La marcha de los locos

Cometemos locuras extremas cuando actuamos tribalmente, lo cual ocurre casi siempre que nos relacionamos bajo la bandera de una ideología. No obstante, ciertas locuras destacan a los ojos de una persona curiosa porque no parecen poseer ningún fundamento. Voy a exponer algunas de ellas.

Tres que merecen situarse en lo más alto del ranking tuvieron lugar en el territorio de la actual Turquía. La primera de ellas se conoce como disturbios de Niká, o guerra de las cuadrigas, y tuvo lugar en Constantinopla, la actual Estambul, en el 532 d.C.  (Situémonos en  contexto: Constantinopla era entonces la capital del Imperio romano de Oriente —el de Occidente ya había desaparecido—; la lengua de sus ciudadanos era el griego, y sentían una enorme afición a las carreras de cuadrigas que se celebraban en el Hipódromo de la ciudad. Los clubes Verde y Azul eran los más populares). El caso es que, gratificados por el pan y circo y sin un peligro exterior inmediato, canalizaron su locura —la locura humana—unos contra otros en unos disturbios  de colores que tuvieron como consecuencia  más de 30.000 muertos.

La segunda locura en el ranking es en muchos aspectos un calco de la primera, solo que en vez de clubes de cuadrigas son clubes de iconos religiosos sí o iconos religiosos no. (Nuevo contexto: seguimos en  Constantinopla,  y las nuevas pasiones de los ciudadanos son las discusiones filosófico religiosas. Los dos clubes en disputa: los que defienden que los iconos con la imagen de Cristo son una blasfemia, y los que defienden que hay que adorarlos. Empezó allá por el 700 d.C. y duró, con altibajos, más de un siglo).  El enfrentamiento tuvo sus fases, pero dejó también miles de muertos, entre ellos varios emperadores.

La tercera locura es aún más extraña, pues resulta que en cierto lugar de la Capadocia llamado Derinkuyo se encontró 60 años atrás una ciudad subterránea que pudo albergar 10.000 personas (para más información, véase la entrada VANIDAD  en este mismo blog). Lo increíble es que vivían en cuevas conectadas entre sí ¡formando más de veinte niveles! ¿Por qué de tales estancias? Porque el Mediterráneo fue desde una antigüedad muy lejana lugar de piratas (Cilicia fue su base más importante antes de que Pompeyo les pusiera en vereda), fue lugar de tránsito de muchos pueblos invasores, y lugar de guerras y algaradas, ¡hasta el extremo de que en ciertas zonas sus habitantes tuvieran que enterrarse y vivir como topos! (Mientras escribo estas líneas me viene a la cabeza otra locura extrema, también sin apenas fundamento:  la guerra que tuvo también lugar en el territorio de la actual Turquía, en Troya, donde griegos y troyanos pelearon diez años por motivo del robo de Helena, la mujer del rey griego Menelao, a manos de Paris, príncipe troyano, tal como nos cuenta Homero en la Ilíada).

La historia está por doquier salpicada de guerras, genocidios y miserias. Tal como si la paz, el sosiego, el emprendimiento o la simple rutina fuesen enemigos del espíritu de tribu de los humanos. Tenemos ejemplos recientes de ello. Feneciendo el siglo XIX, el mundo entraba en un periodo de calma propiciado por el progreso tecnológico. Entonces el siglo XX trajo el horror con mayúsculas: dos guerras mundiales y el comunismo, provocaron decenas de millones de muertos y medio mundo se convirtió en una cárcel. El siglo XXI iba a ser el de la paz definitiva, pero en eso, llegó Putin e invadió Ucrania. El espíritu de Hitler, de Mao, de Lenin, de Stalin y de Mussolini, se ha reencarnado de nuevo.

Pero la mayor locura de la «historia» no ha ocurrido, será historia futura aunque ya se gesta, es el neomaltusianismo que tiene como proyecto empobrecer al mundo y acabar con la vida de cientos de millones de seres humanos. En ello están grandes personajes públicos,  y los propagandistas del apocalipsis climático, de la ideología de género y del transhumanismo son quienes van abriendo el camino.

El eje del mundo siempre ha girado fuera de quicio, pero ahora salta por los aires. Sabemos que los locos y las locuras son ahora más peligrosos que nunca —el COVIT nos lo ha enseñado—y sabemos que ahora nos engañan con más facilidad que en cualquier otra época, así que el único consejo válido es el de evitar que te embauquen. Tienes la razón, la lógica, la historia, la información, el conocimiento necesarios para ello. O, si no los tienes los buscas, pues, en resumidas cuentas, la única fuerza que puede detener estas locuras tribales la forman los ciudadanos de clara consciencia.