De las creencias
- La verdadera Historia es la historia de las creencias que acerca del mundo han anidado en la conciencia de las gentes.
- Una creencia es una ilusión de la realidad.
- Percibimos las cosas y las gentes a través de los anteojos que construyen nuestras creencias. No solo nos proporcionan el tono y la intensidad cromática, sino también la perspectiva.
- Mediante las creencias categorizamos el Mal y el Bien, lo correcto y lo incorrecto, lo justo y lo injusto.
- Las raíces de las creencias se nutren de emoción.
- Al rebaño no se le alimenta con creencias, sino con lemas, símbolos, mitos y eslóganes destilados de las creencias y empapados de emoción.
- Las certezas acerca del mundo y los prejuicios acerca de las gentes nos lo proporcionan las creencias.
- Por las creencias que tenemos “entendemos”.
- Ninguna evidencia es suficiente para hacer dudar al fundamentalista.
- El rebaño filosófico es el más crédulo.
- El temor y el deseo dibujan rápidamente en la imaginación los más variados castillos: Paraísos utópicos, cielos, dioses, infiernos, inexistentes peligros o gratificantes esperanzas. Posteriormente surgen las creencias que justifican esas construcciones.
- La ilusión que proporcionan las creencias hace soportable la realidad.
- Las creencias nos proporcionan previsión y posibilitan el automatismo en nuestro actuar. En caso contrario el mundo sería para nosotros una sorpresa y una duda continuadas.
- Nuestro comportamiento está dirigido por nuestras creencias, pero lo impulsan nuestros deseos y
- Para que una creencia nos impregne, basta con que venga avalada por el deseo o el interés.
- Casi todas nuestras creencias las recibimos de fuera, sobre todo de aquellos en quien confiamos.
- En los apriscos políticos y en los religiosos las creencias las dicta el rabadán y son de obligada adquisición.
- Cuanto más penosa resulta la realidad, más crece la ilusión de otra realidad diferente.
- El hombre necesita entender el mundo y prever el mañana, así que hace suyas las creencias que le aportan atajos para ello: la astrología, los dioses, el Cielo, la cartomancia, la presciencia…
- La razón siempre opera sobre el suelo de las creencias. Los racionalistas eran unos ingenuos que creían estar sustentados en suelo firme cuando construían castillos en el aire.
En efecto, todos necesitamos creencias para iniciar la historia de cada día. Sin embargo no todas las creencias son equivalentes. Hay cuatro tipos de creencias, según lo veo yo:
– Las obvias y compartidas: Si se deja caer un vaso, se rompe. Si nos damos un golpe en la cabeza podemos morir, el sol sale todos los días a la misma hora (más o menos), etc.
– Las que no siendo obvias, han sido confirmadas por la ciencia: la aceleración de la gravedad terrestre, la ley del péndulo, la teoría evolucionista, etc.
– Las gestionadas por el sentido común, que no son obvias, ni se dejan validar por la ciencia: el modelo político, el tipo de relaciones que debemos mantener con los demás, etc.
– Las que son contrarias a la ciencia pero ya sea por ignorancia o por estupidez dominan el pensamiento de muchos individuos. Estas son las más peligrosas y execrables porque son las únicas que podrían evitarse con una educación adecuada.
Saludos.
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Bueno Yack, en el paquete de creencias que dices gestiona el sentido común, se podría meter las que más me importan por mi estudio, y son también a las que se refiere principalmente mi entrada, digo las creencias éticas o morales, aquellas que nos dicen cómo debemos comportarnos en tal o cual ocasión, qué es lo correcto y lo incorrecto, lo justo y lo injusto, lo beneficioso y lo perjudicial, lo bueno y lo malo. y este tipo de creencias son las que determinan el tipo de orden y de organización social, así como el modo de relacionarnos con los demás.
Las últimas que señalas están ahora muy en boga. La gente ha perdido la fe en las creencias religiosas, pero se ha cargado de creencias místicas, de cosmovisiones fantasmagóricas y de fe en el panteísmo. Los animalistas y los ecologistas radicales, por ejemplo, participan de esa cosmovisión mística que les señala que hay que respetar todas las vidas o que el universo es un todo que nos vigila. Luego están las estupideces más populares, como la astrología o la presciencia o la quiromancia o cualquier estupidez.
