El caso Zapatero (II)
Resulta de una evidencia extrema que un buen gobernante debe someterse a las obligaciones del cargo, debe tener los pies en el suelo y debe mirar de conseguir en su gestión lo socialmente óptimo de entre aquello que sea factible; y, además, no debe abocarse a perseguir utopías que el sentido común señale como irrealizables por mucho que le resulten deseables. También es del todo inobjetable que el buen gobernante, mirando por el progreso social, ha de poner, en sus decisiones, el fiel de su balanza en posición equidistante entre lo que le resulta justo y lo que le resulta conveniente; más cuando esos dos conceptos no suelen ir de la mano y, sobre todo el primero, tiene tantos colores como estamentos tiene la sociedad.
Zapatero vivía en las nubes, confundía lo deseable con lo factible y sin entender ―siquiera sin cuestionarse― qué convenía a España y a sus gentes, buscó con marrullerías de todo tipo imponer un sentido de lo justo basado en el Igualitarismo decimonónico, negando valor alguno al mérito personal, pretendiendo que la mediocridad reinara a todos los niveles institucionales.
Me resulta difícil encontrar en la gestión de Zapatero como gobernante algo más que simpleza. Convengamos que sí, que debido a su éxito inesperado (había sido un mediocre estudiante, y no se le reconocía peso político alguno ni capacidad demostrada) se inunda de orgullo y soberbia y se llega a pensar, de pronto, un estadista con fuste e ingenio. Eso explicaría sus pueriles ocurrencias que lanzaba a los cuatro vientos: «Soy el Presidente de Gobierno más rojo de Europa», «pronto superaremos económica a Francia», «Alemania copia el modelo económico de España»; o explicaría su pretensión de aparecer como fundador de una nueva entente mundial basada en la Alianza de Civilizaciones, o incluso de llegar a ser una especie de justiciero universal.
Pero no. Aunque es cierto que ―tal como relató Felipe González―a los pocos meses de estar en el cargo ya desoía a sus numerosos consejeros, se puede decir que su «esencia» en cuanto al desempeño de su cargo fue la simpleza. Si no, valga esta anécdota que contó el economista Ramón Tamames en un programa de radio:
«Estábamos ya en octubre de 2009, con la crisis económica galopando, y le pedí una cita con él para explicarle algunos asuntos económicos y algunas recetas que tenía que aplicar con urgencia para evitar que la crisis se desbocase. Me escuchó en silencio y con poco interés durante 20 minutos, al final de los cuales y muy ufano y enérgico me espetó: “Ramón, no te enteras que en dos meses vamos a salir de la crisis y vamos a superar la renta per cápita de Alemania inmediatamente”». He de aclarar que Ramón Tamames era uno de sus consejeros económicos.
También demostró peligrosa simpleza en la pretensión que mostró al comienzo de su primera legislatura como gobernante de que se enseñara el Corán en los colegios públicos a la par que el catolicismo. En aquel entonces todavía debía de escuchar a alguno de sus consejeros, que le tuvo que advertir que el Corán, además de atentar en cada una de sus páginas contra la igualdad de género y contra muchos derechos ciudadanos, viola en sus páginas todas las normas y derechos que establece la Constitución española. Desistió de tal propósito, supongo que con pesar.
El embajador Inocencio Arias también contó en un medio televisivo dos anécdotas sustanciosas sobre la simpleza dicha. En una de ellas se había organizado una cena, creo recordar que en la embajada española en Washington, a la que asistían varios senadores norteamericanos, y en la que Zapatero tenía que hablar. Bueno, prefirió irse a cenar con unos amigos y dar el plante a los senadores. Algo semejante hizo en China, adonde acudió con una importante delegación comercial: dio el plantón a altos cargos políticos y económicos chinos y en vez de acudir a una cena de gala en su honor prefirió practicar footing.
Simpleza no es sinónimo de ignorancia, pero Zapatero compartía ésta a partes iguales con aquella. Poco antes de convocar elecciones y de perderlas, viajó de nuevo a China y proclamó a los medios de aquel país que el desarrollo tecnológico en el estudio de nuevas energías renovables iba a crear en los dos próximos años más de un millón de nuevos puestos de trabajo en España. Y tengo para mí que se lo creía. ¡Después del despilfarro de decenas de miles de millones de euros en esas tecnologías para tener uno de los precios más elevados por kilovatio de Europa! Y creo que se lo creía (o desconocía el valor de la cifra que dio) cuando anunció en la televisión pública que, gracias a su programa de Economía Sostenida, los edificios que albergan los ministerios en España, bajando la temperatura de los despachos en invierno y subiéndola en verano, iban a ahorrar ese año 3.000 millones de euros. Pero mucho me temo que esa cantidad no se gasta en los dichos ministerios ni en cien años.
También gasta por igual simpleza e ignorancia sobre las religiones en su última ocurrencia, la de abogar por una autoridad mundial religiosa. Y es que no distingue entre lo factible y lo deseable (pero en su simpleza se cree capacitado para mediar con éxito en los grandes asuntos del mundo).
