenas dos meses después de haber desembarcado, los de Pizarro caían fulminados por infecciones, etc. Los avances de la Medicina en el último medio siglo han permitido explicar numerosos episodios de este género. Es asombroso que aún hoy tantos historiadores sigan renuentes a introducir el factor médico en sus narraciones de la conquista.

De manera que hubo, sí, una mortalidad mayúscula de indios en América, pero no fue un genocidio. Un genocidio requiere que haya voluntad de exterminio. Eso no pasó en la América española. Pasará después en la América anglosajona, que sí ejecutó proyectos de exterminio deliberado de la población indígena. Esa misma América anglosajona que ahora maldice a Colón y los españoles.

 

[2] El año pasado el historiador Luis Gorrochategui –autor del libro Contra Armada. La mayor catástrofe naval de la historia de Inglaterra, publicado por el Ministerio de Defensa y en inglés por Bloomsbury– defendió en el primer congreso internacional La Armada Española de 1588 y la Contra Armada Inglesa de 1589que la reina de Inglaterra había perdido su particular guerra contra Felipe II. Afirmó que toda la versión oficial inglesa era completamente falsa. De proa a popa. Y que, además, se ocultaba que la Contra Armada británica fue un desastre absoluto con miles de muertos en mar y tierra. La BBC, a raíz de esa polémica, encargó el reportaje que forma parte de una miniserie de tres capítulos sobre falsedades históricas. Su conclusión es que el relato oficial de lo ocurrido con la Armada Invencible fue “un poderoso legado que fue manipulado por monarcas, artistas y políticos [británicos] durante siglos”.

 

El Retorno del Dogmatismo

 

El poder tiránico y el fanatismo ideológico o religioso suelen ir de la mano. Juntos, han desatado buena parte de los males que han jalonado la historia humana. Hay muchos tipos de pensamiento, lógico, mágico…, el pensamiento al que me refiero ahora es dogmático. Bajo su égida tiránica, su credo es dogma para todos, es verdad incontestable y revelada.  Para velar por el acatamiento al dogma los cristianos tuvieron al Santo Oficio, los comunistas crearon los Gulags y ejercieron los fusilamientos.

El dogma parecía ser cosa del pasado –no así en los países islámicos, Cuba y Corea del Norte—pero ha retornado con fuerza a Occidente. El modo en que el llamado Cambio Climático  antropogénico se impone en los medios de comunicación, en las Universidades y en los centros de investigación científica es altamente dogmático. No solo se anuncia como verdad inamovible sino que se exige el acatamiento a su dictado. Y se exige con la virulencia inquisidora con que se exigía en tiempos pretéritos.

Voy a exponer brevemente tres de los más execrables hechos  de cuantos han jalonado nuestro caminar histórico  han sido la Cruzada de los Niños, el Proceso a Galileo, y los hechos que se refieren al Asunto Lysenko.  Recordémoslos.

cruzada niños

Primero: En 1212, cerca de 20.000 niños siguen a quien dice haber recibido de Jesucristo el mandato de liberar Jerusalén. Esperan que, milagrosamente, el Mediterráneo se abra a su paso. Más de la mitad mueren de hambre en el camino, otros desertan; unos dos mil embarcan en Cerdeña y en Alejandría son vendidos como esclavos a los serrallos sarracenos.

galileo

Segundo: En 1633 Galileo es forzado a presentarse delante del Santo Oficio de la Inquisición para retractarse de su apoyo a la teoría heliocéntrica o copernicana. Galileo hubo de abjurar de sus afirmaciones científicas, siendo confinado en su casa durante los cinco años siguientes.

lysenko

Tercero: En Febrero de 1935, Trofim Denisovich Lisenko, un oscuro biólogo, ataca a los genetistas soviéticos porque “con sus teorías importadas de Occidente están destruyendo la agricultura soviética”, palabras que impactaron en Stalin. Haciendo uso del engaño de conseguir una nueva biología dialéctica y comunista, consiguió llegar a ser presidente de la Academia Nacional de Ciencias Agrícolas, y, durante tres décadas controló las investigaciones biológicas y la agricultura, llevando a un desastre tras otro;  ordenó la destrucción de todos los libros basados en genética mendeliana y llevó a cabo una sangrienta purga de científicos. El conocimiento de la biología desapareció en la URSS, pero ninguna evidencia en contra podía hacer frente al fervor ideológico de quien alegaba que: “La teoría mendeliana de la herencia es falsa por ser reaccionaria y metafísica, y niega los principios fundamentales del materialismo dialéctico”.

