EL NOMBRE Y LA PALABRA

“Quien sabe el nombre de una cosa la posee”, reza un antiguo adagio. De esa magnífica intuición fueron partícipes casi todos los pueblos de la antigüedad. Los egipcios y los mesopotámicos tenían, además del nombre de uso común, un nombre oculto. Entrar en el conocimiento de ese “otro” nombre facultaba el poseer su alma y voluntad. También los gnósticos tenían que dar fe de su nombre secreto —escrito en su abraxas— en el momento de traspasar los límites de los cielos guardados por los arcontes. El gran Ibn Arabi, el mayor maestro del sufismo (murciano de nacimiento), otorga 100 nombres al altísimo; de 99 de ellos da cuenta, atribuyéndoles diversas manifestaciones divinas, pero el nombre número 100 es ignoto para la humanidad. El humano que consiguiera saber tal nombre se haría igual a Dios.

Hay razones neurológicas para afirmar que quien sabe nombrar una cosa la posee cognitivamente. Pondré un ejemplo: aunque me enamora la música clásica, no puedo “conocerla” (no puedo siquiera recordarla) porque no sé distinguir un adagio de un allegro, un “la” de un “si bemol”, un acorde de otro, un compás de otro, el “do” de un violín del “do” de una flauta… El día que consiga ese conocimiento, seré capaz de rememorar una frase musical, de estudiarla, de recrearme en ella, de extenderla… seré capaz de nombrarla. El nombrarla con propiedad es conceptualizarla, es decir, es ponerle una etiqueta que hace de enlace con conexiones neuronales de los conceptos relacionados con la cosa, es adquirir un gran conocimiento sobre lo nombrado. Así que, en ese sentido, nombrar una cosa es entrar en su conocimiento; es, más que una cuestión lingüística o prosódica, una cuestión cognitiva.

En un párrafo de Heidegger se menciona a la poesía como la fundación del ser por la palabra de la boca… Dicha función creadora de la palabra no es novedosa. Es otra magnífica intuición que aparece en el Génesis, en la mitología griega, egipcia, sumeria y en gran número de mitologías de todo el orbe. Algunos libros, como el Corán o el Talmut, no es que representen la palabra divina, es que son la palabra divina; no es que solo sean la palabra divina, es que son la divinidad. De ahí el empeño de toda una vida de los cabalistas (también ciertas ramas sunníes y shiies, así como el judaísmo en su conjunto) en descifrar el sentido oculto de la palabra divina, de ahí que rastreen el talmut o el corán del derecho y del revés, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, en diagonal y en vertical, alternando las letras, configurando ecuaciones numéricas con el valor de sus números… buscan poseer el poder creador de la palabra.

¿Por qué desde muy antiguo se ha otorgado ese poder creador a la palabra? Creo intuir alguna explicación de orden neurológico. Existe un mecanismo neural que “almacena” las palabras en el cerebro en relación a su tono, a su prosodia, a su semántica, a su semejanza fonética con otras palabras, a la semejanza de forma del objeto o función que designa, a las categorizaciones a las que pertenece dicha palabra. De esa concatenación casi infinita surge el poder creador de la palabra. Ésta no sólo sirve para articular el pensamiento, sino que evoca a borbotones el pensamiento. Pongámonos delante de una cuartilla en blanco. No sabemos qué escribir. Pongamos una palabra, una frase, una idea. Inmediatamente (de resultas de esa concatenación neural) nos surgirán nuevas palabras, nuevas ideas; el pensamiento empezará a bullir hasta no darnos de sí la mano para responder a todo cuanto nos surge en el pensamiento. Pero no es la conciencia quien dicta, no es la fría razón quien dicta, sino su subterráneo, el subconsciente. Las palabras, las frases, las ideas surgen sin consciencia de su emergencia. A este respecto quiero nombrar el síndrome de Marcel Proust. En Busca del Tiempo Perdido es quizá la mayor obra literaria del siglo XX. Proust escribió sus siete volúmenes a los cuarenta y tantos años, mucho tiempo después de que hubieran sucedido los hechos que narra. Escribe tumbado en la cama. Su método de trabajo consiste en empezar tomando unas magdalenas con té. Al olor de éstas, revive pormenorizadamente, vívidamente, los sucesos más minuciosos de su vida pasada. Quien haya leído su obra sabrá que no exagero, que en la descripción de un cuadro, de una frase musical escuchada muchos años antes, en la descripción del porte de monsieur de Charlus, en la perfidia que creía adivinar en Albertina o en los celos que ésta le causaba,  era detallista hasta lo microscópico. Una vez puesta la primera palabra en su pluma, un torrente de ellas acudía sin cesar.

Las palabras, por su organización neural, evocan el pensamiento, germinan otras palabras, otras ideas, otros pensamientos. Son articuladoras y creadoras de pensamiento.

No era gratuita la magnífica intuición de los antiguos.

SUELTOS DE ESPAÑA

En ocasiones las bufandas no se usan como abrigo, sino para envolver egos gigantescos y cerebros diminutos.

Del absurdo:

En España somos nos hemos convertido en campeones del absurdo. Con las nuevas leyes del gobierno Frankestein, resulta delito montar en un burro, matar un ratón conlleva años de cárcel si se mata con odio; se han proclamado 20 tipos de familia; tener un hijo mediante subrogación es un delito de lesa humanidad, abortar cuando se está a punto de parir es un derecho; a partir de 16 años, cuando todavía uno no puede votar ni tiene idea alguna de la vida, los menores podrán cambiar de sexo a su antojo, si tiene una edad comprendida entre 14 y 16, podrán hacerlo si vienen acompañados de sus padres, entre 12 y 14 necesitan autorización judicial.

El penúltimo absurdo: Baleares abre una oficina para dar atención psicológica y jurídica a las víctimas del franquismo. Ya me veo a López Obrador, presidente de Méjico, abriendo una oficina para dar esa misma atención a las víctimas de Hernan Cortés.

De los jóvenes ilusos:

Al igual que en los siglos X, XI y XII los jóvenes acudían a la llamada de la Cruzada para ofrecer su sangre por Cristo, apuesten a buen seguro que en nuestros días bastaría una información sesgada y repetitiva para que infinidad de jóvenes se lanzaran a la aventura de dar sus vidas por el planeta.

Prohibir

La nueva Iglesia del Planeta Agraviado emplea las prohibiciones como estrategia para tener domesticado el rebaño. ¡Prohibir, prohibir, prohibir!, ¡cientos de nuevas prohibiciones para que en cada instante de su rutina diaria el ciudadano sienta en su cogote el aliento de la nueva y terrible divinidad planetaria; una divinidad que es señora de plantas y animales y que nos amenaza y castiga por nuestros pecados ecológicos con seísmos, un mundo apocalíptico recalentado, con pestes y tsunamis. Esa divinidad nos exige dejar de consumir, dejar de viajar, dejar construir, dejar de poseer; en suma, ser pobres.

No hay promesa que nuestro presidente, Pedro Sánchez, no haya incumplido ni aseveración alguna en que no mienta.

En ocasiones, como es el caso de las reiteradas concesiones a Cataluña y al País Vasco, los actos de apaciguamiento solo consiguen envalentonar al que se pretende apaciguar.

