- A la falta de ojos propios para ver se le llama sectarismo. Si también faltan los criterios, resulta más apropiado llamarlo borreguismo.
- Si el Islamismo antepone su religión a la libertad de la persona; si el Islam es enemigo de la democracia y de los valores occidentales; si su fin declarado es imponer la Sariah como norma básica en todos los actos de la vida cotidiana; si una de esas normas es la de dar muerte al apóstata; si entre ellos la mujer queda relegada al papel de subordinada; si odian nuestra cultura y nuestros valores; si la pretendida convivencia multicultural en Europa se ha revelado como multiculturalidad enfrentada; si no cabe un papel de fumar entre los valores y propósitos sociales de los islamistas radicales y de los moderados; ¿es aconsejable que en nombre del respeto se les permita que extiendan su odio hacia los europeos y sus valores en la misma Europa?
- Los buenistas y los animalistas pretenden erigir como criterio determinante del juicio al sentimiento, pero el sentimiento es útil para obnubilar la razón y abducir el pensamiento.
- En los movimientos asamblearios siempre triunfan las posturas más radicales, las de quienes poseen más odio y resentimiento; aunque sean preliminarmente muy minoritarias. Se consigue acobardando a los pusilánimes. Estos, como buena grey, terminan por acatar y asumir cualquier dictado.
- Un cáncer moral está gangrenando Europa. La biología nos muestra que un egoísta en un grupo de altruistas obtiene enseguida ventaja evolutiva y acaba fijando su acervo genético en la población de marras. Adivinen quiénes ejercen de altruistas y quiénes ejercen de egoístas en Europa. Jueguen con el islamismo y con el buenismo.
- ¿Qué es el buenismo? Un ejemplo que lo ilustra: en la Argentina de Cristina Kirchner los presos cobraban un salario mayor que la mayoría de los jubilados; en España Podemos pretende otorgarles un sueldo de 650 euros. Así que el buenismo es el convertir en los “nuestros” a todo inadaptado al sistema liberal democrático. Como este sistema es su demonio, toda responsabilidad y toda culpa se carga a sus espaldas. Lo curioso del caso es que la razón vital del buenismo es su odio. Odio hacia la excelencia.
- Todos aquellos que no aceptan la responsabilidad de sus propios fracasos y que se muestran incapaces para construir un futuro mediante sus propios esfuerzos, son amparados por el buenismo.
- Tengo la fuerte sospecha de que la homeopatía y el psicoanálisis son un interesado fraude, y que el materialismo dialéctico del marxismo no es otra cosa que un iluso apaño. Pero yo soy un tipo sospechoso, así que no me hagan mucho caso. Soy sospechoso de creer que la metafísica –tan manoseada por los filósofos—no suele revelar más que un oscuro amaño de impresiones y metáforas, y por ello muchos me toman por un tipo descreído e irritado. Pero el que a Obama le concediesen el premio Nobel de la Paz, a Bob Dylan el de Literatura, o que a Cristiano Ronaldo le nombren mejor jugador del mundo, aclara un poco las cosas, ¿no les abren los ojos tales hechos?, ¿no perciben que el mundo está construido sobre mentiras interesadas y fraudes indecorosos?
- Los metafísicos se pierden en el bosque espeso y oscuro de su lenguaje. Sin mojón o hito orientativo alguno, ilusamente se guían por el hilo de sus ocurrencias y dan por acreditado lo que solo su placer estético les dicta, como si el placer estético fuese el criterio de verdad más relevante.
- La fuerza, la responsabilidad, el sacrificio, el camino edificante, se están convirtiendo en Occidente en pecados; se sienten como valores caducos que hay que derrumbar. Por esa razón el derrumbe de Europa está a dos pasos.
- Sospecho que el Brexit británico y el triunfo de Trump en EEUU obedecen al hartazgo del buenismo europeo y americano que se produce en dichos países.
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Los Juegos del Intelecto
Para mí, publicar en este blog es un juego. Yo juego a contarles mis ocurrencias esperando que las encuentren interesantes, y otros, en otros blogs, juegan a contar las suyas con similar esperanza.
¿Qué buscamos todos al hacer esto? En lo social, conseguir un cierto grado de reconocimiento; en lo personal, en lo íntimo, encauzar los pensamientos a un propósito, ocupar deliciosamente la mente; esto es, huir del sinsabor del aburrimiento.
Escribiendo pretendemos descargarnos de los pesares y de las culpas que la vida nos lanza, escondernos de los temores y las angustias. Por esa razón jugamos a construir mundos etéreos escribiendo.
Sin embargo, los juegos más celebrados consisten en emular batallas. El ajedrez, los deportes, el fútbol, los innumerables juegos de guerra que practican millones de jóvenes con la PlayStation o con Tableta consisten en eso, en la lucha por el triunfo frente al enemigo.
