La homeopatía y el psicoanálisis no han dado jamás prueba alguna de su poder sanador (más allá del poder que ofrece el efecto placebo), pero ahí siguen, inánimes al desaliento, encandilando aún a una parte significativa de la intelectualidad, ¡y con buenas ganancias de los profesionales que las ejercen!
Pero, claro, el ser humano goza de dos cualidades que nunca han sido debidamente ponderadas: la de la credulidad y la de la estupidez.
Somos crédulos y estúpidos en grado superlativo. Si a ello le añadimos la necesidad y el deseo de curación que tiene el enfermo o el que sufre un desequilibrio mental, la credulidad y la estupidez dichas se acrecientan en ellos, pues el deseo dibuja en la conciencia fantasías dichosas (como la de encontrarse curado) que terminan por suplantar al sentido de la realidad que en esa conciencia habitaba.
A esa suplantación de la realidad por la fantasía que suscita el deseo a través de una creencia, ayuda el que ésta venga envuelta en vistosos ropajes. Por ejemplo, el psicoanálisis freudiano pone en escena un vestuario de tragedia griega:
Complejo de Edipo, complejo de Electra, moral apolínea en lucha contra lo dionisiaco de la sexualidad temprana, horda primitiva, pecado original en forma de trauma infantil…, y, sobre todo, una curación mistérica, una purificación psíquica semejante a la que se producía en los Misterios de Eleusis en la Grecia antigua, una purificación que propicia el nuevo chamán de la tribu, el psicoanalista.
En los creyentes de la homeopatía el ropaje no es muy vistoso, tan solo la guía que proporciona el dicho aquel de su creador Hahnemann, de que lo tóxico en pequeñas dosis sana. Pero lo cierto es que las sustancias homeopáticas solo contienen productos inocuos como la lactosa o el agua. La credulidad humana se encargará del resto, es decir, de que aquello que se toma es curativo.
La estupidez lleva puesto aquí el traje de lo «natural». Un número creyentes cada vez más grande, cree que lo natural sana y lo artificial mata, y se niegan a tomar antibióticos y otros remedios que la ciencia prepara. Pero un simple y objetivo vistazo a la realidad desmiente la verdad que esa creencia en la bondad de lo «natural» afirma poseer:
Natural es que uno se muera, que uno tenga enfermedades, natural era que la mitad de los niños ―en épocas no tan lejanas― muriesen al nacer de parto natural; naturales fueron las pestes y plagas que periódicamente asolaban y diezmaban Europa cuando no existían remedios artificiales.
En fin, he puesto el ejemplo de dos grandes estupideces que han sido sacralizadas, a las que una parte significativa de la intelectualidad rinde pleitesía; pero ¡que nadie se alarme!: la estupidez humana es un ave que anida con preferencia en los árboles más elevados.
Lo peor de todo es que los que la mayoría de los que toman y defienden a capa y espada la homeopatía no saben explicar en qué consiste. Pero antes habría que enseñarle lo que es una molécula, una disolución, un medicamento y en que consiste el método de doble ciego. Demasiado para una una vida humana.
Mientras que no se enseñe en las escuelas en qué consiste el método científico, con el mismo ímpetu y constancia que se enseña matemáticas, química o historia, no saldremos de esta trampa.
Saludos.
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No soy tan optimista como tú. Pienso que si se enseñase en las escuelas pasaría lo mismo que pasa con enseñar las matemáticas, la química y la historia: que la inmensa mayoría, olvidaría absolutamente el conocimiento en cuanto hubiera hecho el pertinente examen. El pensar, el tener criterio propio, es una losa insoportable para muchos.
Saludos
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Es posible que tengas razón pero yo sigo pensando que todo lo que no se utiliza ni sirve para nada útil (crucigramas aparte) se olvida y ese es el caso del 90% de lo que se aprende en educación primaria.
Idealmente si te enseñan a identificar el fraude, las patrañas, las mentiras generalizadas, las falacias y te hacen sentirte orgulloso de ello y además te premian con buenas notas, tal vez conseguirían que te acabara gustando.
Después de todo, descubrir el truco de un juego de magia (que es en el fondo un fraude bien intencionado) produce más placer que la sorpresa de contemplar lo imposible.
Al fin y al cabo, somos seres racionales y nos sentimos atraídos por la verdad, aunque hay quien se conforma con la primera verdad con que se topa o lo topan, en especial si es grata.
Saludos.