Frases escogidas de Ortega y Gasset en La Rebelión de las masas:

  • Vaciado de su propia historia; sin entrañas de pasado; dócil a todas las disciplinas
  • Disponibilidad para fingir ser cualquier cosa
  • Existir es resistir, hincar los talones, oponerse a la corriente
  • La historia es la realidad del hombre
  • El estado de libertad resulta de una pluralidad de fuerzas que mutuamente se resisten
  • La disposición de los hombres, sea como soberanos sea como conciudadanos, a imponer a los demás como regla de conducta su opinión y sus gustos, se halla tan enérgicamente sustentada por algunos de los mejores y algunos de los peores sentimientos inherentes a la naturaleza humana, que casi nunca se contiene más que por faltarle poder.
  • Lengua sin la fina arista del razonamiento ni líricos tornasoles; es una lengua sin luz ni temperatura, sin evidencia y sin calor de alma.
  • Una vez la historia agonizó bajo el imperio homogéneo de la vulgaridad por haber desaparecido la fértil «variedad de situaciones»
  • Mi subsuelo; oscura labor subterránea de minero
  • Ser de izquierdas es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil; ambas, en efecto, son formas de hemiplejia moral.
  • Hoy las derechas prometen revoluciones y las izquierdas tiranías.
  • La política se apresura a apagar las luces para que todos los gatos resulten pardos.
  • Ponerse en traza abismática, vestirse la escafandra y descender a lo más profundo del hombre.
  • El soplo de un dios torvo y vengativo.
  • Rezuma sólo vagas filantropías.
  • El verdadero tesoro del hombre es el tesoro de sus errores, la larga experiencia vital decantada gota a gota en milenios. Por eso Nietzsche define al hombre superior como el ser «de la más larga memoria»
  • El hombre selecto no es el petulante que se cree superior a los demás, sino el que se exige más que los demás.
  • Boyas que van a la deriva.
  • Se advierte el progresivo triunfo de los seudointelectuales, incualificados, incalificables y descalificados por su propia contextura.
  • Cree la masa que tiene derecho a imponer y dar vigor de ley a sus tópicos de café.
  • Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone dondequiera
  • La auténtica plenitud vital no consiste en la satisfacción del logro, en la arribada. Ya decía Cervantes que «el camino es siempre mejor que la posada»
  • Algunos deseos mueren de satisfacción, como muere el zángano afortunado después del vuelo nupcial
  • Toda vida es hallarse dentro de la circunstancia o mundo. Mundo es el repertorio de nuestras posibilidades vitales; representa lo que podemos ser; por tanto, nuestra potencia vital.
  • Con más medios, más saber, más técnicas que nunca, resulta que el mundo actual va como el más desdichado que haya habido: puramente a la deriva.
  • Permanecer alerta para poder oír la secreta germinación del futuro.
  • Nuestro mundo es la dimensión de fatalidad que integra nuestra vida. Las circunstancias son el dilema, siempre nuevo, ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter.
  • En el sufragio universal no deciden las masas, sino que su papel consiste en adherirse a la decisión de una u otra minoría.
  • Se gobierna por la urgencia del presente, no por cálculos del futuro
  • Mimar es no limitar los deseos, dar la impresión a un ser de que todo le está permitido y a nada está obligado. La criatura sometida a este régimen no tiene la experiencia de sus propios confines. Se acostumbra a no contar con los demás, sobre todo a no contar con nadie como superior a él. Creen que su papel se reduce a exigir perentoriamente, cual si tuviese derechos nativos.
  • El noble originario se obliga a sí mismo, y al noble hereditario le obliga la herencia.
  • Pero al creerse con derecho a tener una opinión sobre el asunto sin previo esfuerzo para forjárselo, manifiesta su ejemplar pertenencia al modo absurdo de ser hombre que he llamado masa rebelde. Eso es precisamente tener obliterada, hermética el alma.
  • El perspicaz ser sorprende a sí mismo siempre a dos dedos de ser tonto; por ello hace un esfuerzo para escapar a la inminente tontería, y en ese esfuerzo consiste la inteligencia. No hay modo de desalojar a un tonto de su tontería.
  • El tonto es vitalicio y sin poros. Por eso decía Anatole France que un necio es mucho más funesto que un malvado. Porque el malvado descansa algunas veces; el necio jamás
  • No hay discusión de la vida pública donde el hombra masa no intervenga, ciego y sordo como es, imponiendo sus «opiniones».
  • La idea es un jaque a la verdad.
  • Tener una idea es creer que se poseen las razones de ella, y es, por tanto, creer que existe una razón, un orbe de verdades inteligibles
  • La masa no desea la convivencia con lo que no es ella. Odia a muerte lo que no es ella.
  • Parecen toscos labriegos que con dedos gruesos y torpes quieren coger una aguja que está sobre la mesa. Se manejan, por ejemplo, los temas políticos y sociales con el instrumental de conceptos romos que sirvieron hace doscientos años para afrontar situaciones de hecho doscientas veces menos sutiles.
  • Necesitamos de la historia íntegra para ver si escapamos de ella, no para recaer en ella
  • El hombre vulgar, antes dirigido, ha resuelto gobernar el mundo. El contentamiento consigo mismo le lleva a encerrarse a toda instancia exterior, a no escuchar, a no poner en tela de juicio sus opiniones y a no contar con los demás.
  • Llega a proclamar como una virtud el no enterarse de cuanto quede fuera del angosto paisaje que especialmente cultiva, y llama diletantismo a la curiosidad por el conjunto del saber.
  • Cuando una realidad humana ha cumplido su historia, ha naufragado y ha muerto, las olas la escupen en las costas de la retórica, donde, cadáver, pervive largamente
  • En cualquier dificultad el hombre masa tenderá a exigir que inmediatamente lo asuma el Estado, que se encargue directamente de resolverlo con sus gigantescos e incontrastables medios.
  • El mando significa prepotencia de una opinión. La mayor parte de los hombres no tiene opinión, y es preciso que le venga de fuera a presión, como entra el lubrificante en las máquinas. Todo desplazamiento del poder, todo cambio de imperantes, es a la vez un cambio de opiniones y, consecuentemente, nada menos que un cambio de gravitación histórica.
  • Vida es lucha con las cosas para sostenerse entre ellas. Los conceptos son el plan estratégico que nos formamos para responder a su ataque.
  • Las juventudes, de puro sentirse libres, exentas de trabas, se sienten vacías.
  • Estos años asistimos al gigantesco espectáculo de innumerables vidas humanas que marchan perdidas en el laberinto de sí mismas por no tener a qué entregarse.
  • Porque la vida es por lo pronto un caos donde uno está perdido. El hombre oculta esa terrible realidad con un telón fantasmagórico donde todo está muy claro. Le trae sin cuidado que sus ideas no sean verdaderas; las emplea como trincheras para defenderse de su vida, como aspavientos para ahuyentar la realidad.
  • La mayor parte de los hombres de ciencia se han dedicado a ella por terror a enfrentarse con su vida.
  • Sólo hay verdad en la existencia cuando sentimos sus actos como irrevocablemente necesarios.
  • Con tal de servir a algo que dé un sentido a la vida y huir del propio vacío existencial, no es difícil que el europeo se trague sus objeciones al comunismo, y ya que no por su sustancia, se sienta arrastrado por su gesto moral
  • Hay hombres, los cuales, por los temas en que habitualmente se ocupan, o por poseer almas sensibles como finos registradores sísmicos, reciben antes que los demás la visita del porvenir.
  • El hombre necesita un derecho dinámico, un derecho plástico y en movimiento capaz de acompañar a la historia en su metamorfosis.
  • Es el hontanar de una nueva fe. Pero no mana en medio de la alteración, sino en el recato del ensimismamiento
  • Durante un momento –el siglo XVI—en Holanda, el hombre más envidiado era el que poseía cierto raro tulipán. La fantasía humana, hostigada por ese instinto irreprimible de jerarquía, inventa siempre algún nuevo tema de desigualdad (p 258)
  • Ni la religión ni la moral dominan la vida social ni el corazón de la muchedumbre.
  • El poder social del dinero será tanto mayor cuantas más cosas haya que comprar.

