Pequeños confites de estupideces sacras (IV)

El profeta Marcuse
En la investigación científica resulta muy raro que se busque a «tientas y a ciegas»; al contrario, suele tenerse, de antemano, una idea cabal de lo que pretende encontrar. Gauss ilustró este hecho con una certera frase: «Ya conseguí el resultado que buscaba, pero todavía no sé cómo se llega a él». Marcuse sabe de antemano lo que tiene que encontrar, la innata naturaleza bondadosa del hombre y, consecuentemente, la «liberación».

Como en el cristianismo, como en el marxismo, el credo de Marcuse es redentor; pero, además, se asemeja al cristianismo en que, a imagen de Jesús, los afectos, la paz, el amor, «abren el Reino de los Cielos»; y, también, como Jesús, Marcuse ataca a los «fariseos» y a los «publica-nos», y advierte contra las «tentaciones» y contra los «falsos profetas». Podemos hablar del Evangelio según Marcuse. Como Marx, Marcuse tiene ascendencia judía, es decir, un gusto especial por la profecía

¿Qué rasgos muestra del «paraíso»? Apenas da razones, pero nombra, según las palabras de Marx, un ingenuo: «a cada cual de acuerdo con sus necesidades»; «…poner todas las necesidades al alcance de todos los miembros de la sociedad»; coloca palabras de devoción para con «las fases matriarcales de la sociedad»; pone de ejemplo la cultura Arapesh descrita por Margaret Mead*; nos descubre que el modelo que más se acerca a su «paraíso» son los falansterios de Fourier, socialista utópico que diseñó un modo de vida en comunidades denominadas falansterios, pero Marcuse reniega de la idea de mantener la «gigantesca organización y administración que retiene los elementos represivos». Carga contra la monogamia y el patriarcado; prescribe la erotización de la personalidad como cosa necesaria; está a favor del ecologismo; de la ambivalencia sexual de Orfeo y Narciso; pregona la disciplina estética instala el orden de la sensualidad contra el orden de la razón; repite a menudo que el trabajo no enajenado consistirá en juego, y estará erotizado; y en cuanto a la libertad, señala que «el hombre es libre cuando no está constreñido ni por la ley ni por la necesidad».

Si en Eros y civilización Marcuse utiliza el psicoanálisis y el metapsicoanálisis freudiano como sustancias argumentales de su deseo, en El hombre unidimensional se sirve de la dialéctica para clamar su misión profética y apostólica.

El sistema de dominación lo controla todo. Todos formamos parte de su engranaje y todos cooperamos en su funcionamiento. Como un enorme agujero negro, el sistema de dominación absorbe, manipula y pervierte cualquier actividad social. La ciencia, la tecnología, el análisis lingüístico, la filosofía analítica, el operacionalismo que impera en la sociedad, el lenguaje de los medios, el carácter positivista de las ciencias… están supeditados servilmente al sistema de dominación imperante. Aquel saber que pretenda aclarar, restringir, definir, limitar y reducir, sirve en último término a los propósitos del sistema, pierde su negatividad.

Sólo lo ambiguo, lo aparentemente irracional, lo metafísico, lo cargado de ilusión, lo que posibilita alternativas liberadoras, sostiene aún la suficiente carga de negatividad (negatividad en sentido dialéctico). Así determina el Bien y el Mal el profeta Marcuse. Contra el Mal antedicho lanza Marcuse sus rayos como si fuesen escribas y fariseos (especialmente contra Wittgenstein aquí y contra Erich Fromm en Eros y…) . Toda la sociedad es un escenario malsano, alienador, represor, de cartón piedra, que esconde y tapa al verdadero hombre, al verdadero mundo, a la verdadera felicidad. Sobre el mundo actual se cierne una máscara de maldad que muestra todo irreal y falso; pero Marcuse nos quiere quitar dicha máscara para que entremos en el mundo de la libertad por él inventado. Sin embargo, la vanguardia proletaria que Marx pronosticara como elemento de contradicción, de negatividad contra el sistema, ha perdido su «negatividad». Marcuse se muestra contrariado: «antes, su forma de esclavitud era su fuente de negación»; «los cambios en los instrumentos de producción modifican la actitud y la conciencia del trabajador»; «el nuevo mundo del trabajo tecnológico refuerza así un debilitamiento de la posición negativa de la clase trabajadora: esta ya no parece como la contradicción viviente para la sociedad establecida», nos dice con pesadumbre. El profeta ha perdido la fe en «el pueblo de Israel».

