AHORA SE QUEJAN
Ahora los antiguos barones del socialismo español se quejan de las catastróficas consecuencias que puede traer el hecho de que el PSOE y el populismo podemita caminen de la mano. Ahora el antiguo ministro Corcuera, ahora el antiguo vicepresidente del gobierno español, Alfonso Guerra, ahora Felipe González, ahora Joaquín Leguina, se quejan de la horda asamblearia que dirigida por un mesías bolivariano intenta implantar en España el desastre que Chávez y Maduro implantaron en Venezuela.
Pero esos ilustres miembros del PSOE fueron en su día responsables, por acción u omisión, de que el principal quehacer del partido político al que pertenecen haya sido insuflar odio contra todos aquellos que no comulgasen con sus ideas políticas; fueron esos mismos barones –o fueron sus compañeros de partido y callaron—los que propugnaban que se acabara con los símbolos, los mitos, las banderas patrias, con todo aquello tenido hasta entonces como sagrado; fueron ellos los que jalearon a los nacionalismos periféricos con los fatuos eslóganes de la ‘liberación de los pueblos de España’; fueron esos mismos barones los que cooperaron en instaurar un atroz maniqueísmo moral en la sociedad española, un maniqueísmo que santifica cualquier aberración que cometa la ‘izquierda’ y que señala a la ‘derecha’ como el Mal para cuya destrucción cualquier medio es bueno; fueron ellos –o sus acólitos—los que agitaron los demonios de la guerra civil durante lustros, y levantaron la bandera de la discordia y del enfrentamiento –o asintieron cuando la levantaban sus compañeros; fueron ellos mismos quienes permitieron que su grupo se manifestara reiteradamente contra la excelencia y el mérito y a favor de primar la mediocridad y de esquilmar y expoliar a los emprendedores. Ahora, ¿de qué se quejan?
Ellos y su grupo político son quienes acunaron y amamantaron el populismo de Podemos. Ellos insuflaron ese odio que hoy luce en el rostro de la horda podemita. Bueno, tal vez no se quejen de que se haya descarriado ese rebaño que alimentaron con un pesebre bien lleno de derechos, prebendas y gratuidades, sino que las reses hayan cambiado de pastor. Pensaban que la grey estaba a buen recaudo en su redil, sin sospechar que la cabra joven siempre tira al monte, y más cuando tiene un nuevo pastor que le gusta caminar por cerros y bordear precipicios.