En que tuvieran lugar las Cruzadas jugaron factores tales como los juegos de poder de la realeza europea y el papado, los fanatismos religiosos, y  la intención de desprenderse del exceso de población existente, dado el nulo comercio que había y el alto grado de delincuencia, sobre todo, de caballeros segundones. El proceso a Galileo es recordado por representar el dogma frente a la libertad de pensamiento; en aquel caso, el dogma promulgado por la Iglesia Católica, de cuyos representantes salía la verdad indiscutible. El caso Lynsenko sigue siendo ejemplo de la opresión contra la libertad y la razón a que conducen una ideología y un Estado totalitarios como fueron el comunismo y la URSS.

Unos pocos días atrás pudimos ver un abominable espectáculo ofrecido y patrocinado por la ONU a las televisiones de todo el mundo. Una niña de 16 años, Greta Thunberg,  con síndrome de Asperger y Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), lanzando acusaciones contra el mundo por  haber perdido su infancia, y apocalípticos mensajes sobre el extinciones masivas y otros cataclismos universales debidos al CO2. Parece como si el Dios de la naturaleza le hubiera hablado y encargado de lanzar una Cruzada contra el demonio del Cambio Climático. Al día siguiente vimos (aquí en España) decenas de miles de niños –muchos  de los cuales no han alcanzado aún la pubertad—clamando por embarcarse en la nueva Cruzada por el Cambio Climático.

 

Véase la claridad mental de Greta Thunberg cuando no tiene los papeles delante.

https://twitter.com/i/status/1177845092289261568

La Iglesia luterana sueca afirma que Greta es la sucesora de Jesucristo en nuestro tiempo.

 

Sin entrar ahora en la verdad o en el fraude que  encierra esa espiral de locura y dogmatismo, esa nueva religión llamada Cambio Climático,  el hecho evidente es que, tal como ocurrió con Galileo, tal como hizo el comunismo de la URSS de la mano de Lysenko, los defensores de la existencia del Cambio Climático tratan por todos los medios a su alcance de impedir la libertad de expresión a todo discrepante y lanzan amenazas contra todo aquel que se aparte del dogma del clima, a la vez que ejercen represalias contra cualquier científico que no esté de acuerdo. Es una lucha religiosa que condena al ostracismo al científico heterodoxo, que impide el debate y la circulación de ideas, y que es una brutal amenaza contra el progreso, la libertad y los derechos.

En la imposición de ese dogma trabajan actores muy diversos: El secretario norteamericano de Estado con Obama John F. Kerry, fue uno de los primeros alarmistas, ya nos amenazaba alarmantemente con estas palabras: “Los científicos suponen que el Ártico va a estar libre de hielo en 2013”. La revista Science, entregada, como Nature, a la alarma en cuanto al cambio climático, pregonó que “El presupuesto necesario para el clima es más importante que la Democracia”. Pero otros no se contentan con alarmar y crear miedo injustificado en la población (en otra entrada expondré a qué intereses se debe la locura alarmista del clima), sino que reprimen sin compasión al hereje. Peter Ridd es físico y era profesor de la Universidad James Cook en Australia hasta que lo expulsaron por contradecir el dogma de que los arrecifes de corales estuvieran muriendo debido al Cambio Climático (afortunadamente ganó el juicio). A Patrick Moore, ex presidente y cofundador de Greenpeace no le han perdonado que “El Cambio Climático es una de las mayores estafas de la historia”, tampoco a John Coleman, creador de Weather Channel, también disidente y que elevó el grado de fraude del Cambio Climático al mayor jamás habido. Otras amenazas y alarmismos son aún más preocupantes: el senador demócrata estadounidense Sheldon Whitehouse declara: “Cualquiera que se atreva a negar el Calentamiento Global debería ser enjuiciado y encarcelado”.

La coacción contra el heterodoxo no es menor que la que ejercía la Inquisición, y se basa en el miedo. Es la política religiosa del dogma y el miedo a contravenirlo. En el video siguiente se muestra a una científica del clima declarar ante una comisión del senado norteamericano el miedo que atenaza a los investigadores ante el hecho de decir algo que ponga en cuestión el dogma del clima.

 

https://youtu.be/wYlUrj4Ngpc

 

Se trata de una represión de las libertades de magnitud global, una Inquisición mundial en toda regla dirigida y manejada por la ONU, y que no tiene nada que envidiar al Santo Oficio en su acción represora y en introducir una creencia ciega en las gentes. Y no tiene nada que envidiar a la que condenó a Galileo o al régimen de miedo que, entre los biólogos, instituyó Lysenko en la URSS, y que trata de fanatizar a los jóvenes y hacerles acatar el dogma del clima, cuyas oscuras pretensiones se ocultan. El dogmatismo ha vuelto con fuerza y con la intención de acabar con libertades y debates. La nueva Iglesia del cambio climático se ha instituido. Con la ONU haciendo las veces del Papa y el Intergovermental Panel on Climate Change (IPCC) haciendo de Santo Oficio de la Inquisición. También hoy en día los juegos de poder, los intereses económicos y los fanatismos ideológicos, son los principales factores de para que se haya desatado esta Cruzada contra el Cambio Climático. El CO2 no pasa de ser un mero símbolo.