Más allá del bien y del mal II. Nietzsche

De la psique y la moral

p.73.-El escepticismo con respecto al sufrimiento, que en el fondo es tan solo un rasgo afectado de la moral aristocrática, ha contribuido no poco al surgimiento de la última gran rebelión de esclavos, comenzada con la Revolución francesa.

p.82.-Quien ha mirado hondo dentro del mundo adivina sin duda cuál es la sabiduría que existe en el hecho de que los hombres sean superficiales. Su instinto de conservación es el que los enseña a ser volubles, ligeros y falsos.

p.99.-No existen fenómenos morales, sino sólo una interpretación moral de los fenómenos.

p.106.-Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti.

p.108.-La demencia es algo raro en los individuos, pero en los grupos, los partidos, los pueblos, las épocas, constituye la regla.

p.116.-Toda moral es una tiranía contra la naturaleza; también contra la razón.

p.118.-La moral enseña a odiar la libertad excesiva, implanta la necesidad de horizontes limitados, de tareas próximas, enseña el estrechamiento de la perspectiva y por tanto, en cierto sentido, la estupidez como condición de vida y de crecimiento.

p.122.-La mayor parte de la vivencia nos la imaginamos con la fantasía.

p.131.- El amor al prójimo es siempre, con relación al temor al prójimo, algo secundario, algo parcialmente convencional y aparente-arbitrario.

p.148.-No hay hoy, según es reconocido por todos, mejor somnífero y calmante que el escepticismo, que la suave, amable, tranquilizadora adormidera del escepticismo. En efecto, el escepticismo es la expresión más espiritual de una cierta constitución psicológica compleja a la que, en el lenguaje vulgar, se le da el nombre de debilidad nerviosa y constitución enfermiza.

p.156.-Cuanta mentira yace oculta bajo los tipos más venerados de la moralidad contemporánea

p.162.-Estamos determinados por morales diferentes; nuestras acciones brillan alternamente con colores distintos, raras veces son unívocas.  Y hay bastantes casos en que realizamos acciones multicolores.

p.167.-En los lugares en que hoy se predica compasión, abra el psicólogo sus oídos, oirá un ronco, quejoso, genuino acento de autodesprecio.

p. 178.-«Ordenar cosas nuevas mediante órdenes antiguas»

191.- Como un vacío que se abre entre causa y efecto.

p.192.- Horas de hervores nacionales, de ahogos patrióticos y de todos los demás anticuados desbordamientos sentimentales.

p.228.-El vanidoso se alegra de toda buena opinión que oye de sí mismo, de igual modo que sufre por toda opinión mala: se siente sometido a ellas, se esclaviza a ellas.

p.241.-Un hombre que aspire a cosas grandes considera a todo aquel con quien se encuentra en su ruta, o bien como un medio, o bien como una rémora y obstáculo, o bien como un lecho pasajero para reposar  […] ¡coger el azar por los pelos!

Del socialismo y el cristianismo

p.68-69.-Universal y verde felicidad-prado del rebaño, llena de seguridad, libre de peligro, repleta de bienestar y de felicidad de vida para todo el mundo: sus dos canciones y doctrinas más repetidamente canturreadas se llaman «igualdad de derechos» y «compasión con todo lo que sufre».

p.74.-…la neurosis religiosa, encontrámosla ligada a tres peligrosas prescripciones dietéticas: soledad, ayuno y abstinencia sexual.

p. 132 Hay un punto en la historia de la sociedad en el que el reblandecimiento y el languidecimiento enfermizos son tales que ellos mismos comienzan a tomar partido a favor de quien los perjudica, a favor del criminal, y lo hacen, desde luego, de manera seria y honesta. Castigar: eso les parece inocuo en ciertos sentidos; lo cierto es que la idea del castigo y del deber-castigar les causa daño, les produce miedo. «¿No basta con volver no-peligroso al criminal? ¿Para qué castigarlo además? ¡El castigar es cosa terrible! La moral del rebaño, la moral del temor, saca su última consecuencia con esta interrogación. El imperativo del temor gregario:  ¡queremos que alguna vez no haya nada que temer!

p.134.- El movimiento democrático constituye la herencia del movimiento cristiano. Los filosofastros cretinos y los ilusorios de la fraternidad, que se llaman a sí mismos socialistas, y quieren la sociedad libre, pero que en verdad coinciden con todos aquellos en su hostilidad radical e instintiva a toda forma de sociedad diferente a la del rebaño autónomo […] coinciden en la desconfianza contra la justicia punitiva. […] coinciden todos ellos en el clamor y en la impaciencia de la compasión, en el odio mortal contra el sufrimiento en cuanto tal, en la incapacidad casi femenina para poder presenciarlo como espectador, para poder hacer sufrir; coinciden en el ensombrecimiento y reblandecimiento involuntarios bajo cuyo hechizo Europa parece amenazada por un nuevo budismo. […] coinciden en la creencia en el rebaño, en sí mismos. Su ideal: esa degeneración y empequeñecimiento del hombre en completo animal de rebaño.

p.225.-… una cierta necesidad de tener enemigos como canales de desagüe, por así decirlo, de los afectos denominados envidia, belicosidad, altivez, en el fondo, para poder ser buen amigo.

p.226.-El bueno tiene que ser en todo caso el hombre no peligroso

IDEAS, AÑORANZAS Y PESARES

La niñez

Añoramos la niñez, la época en la que el mundo es inocente y todo nuevo acontecer es sorprendente y mágico. Solo ella se mantiene incólume en el recuerdo. La memoria solo mantiene vivo lo que se grabó con letras grandes y de manera profunda en la infancia. El resto lo va borrando paulatinamente y sin descanso el vendaval del tiempo.

La máscara

En el teatro griego del último Esquilo y en todo el de Sófocles intervenían dos actores y un coro. Todos ellos llevaban máscara. La máscara oculta la naturaleza que uno no desea que perciban los demás. Se adapta a los contornos del rostro, pero la modela la presencia del otro, el actor que da réplica al protagonista; también la modela el ojo ajeno que el coro representa; y la modela el drama que se cuenta, que podría ser el mismo drama que uno padece. Todos los humanos utilizamos una máscara similar a la de los actores en el teatro. Nuestra apariencia social la modela el otro, la modela el qué dirán y la modela la circunstancia vital. El teatro griego es la vida en su esencia. La vida de cada individuo es un juego de pareceres reflejado en los espejos de las miradas de los demás. Somos mera representación, mero choque de máscaras. Pero ésta se incrusta en el rostro, se hace carne, nos altera la fisonomía y la personalidad. Con el tiempo forma parte de nosotros, de nuestra esencia biológica.

Navidad, tiempo de ilusión y afecto

Vivimos tiempos de relativismo y pérdida de valores e ilusiones. Alejada la moralidad de la conciencia de uno, todo se vuelve plástico y posible, así que los instintos y deseos más inmundos tienen vía ancha para su cometido. Hoy, aseguran muchos estudios que, para cada vez mayor número de gente, no se roba, no se mata o no se viola sino por temor a ser descubierto e ir a la cárcel, y no porque su conciencia moral se lo impida. Pero todos necesitamos dosis de afecto e ilusión para seguir viviendo, y en este aspecto la Navidad cristiana ―sea uno o no creyente― los propicia y deja en el subconsciente una muesca que nos recuerda que son agradables, que merece la pena vivirlos. Sobre todo, resultan casi imprescindibles para los niños. 