Pero no nos engañemos, además de simpleza, por seguir algunas importantes creencias decimonónicas, en muchas de sus propuestas lucía malignidad. Pero esto ya es motivo de otro Post en donde se tratará de su maniqueísmo y sus ansias redentoras.
SEGUIRÁ…
El gran peligro de ZP no era tanto su ignorancia, sino su arrogancia. En general, los presidentes de gobierno, conscientes de su ignorancia en todo aquello que no sea la política, se rodean prudentemente de expertos en cada una de las materias que desconocen, que son muchas y variadas.
ZP habitaba desde su más tierna infancia en una especie de engrudo ideológico de tipo progresista, que le llevó a pensar, al verse proclamado presidente del país, que esas ocurrencias demenciales que había oído y leído durante tanto tiempo, podían aplicarse, sin más, al mundo real.
Claro que la culpa, en último término, la tiene quienes le votaron, le volvieron a votar y le hubieran vuelto a votar de haberse presentado a un tercer mandato.
Ahora tenemos una nueva Espada de Damocles, aún más afilada y peligrosa que ZP, pendiendo sobre nuestras cabezas. Y comparado con esta, lo de ZP no fue nada.La ciudadanía española, PODEMOS hacerlo aún mucho peor.
Recemos porque se produzca un milagro electoral.
Saludos.
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Comparto al cien por cien tus apreciaciones, pero me parece a mí que la simpleza y la ignorancia producen ineludiblemente la arrogancia. La verdad es que lo de Podemos es preocupante, y te voy a dar mi particular versión sobre ello, sobre por qué dicho partido puede resultar peligroso para la democracia. Tengo para mí que el crecimiento de tal partido (o lo que sea) es producto de una imagen. Pablo Iglesias ha tenido su éxito gracias a que su imagen se asimila a las imágenes de la iconografía religiosa que retenemos en el inconsciente. También sus gestos, su manera pausada de hablar (pero enérgica) corresponden a la imaginería cristiana, expresando paz, amor, rechazo de las injusticias, defensa de los necesitados… Sea uno creyente o no, ha mamado en su infancia esas referencias a Jesucristo. Y ahora las televisiones, con la aparición de Pablo Iglesias, rescatan del subconsciente la emociones asociadas a ellas. Aún en mucho mayor grado que el zafio Zapatero, Pablo Iglesias es imagen, solo eso; imagen que evoca la expulsión de los mercaderes del templo que el cristianismo señala que hizo Jesucristo.
Por lo demás, su discurso es decimonónico y monotemático: causa asombro el profesorado metido a dedo por los partidos políticos que pulula por la Universidad. Tanto o más peligroso me parece su lugarteniente Monedero (tengo la intuición de que éste es el verdadero ideólogo y líder en la sombra), pues es un personaje que odia profundamente.
No merece la pena hablar de su ideología pues ya he dicho que son decimonónicos al respecto y que su referencia sigue siendo la República, es decir, un engendro entre las teorías marxistas y las de Marcuse. Pero aún no teniendo nada serio que ofrecer (¿quién ha dicho que a la gente la subyugue algo serio?), tienen la imagen. Podrían venir bien para levantar la corrupción en España, pero si no se detiene ahí, es decir, si la gente no los ve tal cuál son, unos simples con odio, pueden ser peligrosos porque ahí tienen a esa jaula de grillos que es el PSOE para aliarse con ellos en las próximas elecciones, y de ganar tendríamos que salir todos corriendo.
Por cierto, la avaricia de los Pujol parece infinita. Se habla de miles de millones en sus arcas, el 4 % para ellos. Y todos callados. Desde el comienzo de su mandato hubo un acuerdo de periodistas y partidos políticos: prohibido criticar en lo más mínimo a Pujol. Y esos acuerdos siempre acaban en totalitarismos.
Que ahora esos mismos periodistas y políticos, enterados desde siempre de todo, no se rasguen las vestiduras.
Un saludo
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Lo cierto es que la avaricia, como su mismo nombre indica, es infinita, pero se supone que el Estado existe para gestionar esa avaricia mediante una legislación inteligente orientada al bien común que, además, se cumpla.
El problema es que en Cataluña, la política ha estado dominada por el proyecto separatista y todo lo demás se ha supeditado a él, dejando así que se expandan sin control los más bajos instintos humanos, siempre que fueran de origen o finalidad separatista.
Ahora, alguien ha rascado en el vertedero catalán, y se ha puesto al descubierto la nutrida fauna de parásitos que, sin saberlo, habían estado alimentando los probos ciudadanos catalanes mientras repetían como zombies el hipnótico mantra de «España nos roba».
Esperemos que los catalanes recobren la lucidez un segundo antes de lanzarse de cabeza al tajo que les muestra, como la tierra prometida, el profeta Mas.
En cuanto a tu comentario sobre Podemos estoy muy de acuerdo. Este hombre, que no debería pisar la universidad ni para barrer el suelo, vende un programa incoherente con la realidad, y que en la medida en que se lleve a término nos arrastrará hacia un régimen chavista, cubano o soviético, según sea el tiempo que conserve el poder.
Una vez más, hay que reconocer que cada país tiene lo que se merece, es decir, lo que vota, y esa idea es la que realmente me preocupa, conociendo al personal.
Saludos.
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