Defender hoy la libertad de pensamiento y palabra es la labor más urgente que debe ocuparnos.

 

 

De la existencia de Dios, la Biblia y los rebuznadores

biblia

Si Dios existiera

Si Dios, en la forma en que lo ha imaginado nuestro deseo, existiera, el absurdo de tener que morir, de un ahora-ser y un luego-no-ser—el absurdo del sin-sentido de la vida—, se derrumbaría. Si tal Dios existiera, todo cobraría un nuevo valor y el morir ya no sería morir sino un vivir de nuevo. Un vivir donde el yo seguiría indemne, vivo; un vivir donde la bondad conmovedora sería rutina; donde el bienestar sería ser; donde los “otros” serían espejos de uno mismo. Si un tal Dios tuviera existencia, la dicha del instante  en que el sediento bebe el agua fresca de un manantial cristalino sería cosa eterna en el inagotable manantial del cielo. En la ardiente zarza de esa vida se consumirían nuestros anhelos, pero no su dicha. Si Dios existiera el absurdo de vivir sería abolido. Mas, me es imposible creer que tal Dios exista y que podamos redimirnos del absurdo que nos rodea. No puedo creer en ese intento de dar-sentido-a-la-vida.

 

La Biblia y los rebuznadores

 

Se dice que el asno rebuzna de gozo. Al asno se parecen quienes se jactan de no haber leído nunca la Biblia. “Ni siquiera un capítulo, ni siquiera una frase”, rebuznan algunos de ellos con alborozo. Los imagino entonces –no puedo evitarlo—blasonados con orejas de acémila, revolcándose gozosamente en el estiércol de su ignorancia. No digo que no-leer-la-Biblia actúe en menoscabo de uno mismo, pero, ¡jactarse de ello! He visto y oído asnos con ese pelaje hablar en nombre de la cultura (cultura que identifican con cuatro simplezas cinematográficas y algún dictado ideológico), alegando que la Biblia es bazofia religiosa; sin sospechar siquiera que la Cultura se fundamenta en gran medida en los Griegos y en la Biblia.

¿Qué hace a la Biblia indispensable?, ¿qué contiene? Contiene, en primer lugar, leyendas y mitos universales. El Diluvio, el Paraíso, el Arca, el Pecado Original, una cosmogonía creacionista, los Héroes fundadores, las luchas entre dioses… Con sus diferencias locales, tales mitos aparecen en todas las grandes culturas y civilizaciones del orbe. Pero contiene también la historia del pueblo hebreo desde sus orígenes arábigos de pastoreo hasta la llegada del conocido como Jesús el Mesías. La historia de un pueblo escogido por un dios único, Yahvé (o Yahveh, o Jehová, o Yahwe, o Yhwh) . Su nomadismo, sus conquistas, sus luchas, sus destierros, sus pecados, sus diatribas morales y las vicisitudes de todo tipo que acontecieron a los israelitas por más de mil años.

A mí me regocijan singularmente las historias-fábulas morales, hermosas todas, terribles muchas de ellas, la de Jonás el Profeta, lanzado al mar por unos navegantes para calmar las tempestades, tragado por una ballena que lo deposita a los tres días en una playa; la del patriarca Abraham, a quien Yahvé ordena ofrecerle en sacrificio a su hijo Isaac como signo de sumisión y obediencia, y que  solo cuando ya estaba dispuesto a hacerlo detiene su mano un ángel enviado por Dios para sacrificar un carnero en lugar de Isaac; la destrucción de las perversas ciudades de Sodoma y Gomorra; la de los hijos de Isaac, Esaú y Jacob, comprando el segundo la primogenitura al segundo por un plato de lentejas; la de José, hijo amado de Jacob, abandonado por sus hermanos en un pozo y que gracias a sus dotes para revelar los sueños llegó a estar a la derecha del faraón de Egipto; la de Onán, a quien Yahvé dio muerte por verter en el suelo en vez de fecundar a la esposa de su hermano muerto; o la de Lot, sobrino de Abraham, a quien sus hijas embriagaron para quedar encienta de él; la de Sansón, el Hércules hebreo, cuya extraordinaria fuerza residía en su pelo… Contiene también un tesoro poético-erótico, el Cantar de los cantares, y el Éxodo: el pueblo israelita, guiado por Moisés, caminando cuarenta años por el desierto en busca de la Tierra Prometida; los Diez Mandamientos, las normas éticas por las que Occidente se ha regido durante dos mil años… No hay línea que no se lea con gozo y no deje  un brillante poso de cultura.