Las nuevas leyes

No sé hasta qué punto la gente es consciente de que, de facto, la patria potestad de los hijos les ha sido arrebatada a los padres por el Estado. Ni en cuanto a educación ―en sentido estricto― ni en cuanto al género, ni en cuanto al embarazo, ni en cuanto a capacidad legal para administrar castigos a lo hijos o incluso afear moralmente su conducta, tienen los padres potestad legal alguna. Ni tan siquiera pueden ejercer dominio legal sobre sus animales domésticos.

La idea-símbolo

¿Quién no necesita una idea-símbolo a la que seguir, por la que luchar, por la que vivir o con la que dar sentido a su vida? Algunos la encuentran en la familia, otros en la patria, o en la ideología, o en Dios, o en el Partido, o en el poder, o en la prominencia social, o en la quietud espiritual o en la poesía o en la conquista.

Baluartes que defender

Defiendo dos principios en que basar la acción social: la razón y la libertad. La razón en el sentido que Bertrand Russell da al término, como utillaje intelectivo para buscar la verdad. La libertad, en dos sentidos, como potencia y como posibilidad. Como potencia que me permita desenvolverme como individuo en el buen obrar; como posibilidad que impida que los demás puedan negar mi individualidad. Pero razón y libertad necesitan el aditivo de la ilusión. Sin ella, la razón se detiene ante el menor obstáculo o se desvía de su camino; y, sin ilusión, la libertad conduce al tedio o a la crueldad o a la adicción o al suicidio.

El enemigo de mi enemigo es mi amigo

La izquierda mundial era antiglobalista antes de que el «demonio» Hillary Clinton, llevando de la mano al presidente Obama, incendiara de guerras todo Oriente Próximo, produciendo cientos de miles de muertos y millones de desplazamientos. Esa izquierda se manifestaba con virulencia contra la firma de los Acuerdos TPP y TTIP (Transpacífico y Transatlántico) que pretendían asegurar el poder globalista norteamericano. Pero todo cambió cuando Trump ganó las elecciones y rechazó dichos Acuerdos. En ese preciso instante, la izquierda se hizo globalista. El enemigo era ahora Trump, el nuevo Satán que necesitaba la izquierda. Obama causó y mantuvo guerras sin cuento, mantuvo la prisión de Guantánamo, expulsó a casi un millón de inmigrantes y, como recompensa, le otorgaron el Premio Noble de la Paz. Trump acabó con las guerras, desmanteló Guantánamo, no expulsó a migrante alguno, pero Trump es Satán. Así piensan y obedecen los rebaños.

Mesías y Plutocracia

La Democracia no pasa de ser una excepción a la regla del Totalitarismo reinante a lo largo de la Historia. Ha ido apareciendo, aquí y allá, como sombra errante, sin permanecer mucho en un mismo sitio. La han defendido algunos pueblos griegos antiguos, algunas comunidades puritanas o albigenses…, y ha cobrado cierta relevancia en Occidente en los dos últimos siglos, pero, incluso en tales casos, la plutocracia ha moldeado sus leyes. Sin embargo, esa plutocracia, ahora globalista, ha decidido acabar con ella. La eficacia del modelo chino ha convencido a sus miembros. Cuando el Club Bilderberg o el Club de Roma o desde el Foro Económico Mundial «invitan» a un político, sea éste del color que sea, es como cuando los antiguos griegos participaban en los misterios de Eleusis: salían transformados, ya no eran los mismos, pasaban a ser iniciados en los misterios. Ciudadanos, PP, PSOE, que se sepa, están a los que esa plutocracia les mande. Pero lo más sangrante es que ¡los mesías rojos del continente europeo y americano son uña y carne con los plutócratas!

LA MONSTRUOSA NATURALEZA HUMANA 

El nazi Adolf Eichmann fue encargado de la logística del transporte de judíos hacia los campos de concentración y las cámaras de gas durante la Segunda Guerra Mundial. No solo ejerció sus funciones en la Alemania nazi e Italia, sino, también, en países como Hungría, Rumanía, Eslovaquia, Polonia, Austria, Bulgaria, Grecia, que habían caído bajo la influencia de Alemania, y, obviamente, en aquellos países de los que Hitler se apoderó, como Francia, Noruega, Dinamarca.

Hannah Arendt fue una filósofa alemana, judía, amante durante un tiempo de Heidegger, al que se considera el filósofo más importante del siglo XX y, también, uno de los principales intelectuales del partido nazi. Arendt escapó a tiempo de Alemania y se radicó en EEUU, cuya nacionalidad tomó.

En mayo de 1960, un comando del Mossad, la Agencia de Inteligencia de Israel secuestró en Buenos Aires a Eichmann y lo llevó prisionero a Jerusalén para ser juzgado. En 1964, Hannah Arendt publicó el libro Eichmann en Jerusalén, donde recoge las vicisitudes de tal proceso y su argumentario jurídico. Pero Arendt es filósofa y el tema del libro le sirve de excusa para mostrar en carne viva a la especie humana.

Lo que podría resultarnos más sorprendente, e incluso inconcebible, el sometimiento de todo el pueblo alemán a la voluntad y a la locura de un solo hombre, Adolf Hitler, no resulta tanto, pues al conocedor de la Historia le resulta cotidiano. Sin ir más lejos, el siglo XX nos muestra algunos ejemplos semejantes: sometimientos a Stalin, Pol Pot, Fidel Castro.

Millones de personas ‘normales’, buenos cristianos, filósofos, científicos, amantes esposos y padres, cultos, respetuosos con la vida…, primero seducidos por la idea de la Gran Raza, y, después, por su atadura a la organización social, por el miedo a ‘desentonar’ y por la ‘obediencia debida’, reemplazaron en su conciencia la parte humana por el odio al “enemigo judío” y sirvieron ciegamente como piezas de engranaje de la gran maquinaria de exterminio nazi. Solo unos pocos sacerdotes católicos y reverendos protestantes se opusieron públicamente a la muerte de los judíos.

Aun así, tal lacayil comportamiento, tal falta de potencia como individuos, tal renuncia a la libertad en nombre de una idea y un líder, no sorprenden tanto como sorprenden las respuestas de las gentes al aprisionamiento de judíos en esos países de Europa que se han nombrado. En primer lugar, sorprende favorablemente que estudiantes y trabajadores holandeses hicieran huelgas contra la deportación de judíos a Alemania, y escondieron en sus casas a una buena parte de ellos. Sorprende de igual modo que los daneses, con su rey a la cabeza, se negaran a acatar las órdenes de los ocupantes alemanes contra los judíos y les ayudaran a escapar hacia la neutral Suecia. También sorprende que en Italia y en Bulgaria se burlasen las órdenes alemanas con engaños y trampas.

Por el contrario, no nos extraña que en países como Lituania, Polonia y Ucrania el antisemitismo estuviese muy extendido. Llevaban siglos lidiando con una población judía que se negaba a integrarse culturalmente, que rechazaba los matrimonios mixtos, que formaba comunidades cerradas, y que, con frecuencia, destacaban en los negocios y en la posesión de riquezas. La población de esos países era antisemita pero no participó en los asesinatos en masa contra ellos. Sin embargo, llama poderosamente la atención que tuviera que ser el ejército italiano quien protegiese a los judíos de los griegos y del gobierno de Vichy, y los acogiesen en la Costa Azul ocupada por los italianos.  Y muy especialmente, clama al cielo el fervor antijudío de los rumanos, que hizo temer a Hitler que en la “solución final” (el asesinato de todos los judíos de Europa), Alemania fuese superada por Rumanía.

