ENSOÑACIONES
La ensoñación consiste en liberar de ataduras a la imaginación para que ésta vuele en pos de ilusiones o de recuerdos gratificantes. De esa manera, imaginativamente, se enamora uno de una mujer, se pone en la piel de su héroe, o consuma una venganza. El proceso lo facilita la ausencia o el olvido de los problemas, la pereza y un cierto grado de modorra. Póngase en esa tesitura y enseguida comenzará la mente a emular satisfactorios procesos reales que activarán redes neuronales cargadas de neurotransmisores de placer. Lo malo del asunto es que la mente puede jugarnos la mala pasada de emular episodios terroríficos si los problemas de la vida real le acechan.
LIBERTAD
Ahora agradecen muchos ex fumadores que esté prohibido fumar, aunque pusieron el grito en el cielo cuando se implantó la prohibición. De igual modo pasarían algunos, después de un tiempo, a bendecir la prohibición de cosas que nos producen daño –incluso el enamorarse, siempre que se recalque con intensidad suficiente lo pernicioso que es el desengaño amoroso–, y a la larga siempre habrá gente que agradecerán cualquier prohibición. Hasta el extremo de que cuando todo lo que nos produce satisfacción esté prohibido, habrá quien se sienta satisfecho. La seguridad sobre todo, dirán esos adoradores de la prohibición. ¿Qué hay de la libertad? Me temo que no es un plato del gusto de muchos. En muchos casos, quizás solo haya servido de bandera o de símbolo para sacar la rabia de dentro, y lo que se pretendía de verdad era acabar con ella.
A SALVO
En mayor o menor medida, uno se encuentra a salvo si no le denuncia una mujer por acoso o no le denuncia un homosexual por vejaciones o un africano por racista, o si no contraviene las leyes de lo políticamente correcto. Muchas espadas de Damocles penden sobre la cabeza del hombre heterosexual blanco. El tribunal de la Inquisición de lo políticamente correcto tiene mil ojos.
TOLERANCIA
Nos dice el filósofo Karl Popper que “En nombre de la tolerancia, tendríamos que reivindicar el derecho a no tolerar a los intolerantes”
APOCALIPSIS
Nos recuerda Stefan Zweing: «Por mi vida han galopado todos los corceles amarillentos del Apocalipsis, la revolución y el hambre, la inflación y el terror, las epidemias y la emigración; he visto nacer y expandirse ante mis propios ojos las grandes ideologías de masas: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor de todas las pestes: el nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura europea».
FANÁTICOS Y LOCOS
Los locos, los fanáticos, los lunáticos, los mentalmente enfermos, se convierten fácilmente en vanguardia de la intelectualidad. Me pregunto si no ha ocurrido siempre así. Si los Marcuse, Moisés, Lenin, Hitler… no han sido lo que fueron porque eran unos fanáticos locos. Si no han sido siempre los locos quienes han conducido la sociedad y han sido los cuerdos los conducidos.
ANÉCDOTAS POSMODERNISTAS
Uno de los signos identificativos de la izquierda podemita, hijos naturales del posmodernismo, es la prohibirse criticar cualquier civilización excepto la nuestra. Al respecto, Jean-François Revel, nos propone una anécdota de Allan Bloom. Plantea éste a un estudiante el siguiente problema de moral práctica: “Usted es administrador civil británico en la India hacia 1850 y se entera de que van a quemar viva a una viuda junto al cadáver de su marido difunto. ¿Qué hace usted?” Después de varios segundos de intensa perplejidad, el estudiante contesta: “Para empezar, los ingleses no tienen nada que hacer en la India”. De esa manera se evita condenar un crimen no occidental. Pero me parece a mí más sustanciosa la anécdota del filósofo Fernando Sabater. Planteó a sus alumnos la siguiente cuestión ética: “Un individuo regresa del trabajo a su casa y toma para ello un atajo solitario. En el trayecto lo atraca otro individuo. ¿Quién es moralmente responsable?” Tras de un pronunciado silencio, algunos alumnos esbozaron estas respuestas: “La culpa es del atracado por tomar un atajo que comportaba peligro”, “la culpa es del sistema social existente”, “los padres del ladrón son los responsables por la educación dada a su hijo”, “la culpa es de los genes del segundo individuo”, dijeron otros. En resumen, el ladrón no era culpable para ninguno de ellos.
APRENDICES DE FILÓSOFO
A muchos de los que estudian en facultades de filosofía les deslumbra el brillo de la oscuridad. Esas escuelas tal vez introduzcan virus en el cerebro del alumno al extremo de que perciban excelsas formas en movimiento en el interior de la oscuridad más absoluta.
