Sobre la verdad y el rebaño. Contra los mixtificadores y los tontos.

La verdad, la única verdad posible y plausible, aunque siempre provisional, es la que se establece por consenso o, en su ausencia, por acuerdo y convenio entre los entendidos de la materia a que aquella hace referencia. También de tales requisitos precisa la verdad científica, aunque, además, tenga la someterse al imperio del experimento. La razón no basta, pues la razón suele actuar en el suelo de los prejuicios y del desconocimiento de las causas y suele levantar a menudo ilusorios castillos de arena. Hace falta el concilio y el concierto. La evidencia individual no es suficiente.
Para los mortales, la verdad lanzada por el concierto de los entendidos debe ser la más fiable, la más verosímil de todas las alternativas a ella. Pero en realidad tal acuerdo y el que sea la más aceptada tampoco la convierte en verdad. Puede ser que esté falseada adrede por un subgrupo del grupo de entendidos, un subgrupo que monopolice la voz y la voluntad ―e incluso la conciencia―del grupo total y establezca, así, una tiranía sobre él.
Una tiranía en la moda en la historia en la filosofía… en cualquier ciencia. Los ejemplos son infinitos: tiranía del marxismo sobre la filosofía y la historia del siglo XX, tiranía de Hegel sobre la filosofía del siglo XIX, tiranía del materialismo dialéctico aplicado a la biología y protagonizado por Lysenko en la URSS, tiranía del psicoanálisis en la psicología del siglo XX…
En todos los casos se produce la siguiente secuencia: se forma un grupo de aduladores-aprovechados que actúan de portavoces y profetas del rebaño de pretendidamente entendidos en el tema, sean filósofos, historiadores, psicólogos, políticos, biólogos, etc. Acuerdan la verdad y la ponen de moda, y el rebaño les sigue dócilmente practicando el sans-culottismo contra los que se oponen a ella. Consiguen que nadie se atreva a decir en voz alta que el emperador está desnudo. Tal afrenta conduce al ostracismo. El temor a ser apartado del redil con los pesebres llenos.
Las falsas verdades ―o incluso las más sublimes y oscuras tonterías confitadas al gusto del rebaño, como las de Hegel―se aposentan así en las conciencias de los hombres por decenios o por siglos sin encontrar negativas respuestas. Lo que la Iglesia practicó durante mil años, lo han seguido practicando después esas manadas de «entendidos»: la falsedad, el oscurantismo, la opresión ideológica, la siembra en los campos del pensamiento de las más oscuras estupideces… y la complicidad de las reses bípedas de esos rebaños por mor del interés económico, político, o simplemente por no parecer tonto si se atreviera a negarlo.
Y no es cosa del pasado. Se sigue idolatrando a Hegel a Lacan, al psicoanálisis, a Heidegger, a Marx, a Marcuse, y siguen tratando de enviar a otros Galileos o a otros Copérnicos o Borges al ostracismo.
Ya veremos en qué acaba el antaño llamado Calentamiento Global y ahora nombrado Cambio climático al comprobar que la Tierra ha dejado de calentarse. Se han tomado por hechos científicos lo que no son más que hipótesis, pero lo avalan los miles de investigadores del clima que viven de que el tal calentamiento cale en la conciencia de los hombres como indiscutible verdad.
Y como antaño, las discrepancias se pagan caras: se pone la señal de apestado sobre quien asegure que el emperador está desnudo.
La metafísica, sin embargo, no está desnuda, se le viste de palabrería vana. Eso sí, sigue siendo tan estéril como siempre lo ha sido.

6 comentarios en “Sobre la verdad y el rebaño. Contra los mixtificadores y los tontos.

  1. Es cierto que las mentiras y los errores pueden nacer, evolucionar y pervivir durante siglos o milenios, y la filosofía y la religión son buena muestra de ello.

    Sin embargo, la excepción a la regla la constituye la ciencia y de ahí su avance continuo y transformador.

    Y la clave que hace a la ciencia tan diferente y exitosa es el uso del experimento y la predicción como jueces supremos e inapelables en las disputas entre científicos.