Yo soy incrédulo al respecto de lo que dices acerca de que con una educación adecuada desaparecerían. He conocido a gente muy culta y a gente muy sabia y a gente muy inteligente que iban periódicamente a que les echaran las cartas o les leyeran el horóscopo. Tal vez no son tan crédulos como el ignorante, pero el temor y el deseo les arrastran a creer en cosas absurdas.
Un saludo
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Yo confío en la buena educación porque es lo único que, en teoría, podemos hacer por remodelar las creencias de los individuos, mientras no aprendamos a recablear el cerebro o reacondicionar el genoma.
Y cuando digo buena educación, no me refiero a la que se administra en las escuelas, institutos y universidades, sino a la que se debería impartir. Básicamente sustituir la asignatura de filosofía por la de «saber pensar» en la que se englobaría, por ejemplo, técnicas y estrategias para diferenciar el fraude de la honestidad, el error del acierto, la demagogia del razonamiento fundamentado, etc. etc. Claro que esta asignatura debería de durar, como poco, dos horas diarias desde preescolar hasta salir de la universidad, y cambiaría el mundo en una década. Pero esto es ciencia ficción porque ¿dónde están los superhombres capaces de realizar esta hazaña?
Tienes mucha razón cuando dices que ser inteligente o ser culto (muy leído) no garantiza en absoluto estar a salvo de la estupidez extrema. La inteligencia sólo sirve para conseguir objetivos, pero no para elegir esos objetivos, porque para eso está el sentido común, eso que no se puede medir en los test de inteligencia.
Por otro lado leer mucho puede ser bueno o malo dependiendo de lo que leas y de tu capacidad para interpretarlo. Mi recomendación, como siempre, es leer un 99% de ciencia y un 1% de filosofía.
Saludos cordiales.
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No puedo estar más de acuerdo contigo en lo de sustituir ese mamotreto espeso, fatuo, oscuro y de ilusos frutos que constituye gran parte de la filosofía, sobre todo la que enseña en facultades e institutos. Y también comparto esa genial idea tuya de lo que debería ser la educación.
Con tu permiso me copio esa acertada aseveración tuya: «La inteligencia sólo sirve para conseguir objetivos, pero no para elegir esos objetivos», aunque discrepo (o al menos tenemos en esto distinta apreciación) de que elegir esos objetivos sea obra del sentido común; creo que son el temor (las reacciones del miedo y el ansia de seguridad) y el deseo quienes hacen de jueces para que elijamos unos objetivos u otros.
Y, claro, falta ciencia.
Un afectuoso saludo
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Fernando, sin duda que los objetivos están determinados por la genética, la educación y las circunstancias como tú apuntas acertadamente. Lo que he pretendido decir es que el sentido común es como una inteligencia a largo plazo, que permite imaginar por anticipado lo que puede ocurrirnos según qué objetivo elijamos, incluso en el supuesto de que los alcancemos.
Se puede ser suficientemente inteligente para diseñar un móvil que funcione a manivela, pero no tener el sentido común suficiente para imaginar que nadie va a comprar esos móviles, a menos que viva en plena selva y que por tanto no va a ser rentable su producción.
Se puede ser lo suficiente hábil para liarse con la vecina del quinto, treinta años más joven y lustrosa que tú, pero no tener el sentido común para imaginar lo que va a ocurrir con tu vida una vez que se imponga la realidad biológica.
Yo y supongo que tú también hemos conocido a gente endiabladamente inteligente y hábil, que cometen frecuentes errores estratégicos de proporciones bíblicas. Y yo justifico ese hecho pensando que hay inteligencia a corto, medio y largo plazo, sectorial, especializada, general, y un sin fin de características más. La cuestión es conocer tus limitaciones, y concentrarte en tomar decisiones en las áreas donde más éxitos has cosechado.
Saludos.
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Lo que nombras de la inteligencia tiene mucho que ver con la capacidad que denomino de ‘encontrar lo conveniente’ para uno en la vida. Según cada persona, percibimos conveniencia de distintos modos:
–Lo que las emociones y los instintos nos dicen qué es conveniente en un determinado instante.
–Lo que el temor y el deseo nos señalan como conveniente.
.–Lo que una determinada creencia nos indica qué es conveniente.
–La conveniencia que percibimos mediante el análisis de las situaciones empleando, ahora sí, la inteligencia, además de los temores y deseos.
–La conveniencia que percibimos de las cosas en aras a realizar un proyecto que hemos planificado.
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Totalmente de acuerdo con tu análisis. Saludos.
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