AÑO NUEVO, ILUSIÓN NUEVA

Una pregunta: ¿en qué nos diferenciamos de las vacas?… Respuesta interesada: en que nosotros nos aburrimos y las vacas no. Las vacas pueden estar paciendo en el prado —en el mismo prado—horas y horas, días y días, semanas y semanas, toda su vida sin mostrar signo alguno de inquietud, dolor, disgusto o aburrimiento. En cambio, en los humanos aparece el hastío al poco de no hacer nada o de hacer algo repetitivo o, simplemente por encontrarse ‘bajos de ánimo’ o porque la actividad que les congrega no es de su agrado. Entonces, para que el tedio no pese como una losa en nuestro cerebro ligero de pensamientos y emociones, aparece el deseo de beber, o de fumar hierba, o de esnifar una raya, o de escuchar música a todo volumen, o de masturbarse o de realizar una orgía sexual. Y si tales remedios fallan —lo que, por razones varias, resulta harto probable—comienza en la cabeza del sujeto la quejumbrosa danza de la depresión del ánimo (no hace muchos años, se contenía ésta en aflicción, melancolía, tristeza… pero hoy nadie se detiene en zarandajas, todos entran en la depresión ‘a saco’), llegando en ocasiones a la desesperación de pretender suicidarse[1]. ¡ Por Dios!, ¡Bendita vaca en el prado!

Como remedio contra el aburrimiento y el hastío, la Evolución nos ha dotado con la capacidad de ilusionarnos, capacidad de la que carece la vaca —por mucho que los animalistas muestren su desacuerdo—, y la ilusión nos permite salir del prado para trazar otros derroteros vitales.

Parece ser —y en esto hay común acuerdo entre los psicólogos—que el mejor remedio para combatir el aburrimiento y encorajinar el ánimo consiste en tener un objetivo en la vida por el cual luchar, ilusionarse y disciplinarse… Mano de santo, dicen, contra el estado de ánimo de los suicidas. Al respecto, nos dice Bertrand Russell en La conquista de la felicidad, que «Probablemente el aburrimiento influyó más que nada en la costumbre de cazar brujas, como el único deporte que podía alegrar las noches invernales. … Las guerras, las matanzas y las persecuciones han constituido una parte de la lucha contra el aburrimiento. … Al menos la mitad de los pecados de la humanidad han sido cometidos para huir de él. …  Lo contrario del aburrimiento es la excitación. … La caza era excitante y la guerra y el galanteo.» Quizás haya en la base de muchos movimientos sociales un poso de aburrimiento que combaten con acciones y actitudes en defensa de los animales, la naturaleza, o bien se hacen mercenarios o miembros de ONG.

Todas las ilusiones son remedios, de corto o largo alcance contra el endemoniado aburrimiento, pero unas resultan más eficaces que otras, si bien, todas pueden producir efectos colaterales indeseados. Por ejemplo, poseemos la tendencia a empaparnos de la ilusión-utopía, que pone en un horizonte —generalmente lejano— una utopía sugerida por una ideología, una doctrina religiosa o nacionalista.Tal ilusión-utopía, lleva consigo el peligro de fanatizar a algunos miembros del colectivo, hasta el extremo de llevarlos a considerar enemigo a todo aquel que se opone a esa esperanza o que simplemente no cree en ella. Comunismo, fascismo, socialismo, nazismo, catolicismo (en sus tiempos de poder omnímodo)  promueven tal modelo de ilusión-utopía.

Otro tipo de ilusión es la ilusión-fantasía, que viene tan magníficamente ilustrada en el Cuento de la lechera, y cuyo surgimiento suele venir propiciado por momentos de ensoñación, si bien no podemos negar la existencia de gentes que viven ensoñadoramente. La sienten también los jugadores compulsivos a la lotería y muchos de los adictos a los juegos de azar. Sin olvidarnos que se da muy a menudo en gentes de todo tipo, por ejemplo, en novelistas que padecen reiteradamente la fantasía de que este último escrito suyo le hará alcanzar el objetivo de la celebridad que tanto busca.

Todas las ilusiones vienen cargadas con esperanza, pero focalizaré ésta en un tipo de ilusión que denominaré ilusión-esperanza, que mantiene quienes han laborado con esfuerzo y poseen fe y esperanza en conseguir aquello por lo que han luchado tanto, por ejemplo, conquistar a una chica o un chico de quien están enamorados, o el labrador que espera tener abundante cosecha, o el estudiante que se dejado los codos para conseguir sacar la alta nota que le permitirá estudiar la carrera de sus sueños, o el comerciante que ha estado largos años esforzándose para sacar su negocio a flote…

La ilusión que me resulta más grata la denomino ilusión-camino, por el hecho de que uno obtiene ya recompensa durante el trayecto que sigue hacia el objetivo que se ha propuesto. Si bien la considero muy satisfactoria, resulta ardua, pues uno debe alejarse de seguir los pasos de la gente en busca de la fama, el dinero, el poder, y la satisfacción le ha de venir de su labor diario, de hacer las cosas bien hechas, de adquirir virtud, de perfeccionarse en el día a día, de disciplinarse, de refinar sus habilidades…Los que escriben por placer, el ebanista artísticamente meticuloso, el músico que ensaya por puro gusto de perfeccionar su estilo, el pensador que cada día inquiere al mundo sin otro propósito que afinar su conocimiento, el que se presta desinteresadamente o obras culturales, etc., son algunos de los tipos de personas que digo. No les da esperanza el éxito final, sino los pequeños éxitos parciales que va cosechando por el camino.

El caso es que la ilusión encorajina, hace crecer el ánimo, motiva, provee de esperanza, protege contra el aburrimiento, el nihilismo, el hastío, el cansancio vital. La Evolución nos la entregó como salvavidas, para flotar en las tenebrosas aguas oceánicas del mundo real. 


[1] El número de suicidios en España llego en el año 2020 a 4.090, siendo veinte veces mayor el número de intentos, es decir, 80.000 intentos de suicidio.

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