A pesar de las monstruosas manifestaciones de la naturaleza humana mencionadas, sorprenden en mayor grado el comportamiento de los propios judíos. Que fuesen consejos judíos –integrados generalmente por destacados dirigentes de su comunidad en el país de que se tratase—quienes cooperaban en las tareas administrativas y policiales de confiscar las pertenencias de los propios miembros de su comunidad y de enviarles a Auschwit, Treblinka o cualquier otro campo de internamiento y muerte; y que, incluso, fuesen técnicos judíos los que construyeron las cámaras de gas de Theresienstadt,  que fuera judío el verdugo al servicio de la horca, y que en muchos campos hubiese policía judía al servicio de los guardias alemanes.

Tal fratricidio y servilismo nos lleva a la Gran Sorpresa: que la comunidad judía fuese una y otra vez al ‘matadero’ como mansos corderos, sin rebelarse. Más de dos mil años de pogromos contra los judíos habían logrado esa pasividad de rebaño. Tan solo al final de la guerra, con las tropas soviéticas a las puertas de Varsovia, se atrevieron los judíos polacos a hacer frente a los alemanes. Una rebelión infructuosa que contó con la pasividad de los soviéticos, quienes no movieron un dedo para parar las matanzas en el gueto de Varsovia. (Stalin se había encargado de asesinar a 22.000 oficiales polacos en los bosques de Katyn).

Sin embargo, la Gran Impresión nos la describe Arendt en pocas palabras: La terrible banalidad del mal. Esto es, comprobar –como se mostró en el juicio contra Eichmann—que éste era una persona ‘normal’, que no era un monstruo, que era un buen padre de familia, que, incluso, no sentía odio hacia los judíos, que era la tranquilidad de obedecer sin cuestionamientos de ninguna clase lo que operaba en él. La obediencia, la moralidad de las órdenes, el formar parte y estar al abrigo de un rebaño, el ser parte de un engranaje bien engrasado y el alejar de la conciencia la compasión y el arrepentimiento. Tal comportamiento tribal es lo que hace monstruosa nuestra naturaleza. Por esa razón, las ideologías de rebaño (comunismo, nazismo, fascismo, socialismo, nacionalismo…) son tan peligrosas, porque nos privan de la libertad individual –diluyen al individuo en el colectivo—y  nos convierten en monstruos capaces de cualquier iniquidad en nombre de las ideas,  nos convierten en engranajes automatizados.

Arendt pone de manifiesto que todos somos monstruos en potencia, y que las ideologías de raíz tribal nombradas sacan nuestra monstruosidad de su latencia.

EL VOLTEO CULTURAL

Abuelos sin nietos

De manera general, cada etapa de la vida ofrece una función social. La juventud y la infancia son épocas de relación y de abrir los ojos a la realidad. Luego comienza la lucha por la vida, esto es, la búsqueda de pareja sexual, la crianza de los hijos, el afán de alcanzar una posición social… Hasta hace poco, la vejez tenía como función principal el proveer de afecto y cuidado a los nietos, pero ha dejado de ser tal. Ha dejado de ser tal porque las parejas ya no tienen hijos, por lo que los «abuelos» ya no tienen nietos a los que cuidar. Por esa falta de función social, me temo que pronto los poderes económicos y la bárbara grey juvenil reclamen la eliminación de la vejez o su encierro en reservas «indias».

Suplantación

Se produce un tránsito directo desde el egotismo juvenil hasta  intentar gozar la vida sin tasa. Por esa subordinación a la «felicidad del hoy», las relaciones de pareja son de quita y pon, de hoy sin mañana, y los posibles hijos un estorbo que apartar. Un buen can los reemplaza sin quebranto alguno, al contrario, presenta evidentes ventajas. Al perro se le educa con cierta facilidad, es solícito, afectivo, juguetón, buen compañero de viaje, y en algunos casos, parece ser, compañero sexual. La función del can entre los humanos fue la de cazador, guardián, defensor, ayudante de pastor…, siendo ahora la de hijo, amante, compañero del alma.

Democratización cultural

La sociedad se ha democratizado a tutiplén. En derechos, riquezas y valor social  — excepto en méritos—, nadie quiere ser menos que nadie, así que, para igualar, la ignorancia, la incultura y la necedad se han convertido en valores sociales. La estupidez de un necio vale hoy lo mismo —o más— que la afilada opinión de un sabio. Ya no se hace cine para disfrutar de inteligentes diálogos ni se escribe para ilustrados  sensibles, tal como se hacía unas cuantas décadas atrás (los menos cultos se esmeraban en aprender de novelas y películas, en culturizarse, porque la cultura era considerada un bien). Hoy en día se proclama con orgullo no leer, se celebran las faltas de ortografía, la necedad se contagia por las redes, la incultura  se venera y se presume de ella.

Incultura en el hemiciclo

Tal democratización afecta también a la política; la incultura ha puesto sus garras en el hemiciclo del Congreso y de las instituciones políticas en general. En España, personajes como Lastras, Ábalos, Patxi López o Irene Montero, altos cargos del gobierno, bárbaros en el poder,  añaden a su incultura su sectarismo. Por el contrario, se condena al ostracismo al político que destaca, al que muestra inteligencia y capacidad. Es el mundo al revés: ¡muera el mérito!, ¡mediocres al poder!, ¡invirtamos todos los valores!, parecen decirnos los adalides de la «democratización» de la Inversión.

Inversión de la cultura en la Universidad

Antes que en la política, el germen de la inversión de la cultura y de los valores tiene lugar en la Universidad. Las del Reino Unido y de Norteamérica se llevan la palma. En muchos departamentos de Ciencias Sociales de esos países se clama por prohibir a Platón, Aristóteles, Homero, Mark Twain, Rudyard Kipling, y una larga lista de escritores y filósofos por sus ideas «fascistas». En algunas escuelas de Barcelona se prohíben los cuentos de Blancanieves, la Cenicienta, Hansel y Gretel… por machistas. Hacer desaparecer la cultura de la Universidad parece ser el reclamo, y sustituirla por estudios de género un fin.

Estorninos y grajos

La inversión se produce hasta con los pájaros que viven en nuestras ciudades, sobre todo en las pequeñas; la población de gorriones ha sido casi totalmente desplazada por córvidos. Grajos, grajillas, urracas, estorninos, habitan hoy en día nuestros parques. Gracias a la protección que los volteadores culturales les dispensan, hoy los graznidos, la suciedad venida del cielo, las majestuosas bandadas, forman parte del paisaje urbano. La democratización y el volteo cultural se han logrado. La barbarie perruna, la ignorancia, los nuevos valores, ya se han instalado entre nosotros. Poner todo patas abajo es nuestro lema.

El chivo expiatorio

En prácticamente todas las culturas de la antigüedad se sacrificaba un animal a los dioses con el fin de ganar su benevolencia o aplacar su ira. En algunas de ellas el sacrificio era humano, generalmente de los enemigos, pero en algunas ocasiones se sacrificaban a los propios familiares para conseguir que los dioses  fueran propicios. Tenemos los ejemplos de Agamenón, que sacrificó a su hija Ifigenia para que la guerra contra Troya fuese un éxito; y tenemos a Abraham, que iba a sacrificar a su hijo Isaac para satisfacer a su dios Yahvé.  Los tales sacrificios se concretaron más adelante en el propósito de la expiación de las propias culpas ante el dios. El sacrificante quedaba libre de culpa, haciéndola recaer en el animal sacrificado. El quid argumental del cristianismo reside en que la muerte de Jesucristo fue un sacrificio para expiar a la humanidad de su pecado original.