La batalla es el juego por excelencia. Vencer en un enfrentamiento, saberse superior al adversario, saborear el éxito, es el regocijo buscado. Son el cruel instinto tribal de masacrar al enemigo y el ansia de prominencia frente al adversario los que actúan en estos casos. Pero este tipo de juegos es socialmente aceptable porque es incruento; porque se despacha con enfrentamientos virtuales.
Los juegos por absorber empresas o por ocupar el cargo directivo más alto también son de este tipo, pero son reales, cambian la realidad de las cosas y de las situaciones, deshacen y construyen riquezas y posiciones de poder reales, aunque no dejan de ser un juego movido por el ansia de sobresalir y por huir del aburrimiento. En todos ellos, el azar es un condimento que enriquece el sabor del juego.
Existen otros tipos en los que el jugador es único, otros juegos en los que se carece de contrincante. A ellos pertenecen los juegos de creación artística o literaria, aunque se dan otros muchos varios. Al sujeto no le satisface la realidad en cuanto a ser pensada, y juega a pensar mundos virtuales. Pero no deja por ello de esperar el reconocimiento social por lo que hace, esto es, no deja de desear el triunfo.
No niego, sin embargo, que el triunfo no lo es todo, y que con la práctica del juego creativo las entretelas del pensamiento se van enredando en deleites insospechados. La posibilidad de triunfar socialmente con el juego artístico que se lleva a cabo deja ya de ser un acicate, y sí pasa a serlo, en cambio, el deseo de perfección y virtuosismo, lo que antaño se denominaba la gracia.
Tan llega a ser de esa manera, que puede ocurrir que las redes neuronales encargadas del pensamiento se cortocircuiten, y que lo que empezó siendo un juego, un pasatiempo, se sustancia en un modo de vivir, que los pensamientos artísticos se conviertan en la existencia de uno. A este respecto Proust declaraba estar ocupado por la literatura, ser ya literatura únicamente.
En ese jugar a construir mundos ficticios cada artista se vale de las armas que mejor ha sabido afilar con la práctica. Digamos que Freud se vale de la intuición y de la ocurrencia, aunque quiso hacernos creer que jugaba a ser científico. Borges, en cambio, jugaba a destilar, pulir y condensar frases y palabras al modo al que el alquimista destila del impuro azogue la Piedra Filosofal. Joyce toma los pensamientos tal como fluyen y emergen en el escenario de la conciencia, descoordinados, sin cincelar, y juega a construir con ellos un edificio complejo supeditado a un orden secreto que los adoradores del autor tratan cada año de descifrar en lugares emblemáticos.
Pero existe un grupo de artistas de lo ilusorio que juegan a creerse dioses utilizando para ello la poderosa arma de la razón sin otros aparejos. Son los metafísicos. Están convencidos de que con el mero artilugio de la razón, sin más aditamentos, les sobra y basta para hallar la verdad del ser y de las cosas; y construyen con acierto castillos en el aire que creen eternos pero que no resisten el más leve soplo de viento. Ilusos.
Hay profesiones que son un juego. Por ejemplo la de actor, que dice Borges “que en un escenario, juega a ser otro, ante un concurso de personas que juega a tomarlo por aquel otro”.
Quienes apenas juegan a batallas son las mujeres, que, a cambio, juegan con elegancia y acierto a escribir de sentimientos. Otros juegan a dejar la mente en blanco. Si lo que tratan es de huir del deseo malvado, se dicen budistas, si su pretensión es encontrar a dios tras de ese silencio del pensamiento, son conocidos como sufíes o yoguis, o místicos cristianos.
Todos jugamos. El intelecto demanda estar ocupado y gratificado, y con ello, también, pretendemos huir de los pesares de la vida. Así que juguemos a creer que jugamos.
Y con esto me despido hasta después del veraneo. ¡Que ustedes jueguen a gusto!, ¡que el deleite les acompañe!
Cosas que no se dicen
1.-Los grandes conflictos matrimoniales lo son por el poder o el sexo, las dos grandes potencias que guían nuestro comportamiento. Buscar imponer las decisiones de uno sobre las de su compañero o compañera, o buscar el sexo fuera del matrimonio, suelen ser los motivos de la mayoría de los divorcios.
2.-Las tres cualidades que más se aprecian: la belleza, la fuerza de carácter y la inteligencia. Los tres bienes que más se desean: poder, fama y riquezas.
3.-Los principales gérmenes del placer: el sexo y sus vericuetos; el ejercicio del poder; la crueldad con el enemigo; la prominencia sobre los demás en el afecto que se recibe, en la fama, en el poder o en la riqueza, así como en atributos y capacidades varias; y, last but not least important, el cumplimiento de una venganza.