No es menos irremplazable la lectura del Nuevo Testamento, la vida y obra de Jesús el Nazareno. Ni faltan las historias fabulosas en tal libro: Las bodas de Canaan, donde un joven Jesús convierte el agua en vino; la multiplicación de los panes y los peces… Pero el Nuevo Testamento es sobre todo un nuevo código ético, un fundamento moral que sigue estando en boga en el mundo. Algunos pasajes, como la expulsión de los mercaderes del templo,  o la frase de compromiso dar a Dios lo que es de Dios y al hombre lo que es del hombre; No podéis servir a Dios y a las riquezas. Mt. 6-24; es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos. Mt. 19-24, fueron fuente de inspiración y ejemplo para muchos movimientos religiosos que surgieron en Europa a finales de la Edad Media y de aquellos más igualitaristas que florecieron tras de la Reforma luterana. El anabaptista Juan de Leiden, que implantó un reinado de comunismo cristiano en la ciudad de Münster fue uno de estos; y las utopías comunistas, como la de Campanella, expresada en su libro La ciudad del sol, beben también del cristianismo. Pero la fuente de la ética lanzada por Jesús surge principalmente de El sermón de la montaña. Ahí se encuentra el fundamento moral del comunismo, aunque los comunistas no lo sepan.

Pongo fin a esta incitación a leer la Biblia a prevenir a los rebuznadores. Espero que alguien la aproveche.

 

 

 

 

Nuevas religiones, nuevas Inquisiciones

 

inquisicion1

La Inquisición Española tiene mala fama; de crearla se ocupó la Leyenda Negra española que inventaron en Europa luteranos, calvinistas y puritanos. El caso es que la Inquisición ha vuelto en muchas partes del mundo de la mano de la vanguardia feminista, animalista y de revolucionarios de toda clase y condición. Es cierto que obra más sutilmente, que no aplica martirio físico, pero destroza vidas, posiciones, nombre. Está organizada en toda regla como una caza de brujas –brujos, tendríamos que decir más propiamente—contra quienes que no hagan profesión de fe del credo progresista conocido con el nombre de “Lo Políticamente Correcto”. Este credo engloba mandamientos muy diversos provenientes de diferentes religiones. En él se encuentra la religión del Calentamiento Global, ahora también llamado Cambio Climático, que suena menos comprometido y que ofrece mayor realismo. Los estudiantes universitarios, que no distinguen un meteorito de un buey volando, están entusiasmados con la idea de salvar a las ciudades costeras de todo el mundo –y de paso salvar a la humanidad del gran desastre climático y ecológico que se avecina— por el aumento incesante del nivel del mar al derretirse los polos.

greta Thunberg

Su líder más mediático es una chica sueca de 16 años con un historial clínico-mental delicado. Organizan los Fridays for Future, que, claro, desemboca siempre en voceríos contra el capitalismo y la derecha, como es de recibo; la izquierda sabe bien lo que se hace. Bueno, el caso es que su primer mandamiento era “No emitirás CO2 a la atmósfera porque es el responsable del efecto invernadero que hace aumentar la temperatura del planeta”. De ahí se derivó el desmantelamiento de las industrias productoras de dicho gas, o su deslocalización hacia otras regiones del mundo. He dicho que era su primer mandamiento porque ahora lo es este otro: “No emitirás Metano a la atmósfera porque es el causante del cambio climático”. Es decir, ya no es el CO2 el gran culpable, sino que es el Metano y quien lo produce abundantemente: las vacas. Las vacas expulsan metano por la boca y por el ano –también nosotros—y son culpables de casi todo, del cambio climático, de la deforestación e incluso de producir cáncer. Evidencias científicas de que el Cambio Climático se deba a la mano del hombre: NINGUNA; todo lo más hipótesis, especulaciones, algunos datos que apuntan a ello, la prevención del “por si acaso”, pero evidencias, ninguna. Ahora bien, se ha de tener en cuenta que esto es una religión y no una verdad científica, así que la fe es lo que importa. Lo cierto es que nadie que ocupe un puesto de responsabilidad en la Administración Pública o que trabaje en temas relacionados con el medio ambiente se atrevería nunca a declarar que el calentamiento global debido a la mano del hombre es un camelo, perdería su puesto inmediatamente. La Inquisición en este aspecto es tajante.