Ahora bien, Yahvé detuvo la mano de Abraham y le ordenó poner en la pira del sacrifico un carnero. Tal vez de aquella expiación provenga  la fiesta judía del chivo expiatorio:  el sacrificio de un chivo  sobre el que se descargan todas las culpas del pueblo judío.  Sin embargo, el chivo expiatorio,  en nuestra cultura, ha pasado a significar a la persona o al grupo de personas sobre las que se hace recaer culpas ajenas con el fin de exonerar a los verdaderos culpables. Así, podemos decir que los judíos fueron el chivo expiatorio de los nazis.

Todo sistema político totalitario procura tener un enemigo «infame» a quien culpar de todos los males que sufra la sociedad. Tienen la necesidad de tener a mano un chivo expiatorio hacia quien desviar la ira y la indignación social. En el mundo cristiano clásico tal chivo expiatorio siempre fue el pueblo judío, aunque es cierto que el odio contra los judíos empezó antes. Un siglo antes de Cristo, en Alejandría, se produjo el primer pogromo contra los judíos, una matanza contra los que poseen un dios en propiedad. Pero fue la Iglesia cristiana la que empezó a perseguirles con saña. San Pablo (que era judío) declaró que el judío era enemigo de todos los hombres, y con esa declaración comenzaron las persecuciones. San Agustín, en La ciudad de Dios, recomendó respetarles la vida pero despreciarles. De tales declaraciones de esos padres de la Iglesia nació el odio de los cristianos contra los judíos. Un odio que se ha extendido hasta nuestros días.

Las Cruzadas acabaron en Europa con la mayoría de los judíos, bien dándoles muerte, bien causando su huida hacia otros territorios. En España y unos siglos más tarde, se remató la faena con la expulsión decretada por los Reyes Católicos. En fin, que Europa occidental se quedó sin chivo expiatorio. Entonces empezó la caza de brujas: las mujeres se convirtieron en el nuevo chivo expiatorio. En Alemania casi 50.000 mujeres fueron presa de la hoguera. En España, en cambio, nos dedicamos más a los conversos. La Santa Inquisición se empleó a fondo contra los marranos, judíos que se convirtieron al cristianismo evitando su expulsión. Lo cierto es que tanto en el caso de los judíos como en el de las brujas, detrás del odio inquisidor se escondían motivos de rapiña, pues las Iglesias se apoderaban de los bienes de los ajusticiados.

Los regímenes comunistas han tenido chivos expiatorios muy variados. Los principales chivos expiatorios de Lenin y Stalin fueron los campesinos. La sustracción de las cosechas causó más de veinte millones de muertos de hambre durante los diez años posteriores a la Revolución. Stalin se empleó con saña contra los ucranianos en lo que se ha denominado el Holodomor: una hambruna causante de siete millones de muertos. Comunistas rusos y ucranianos no se olvidaron tampoco de efectuar  pogromos contra los judíos con harta frecuencia. El dirigente comunista chino, Mao, a falta de judíos a quien culpar, tomó como chivos expiatorios a los intelectuales. Varios millones de maestros, profesores, periodistas, escritores, fueron ejecutados durante la llamada Revolución cultural china. En Camboya, Pol Pot liquidó a una cuarta parte de la población de ese país, muy especialmente la que vivía en ciudades. Con los comunistas en el poder, los urbanitas se convirtieron en el chivo expiatorio. Los que no fueron asesinados tuvieron que asentarse en el campo, en campos de concentración, valga la redundancia.

Y todo el mundo conoce que el gran chivo expiatorio de los nazis, siguiendo la tradición europea, fue el judío. Seis millones de ellos murieron en gaseados en los campos de concentración. Tras la guerra cesó el antisemitismo, pero parece haber vuelto a la actualidad y haberse encarnado en una parte de la izquierda europea, que ya no tiene solo al capitalismo como chivo expiatorio de todos sus males, sino que ahora forman también parte de él los judíos y el Estado de Israel.

El gran chivo expiatorio de la izquierda mundial es el capitalismo. Todos los males que afligen a la humanidad son, según ellos, culpa de ese demonio llamado capitalismo o democracia liberal. De ese modo la izquierda queda sin pecado alguno, pura y sin responsabilidad. Incluso cuando la izquierda comunista toma el poder en Cuba, Venezuela, Nicaragua o en cualquier otro Estado de los que han sacrificado millones de personas en el altar comunista, además de haber traído la miseria y la aflicción a poblaciones inmensas, la culpa —según los representantes de la izquierda— sigue siendo del capitalismo y la democracia liberal.

En España estamos muy acostumbrados al uso del chivo expiatorio por parte de este gobierno. Además del capitalismo, el gobierno nos señala que los culpables de los diferentes los males que nos afligen son Franco, la derecha, la guerra de Ucrania, el COVIT, los jueces, el rey, los ricos, el cambio climático…

En verdad, ¡no hay nada tan eficaz como tener un chivo expiatorio a mano!

Religiosidad: ventajas y desventajas

Frecuentemente con ignorancia y soberbia, los que se tildan de antirreligiosos se mofan de los creyentes y les achacan cerrazón moral, infelicidad e hipocresía. Estos últimos, a modo de respuesta,  tienen contra aquellos toda clase de prejuicios y toda suerte de precauciones. Pero el bienestar de cada individuo puede ser venturoso, independientemente de su cercanía a la religión. En realidad, toda adscripción ideológica, como todo compromiso que se adquiere libremente, puede tener sus pros y sus contras, sus ventajas y sus inconvenientes. Esbozo a continuación aquellas que, a mi parecer y en un sentido u otro, tienen aquellos que siguen dictados religiosos.

Ventajas

  1. La creencia en la Vida Eterna aminora la angustia de tener que morir, pues no en vano el deseo de  inmortalidad ha sido una constante desde las primeras civilizaciones. También reconforta en gran manera tener la esperanza de que hay otra vida en el más allá llena de gozo. Pensar que allí encontrará a sus seres queridos le reconforta al creyente.
  2. Los creyentes profundos tienen en su Dios a su confidente y salvaguarda, alguien con quien platicar. Incluso puede fluir el afecto. Uno puede dar afecto a esa entidad fantasmal que es un dios, y también sentir que se recibe. Recordemos aquellos versos tan sentidos de Teresa de Jesús: Vivo sin vivir en mí/ y tan alta vida espero/ que muero porque no muero.
  3. La comunidad religiosa ofrece ayuda, sentimientos de compasión y caridad, y una identidad desde donde echar raíces.
  4. La creencia religiosa ofrece una moral para guiar el comportamiento. Las dudas son despejadas, el debate entre razones en la conciencia queda simplificado, honradamente, ¿quién desaprovecharía el saber qué está bien y qué está mal, y el qué hacer en cada momento? Pues todo eso, al menos en parte, lo proporciona la fe religiosa.
  5. No podemos tampoco obviar el remedio psicológico que proporcionan los rezos, la confesión y el pensamiento dirigido hacia una figura celestial que te escucha y que te perdona toda maldad con solo arrepentirse con la suficiente contrición.
  6. Entramos en este punto en el carácter gregario del que los humanos hacemos gala. Si ante un líder hacemos dejación de nuestro criterio y nos sometemos al suyo, es decir, nos ponemos en sus manos, qué no podemos hacer ante la figura de un líder-Dios. El creyente puede caminar sin vacilaciones y puede vencer sus deseos impuros bajo ese liderazgo.
  7. Por todo ello, quien tiene la suficiente fe, suaviza el temor que el mundo presenta para quienes se hayan desamparados de la figura divina. Además, sabe qué abrazar y qué rechazar, quien es su amigo y su enemigo (quien rechaza a Dios). En fin, no son pocas las ventajas.