BORGES Y LA FILOSOFÍA
En el relato Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, contenido en la obra Ficciones, de Jorge Luis Borges, éste imagina una secta que, de generación en generación, se empeña en describir un planeta, Tlön, ficticio en sus más mínimos detalles. Tengo la impresión de que Borges inventó tal irreal mundo como un medio para decir a los filósofos al uso lo que pensaba de su filosofía sin ser repudiado por ellos. Nos dice: “En Tlön, los metafísicos no buscan la verdad ni siquiera la verosimilitud: buscan el asombro. Juzgan que la metafísica es una rama de la literatura fantástica. … Una de las escuelas de Tlön llega a negar el tiempo (Bertrand Russell supone que el planeta ha sido creado hace unos pocos minutos provisto de una humanidad que ‘recuerda’ un pasado ilusorio). Y continúa despachándose con la filosofía, lanzando teorías supuestamente inverosímiles o ridículas pero que se parecen extraordinariamente a algunas propuestas filosóficas muy celebradas.
El asombro por lo «oscuro», por la tiniebla verbal, descansa en la base, sin ir más lejos en el tiempo, de la mentalidad barroca. No se trata de convencer por la vía del raciocino, sino de iluminar con ‘conceptos’ envueltos en retorcimientos verbales, en fogonazos para causar admiración, al incauto y probo ignorante. No se pretende convencer sino asombrar. Ahora bien y cuidado: quienes se tienen por cuerdos, en una sociedad dominada por los que éstos llaman «locos», corren un grave peligro, siendo el menos grave —entre los peligros— que los enchiqueren en un manicomio para… inofensivos pensadores, vulgares disidentes o cuerdos-de-atar. De ahí que hay que huir de los intolerantes; hacerles frente nos parece, hoy por hoy, poco recomendable. Todo animal, de cara al enemigo, calibra con extraordinaria capacidad intuitiva si le conviene salir huyendo o, por el contrario, hacerle frente. Esos «locos» que han arrastrado a las muchedumbres —buena parte de ellos, al menos— fueron «iluminados» (algunos autores los llaman «psicópatas»). No obstante, algo de ‘bueno’ han de tener, pues de lo contrario la Evolución los habría eliminado por simple inutilidad para la especie.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Buen encaje de comentarios-respuestas. En este mundo de hoy en día en que la Ilustración está perdiendo la batalla ante la irracional barbarie que campea desplegando a sus anchas las banderas de la destrucción, conviene que mantengamos la razón en candelero, viva y fulgente. Gracias por el comentario
Me gustaMe gusta
La Ilustración, como tal, fue sentenciada a muerte y guillotinada a partir de 1789. Luego ha habido rebrotes, algunos coincidentes con períodos posteriores a conflictos bélicos. No es de extrañar que quienes, por ejemplo en Francia, propagaron a través de sus escritos los ideales ilustrados, acabaran o muertos antes —lo que les evitó ser testigos de las consecuencias— o asesinados por la revolución que vino luego. No fue Saturno quien devoró a sus hijos, sino los hijos quienes devoraron a Saturno. La barbarie siempre se ha impuesto a la «Ilustración» porque lo irracional es mucho más arcaico, mucho más primitivo en el cerebro humano que lo racional. Eso sí, cuando la barbarie queda satisfecha de sangre, surge un Napoleón Bonaparte cualquiera que, durante cierto tiempo, la reduce y somete. Luego se muere el de turno porque no es eterno, y vuelve la barbarie a reconquistar su lugar… ¡Y vuelta a empezar! Ciclos. En el nuestro, no es que «la Ilustración esté perdiendo la batalla»… La tiene perdida. Si vuelve a habar cierta Ilustración no sera por triunfo alguno sino porque dará comienzo un nuevo ciclo.
Me gustaMe gusta
Bueno, no soy tengo una perspectiva tan alarmante como la que tú muestras pero en buena parte coincido. Es ahora tiempo del posmodernismo, de la irracionalidad, y no nos queda otra que hacerle frente con la razón por bandera, pues se crecen ante los pusilánimes.
Me gustaMe gusta
¡Oh, la diosa Razón! Algún día la volverán a pasear en una carroza cuando sometan a su mortal enemiga, la diosa Hybris. Tengo un amigo que va para noventa años, el cual, a todas luces, no es dieciochista —como, por error, asevera la sociedad de estudiosos que lo ha nombrado «socio de honor», sino ilustrado—, y erre que erre que erre. No ha leído a Schopenhauer ni a Nietzsche por aquello de que el pensamiento de ambos no pertenece al siglo XVIII, su idolatrado siglo. La Razón, a edades maduras, ha de inclinarse, por lo menos, a la Belleza; y si no lo hace… Bien claro lo expresó el Caballero de la Triste Figura, citando a Feliciano de Silva: «La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura» (I, 1). No es que la Razón sea, en sí, un monstruo, sino que los engendra; y además es mala comerciante. Lo saben muy bien los que desarrollan el proyecto de ingeniería social en el que, la mayor parte sin darse cuenta, estamos inmersos. Hacer frente a la «irracionalidad» es tarea estéril en el tiempo que resta a este ciclo hasta su hundimiento.
