Ya lo advertí en mi post del 26 de enero, La Revolución ha llegado. Hoy, tras cuatro meses de confinamiento por la pandemia de coronavirus, todos los resortes de poder democrático están cautivos. El poder judicial se encuentra retenido y coaccionado; la fiscalía está amordazada y gobernada por el brazo del PSOE, representado por quien en cualquier país democrático de solera hubiera sido apartada del cargo y encausada, la fiscal-jefe y ex ministra de justicia, Lola Delgado, tres veces reprobada en el Congreso. Los medios televisivos han sido comprados con dinero contante y sonante por el gobierno y con cientos de millones en propaganda institucional. Las redes sociales están siendo controladas y censuradas. La Guardia Civil y el Ejército están siendo desmantelados y purgados. Todas las instituciones han sido penetradas por los políticos en el poder. El Congreso está ausente y los congresistas confinados en sus casas. El gobierno compra los votos de los representantes de algunas Comunidades Autónomas a cambio de dádivas; dádivas hacia el País Vasco, hacia Cataluña, hacia Cantabria, hacia un diputado de Teruel Existe, y ahora promete nuevas dádivas al partido Ciudadanos que tantas ilusiones había despertado en Cataluña y en toda España. Se compran votos con la ley del Ingreso Mínimo y se seguirán comprando mediante mil fórmulas ilegítimas que el gobierno declarará legales. Cuando llegue la hora de las próximas elecciones—si es que llega—las nuevas leyes electorales permitirán que los partidos del gobierno den un pucherazo que les posibilite mantenerse indefinidamente en el poder. La función ya lleva orquestándose tres años, primero como gobierno en funciones y ahora con las leyes del confinamiento. Decretos-Ley “paridos” por el Consejo de Ministros sin discusión parlamentaria que bogan por dar un golpe de Estado que parezca legal. La mentira, la ignominia, la falsedad más escandalosa, son lanzadas cada día por el gobierno como verdades irrefutables que vienen refrendadas por las sumisas cadenas de televisión. No hay mentira, locura, iniquidad, abuso de poder, que no haya cometido ya este gobierno. La ley recién aprobada por el Consejo de Ministros –para eso sirven las prórrogas de confinamiento— , de Defensa de Protección a la Infancia, boga en la misma dirección. El Estado arrebata la patria potestad a los padres y amenaza con vigilar a las familias y a las redes sociales y penalizar todo “radicalismo”, es decir, todo cuanto no guste al gobierno y no forme parte de lo Políticamente Correcto. Los partidos se han convertido en sectas dedicadas al lucro y al poder. Nadie se atreve a discrepar de las opiniones de los jefes de filas, auténticos capos mafiosos que no dudarían en aniquilar políticamente a los discrepantes. Solo los extremos mantienen sus principios. Podemos, cuya pretensión es instalar un régimen neocomunista al estilo de Cuba o Venezuela, y VOX, partido de derechas que se mantiene aún impoluto pero que es atacado como si fuera la encarnación del diablo. El PSOE ha sido desmantelado y rehecho a imagen de ese psicópata sin cerebro que es Pedro Sánchez, cuya única finalidad es el poder, manejado por el otro mucho más inteligente psicópata y que sabe lo que quiere, Pablo Iglesias. Las huestes de agresivos jóvenes descerebrados clamando por imponer la locura y la mediocridad. El Estado de Sitio ha funcionado. La separación y equilibrio de poderes democráticos han sido derruidos. Locke y Montesquieu han sido enterrados de nuevo. La democracia está dando sus últimos estertores. Estamos llegando a Venezuela.
Reblogueó esto en El Noticiero de Alvarez Galloso.
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Hoy me sentí triste con tus palabras.
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No soy quien para opinar sobre lo que acontece, en otro pais reo, que estás viendo todo tan oscuro, desde el confinamiento.
La nueva realidad, la que nos tocará vivir.
Deseo que estés equivocado, en tus apreciaciones.
Me gustaría muchísimo que conocieras América del Sur, a Brasil, Argentina, Venezuela, Uruguay..
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La verdad es que corren malos tiempos, pero también te puedo decir que la inmensa mayoría se acostumbrará feliz al cambio, sea éste el que sea, la desesperanza de algunos como yo enraiza en la conciencia de las cosas: en que la mentira de todo tipo se declare verdad oficial, en que el individuo y su libertad se sepulten bajo el peso de la colectividad, y en que la razón haya sido condenada al ostracismo. Pero nada de esto tiene mucho valor para la mayoría.
También a mí me gustaría mucho conocer la tierra hermanada en la lengua. Si la pandemia tiene fin y si mi hija mayor se aviene a ello, espero realizar ese viaje.
Un abrazo
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» creo» Emd, Vale.
Un abrazo muy fuerte.
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Pues nada de eso les preocupa a las masas. Cuando les digan que hay que ir a votar, allá que irán a agradecer la «nueva normalidad». Y mientras les garanticen su «pan» —entendido en el amplísimo sentido de nuestros días— y su necesario complemento, el «circo» —con su cohorte de cocineros, «modistos», futbolistas y demás trabajadores del sacrosanto ocio colectivo—, permanecerán en la más canónica de las indolencias. Cierto que oír noticias bajo el sesgo manipulador y mentiroso de la inmensa mayoría de las televisiones produce frustración seguida de tristeza. ¿Pero a quién? A una despreciable —por ellos— minoría. Ha muerto la verdad porque es fea y no operativa. Al pensador no le queda sino refugiarse en una Tebaida intelectual o, decididamente, emprender el vuelo en busca de lejanos horizontes. Cosa que no está al alcance de todos, pues la edad transforma las alas del águila en aspas de molino de viento. Y saber pensar requiere madurez y experiencia. Y además, por otra parte: ¿adónde emigrar? Pues lo enumerado no es exclusivo de un país. Viene lo que viene, y cada vez está más cerca. Pero el Nuevo Orden Mundial no lo tiene tan fácil como algunos creen. Potencias emergentes (y otras consolidadas), cada vez más poderosas y pujantes, no están por aceptarlo cruzadas de brazos sin exigir condiciones para una paz.
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Tienes razón, estamos en tiempos difíciles e inciertos. Pero me he vuelto tan pesimista que dudo de que la incertidumbre se resuelva en algo bueno. Toda revolución –industrial o política–ha arrastrado consigo tiempos de penuria duraderos. No creo que ésta sea una excepción. Pero sigamos defendiendo la verdad, la razón y la libertad. Tal defensa nos consuela.
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Al menos en la privacidad y en el anonimato de la catacumba… En público y a cara descubierta, llegará el tiempo en que será peligroso contradecir la mentira. Así que lo más probable será que ya no nos podamos quitar la mascarilla…
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También señala eso mi pesimismo
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