El romántico profeta Marcuse añora el tiempo pasado, de mayor sufrimiento pero de mayor «verdad»: «Es cierto que este romántico mundo anterior a la técnica estaba lleno de miseria, esfuerzo y suciedad y estos, a su vez, eran el fondo de todo el placer y el gozo. Sin embargo había un «paisaje», un medio de experiencia libidinal que ya no existe». Incluso la música culta, al popularizarse, al ser escuchada en la cocina, le parece a Marcuse una cosa insultante porque ha perdido su «fuerza antagonista». Como el profeta Ezequiel en el cautiverio de Babilonia, Marcuse nos advierte contra la «corrupción de las costumbres» (el placer represivo como sucedáneo del verdadero placer, la conciencia feliz anestesiante, en suma, la pérdida de negatividad) y nos ofrece en lontananza un «retorno a Jerusalén», su paraíso. Y finalmente, sin mucho ánimo, bien es cierto, sin mucho convencimiento, anuncia quienes es factible que posibiliten la venida del paraíso (la venida del Reino de los Cielos), los que sustituirán a la vanguardia proletaria: «…los proscritos y los “extraños”, los explotados y los perseguidos de otras razas y otros colores, los parados y los que no pueden ser empleados. Su oposición es revolucionaria incluso si su conciencia no lo es. »

Su lectura nos produce la impresión del fanático predicador que cree hallarse poseído por la verdad, y que nos impondría esa verdad con sangre y fuego si fuese necesario, produciéndole sufrimiento nuestro disfrute si ello debilita nuestra negatividad. Le irrita que el bienestar llegue a la gente porque se pierde negatividad. Cuando la música culta se populariza le molesta porque de esa forma los clásicos han perdido fuerza antagonista; cuando las bellas artes, la estética, cuando los privilegios culturales han llegado a las masas, le irrita por la misma razón. La pérdida de bienestar social le alegra porque aporta negatividad. Él está en su empeño de implantar el socialismo contra viento y marea.
Quitarles las diversiones para que estallen: …la mera supresión de todo tipo de anuncios y de todos los medios adoctrinadores de información y diversión sumergiría al individuo en un vacío traumático… «el no funcionamiento de la televisión y de los medios similares podría empezar a lograr, así, lo que las contradicciones inherentes del capitalismo no logran: la desintegración del sistema.»

Para Marcuse, igual que para el marxismo en general, la democracia liberal no es un fin en sí mismo, sino un medio para llegar al socialismo; un medio del que se debe prescindir en el momento que convenga: « La dominación tiene su propia estética y la dominación democrática tiene su estética democrática». El socialismo –la liberación en Marcuse—tiene para él un «valor» muy superior a la democracia; parece ser el más alto bien y la más alta verdad existente, y que, consecuentemente, merece que se le sacrifique incluso la vida. No resulta extraño que todas las sociedades en que se ha instaurado un sistema socialista se hayan convertido en sistemas totalitarios. No es una crítica del sistema lo que realiza, sino que nos ofrece una visión maniquea en donde todo es dominación, servidumbre y esclavitud. O blanco o negro. Él está poseído por la verdad y el mundo es una conspiración de necios embrutecidos, sujetos a las cadenas de la «dominación» que necesitan ser liberados y necesitan ser reeducados en la nueva fe. Fanatismo ideológico aunque ofrezca un paraíso edulcorado e ilusorio; pero un fanatismo semejante al de algunos grupos islámicos o terroristas. La lucha contra el sistema es cuanto tiene valor:
…en el grado en que la sociedad establecida es irracional, la conciencia llega a ser libre para la más alta racionalidad histórica sólo en la lucha «contra» la sociedad establecida. La verdad y la libertad del pensamiento negativo tienen su base y su razón en esta lucha.

También, como en cualquier dictadura socialista, propugna la «dictadura educacional»:
En realidad la sociedad debe crear primero los requisitos materiales de la libertad para todos sus miembros antes de poder ser una sociedad libre; debe crear primero la riqueza antes de ser capaz de distribuirla de acuerdo con las necesidades libremente desarrolladas del individuo; debe permitir primero que los esclavos aprendan, vean y piensen antes de saber qué está pasando y lo que pueden hacer para cambiarlo.

Y, haciendo referencia al Contrato social de Rousseau, añade:
Ellos deben ser «obligados a ser libres», a «ver los objetos como son y algunas veces como deberían ser», se les debe enseñar el «buen camino» que están buscando.

Algunas cualidades humanas de una «existencia pacífica»:
…negativa a la rudeza, a la brutalidad y al espíritu gregario; aceptación del temor y la debilidad; reducción de la población futura; vida privada individual protegida.

Pero, sobremanera, el modelo «ilusorio», ya tratado, de la vida como juego, tiempo libre y autodeterminación. Un modelo, un paraíso que gravita en el aire: planificación central sin poder; libertad instintiva sin conflictos; juego y diversión sin violencia; erotización del cuerpo e imaginación como instrumentos de la «pacificación»…

Tal parece que Marcuse haya pretendido tomarnos el pelo. Sin embargo, como ya indiqué, este modelo «ilusorio» ha calado en muchos grupos sectarios igualitaristas. Porque, ¿qué sociedad se crearía subyugando el instinto hacia la prominencia, es decir, sin esa fuerza que nos impele a competir, a conseguir el bien más importante, a sentir celos, a sentir envidia, a la avaricia, a desear lo mejor para uno mismo, que nos impele incluso a la crueldad? Ciertamente la sociedad se convertiría en un páramo yermo en donde se carecería de impulso para cualquier acción que no fuese la de alimentarse y la sexual. Esto es, no habría cultura, no habría progreso, y la civilización devendría en selvática. Tal es, en el fondo, sin él reconocerlo, la sociedad a lo que conducirían la utopía marxista o la utopía soñada por Marcuse.