4.-Los árboles de la cultura, la filosofía o el arte los riega el agua de la política. Las verdades, originalidad, genio, creación, dificultad, belleza, son hojas de aquellos árboles que solo brillan si se bendicen con tal agua, que solo crecen a la orilla del río de la política. Si nacen lejos y no se riegan con tales aguas, pronto pierden su hojarasca o se la lleva el viento de la inexistencia, y pronto se secan y mueren.
5.-El atroz rayo del tiempo va añadiendo en el corazón de las gentes la tristeza que produce lo perdido y el dolor que produce lo no alcanzado.
6.-Todos los actos son un único acto. En todos ellos nos ponemos a prueba, en todos nos endurecemos o debilitamos, en todos nos salvamos o perdemos.
7.-Existe una tendencia natural en el ser humano a alabar todo aquello que posee renombre y autoridad, sobremanera si viene envuelto de oscuridad.
8.-La historia, la sociología, la psicología, la economía…, inquieren la realidad de las cosas al modo de la química, tratando de descifrar “cómo” discurren los asuntos. No saben aún inquirir al modo físico, preguntándose el “porqué” ocurren los sucesos. La metafísica, sin embargo, no necesita descifrar la realidad ni inquirir respuestas, simplemente inventa supuestas realidades a la medida de sus cavilaciones y ocurrencias.
Sobre la verdad y el rebaño. Contra los mixtificadores y los tontos.
La verdad, la única verdad posible y plausible, aunque siempre provisional, es la que se establece por consenso o, en su ausencia, por acuerdo y convenio entre los entendidos de la materia a que aquella hace referencia. También de tales requisitos precisa la verdad científica, aunque, además, tenga la someterse al imperio del experimento. La razón no basta, pues la razón suele actuar en el suelo de los prejuicios y del desconocimiento de las causas y suele levantar a menudo ilusorios castillos de arena. Hace falta el concilio y el concierto. La evidencia individual no es suficiente.
Para los mortales, la verdad lanzada por el concierto de los entendidos debe ser la más fiable, la más verosímil de todas las alternativas a ella. Pero en realidad tal acuerdo y el que sea la más aceptada tampoco la convierte en verdad. Puede ser que esté falseada adrede por un subgrupo del grupo de entendidos, un subgrupo que monopolice la voz y la voluntad ―e incluso la conciencia―del grupo total y establezca, así, una tiranía sobre él.
Una tiranía en la moda en la historia en la filosofía… en cualquier ciencia. Los ejemplos son infinitos: tiranía del marxismo sobre la filosofía y la historia del siglo XX, tiranía de Hegel sobre la filosofía del siglo XIX, tiranía del materialismo dialéctico aplicado a la biología y protagonizado por Lysenko en la URSS, tiranía del psicoanálisis en la psicología del siglo XX…
En todos los casos se produce la siguiente secuencia: se forma un grupo de aduladores-aprovechados que actúan de portavoces y profetas del rebaño de pretendidamente entendidos en el tema, sean filósofos, historiadores, psicólogos, políticos, biólogos, etc. Acuerdan la verdad y la ponen de moda, y el rebaño les sigue dócilmente practicando el sans-culottismo contra los que se oponen a ella. Consiguen que nadie se atreva a decir en voz alta que el emperador está desnudo. Tal afrenta conduce al ostracismo. El temor a ser apartado del redil con los pesebres llenos.
Las falsas verdades ―o incluso las más sublimes y oscuras tonterías confitadas al gusto del rebaño, como las de Hegel―se aposentan así en las conciencias de los hombres por decenios o por siglos sin encontrar negativas respuestas. Lo que la Iglesia practicó durante mil años, lo han seguido practicando después esas manadas de «entendidos»: la falsedad, el oscurantismo, la opresión ideológica, la siembra en los campos del pensamiento de las más oscuras estupideces… y la complicidad de las reses bípedas de esos rebaños por mor del interés económico, político, o simplemente por no parecer tonto si se atreviera a negarlo.
Y no es cosa del pasado. Se sigue idolatrando a Hegel a Lacan, al psicoanálisis, a Heidegger, a Marx, a Marcuse, y siguen tratando de enviar a otros Galileos o a otros Copérnicos o Borges al ostracismo.
Ya veremos en qué acaba el antaño llamado Calentamiento Global y ahora nombrado Cambio climático al comprobar que la Tierra ha dejado de calentarse. Se han tomado por hechos científicos lo que no son más que hipótesis, pero lo avalan los miles de investigadores del clima que viven de que el tal calentamiento cale en la conciencia de los hombres como indiscutible verdad.
Y como antaño, las discrepancias se pagan caras: se pone la señal de apestado sobre quien asegure que el emperador está desnudo.
La metafísica, sin embargo, no está desnuda, se le viste de palabrería vana. Eso sí, sigue siendo tan estéril como siempre lo ha sido.