Otra religión que se engloba en el credo de lo Políticamente Correcto: el Bolchefeminismo con el rostro de la LGTBI. Los artículos de fe derivan de ese engendro llamado ideología de género, que niega la biología de los sexos y afirma que la gente no tiene sexo sino que  puede elegir el género –una construcción cultural—que le apetezca e incluso tener uno para cada ocasión que se presente. En realidad esta religión se basa en el odio contra el hombre heterosexual y a favor de una venganza contra ellos. Uno de sus claros propósitos es acabar con la familia heterosexual, abolir la figura paterna y criar a los hijos comunalmente; otro es el de acabar con la masculinidad; otro es el de que impere el lesbianismo y las mujeres ocupen todos los cargos relevantes de la sociedad. Algunas de las pertenecientes a esta vanguardia proponen que se impida nacer a varones, o, como la profesora canaria Aurelia Vega, concejala del PSOE, que se castre a los niños en el momento de nacer. El bolchefeminismo es quien más fuerza tiene en esta nueva Inquisición. Han conseguido que baste una denuncia de una mujer contra un hombre para hundirle en la más absoluta miseria. Lo hemos visto recientemente con el tenor Plácido Domingo, a quien han vetado varias orquestas porque según la acusadora (30 años después de los supuestos hechos), Patricia Wulf, asegura,  le miraba los pechos cuando hablaba con ella. Pero no es el único, hace poco la Universidad de Harvard destituyó al decano Ronald Sullivan y a su mujer, profesora de derecho, por razones de ideología de género. Bueno, en realidad no son los únicos que han sufrido esta caza de brujos, se han producido centenares de miles de denuncias falsas de acoso o violencia de género en España que han destruido la vida de cientos de miles de hombres. Ya sabe, si se quiere divorciar de su marido y quedarse con todo, denuncie. El caso es que oyendo a las femibolches más significadas uno se da cuenta de que han debido pertenecer a una familia muy desestructurada por el odio que muestran contra el matrimonio heterosexual y contra el hombre en general[1]. Pero si bien se mira no resulta tan extraño, algunos de  los que han ejercido de maestros de la ideología de género inquietan al más templado: Kinsey, masturbador compulsivo y pederasta confeso; Wilhelm Reich, practicaba el bestialismo y murió en un hospital psiquiátrico donde se le diagnosticó paranoia y esquizofrenia; Michael Foucault, sadomasoquista homosexual y drogadicto que intentó suicidarse varias veces; Márgaret Sanger, se desentendió de sus hijos y murió de delirio alcohólico en una clínica; Shulamith Firestone,  defensora del incesto, la pederastia y la supresión de la familia, recluida en una clínica psiquiátrica; Kate Millet, firme defensora de la pederastia infantil, ingresada en una clínica por deterioro mental; Philip Pettit, el ideólogo de cabecera del inefable Zapatero, que proclama que nada de sexos, sino géneros a voluntad. Con tales maestros ¿qué aberraciones nos pueden resultar extrañas? En fin, la Inquisición del bolchefeminismo es hoy en día la más terrible que existe.

Pasemos a una tercera religión, la Animalista. A los animalistas –con esa concepción religiosa suya del sufrimiento—no les afecta que unos animales vivan o mueran sino que sufran[2] quizás porque su aumentada amígdala les produce sufrimiento cuando lo ven o lo perciben o lo imaginan de un acto. Por ejemplo, les importa un bledo que mueran los corderos degollados por lobos, lo que importa es que no muera un solo lobo; les da igual que mueran los visones que ellos liberan furtivamente de algunas granjas-criaderos, lo importante, dicen, es que no sufran; les importa un bledo que se tuvieran que sacrificar a todos los toros de lidia, lo importante es que no existan las corridas. El caso es que la idea del no-sufrimiento-animal es para ellos una idea religiosa como para el cristiano es la idea de Dios o para el comunista es la idea de la igualdad. Esas ideas fulgen en su conciencia y dirigen su acción, creándoles sentimientos contra el que hace sufrir a los animales, contra el ateo o contra el defensor del capitalismo. Cada cual que se deje seducir por la ideología que guste, pero la perversión del animalismo es que se declaran enemigos de todos aquellos que no piensen o sientan como ellos. Se declaran enemigos y se muestran agresivos e insultan y, sobre todo, quieren que se prohíba todo lo que no les gusta en relación a los animales y su comercio. Sus mandamientos son prohibiciones: prohibir la caza; prohibir las corridas de toros; prohibir los animales en los circos; prohibir los animales en los zoológicos; prohibir que los burros o los caballos o bueyes o mulos realicen labores agrícolas o salgan en cabalgatas o fiestas de cualquier tipo…

animalistas

La gran fuerza que muestran estos movimientos  “religiosos” surge de aliarse con la izquierda política y apoyarse mutuamente, sobre todo, con los herederos de la Iglesia Comunista, la que dejó más cien millones de muertos en el mundo tan solo en el siglo XX. Tal vez no se percaten –o tal vez sí—de  que el Comunismo es Inquisición en esencia

 

 

 

[1] Es decir, la agresividad de una minoría muy escuálida de gente desarraigada, con rasgos patológicos, pero con mucho odio ha logrado imponer sus dictados a una caterva de cobardes políticos de todos los colores del espectro solo preocupados por conservar su sillón y evitar enfrentamientos innecesarios.