Me gustaMe gusta
Sí, pero quitar a la razón del alto tribunal de la conciencia es lanzarnos al abismo de la irracionalidad en donde todo vale y nada ha de justificarse
Me gustaMe gusta
Ni yo ni tú nos lanzamos ni nos lanzaremos «al abismo de la irracionalidad». En ella moran ya muchos millones y, de momento, no le ven (ni le verán) las orejas al lobo. El lobo los dará buena cuenta de ellos antes. Lo que afirmo es que la irracionalidad, mayoritaria y dirigida, proseguirá su curso hasta despeñarse en el abismo, arrastrando a todo el mundo. Tras la ruina, iniciará un nuevo ciclo donde —por razones obvias— no habrá lugar para la irracionalidad; al menos la llamada así en el ciclo anterior. No, no todo vale; para ellos, sí, todo vale, menos lo que se les oponga. En este engendro que se vende por «democracia» , impera la ley de la mayoría / minoría; o si se quiere la ley de la oferta / demanda. Al menos para España vale el cínico proverbio: «Coma usted m…, cien millones de moscas no pueden estar equivocadas». Disculpas si hiriese la sensibilidad de algún lector. No es mi intención ni tengo el más mínimo deseo de molestar a nadie. Sólo de expresar —en relativa libertad— lo que pienso, y siempre contando con la benevolencia del dueño del ‘blog’.
Me gustaMe gusta
La verdad es subjetiva, es decir, relativa, excepto la nuestra, que es la fetén, dice el posmodernismo, pero, no te equivoques, la irracionalidad nunca caduca, tan solo pasará de moda en el pensamiento de los llamados intelectuales durante un tiempo, tras el cual volverá a imponer su imperio
Me gustaMe gusta
¡Claro que es así! Pero no, no me equivoco en lo que expreso. Sólo que el lenguaje es equívoco y no logras entenderme en puntos concretos. Pero en el fondo sí que nos entendemos. La irracionalidad es rasgo propio de la especie, mucho más arcaico y primitivo, en la evolución del cerebro, que su opuesta: la que ciertos pensadores dieron en llamar “racionalidad”, tan reciente en Europa como el siglo XVII; o sea, algo sucedido a la vuelta de la esquina. Quise decir que tras el do-minio, posterior apogeo y hundimiento de lo irracional —del ciclo do-minado, en un momento determinado, por la irracionalidad—, imperará un nuevo ciclo, surgido de las ruinas, en que pondrán a buen recaudo cualquier brote de irracionalidad. Pero cuando degenere —o se haga viejo, para entendernos— y periclite ese nuevo ciclo, lo irracional volverá a hacerse con las riendas por simple y “natural” reacción-a-lo-caduco. Es como el ejercicio de la guerra: las guerras pueden ser (y algunas son útiles) en su momento (como en cualquier juego, hay ganadores y perdedores); pero pasado un determinado tiempo —mucho o poco— se observa y demuestra que con haber hecho la guerra no se ha resuelto DEFINITIVAMENTE el conflicto… Y vuelta a empezar. O sea, ciclos. La humanidad es conflictiva porque cada individuo lucha por sus intereses (egoísmo) y porque a cada uno se le representa el Mundo a su manera; o sea, de forma distinta a cada uno; y permíteme una palabra muy del siglo XVIII: según sus “luces”. La irracionalidad, cuando atañe a la mayor parte de una sociedad, deviene en “psicosis colectiva”. O así era como se denominaba. En la actualidad ese sintagma y su signifido han caído en desuso. Tal vez —diría Diógenes de Sínope (y muchos políticos actuales)— porque el “pueblo” (sic) nunca se equivoca; por lo que, como entidad colectiva —y por tal, infalible—, al “pueblo” no puede jamás insinuársele padecer psicosis colectiva. Diógenes, burla burlando y riéndose hasta de su sombra; los políticos, para adular a los que los mantienen en sus puestos y para que no los olviden cuando toque depositar el papelito en la urna.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Sí, estoy de acuerdo, el balanceo de conductas, como las modas, es harto usual en la historia, y la irracionalidad (más bien, el pensamiento mágico, diría yo) forma parte esencial de nosotros.
Me gustaMe gusta