GENIOS

No se trata tanto de individuos superinteligentes (aunque hablar de inteligencia es meterse en berenjenales de difícil salida) como de individuos de gran capacidad creativa y originalidad. Lo que señala Schopenhauer al respecto resulta ilustrativo: “El talento alcanza lo que nadie puede alcanzar, el genio alcanza lo que nadie puede ver”.  

Entiendo que los genios son clasificables de acuerdo atendiendo al modo en que han adquirido su genialidad, es decir, de la relación que presenten entre lo innato de su genio y lo adquirido, del aprendizaje, las capacidades que ha ido formando y acumulando durante su desarrollo cognitivo y social. En la actualidad y desde las neurociencias, se suele resumir como la relación entre la influencia genética y la epigenética. Y, obvio resulta, facilita la aparición del genio un ambiente cultural e intelectivo propicios, así como el ejercicio de la confrontación intelectual, sobre todo, en la infancia.

A un primer tipo de genios pertenecen aquellos individuos introvertidos, investidos de gran talento, que buscan incesantemente relaciones analógicas y de causa-efecto al contemplar el mundo, y que muestran un desorbitado interés en el ejercicio de labores intelectivas.  Con las relaciones que vislumbra elabora un plano mental sobre el que emite un torbellino de conjeturas acerca de la realidad que percibe. ¡Y añadamos su atención!, pues una vez que focalizan un asunto, no existe para ellos nada más en el mundo.

Podemos considerar a Arquímedes como ejemplo de este tipo. La humanidad le debe descubrimientos tan sorprendentes como la ley de la palanca, el empuje que ejercen los fluidos, un método de cálculo infinitesimal, fórmulas matemáticas diversas, armas para la defensa de Siracusa, y tal vez el mecanismo de Anticitera, que podemos considerar la primera computadora analógica. Nos dice la leyenda que, encontrándose en el baño, percibió que la densidad de su cuerpo disminuía en el agua, saliendo desnudo a la calle al grito de ¡Eureka! en el momento de percatarse del empuje. Tras dos años de asedio y habiendo los romanos conquistado por fin la ciudad de Siracusa, su atención, como si la guerra y la pérdida de la ciudad apenas tuviesen importancia para él, estaba anclada en escribir una fórmula en la arena de la playa, cuando un soldado romano le dio muerte.

Otro buen ejemplo de este tipo es Einstein, buscador incesante de analogías e imaginativo trazador de hipótesis. El caso es que no era muy ducho con el aparato matemático, pues tuvo que valerse de la habilidad de Lorentz, Minkouski, Riemann, Ricci, Christofer para que la Relatividad adquiriese una consistente forma matemática. Pero ¿qué otra imaginación sino la suya idearía el cabalgar sobre un rayo de luz, el caer con un ascensor al que se le han desprendido los amarres, o el de imaginar la luz como corpúsculos que chocan con los electrones de un metal? De tales idealizaciones surgieron la Relatividad Especial y General, así como la explicación del efecto fotoeléctrico. Y su capacidad de atención. En conversación con Lorentz sobre la Relatividad, encendió un cigarro puro que se consumió sin haberlo llevado una sola vez a los labios.

Otro tipo de genios debe su genialidad a una vida intensa y viajera, junto con una gran imaginación y periodos prolongados de análisis y de organización de recuerdos para idear imaginativamente un bello edificio mental. Los genios literarios suelen ser de este tipo. Aunque existen ejemplos en otras áreas del conocimiento.  Por ejemplo, Darwin enfrascado durante buena parte de su vida en labores de acopio de datos y extracción de relaciones. Pero el ejemplo que expongo y que es representativo del tipo es Cervantes, el autor del Quijote. Viaja durante años por toda Italia, Portugal, por Castilla, por Andalucía, pasa cinco años como cautivo en Argel, es encarcelado en cuatro ocasiones y, toda esa vida de aventuras y prisiones, la proyecta en el personaje más célebre y encumbrado en la literatura mundial, Don quijote de la Mancha. Un libro de ideal caballeresco que pretende dar fin a los libros de caballerías, un libro épico, lírico, trágico, cómico, donde los ojos del protagonista ponen máscaras a la realidad, donde se confunden molinos cueros de vino con gigantes, rebaños de ovejas con ejércitos, donde una cabeza de bronce responde a las preguntas que se le hacen, donde algunas gentes que viven en la segunda parte del libro han leído la primera e incluso la parte apócrifa, y donde, incluso, aparece un personaje del Quijote de Avellaneda. Un libro donde la bondad, el amor puro y el ideal caballeresco se enfrentan a un mundo grosero que les vence o les toma a broma. La más genial creación literaria de los siglos.