[2] Lo del sufrimiento es un decir, pues exige tener conciencia, algo poco probable que tengan la mayoría de animales.

IDEOLOGÍAS

 

ideologia

  1. Resultan muy preocupantes las ilusiones cegadoras que las ideologías pueden hacer germinar en la conciencia de las personas. A comienzos de los ochenta las élites de la cultura y de la intelectualidad española –y tras ellas muchos ciudadanos de a pie—no cesaban de alabar el comunismo soviético o el chino. Sartre y Foucault entonaban cánticos a Mao, “el Gran Timonel”, y a su “Revolución cultural”. Foucault también se enardecía de satisfacción con el Ayatolá Jomeini  y la revolución teocrática de Irán. Pablo Neruda dedicó unos encendidos versos a la figura de Stalin. Hoy sabemos que la Revolución cultural china y su “Gran Salto Adelante” dejaron 40 millones de muertos de hambre y cientos de miles de fusilados. Que Stalin dejó morir de hambre a seis millones de ucranianos e hizo desaparecer casi 50 millones de rusos, y ya sabemos lo que ha producido la revolución de los ayatolás en Irán.
  2. Ante cualquier publicación que pusiera en cuestión el comunismo en la URSS o en China, toda esa caterva de ideólogos se lanzaban al cuello del autor como lobos sedientos de sangre. Tal fue el caso con el Archipiélago Gulag, de Alexander Sochevisky. Un escritor, entonces afamado, llego a escribir que en caso de no existir tales campos de concentración deberían crearse para meter en ellos a toda esa “basura” que critica la URSS. Pero tal caterva iba en muchos casos más allá, y justificaban el terror de las matanzas dichas como actos necesarios para la revolución.
  3. Porque tal es otro aspecto de las ideologías: se santifican las revoluciones que se hacen en su nombre. La revolución ante todo y sobre todo. Cualquier sacrificio es poco para seguir adelante con la revolución. Millones de muertos, represión como nunca se había dado en la historia de la humanidad, naciones subyugadas y encadenadas a sus pies. Lo único importante era el dios Revolución. Una absoluta miseria física y moral se hallaba escondida tras el llamado Telón de Acero, el muro de espinos con que la URSS aprisionaba a Polonia, Rumanía, Alemania del Este, Checoeslovaquia. Todo eso era ocultado por la caterva cultural e intelectual europea. Se nos hacía creer que detrás del Telón se ocultaba el Paraíso Terrenal.
  4. Lo peligroso de las ideologías no es que quien se guía por ellas renuncie a tener su propio criterio o que abdique de su propio juicio para conocer la verdad y delegue éste en sus comunicadores ideológicos, lo cual nos resulta ciertamente nauseabundo, no; que uno se convierta un poco más que ganado al que se conduce mansamente por la senda de la vida no es lo más peligroso, no; lo más peligroso es que quien “es” de una ideología puede ser conducido a cometer las abominaciones más espantosas o a aceptar éstas con contento, o simplemente que no las vea porque la luz de la ideología deja la realidad entre sombras.
  5. Al adquirir una ideología se pone uno unos anteojos monocromáticos y unas grandes orejeras. Los anteojos impiden ver la realidad o hacen que se vea deformada y de un color especial; las orejeras, como aquellas que se les ponía antiguamente a los mulos y a las burras, sirven para impedir que el sujeto mire a sitio distinto de donde le indican. En nada se diferencia el fanatismo ideológico del religioso.
  6. mao

ANIMISMO

animismo1

Nos puede parecer que el animismo pertenece a una determinada época de nuestro pasado primitivo. Todavía en la Ilíada, el río, la montaña, los planetas,  son deidades que influyen en el acontecer de los hechos y gobiernan nuestro destino. Sin embargo, el animismo, de una forma u otra, camuflado en ocasiones con novedosos ropajes, sigue vivo en nuestros días, lo que demuestra que poseemos una gran predisposición a creer en él, demuestra que entre nuestras tendencias naturales se halla el animismo.

El animismo es la espiritualización de las cosas inanimadas –objetos, lagos, estrellas, ríos, cuevas, montañas…—, es el considerarles agentes sobrenaturales y el adornarles con caracteres antropomórficos; es decir, el animismo es asignar ánima a los objetos inanimados.