    Por desgracia, no todo en la ciencia puede someterse a experimentos inequívocos o predicciones objetivas como ocurre, por ejemplo, con el cambio climático.

    En estos casos, y en tanto no se recopila información suficiente, hay que emitir hipótesis «provisionales» para rellenar (como hormigas atareadas) las fisuras que se detectan en el conocimiento, aunque sea con material de menor calidad y en tanto se consolida la verdad o falsedad de las hipótesis.

    Por eso, en la medida en que el experimento y la predicción no pueden ser invocadas para dilucidar un conflicto, resurge el eterno problema de la lucha territorial y de sus múltiples estrategias para conquistar, retener y explotar un fértil territorio, aunque sea ideológico.

    Y es que seguimos siendo humanos, aunque nos vistamos con la pulcra bata de la ciencia.

    Saludos.

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    • Yack, la tendencia a especular libremente es muy fuerte, al fin y al cabo es dejar libre a la mente ante cualquier ocurrencia, y eso produce gozo intelectual, y junto a esa tendencia hay que añadir la de pensar que dicha especulación ha dado con la clave de todos los misterios, pues así nos lo demanda el deseo. Esas tendencias son las que guían al metafísico, y se cree que está descubriendo la madre de todas las ciencias. De ahí que esos especuladores desprecien a la ciencia (en ocasiones tratan de relativizarla asegurando que ellos hacen ciencia). Hace poco me he tropezado con un blog de apariencia muy seria y, a veces, con contenidos interesantes, pero peca de esa relativización, de querer poner al mismo nivel en la investigación a las ciencias positivistas y la metafísica, asegurando que hay que eliminar barreras y que apoyándose se progresa más rápidamente en el conocimiento, ¡como si la metafísica aportara conocimientos aprovechables! Y como tú dices, desde la ciencia se está cayendo en la mera especulación (o al menos son esas especulaciones las que se anuncian con más ahínco en los medios de comunicación: los universos paralelos, el cambio climático, la vuelta atrás en el tiempo, la destrucción de agujeros negros etc). Y todo se vuelve finalmente ideológico, y es que, como dices, seguimos siendo humanos y seguimos siendo guiados por los deseos y los miedos.
      Un saludo

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      • Sin duda que es tal como lo cuentas, pero estarás de acuerdo en que en la negrura infinita de la arbitrariedad y la ocurrencia brilla con luz propia la ciencia, aunque a veces su luz se vea levemente empañada por algún insecto indeseable que revolotea buscando el calor de su brillo cegador.

        Al final me he puesto poético. Ya ves que todos tenemos tentaciones a las que no podemos resistirnos.

        Saludos.

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  2. Magnífico comienzo, me parece francamente brillante y contundente. ¡Ya tiene mi atención Sr. Escritor».

    «La verdad, la única verdad posible y plausible, aunque siempre provisional, es la que se establece por consenso o, en su ausencia, por acuerdo y convenio entre los entendidos de la materia a que aquella hace referencia.»

    Respecto al fondo del relato, más que un rapto de ideas o verdades (que de hecho, estoy de acuerdo en que ocurre) diría que la simiente de la manipulación reside en el rapto del medio de comunicación. «Una mentira dicha muchas veces se convierte en verdad», ¿no? Es el arma de la tiranía que comenta, el adoctrinamiento su objetivo, y el poder el único fin, llámelo política, filosofía o cualquier otra ciencia humana.

    ¡Gran artículo!

    Un saludo

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    • Gracias, por lo que comentas, creo coincidir contigo en que en ciertos ámbitos del saber se han establecido sectas, algunas ya centenarias, que se proclaman los entendidos en la materia y mantienen una mera estupidez en los altares en aras al interés propio. Entre esas sectas destaca la filosófica, que desdeña a los grandes como Bertrand Russell o Karl Poper y aún sigue adorando a hechiceros oscurantistas como Hegel, Lacan o Heidegger.
      Nos leemos. Un saludo

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