(Primeros párrafos del cuento. Si desea leerlo entero sólo tiene que dejar un pequeño comentario con su deseo, y se lo enviaré por e-mail en unos pocos días )
El cuchillo se introdujo sin dolor entre las carnes. El individuo se mantuvo por un instante marmóreo, detenido, y toda su vida le pasó girando. Acto seguido, la quietud se le quebró en los ojos, que se abrieron en señal de sorpresa e incredulidad: no creía él que morir fuese tan simple, que produjese una sensación tan poco letal. Los mismos ojos mudaron poco después a la severidad, quizá al arrepentimiento. Inmediatamente se ladeó hacia el costado derecho, se le desmayaron los tendones y la masa muscular, dio un respingo y cayó al suelo hecho un rebujo. El hombre quedó tumbado con el cuchillo clavado en el pecho.
José Bonés tenía previsto el suicidio desde mucho tiempo antes. No había construido el proyecto en sus pormenores, pero sí lo había presentido. Desde que le asolaba un sentimiento de inanidad de sí mismo, de carecer de esperanza, de estar por demás, de hallarse instalado en el desánimo sin paliativos de cada instante, José Bonés resistía en la vida por la necesidad de arreglar unos últimos asuntos. De esa necesidad sacó vida para seguir tirando hasta el día de autos. Poco antes del desenlace aún hurgaba en los recuerdos, quizá esperando encontrar en ellos un rescoldo del gozo que alguna vez ardió.., pero sólo encontró pavesas. Los jirones del pasado le trajeron poco bienestar y ninguna esperanza. Cada momento festivo recordado concluía ofuscado y ultrajado por otros momentos trágicos posteriores. En el agridulce sabor del pasado siempre ponía lo agrio su bandera en lo alto.