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Lo malo es que no se busca «la verdad» sino una verdad para salir al paso, la mayoría, tal como tú dices, se conforman con aquella verdad que les es grata. Así que por mucho empeño que ponga la ciencia en revelar fraudes, mucho me temo que la homeopatía, el psicoanálisis, la astrología, la quiromancia y todas las magias que en mundo han sido seguirán teniendo audiencia en la conciencia de las gentes. La razón íntima de todo ello es que no nos movemos al compás que la inteligencia nos marca, sino al compás del deseo.
Un saludo
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Sin duda tienes razón al decir que la ciencia no puede implantar la verdad en los cerebros asilvestrados de la población.
Lo que yo propongo como solución a esta situación es que se instruya a los escolares, ya desde las primeras etapas, a comprender y a aprender a manejar una versión del método científico adaptada a la vida cotidiana.
Esto se materializaría, por ejemplo, en que la gente aprendiera a no creer, que porque tu cuñada afirma que ha perdido 20 kilos por ponerse una hebra de hilo en el lóbulo de la oreja, ese método funciona más allá del efecto placebo, la casualidad o la mentira, o una combinación de todas ellas.
Una forma «científica» de interpretar la realidad, aunque nos parezca obvia, lleva muchos años de estudio y reflexión y de ahí que sean muy pocos los que llegan a saberla manejar.
Pero sólo tendremos una sociedad madura y a la altura de las circunstancias, si dedicamos tiempo y esfuerzo a enseñar a los escolares a pensar con rigor.
Por ahora, el tiempo que se dedica a este menester es cero y los resultados están a la vista.
Saludos.
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Desde luego tu propuesta es muy interesante: enseñar a la gente a abrir los ojos a las razones de la ciencia. También creo que debía ser una asignatura obligatoria. Pero…: pero soy escéptico en cuanto a la suposición de que aprovechase a muchos. Las universidades están repletas de profesores que han estudiado el método científico y tienen sobre la realidad de las cosas creencias mágicas. Ahí tienes por ejemplo a los profesores de filosofía, que por la mañana explican el método científico y por la tarde explican que el marxismo es un análisis científico de la Historia, y ni siquiera se percatan del dislate. Ahí tienes a ese de Podemos, profesor de Políticas, con unas ideas sobre la política del siglo XIX y sobre la economía, del principios del siglo XX.
Pero, además, soy muy escéptico en cuanto a la capacidad de la razón para lidiar con los asuntos de las cosas. Como dijo Goya, la razón produce monstruos. Hace 15 años yo mismo era un fanático de la razón científica para mirar al mundo, pero el tiempo me ha enseñado algunas cosas. En primer lugar, que no es la verdad lo que busca la gente, sino encontrarse bien, eufemísticamente, hallar eso que llaman la felicidad, y eso no lo otorga el pensamiento científico. Se quiera o no, son los impulsos emocionales e instintivos quienes fijan nuestro norte, son los deseos y los sentimientos quienes fijan nuestro rumbo en la vida. Eso lo llevamos escrito en los genes. Así que bienvenido sea un fortalecimiento de las razones intelectivas para estudiar las posibilidades más convenientes en la vida, pero sin las valoraciones que realizan los sentimientos la razón no vale nada. Así que como útil, creo que la razón científica es apropiada, pero no cuando impone su imperio en la conciencia y, desplazando lo pasional, hace al hombre «frío», sin corazón, alejado de lo que le comunican sus deseos y sus emociones, sin felicidad. Yo tengo miedo de esa razón.
A ras de suelo: yo tengo una cuñada ferviente defensora de las hierbas y las curaciones milagrosas, cuando no me viene con que la canela lo cura todo me viene con que es la hierbabuena o el diente de león u otra hierba cualquiera. Sin embargo, ella es feliz con esas creencias, y, maravillosa y sorprendentemente, el efecto placebo la produce ese estado de bienestar que te digo, además de haber regulado el colesterol y de haber perdido bastantes kilos. Si se le indujera a pensar lógicamente, casi con seguridad que la depresión sería su destino. El aspecto mágico de la realidad también sirve para dar ilusión a las gentes.
Así que enseñar a pensar científicamente resulta muy adecuado para quienes tienen un perfil preparado para ello, para los individuos, para aquellos que buscan la verdad con mayúsculas, pero no para el rebaño que solo busca una verdad para salir del paso, una verdad que se adapte a sus deseos y temores. Desconfío de que todo el mundo esté preparado ni dispuesto a poseer criterio propio, a tener juicio y pensamiento propios; la mayoría se conforma –y así se siente más feliz– adoptando los criterios, las creencias y los juicios ajenos, eso les da seguridad y bienestar.