Mircea Eliade, el gran estudioso de las religiones, estudió esa corriente animista en distintos pueblos de la antigüedad.  Señala que, para el hombre primitivo, las montañas, los ríos, los astros, los animales, nuestras vidas… están relacionadas entre sí: todo nace, tiene sexualidad y muere. Todos participamos de un mismo destino cósmico. Las montañas y los ríos nacen, se quejan, sienten dolor, y mueren. El alquimista intenta acelerar en su retorta la germinación del oro que, más pausadamente, realiza la montaña en su matriz telúrica. Cada año el mundo muere y vuelve a nacer, se regenera: así se recoge en los antiguos ritos de fecundidad y en las primeras mitologías mesopotámicas con el descenso de Osiris a los infiernos y su retorno para recomenzar la vida.

animismo3

Pongámonos en la piel  homo sapiens sapiens en los albores de la cultura. Resulta plausible que se dieran los siguientes procesos de pensamiento: un individuo percibe que un acto intencional como lanzar un objeto motiva el movimiento de éste; de una serie experimental semejante deduce un principio: yo causo el movimiento  (yo –mi voluntad—puede causar el movimiento). De la regularidad de estas acciones  infiere que: es necesario un agente causante, una intención o voluntad que causen. Los efectos quedan así asociados con un nexo condicional a un agente y a una intención causal. El movimiento de las aguas de un río, el rodar de una piedra por la ladera de una montaña, la aparición del sol al alba, la disposición variable de los astros, por exacta analogía obedecen a la intención o voluntad de un agente. El río, la montaña, los astros cobran vida, muestran voluntad, intención, ánima.

Ahora bien, la tierra tiembla y desata su ánimo destruyendo vidas, engullendo seres hacia sus profundidades; la montaña puede estallar en cólera lanzando gigantescas lenguas de fuego a grandes distancias; los cielos pueden enviar sus mortíferos rayos, pueden anegarnos con sus aguas incesantes… El hombre primitivo se hallaba al arbitrio y voluntad del descomunal poder de esas entidades. Su vida dependía de la voluntad de esos gigantes, de su ingente poder; y de ahí el ingente temor que esas voluntades le causan. El hombre primitivo sentía que tales seres se hallaban muy por encima de su propio poder, muy por encima de su naturaleza. Son sobrenaturales. Son dioses a los que hay que aplacar.

Conocer la voluntad de esos seres sobrenaturales –conocer el destino—va a ser labor de la astrología y la presciencia.

La astrología nace con ese propósito observando las posiciones relativas de las estrellas y cómo van cambiando con el tiempo. Es una suerte de animismo que todavía está de plena actualidad. Los tarots, las pitonisas, la lectura de las cartas astrales, son negocios bien rentables que cuentan con muchas cadenas de televisión y que disparan su audiencia en época de crisis.

Pero me quiero referir ahora a otra especie de animismo que resulta más refinado en su elaboración. Tiene gloriosos antecedentes en el Panteísmo y el Deísmo, en donde se identifica a Dios con el Universo, y tuvo grandes valedores, como Spinoza y, en buena medida, Newton.  Muchos son los que hoy en día se adscriben a un animismo semejante, aunque no nombren a Dios e incluso se declaren ateos muchos de ellos. Consiste éste en sostener la creencia de que todas las cosas del universo están relacionadas intencionadamente o por nexos de causa y efecto, o por la existencia de una justicia universal a la que todos estamos sujetos. Hablan del Uno y del Todo, y de la asociación mística de todas las cosas, y toman de las Upanishad, un antiguo texto en sánscrito primitivo, todo aquello que constituye la esencia de ese tipo de animismo. De manera general, sus creencias se inspiran en las corrientes de pensamiento orientales, hindúes más concretamente.

animismo2

Algunas de las grandes corrientes esotéricas y místicas que impregnaron la Edad Media eran en su esencia animistas, y la alquimia –esa  búsqueda de la Piedra Filosofal, y de convertir la materia grosera en oro, y de purificar el alma—lo es plenamente. Por cierto, Paulo Coelho, se ha hecho de oro a costa de ese misticismo animista del Todo conectado (recuérdese: “El Universo entero conspira para…); en su libro más famoso, El Alquimista. De él ha vendido decenas de miles de millones de ejemplares.

Parece que lo que está arraigado en prácticamente todas las gentes es la creencia en una conexión moral y justiciera del Universo. En algunos, tal creencia la tienen como supersticiosa, aunque no por eso deja de preocuparles y de cumplir con sus dictados; mientras que, tengo para mí, que una mayoría de gente cree en ella a pies juntillas.