Desventajas

  1. El temor a las penas del infierno o a la ira de Dios que un creyente puede sentir ante el pecado, pueden llegar a ser angustiantes. La culpa, ese temor al omnipresente ojo divino pueden llevarlo a un martirio diario
  2. La extremada rigidez religiosa, como era usual entre calvinistas y luteranos, pueden secar la alegría del individuo, puede convertirlo en un atormentado que ve pecado en todos los actos de la vida.
  3. Muy corriente es que tales individuos se aparten del mundo y dejen de tener relaciones sociales.
  4. También es muy corriente que se nieguen la posibilidad de disfrutar de una vida gozosa, acorde a la realidad, y que caigan en obsesiones.
  5. El creyente se somete a una doble servidumbre, la de un dios omnipresente y la del grupo religioso al que se pertenece, que observa y juzga su comportamiento en todo instante.
  6. La propia libertad, el juicio sobre las cosas, la conciencia, se encuentran  en el creyente maniatadas. En ese sentido, el religioso actúa como un cobarde que, por miedo, no se atreve a tomar las riendas de su propia vida y enfrentarse a los avatares que ésta presente.
  7. Se rechaza la propia naturaleza, esto es, se rechazan los instintos sexuales y todos cuantos vayan en contra de las creencias que uno sostiene. Así que, para muchos, la vida se convierte en un constante luchar contra las inclinaciones de nuestra naturaleza.

Que cada cual se aplique el cuento.

Sueltos

  • Narrar, pintar, cantar el alma de las cosas…, he ahí una hermosa y grata labor. Plantar un jardín, esculpir una imagen, ser orfebre de lo bello…, he ahí una bella labor.
  • A esos bárbaros que pretenden destruir la cultura occidental, su odio les hace creer que están situados al lado del Bien. Cuanto más odian, más convencidos están. Así que se creen con derecho y legitimidad para cometer, en nombre de ese Bien, todos los crímenes que sean precisos.
  • El tiempo te esculpe  vivencias que transfiguran tu espíritu.
  • Los comunistas españoles se manifiestan a favor de permitir que Rusia invada Ucrania. Alegan que a los europeos no nos va nada en ello. Ven en Putin un renacer de la URSS con otro rostro. Están tan de acuerdo con la invasión como lo estuvieron cuando Stalin y Hitler se repartieron Polonia. Ya sueñan de nuevo con la dictadura comunista, con cárceles para los disidentes, con abrir nuevos gulags para reeducar a los desviados, con fusilar a los recalcitrantes.
  • De Bertrand Russell es la frase: «El problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas».
  • Uno se vuelve animal de rebaño cuando grita siempre con los demás.
  • Conocemos a través de espejos. Las ideas y creencias por las que nos guiamos son meros espejismos.
  • La degeneración de España se percibe enseguida al observar el talento de quienes nos gobiernan.
  • Los revolucionarios profesionales hacen la revolución para no tener que trabajar nunca jamás.
  • El que abandona el comunismo es como el que sale de la cueva de Platón después de haber vivido siempre entre sombras. Cuando trata de explicar a sus antiguos compañeros la luz que ha encontrado fuera, es rechazado y tratado como un loco a quien hay que hacer callar.
  • Se siguen subvencionando los bodrios del monotemático cine español, la Guerra civil, los buenos y los malos. Ahí se acaba su invención. En 2020 recaudó 40 millones de euros; recibió 87 millones de subvenciones públicas.
  • Una de las tradiciones más amadas por los gobernantes de izquierdas ha sido la de darle, sin ton ni son, a la máquina de hacer billetes, como si fabricando dinero y repartiéndolo fuésemos a ser todos ricos. Empezó con ello la socialdemocracia alemana durante la república de Weimar. Al poco, era necesario llevar una bolsa de billetes para comprar una barra de pan, y unos días después ya se necesitaba una carreta. En Venezuela han seguido convencidos de tan maravilloso asunto y la inflación en 2020 llegó al millón por cien, y todos en la miseria. Pero se sigue en el empeño: hace unos meses, Eduardo Garzón, al que llaman hermano tonto del ministro Alberto Garzón —lo cual parecía imposible dada la indigencia mental de éste—explicaba a las filas podemitas que fabricando dinero seríamos todos más ricos. Uno no se explica cómo una ideología puede hacer persistir en ese error monetario a una generación tras otra; cómo puede hacer tan recalcitrantemente ignorantes a sus prosélitos. El tal Eduardo Garzón es economista: uno se pregunta qué enseñan en la facultad de Económicas a la que asistió el lumbreras.

Cayetana Álvarez de Toledo, ¿políticamente indeseable?

Como portavoz del Partido Popular (PP) en el Congreso de Diputados, Cayetana Álvarez de Toledo desarboló con su verbo certero y ágil la imagen política de Pablo Iglesias Turrión, líder populista cuya declarada intención es la destrucción del sistema político español y a imposición de una dictadura comunista. El pago que recibió por ello del líder de su propio partido, Pablo Casado, fue su destitución de la portavocía que venía ejerciendo, y el arrinconamiento político.

La sombra de Caín es alargada y gravita demasiado a menudo sobre la política española. El líder del PSOE y presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, se rodea de descerebrados e inútiles para su propio realce. Pablo Casado, líder del PP, metafóricamente, escupe y aparta de un manotazo a la mente más preclara del panorama político español; a la mejor y más lúcida oradora del Parlamento. Los motivos de uno y otro son claros: los mediocres con poder tratan de evitar a toda costa que alguien cercano les haga sombra.

Uno puede entender que los políticos de la izquierda —con repugnancia notoria a todo cuanto huela a mérito o distinción— declaren a Cayetana persona non grata y la consideren enemiga mortal. Uno puede, también, entender que sus compañeros políticos del PP —preocupados esencialmente en tener el pesebre bien lleno— abjuren de ella, siguiendo instrucciones de su acobardado líder Casado. Sin embargo, ha sido una gran sorpresa para mí el comprobar que tampoco entre las gentes que no viven de la política tiene Cayetana mucho predicamento. Creo entender el porqué.

Tiene que ver con el cúmulo de ideas y valores asociados al concepto Ilustración. La Ilustración germinó en Escocia, Inglaterra y los Países Bajos, y tuvo un punto álgido en el limen de la Revolución francesa. Por sintetizar, diré que significa el triunfo de la razón sobre el dogma. Cayetana es, en todo el amplio sentido del término, una mujer ilustrada; digo más: Cayetana simboliza hoy, como ningún otro,  la Ilustración. Pero tal dignidad es hoy en día un pecado grave.

Ahora que la ONU y otros organismos han creado la Iglesia del Cambio Climático —con su muy activa Inquisición—; ahora que han vuelto la caza de brujas, los dogmas, las santidades con pereza mental al modo de  Greta Thunberg; ahora que vuelven los tiempos oscuros y tenebrosos, que todo es engaño y ocultación; ahora que la gente rinde vasallaje a cualquier memez si viene sentimentalmente repleta…; ahora, digo, la distinción, la cultura, la inteligencia, la valentía de Cayetana en defensa de la nación española y de sus valores constitucionales, es una total afrenta para todas esas huestes que esperan temerosos un apocalipsis climático, y, esperanzados, un nuevo orden mundial. Todas esas huestes que rechazan por malvado todo cuanto signifique verdad, sentido común y razón.