Existen genios que, con esfuerzo temprano y debido a una fuerte presión familiar, han desarrollado capacidades extraordinarias, como Mozart, Von Newman…, siendo numerosos los de estirpe judía… Pero existe un tipo especial de genios, a los que se conoce como Savant, que, de forma innata tienen aptitudes extraordinarias para el arte, para el cálculo matemático, para tener una memoria prodigiosa, para la memorización de mapas…, teniendo, por lo general, una escasa capacidad intelectual, y siendo una buena parte de ellos autista.

Sin embargo, existió un joven indio, Srinivasa Ramanujan, cuya prodigiosa mente participaba en algún modo de las capacidades innatas de los Savant, pero cuya inteligencia era extraordinaria. Ramanujan era capaz de sumar series de gran complejidad, expresó hasta 3900 fórmulas que no parecen ser producto de una deducción ni haber sido demostradas, fórmulas que ahora se hacen servir para la Teoría de Cuerdas o para el estudio de los agujeros negros. Como algunos Savant, que parecen ser casos de anunciación sinestésica (ven los números en su cabeza, no les hace falta calcular, o ‘ven’ la música en colores…), según Ramanujan relataba, sus logros matemáticos le aparecían en sueños o al despertar, siéndole comunicados por la diosa Visnú, es decir, sus capacidades serían experiencias divinas, epifanías. Cabe preguntarse cómo aparecían en su mente tantas fórmulas extrañas, tantas soluciones a problemas matemáticos complejos, tantas series sumadas. Uno puede elucubrar con la posibilidad de que en las conexiones cerebrales se encuentren contenidas, en latencia, todas las relaciones existentes en el Universo entre la materia y la energía, y que una suerte de singular configuración neuronal las desvelaría, siendo Ramanujan el poseedor de esa configuración. O eso, o bien la interpretación de que la diosa Visnú se las transmitía, es decir, como si por acción divina se entregase a un cerebro humano el misterio cifrado del Universo.

Y otro al que considero un genio, el rumano Mircea Cartarescu, autor del libro Solenoide, aunque mi ignorancia acerca de su vida y de sus fuentes e inspiraciones me impide encasillarle. ¿Por qué considero genio al autor de Solenoide? Porque la complejidad de la obra solo la podría tramar y resolver un genio, y porque utiliza para ello una prosa exquisita, detallista y cristalina. Sería un fatuo empeño por mi parte pretender dar un significado a Solenoide, ni siquiera querer trazar una imagen reconocible de la obra…, ni siquiera un bosquejo. Sí puedo nombrar las quimeras y realidades que circulan por sus páginas. Puedo nombrar larvas, insectos, parásitos, alucinaciones, sueños, quimeras, supradimensiones espaciales y temporales, seres extraordinarios, conjeturas matemáticas, mecanismos esparcidos por diversos lugares de Bucarest donde existe un túnel que conduce a otros mundos, a otras dimensiones y a otros seres. Puedo nombrar un profesor de instituto en una Bucarest comunista, mísera, fría y destartalada; puedo nombrar su infancia, sus relaciones amorosas, el enigma de su diario…Pero nada de cuanto nombre produce una idea, siquiera aproximada, de Solenoide.

Sin embargo, si puedo entrever (y esta es una razón muy particular) una correspondencia entre la obra de marras y el Manuscrito Voynich. Ese manuscrito repleto de extrañas e inexistentes plantas, de planetas y símbolos cósmicos, de mujeres desnudas que parecen ser arrastradas por tubos o canales de fluidos de colores, de señoras gordas bañándose en un recinto con agua verde…, una obra elaborada a comienzos del siglo XV, escrita con un alfabeto indescifrable. En una obra y otra se exhibe un catálogo de fenómenos y seres extraños, en ambos se desarrolla un mundo que solo se percibe mediante ultrasentidos y ultradimensiones, en ambos aparecen naturalezas mudables. Tengo para mí que Solenoide pretende ser el Manuscrito Voynich del siglo XXI, literario, con una prosa clara, excelsa, que describe al detalle los seres más extraordinarios.