Un autor reconocido, Jesse Bering[i], lo explica perfectamente. Señala que «nuestra existencia psicológica está misteriosamente ligada a un impreciso pacto moral con el universo», que la mayoría de las personas se guían por expectativas de un mundo justo basado en el Principio de reciprocidad; esto es, que solemos creer supersticiosamente en la reciprocidad de las situaciones y en una justicia universal. Ahí se encierra ese el significado de ese dicho tan usual: «Así como actúes con los demás, actuarán ellos contigo»; y también solemos considerar un Dios o un universo justiciero y omnisapiente que preside todos los actos humanos y lleva cuenta de ellos para dar justicieramente a cada cual lo que le corresponde.

De ahí también la creencia supersticiosa que mueve al compasivo: la mano que eche ahora al necesitado me será devuelta más adelante, cuando los azares del destino me coloquen a mí mismo en la situación en que se halla ahora el compadecido.

Este tipo de cosmovisiones místicas se encuentra en la esencia de muchos movimientos religiosos  pero también de movimientos ecologistas e incluso políticos, y muchas de las formas de espiritualidad de nuestros días encubren un soterrado animismo. En su médula aparece un sentido animista del mundo. Y no nos olvidemos de la adoración pagana a las vírgenes y a los santos. Pongamos el caso de la Virgen del Rocío y la veneración que suscita en todo Andalucía. Muchos verán en ella un símbolo de la madre de Jesucristo, pero tengo para mí que en la devoción de la mayoría se atribuye ánima a la talla de madera, que el trozo de madera pintado que la representa es la virgen en persona. En fin, así somos los humanos.

 

 

[i] Jesse Bering, El instinto de creer, Editorial Paidos, 2012, p. 218

Del fanatismo

voltaire

Tengo para mí que la esencia del mal crece siempre en los hontanares del fanatismo; que las grandes desgracias de la humanidad siempre han sido alumbradas y conducidas por fanáticos. Dice la RAE que el fanatismo es   “Apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas”

Para el fanático nada tiene consistencia de verdad excepto su ideal. Para imponerlo a los demás está dispuesto a morir y a matar. El fanatismo es, por lo tanto, una enajenación mental; el fanático ya no lucha por el disfrute de la vida, sino por la idea que le domina. Una idea o una creencia conduce sus pensamientos por un cauce de tan altos muros que ninguna razón es capaz de escapar de él, que todos sus juicios se tienen que amoldar a él, que ninguna otra razón o doctrina o juicio o creencia puede penetrar en él ni evidencia en contra alguna tiene en él cabida.

La Historia ha dado nombre a legiones de fanáticos: Robespierre, Hitler, Moisés, Che Guevara, Juana de Arco, Calvino, Hassan as Sabbah, Osama Bin Laden, Mao… y demás conductores de sectas religiosas y políticas  de toda condición, y también etarras y terroristas varios. El denominador común de casi todos ellos es el gran rastro de sufrimiento y cadáveres que han dejado tras de sí.

En el siglo XXI tres grandes y fanatizados movimientos sociales amenazan nuestros derechos, nuestras libertades y la esencia de nuestra  civilización; lo cual da idea de la irracionalidad humana y de nuestra tendencia al fanatismo o, al menos, a no resistirnos a formar parte de un rebaño que dirija un pastor fanatizado.

Uno de estos movimientos es el Nacionalismo,  que brilló en el siglo XIX y en el XX derivó a esas barbaries que fueron el nazismo y el fascismo. El Nacionalismo alude a derechos territoriales y a sentimientos de raza y superioridad, y la profusión de  banderas y otros símbolos les hacen reconocibles.

Otro movimiento, con mayor auge si cabe en nuestras sociedades, es el Populismo de corte bolchevique. Su idea es acabar con la liberal democracia e instalar a sangre y fuego el Igualitarismo, que no puede ser otra cosa más que un totalitarismo opresor. Ambos, Nacionalismo y Populismo, han aprendido las artes del disimulo y el engaño. Ambos tienen carácter totalitario pero en sus fanfarrias lanzan el reclamo de estar luchando por la democracia, los derechos sociales y la libertad.

El tercer fanatismo que nos amenaza es el religioso del Islam. Su ideal es convertir Europa en una tierra gobernada por la Sariah, la ley islámica. Sorprendentemente, en Cataluña se dan cita esos tres fanatismos, y de seguro que no pasarán muchos lustros sin que choquen entre sí con estruendosa violencia.

El odio es lo que da fuerza al nacionalismo y al populismo para acoquinar y amedrentar a la pasiva mayoría de la población que solo pretende vivir en paz. Pero de este odio y de otros sentimientos escribiré otro día.

Otros fanatismos, como el animalismo o el ecologismo radical, están en boga en la actualidad, pero no parece que representen una amenaza tan grande como la que representan los tres que han sido nombrados.