Algunos grandes libros (II). La sociedad abierta y sus enemigos

La sociedad abierta y sus enemigos. Karl Popper.

En los ambientes culturales de la izquierda así como en cualquier escrito de pensadores marxistas, Karl Popper era considerado, o bien ―en cuanto a su valor como filósofo― un don nadie, o bien se le tildaba de reaccionario de la peor especie. Así que yo, adherido  hasta bien tarde a tales gremios, tardé en leerle. Cuando lo hice, ya tenía yo criterio y pensamiento «propios» (quiero decir: que no eran reflejo del pensamiento de la manada) y emitía mis propios juicios. Leí detenidamente a Popper, el libro referido, y comprendí por qué era denostado por la izquierda marxista. Popper no se encarama a las fútiles ramas metafísicas ni chapotea en las ciénagas de la dialéctica hegeliana __lo que le procuró la malquerencia de la filosofía ocupada y enredada en esos menesteres__, sino que con fría lógica de científico indaga los hechos del mundo de las ideas.  Indaga en Platón e indaga en el marxismo y pone en evidencia  el pulso totalitario que late en ambos. El marxismo, al disponer al sistema democrático como mero y prescindible  medio de conseguir la sociedad socialista, es decir, al ser su meta el imponer el socialismo y mantenerlo contra viento y marea, lleva adherido en su misma estructura el germen del totalitarismo.

Al lector de La sociedad abierta y sus enemigos se le desmorona Hegel. Popper muestra de él no solo su inanidad, sino también la estupidez humana responsable de haberlo colocado en los altares de la filosofía. El lector que tenga cierto conocimiento de las leyes físicas podrá sacar conclusiones clarificadoras. Dice Hegel:

El sonido es el cambio en la condición específica de segregación de las partes materiales y en la negación de esta condición; tan solo una idealidad abstracta o ideal, por así decirlo, de esa especificación. Pero este cambio, en consecuencia, es inmediatamente, en sí mismo, la negación de la subsistencia específica material, que es, por lo tanto, la idealidad real de la gravedad y cohesión específicas, es decir, el calor. El aumento de calor de los cuerpos en resonancia, semejante al que experimentan los cuerpos por el rozamiento, señala la aparición del calor que se origina, conceptualmente, junto con el sonido.

También trae Popper  a colación la diatriba que lanza Schopenhauer contra Hegel:

Schopenhauer, que tuvo el placer de conocer a Hegel personalmente y que sugirió el uso de las palabras de Shakespeare –“esa charla de locos que sólo viene de la lengua y no del cerebro”—para definir la filosofía de Hegel trazó el siguiente cuadro: «Hegel, impuesto desde arriba por el poder circunstancial con carácter de Gran Filósofo oficial era un charlatán de estrechas miras, insípido, nauseabundo e ignorante, que alcanzó el pináculo de la audacia garabateando  e inventado las mistificaciones más absurdas. Toda esa tontería ha sido calificada ruidosamente de sabiduría inmortal por los secuaces mercenarios, y gustosamente aceptada como tal por todos los necios, que unieron así sus voces en un perfecto coro laudatorio como nunca antes se había escuchado. El extenso campo de influencia espiritual con que Hegel fue dotado por aquellos que se hallaban en el poder, le permitió llevar a cabo la corrupción intelectual de toda una generación.»

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