Un saludo
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Es un tema con muchos matices y tú has expuesto algunos interesantes.
Lo que yo sugiero no es tanto enseñar el método científico como se enseña la tabla periódica de los elementos, como exigir a los alumnos aprender a usarlo para enfrentarse a casos prácticos.
Por ejemplo, se les pone en un examen el siguiente ejercicio: Coméntese la noticia del descubrimiento de un motor de agua (otro más) y su viabilidad. Y la respuesta, al margen de la física sería, por ejemplo, que si tal noticia fuese cierta, se habría producido una revolución en la bolsa, que millares de científicos se arrojarían al vacío y que las fabricas de automóviles habrían cerrado ese mismo día, etc. etc.
Es decir, imbuirles un modelo coherente y robusto de la realidad que les permita hacer predicciones razonables eludiendo todo tipo de argumentos conspiratorios, con los que se puede demostrar y justificar cualquier disparate, al estilo del materialismo dialéctico.
Creo que una asignatura así sería un placer para los alumnos, porque (para variar) podrían aplicarla en su vida cotidiana, y además sería la columna vertebral para conformar una nueva sociedad intelectualmente adulta. Una sociedad que no se empeñaría en aprender un idioma absurdo y minoritario, como el vasco, para sentirse diferente y superior a sus compatriotas.
Respecto a los beneficios del placebo y de las creencias irracionales, es cierto que tienen cierta utilidad emocional, pero es un arma de doble filo. Las creencias religiosas te ayudan a superar las desgracias, pero también te pueden llevar a la hoguera o a guerras absurdas. Los remedios homeopáticos pueden aliviar los síntomas y ofrecerte esperanzas, pero te alejan de una medicina con poder curativo real y te vacían el bolsillo.
Cada caso es diferente pero, en general, la verdad produce más beneficios que la mentira porque de otro modo no tendríamos un cerebro tan grande ni los flujos migratorios irían desde la ignorancia hacia el conocimiento.
Tal vez la solución de compromiso que ha adoptado la sabia naturaleza sea, como tú propones, repartir genes que buscan la verdad (científicos) y genes que buscan la comodidad (gente corriente). Los científicos se dedican a buscar soluciones reales y mientras las encuentran, la gente corriente abraza soluciones placebo para sentirse mejor.
Saludos.
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Pues la verdad es que tal como lo planteas dicha propuesta de enseñanza parece muy interesante, su percepción de la realidad de las posibilidades mejoraría enormemente. Sería una enseñanza que promueve una prospección del futuro basada en análisis,es decir, intelectiva, y no con los mecanismos que la inmensa mayoría utilizamos para mirar al futuro, el temor y el deseo simplemente. Sí, tal vez dejaría un poso en la conciencia del estudiante sobre la forma de analizar el mundo, es decir, crearía una rutina pensamiento, una rutina sobre el cuestionarse las cosas que tal vez evitaría la credulidad extrema en todo cuanto se les dice. No soy optimista en cuanto a las posibilidades de que tal enseñanza hiciera nido en la conciencia de los enseñados, pero la creación de tal rutina ya sería un paso de gigantes.
La gente es tan crédula porque la duda le atormenta, entonces cualquier «verdad» para salir del paso es mejor que la duda y se acepta, por ejemplo, la astrología. De todas formas, ahí cuentan las capacidades personales para la introspección y el análisis, y bien porque representa un coste en tiempo y esfuerzo o porque faltan capacidades intelectivas, la gente opta por la vía más fácil que es la de aceptar las creencias y los juicios ajenos en vez de generar los propios.
Sí, tal vez por esos derroteros debería caminar la enseñanza, y también –supongo que esto no es necesario decirlo por el título de mi libro– por una enseñanza moral de concordia, por una enseñanza que, sin atender a criterios partidistas, mostrase las formas de conducta que son apropiadas para la sociedad que tiene como propósito la felicidad de sus integrantes. Pero esto, en la actual sociedad, cambiante, globalizada de imposible fiscalización, resulta muy difícil de llevar a cabo, aunque debería plantearse, porque, si no, tal como vemos que sucede, son intereses bastardos, económicos, de los medios etc, de líderes de opinión, quienes conducen al rebaño a su antojo, generalmente a modos de convivencia desastrosos.