4 comentarios en “Pequeños confites de estupideces sacras (IV)

  1. Este es un ejemplo dramático de lo que puede hacerse con la filosofía: dar aspecto respetable a una psicosis paranoide que debería haber dado con los huesos de Marcuse y muchos otros en una casa de salud mental.

    Sorprende la escasa capacidad critica de la sociedad en general y de la intelectualidad de izquierdas en particular que compra, sin pensarlo, esta mercancía averiada carente del menor fundamento lógico ni empírico. Creo que buena parte de estos pandemonios ideológicos están motivados por el intento de utilizar la ética (una convención social para la convivencia) en un criterio para la transformación de la realidad, ignorando las leyes que la gobiernan. En parte porque no las entienden, en parte porque se oponen a sus fantasías infantiles.

    Aquí pienso de nuevo en lo necesario de una educación racional que ponga a descubierto este tipo de razonamientos falaces y que enseñe a los escolares un modelo básico de la realidad social: Qué es el trabajo, qué papel desempeña la tecnología en nuestras vidas, por qué existe la jerarquía, qué es el mercado, por qué hay ricos y pobres, etc. etc. Aquí vendría bien los artículos de tu libro como material de consulta.

    Es una lástima que nadie afronte esa urgente tarea y que partidos como Podemos puedan llegar al gobierno con los votos de una población carente de preparación intelectual adecuada a la época en que vivimos.

    Fíjate, por ejemplo de la preparación intelectual de la población, en que hay mucha gente que cree que la razón de que no haya coches eléctricos en las calles se debe a los intereses de las petroleras o de organizaciones secretas. Otros creen en los motores de agua, de aire, magnéticos y explican el hecho de que no se comercialicen mediante una conspiración urdida por turbios intereses ocultos. Y, siendo optimista, esto afecta a 9 de cada 10 ciudadanos en países civilizados.

    Saludos.

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    • Hacer filosofía –con la mirada puesta en la ciencia–puede ser apasionante, pero la verdad es que la filosofía que se ha venido haciendo en el siglo XX, con honrosas excepciones, no ha sido sino de la peor metafísica, de construir castillos en el aire sin mirar al suelo de la realidad nunca. Eso, y estar obnubilados por la dialéctica materialista y por el psicoanálisis. Pero, y esto es aún más brutal y absurdo, todavía siguen en ello, en construir un mundo idílico que no es factible se mire por donde se mire, en esperar esa estupidez de la «liberación». Ahora, para ser filósofo de cierto prestigio y enseñar en la Universidad, primeramente hay que declarar una ideología de izquierdas, que te ensalce el PSOE o IU, ser un poco guaperas, que eso atrae al personal, y no tener muchas luces. De hecho, parece ser que la casi práctica totalidad de profesores universitarios entran por nepotismo o por pertenencia a partidos de izquierda. Un panorama desolador.
      Pero es que esa filosofía (o antropología o política o lo que sea) siguen la moda de los tiempos; alguna conferencia he visto, por Internet usualmente, y el público va a aplaudir y a reír cuatro gracias, porque en eso consisten generalmente.
      Así que, como ya te he dicho alguna vez, soy menos optimista que tú en cuanto a la generación intelectual de jóvenes apropiada a la época tecnológica que vivimos. Y eso que me parece que tu propuesta de enseñanza de la realidad a los escolares es de un acierto absoluto; y creo sin lugar a dudas que sería el mejor modelo posible de enseñanza para regenerar a este país y crear un espíritu crítico y realista en la juventud.
      Pero desgraciadamente, si tenemos la izquierda que tenemos –que es quien posee el monopolio de generación de moral social por la gran influencia que posee–, una izquierda que se avergüenza de llamarse españoles, que no tienen modelo de país ni político ni a qué bandera acogerse, ni tiene un modelo productivo, y en la moral (aunque la dominen) no tienen otras propuestas que la destrucción de todo lo anterior y vivir de la subvención, digo que poco se puede hacer.
      En fin, por muy irreal que parezca, por mucho que duela a los que aún poseen algo de sentido común, Marcuse y el buenismo impregna a la izquierda y a la sociedad occidental en su conjunto. Por esa razón Europa es ya un cadáver andante. Y en sudamérica, con su jerga revolucionaria, no les va tampoco mejor.
      Lo curioso es que lo obvio, el esfuerzo, el estudio, la creatividad, el afán para mejorar el nivel de vida propio y de la sociedad, siguen estando mal vistos entre la izquierda. Y lo que es también obvio,que la posesión de la democracia y la libertad –que todos los totalitarismos de izquierdas terminan por anular–, algo que debemos de defender con uñas y dientes, lo envilecen con los proyectos utópicos que cargan de odio y resentimiento.
      Un saludo

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  2. Suele ocurrir que los que presumen de ética son los más desalmados, porque además de creerse en posesión de la verdad absoluta, justifican su criminal actuación como necesaria para alcanzar un mundo feliz y perfecto.

    Saludos.

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