Cayetana Álvarez de Toledo arrastra consigo la mácula de ser excelsa en su argumentación, y eso la envidia no lo perdona. Cayetana lleva dentro de su pecho el signo de la Ilustración, y eso no lo perdonan los defensores de la barbarie y el dogma. Cayetana es valiente e inteligente, y eso es un desmérito para los cobardes y los mediocres. Por todas estas razones es repudiada por las masas.

Aunque, si uno lo piensa bien, lo sobresaliente siempre ha sido excepción y la envidia siempre ha sido compañera de la mediocridad. Si uno lo piensa bien, la Ilustración no ha penetrado nunca en el corazón de las gentes, que prefieren la seguridad del dogma y la emotividad como valor. Al fin y al cabo, la razón es de manejo arduo, mientras que el pensamiento mágico surge de la espontaneidad. Al fin y al cabo la democracia es solo una rara anomalía histórica, así que vuelven a su lugar de siempre las inquisiciones, las dictaduras y los dogmas. Ahora la Ilustración y sus símbolos son «fascistas».

El miedo a volar y la envidia

Es cierto que muchos no son conscientes de ello, que la brillantez con que lucen en su cerebro idealidades como nación o comunismo, o la ridícula identificación de la igualdad con la justicia, o, más comúnmente, un fuerte resentimiento social, les impiden ver lo que queda entre sombras: la terrible opresión que ejercen sobre los ciudadanos los sistemas políticos que se rigen por modelos totalitarios de colectivismo. Creo que una inmensa mayoría de los abogan por tales recetas totalitarias no son conscientes de ello; pero otros muchos sí que lo son; y uno, desde la razón, se pregunta por qué. ¿Por qué uno anhela perder su potencia como individuo y pasar a pertenecer a la categoría de siervo —sin derechos ni libertades que no sean los que la «magnanimidad» de poder totalitario otorgue sin garantías a cada sujeto? ¿Por qué de esa ilusión de ser únicamente parte de un colectivo y abjurar del juicio y criterio propios? ¿Por qué de ese deseo de ser rebaño? Dostoievski, en Los hermanos Karamazov, nos da razón de ello: «Los hombres quieren volar, pero temen el vacío. No pueden vivir sin certezas. Por eso cambian el vuelo por jaulas. Las jaulas son el lugar donde viven la certezas.»

La razón mencionada es muy buena, pero existen otras. Una es la envidia. Por mucho que un país alcance un nivel de riqueza que permita a sus ciudadanos vivir holgadamente, si existen desigualdades en el disfrute de los bienes, siempre aparecerán grupos violentos dispuestos a destruir todo lo destruible, dispuestos a vivir en la miseria más absoluta, pero siendo iguales. Tales grupos existen con abundancia en Cuba, Venezuela y España. La envidia, que no atiende a desahogos ni riquezas sino a diferencias, es la causante de todos esos movimientos. Pero la envidia es muy moldeable por las creencias, por esa razón, la verdadera enjundia del marxismo, aunque lo vistan con mil telas distintas, es la de fomentar la envidia.

Leo una bien documentada obra de Steven Pinker, En defensa de la Ilustración. Expone un relato ruso que dice así: «Igor y Boris son unos campesinos extremadamente pobres. … La única diferencia entre ellos es que Boris posee una cabra escuálida. Un día a Igor se le aparece un hada y le concede un deseo. Igor dice: mi deseo es que muera la cabra de Boris.» El relato expresa el hecho de que una proporción muy grande de personas —influenciadas ideológicamente— cifra su felicidad  en compararse con el vecino, en vez de por su bienestar en términos absolutos. Más allá, el relato de Igor y Boris me sugiere una extraña correlación entre las opciones de Igor y las posiciones políticas de nuestro entorno.  El Igor resentido y revolucionario opta por matar la cabra; el Igor igualitarista por compartirla; el Igor liberal por averiguar cómo conseguir yo otra. Los hechos prueban que solo el Igor liberal es capaz de crear riqueza.

ILUSIÓN CON PAN… Y CIRCO

El aburrimiento plantea la cuestión de cómo ocupar el tiempo de manera placentera y absorbente. Una obsesión, una adicción, un viaje exótico, una actividad que comporte un grado de peligro admisible, una película de violencia o sexo, pueden ser un transitorio antídoto del aburrimiento, pero encierran sus peligros y suelen acabar en hastío o en desquiciamiento. La lectura de un libro, el montañismo, la participación en actividades culturales colectivas, suelen matar esa lacra que es el aburrimiento. Pero la  experiencia humana nos dice que el remedio más eficaz ha sido siempre encomendarse a un objetivo ilusionante y, diligentemente, desarrollar y sacar lo mejor de uno mismo en conseguirlo.

Sin embargo, la educación anda ahora por otros caminos en busca de una ficticia e ilusoria felicidad, que siempre está a la vuelta de una esquina que nunca se dobla. También existe una fuerte tendencia a desear ilusiones sin recorrido. En una reciente encuesta llevada a cabo con los estudiantes de la Universidad de Zaragoza, se reveló que la ilusión del 96% de ellos consistía en ser funcionarios; esto es: la ilusión de conseguir un empleo que acabe con sus ilusiones. Hay que tener mucho cuidado con lo que queremos.

Yo soy partidario del pan y circo como sucedáneo. Ya sé que parece  un horripilante absurdo; sobre todo porque el dicho pan y circo ha sido siempre el símbolo de aborregamiento. Pero, veamos: ¿Qué son el fútbol, el baloncesto, el atletismo, la Fórmula 1…, sino ilusiones colectivas que desatan la pasión de las luchas tribales de modo incruento? A falta de pan —dice el refrán—, buenas son tortas. ¿No mantiene el pan y circo ilusionados a los forofos toda la semana? Que si el Real Madrid ganará contra el…; que si Márquez recuperará este domingo el buen tono motociclista de que antaño hacía gala; que si Fernando Alonso hará otra de las suyas… Todo eso es generador de ilusión y esperanza, es antídoto contra el mortal aburrimiento. Y tales ilusiones no niegan la ilusión que proporciona tener un definido propósito en la vida. Ser un forofo madridista no niega que uno se esfuerce en perfeccionar sus habilidades pianísticas con el fin de escribir su nombre en la música.

Lo realmente nocivo en la vida es carecer de ilusión. La falta de ilusión es la madre de todos los males. Cuando esa ilusión falta en el individuo, es abducido con facilidad por una ilusión colectiva e ideológica. La ideología le dirige a un redil de ilusiones ficticias y le maneja como a un muñeco de feria. Curiosamente, las ideologías siempre han clamado contra el pan y circo con el argumento de que  es un medio de narcotizar a las masas, pero, en cuanto llegan al poder, convierten al pan y circo en un gran espectáculo. Con la religión pasa lo mismo. Las ideologías la combaten porque crea una ilusión que compite con la ilusión que ellas proponen. Además, lo malo de algunas ideologías ilusionantes es que son potentes generadores de odio. El comunismo, el nazismo, el nacionalismo, son de ese estilo. La necesidad de ilusión es tan fuerte en la especie humana que algunas gentes la encuentran en nuevos y esperpénticos circos seudo religiosos; circos tales como esos que montan algunas animalistas que lloran a moco tendido por los cerdos que se dirigen al matadero, o como esas locuras del trasfeminismo que quiere acabar con los machos de la especie. La falta de potencia como individuo conduce con mucha frecuencia a caer en la locura de un colectivo. Al menos, el pan y circo clásico es inocuo.