Un saludo
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Hola, en respuesta a un comentario dices: » La razón íntima de todo ello es que no nos movemos al compás que la inteligencia nos marca, sino al compás del deseo». Interpreto esto como una forma simple, algo vulgar y distorsionada de decir algo que tiene mucho de teoría freudiana,
Ahora bien, qué pasa con la fe y la experiencia religiosa o mágica, y con los prejuicios? y con las creencias culturales o políticas?
Entonces, somos todos estúpidos? o algunos privilegiados viven en un mundo paralelo donde nada de lo humano los ha contaminado? Decir que algunos estamos más allá del bien y del mal…no es la solución. En tu artículo tu punto de vista crítico a la homeopatía encuentra solución alternativa en la medicina tradicional pero a la crítica psicoanalítica no le sigue una propuesta curativa, a menos que «creas» que los psicofármacos son la panacea a modo de antibióticos para nuestra compleja estructura psíquica, sus enfermedades y síntomas. Freud como médico neurólogo también pensó que con el tiempo se llegaría a descubrir una base orgánica en el origen de las neurosis.
Entender el psicoanálisis no está al alcance de todos. Creo que tu ideología te lleva a contradicciones, tu resistencia a fanatismos y temores, todo ello enmarcado en tu propio sistema inconciente de creencias.
Tu inclusión de términos despectivos como decir «somos crédulos y estúpidos» también te abarca, pero luego te refieres a la mayoría, al rebaño, y te distancias como observador «objetivo» de la realidad. Por más empeño que pongas no encontrarás la fórmula de la felicidad que estás buscando, Perdón por mi análisis, puede ser un error, pero creo que cuando hablas de los demás estás proyectando lo que no te gusta o no aceptas de ti mismo, las dudas te atormentan y alimentan tu pesimismo y acartonamiento, tu capacidad intelectual no te salvará. El budismo y la cienciología son las creencias de las estrellas de Hollywood, parece que ellos también andan buscando la fórmula que el dinero les permite comprar. Son ellos también estúpidos no?
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Juan sin miedo (si tal don tuvieses no podrías ser un personaje real, pues el miedo cumple, entre otras, la función de prevenir los peligros, así que, sin él, a duras penas podrías haber superado el destete. Bueno, esto no viene a cuento y tómalo como sonrisa de bienvenida), a ver si te contesto con coherencia porque no acierto a encontrar el hilo conductor de tu disertación, así que te contestaré párrafo a párrafo.
Es obvio, al menos a mí me lo resulta y es opinión generalizada entre quienes han investigado las motivaciones del comportamiento, que nuestros proyectos siempre obedecen a razones de temor y de deseos. Pero no solo nuestros proyectos, sino que en el mismo actuar inmediato nos guían a su compás, señalando la conveniencia apropiada: buscar lo que deseamos y evitar lo que tememos.
Lo que hacen las creencias de cualquier tipo, sean estas religiosas o culturales o morales o mágicas, es darnos unos anteojos con los que mirar el mundo, darnos una perspectiva de la realidad, catalogar los hechos, las situaciones, los sujetos de una cierta manera, decirnos lo que es correcto o incorrecto, lo que está bien o está mal, lo que es justo e injusto, es decir, darnos criterios y prejuicios sobre la realidad. Además, con esos anteojos el deseo y el temor obtienen una perspectiva nueva para conducir nuestras acciones. Las creencias que señalan al islamista como terrorista moviliza al temor para evitar a los islamistas y para enjuiciarlos negativamente. Las creencias religiosas que señalan la gratificación de un paraíso en el Más Allá si se obliga uno a cumplir ciertos preceptos, promueven la esperanza (que es un deseo) de conseguir dicho paraíso, a la vez que nos impulsan a comportarnos de la manera debida para conseguirlo. Y esto se puede generalizar a creencias de cualquier tipo.
Así que somos animales con creencias que se aposentan en nuestra conciencia y dirigen nuestra conducta al movilizar al temor y al deseo. En ese sentido digo que somos estúpidos, porque no nos solemos plantear la verdad que contienen las creencias en las que estamos sumidos. Somos estúpidos y crédulos, porque solemos creer cualquier cosa que venga bien envuelta, que se adapte a nuestros temores o a nuestros deseos, y nos produzca la adecuada sentimentalidad.
No es que algunos estemos más allá del bien y del mal, lo que digo es que una inmensa mayoría de la gente cree sin cuestionarse nunca nada, y pongo por ejemplo la astrología, y que solo unos pocos, sobre todo si tienen experiencia con las exigencias de la ciencia, suelen analizar las creencias que se propagan con más profundidad.
No digo que los psicofármacos sean la panacea, ni siquiera que sean eficaces (muchos de ellos apenas superan al efecto placebo), sino que simplemente pongo de relieve que el psicoanálisis jamás ha presentado prueba alguna de sanación, y en cambio, sí muchos fraudes en nombre suyo. Además –aunque estos aspectos no aparecen en mi blog–, que Freud se dejó llevar en todo momento (en sus principales escritos sobre la teoría sexual y los sueños) por la ocurrencia, sin presentar jamás prueba científica alguna, y que su retahíla de el complejo de Edipo o el Electra, o sobre la horda primitiva, son auténticos camelos, y que sus suposiciones sobre la curación nunca han venido avaladas por pruebas.
Me incluyo en el rebaño, yo también soy crédulo y estúpido,esa es la condición humana. Y te voy a poner varios ejemplos de esa estupidez y esa credulidad. Ahí está el arte contemporáneo: cualquier mamarrachez se convierte en arte si lleva la firma de un pintor o un escultor a quienes los medios o los mecenas han dado prestigio. Ahí está el rebaño de filósofos, todavía adorando a Hegel, el mayor creador de tonterías y oscuridades que jamás haya existido.
Claro, yo me proyecto en lo que pienso y digo de los demás (aunque esté acartonado y no me salve, como tú dices), y no me salvo de la quema, y me refiero a que la gente no suele buscar la verdad, sino la felicidad, y en ese sentido el inculto el ignorante o el corto de luces es menos estúpido que yo porque seguramente obtendrá un trozo mayor que el mío del pastel de la felicidad.
Los de Hollywood que nombras andas tan desorientados o más por la vida que podamos andar tú o yo, pero pagan (porque tienen dinero para ello) por que les quiten el pesar de la duda, porque les den creencias que apacigüen su malestar vital, así que son tan estúpidos como yo, más crédulos que yo, y con muchísimo más dinero.
Un saludo
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Y si el comentario está pendiente de moderación, ahora entiendo por qué Yack es el único que se salvó de la exclusión.
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Aquí si que no te entiendo
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Nadie que pueda llamarse a si mismo «Medico» reconocería que el cuerpo y la mente están separados , pues sabría, como buen medico que es ; que así como la mente no vive sin un cuerpo , un cuerpo no vive sin la mente.
No es muy intelectual afirmar que «la homeopatía y el psicoanálisis no han dado jamás prueba alguna de su poder sanador más allá del poder que ofrece el efecto placebo» , pues lo que se entiende como «efecto placebo» , es solo un concepto creado por el EGO científico para evocar la idea de que «se engaña a la mente en el tratamiento de un padecimiento», ya que paradojicamente esta idea explica como la mente puede sanar al cuerpo y respalda el concepto de la Psicosomatizacion.
Otra razón no muy intelectual para afirmar que ni la homeopatia y el psicoanalisis no han dado prueba de su «poder sanador» es el hecho cuántico que explica que las particulas siempre se ven afectadas por su observador y es por eso, que en palabras de Albert Einstein: «todo es relativo» a la observacion del espectador.
En la antigua Grecia , los templos de curasion Asclepianos reconocian el poder curativo de la energia sexual trasmutado en la psique , esto lo representaron con el simbolo conocido como «La vara de Asclepio» (simbolo actual de la medicina) .Fue en estos templos donde Hipocrates ,quien se concidera el padre de la medicina y cuyo juramento dictamina el código ético y moral de la medicina, recibió su entrenamiento para ser medico.
Una ultima razón muy poco intelectual para creer en semejante afirmasion egoica es que , en un articulo llamado «De La Verdad» publicado en esta misma pagina , se dice: «No se fíen. La verdad es voluble, esquiva, descarnada, y a veces tiene aspecto de mentira. La mentira, en cambio, casi siempre presenta un buen aspecto. Y una advertencia: desconfíe de las proposiciones que se presentan con un bonito rostro pero que no dicen nada.»
Que la mediocridad de muchos psicoanalistas , psicologos y psicoterapeutas tenga efecto en sus pacientes empeorando su situación no debería asombrarnos , pero no hay que acusar a la homeopatia y al psicoanalisis de desordenes que jamas autorizo
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