Animalismo, idealismo y posmodernidad

El clima moral y cultural de Occidente en la actualidad es fruto del posmodernismo filosófico. Buena parte de los filósofos franceses de la segunda mitad del pasado siglo hinchieron de relativismo su discurso y lanzaron a la verdad desde el pedestal ecuménico donde residía a la ciénaga de la subjetividad. La consecuencia ha sido la formación de ideologías sin ideas, el empleo de argumentos vacíos de razón, la incoherencia en los asertos, la emoción como argumento, el ‘nosotros’ y el ‘ellos’, el todo vale si nos beneficia… Occidente se ha hecho tribal. Pero mientras el ‘enemigo’ es unánime, las tribus amigas son tantas y con tan diferentes criterios y dogmas que la coherencia ha desaparecido de ellas tan velozmente como la razón. Así, las vanguardias de la tribu feminista dicen luchar por los derechos de la mujer y por la igualdad de hombres y mujeres, pero apoyan los regímenes donde la mujer carece de los más elementales derechos y desconoce la libertad. El llamado socialismo del siglo XXI dice luchar por la igualdad y la libertad, pero defiende con uñas y dientes las dictaduras comunistas y los sistemas teocráticos. Las vanguardias ecologistas diezmarían la especie humana por el —dicen— ‘bienestar’ del planeta.

Una de las tribus con incoherencias mayores es la animalista. No refiero por tal al que ama su relación con ciertos animales y al que simplemente le disgusta el maltrato animal, sino a esas vanguardias que odian el género humano, que proclaman su lucha contra el especieísmo, esto es idea de que los animales han de tener iguales derechos que los seres humanos, lo cual es del todo absurdo e incoherente, ¿cómo ejercería sus derechos un boquerón?

Característico de las tribus es la ideología, que, religiosa o no, viene determinada por ciertas idealidades (desde espíritus a utopías, pasando por ideas identitarias que niegan la naturaleza humana), por dogmas, por la categorización ‘nosotros’ y ‘ellos’, por mandamientos de obligado cumplimiento, y por la pretensión de imponer sus dictados en todo el orbe.

Una parte del movimiento es devota del animalismo religioso. Consideran sagrada la vida de cualquier animal. Sin embargo, ¿a qué animales se refieren?, ¿también a las pulgas, las chinches, los mosquitos…?; ¿se han preguntado por las consecuencias que traería para los animales tal sacralidad?. De hecho, existe una comunidad religiosa, los jainistas,  cuyo primer mandamiento es el respeto a la vida. Sus fieles andan desnudos, se tapan la boca y la nariz para no matar a ningún ser diminuto, y se abren paso en su caminar con una escoba para no pisar a las hormigas.

Otros hacen hincapié en el sufrimiento animal. En el libro de Peter Singer, Liberación animal se  defiende una igual consideración de todos los seres capaces de sufrir. (habría que determinar si existe el sufrir —que exige tener conciencia— en los animales, y habremos de tener en cuenta que gracias a la reciente Ley de Protección Animal, el precio de los productos cárnicos se va a encarecer de manera desmesurada). Lo curioso es que presenta el movimiento animalista como un ejemplo de bondad, pero se muestra totalitario al pretender imponer a los demás su ‘verdad’ y su  sensibilidad. En todo caso, ¿por qué no sacralizar también las plantas?, ¿acaso no poseen vida?

En lo que creo que participan las vanguardias animalistas y las vanguardias ecologistas es en el deseo de huir de la realidad. Más que el amor a los animales, lo que bulle en ellos es amor a la idealidad animal o a la idealidad naturaleza. El animal como arquetipo de la inocencia, de la pureza, de la ausencia de alteridad. Ya que la realidad presenta individuos con alteridad. ¡Huyamos de esa hiriente alteridad —parecen decir esas vanguardias— y construyamos un mundo de donde esté excluida! Así, construyen ese mundo ideal en su conciencia, un mundo al que declaran su amor, por el que luchan, y no por el mundo real ni por los animales reales. Del mismo modo que los intelectuales marxistas que decían amar a la humanidad amaban la idea comunista de humanidad, no a la humanidad real. De hecho, más bien odiaban al género humano real por ser imperfecto y atroz; un género humano que el comunismo, mediante represión, educación y fusilamientos, se encargaría de eliminar. El idealismo puede traer muy malas consecuencias.

Por cierto y a modo de posdata: El denominado «Nuevo realismo filosófico » de Markus Gabriel y el llamado «Ley de aumento de la información funcional» (que pretende amplificar la evolución darwiniana a cualquier sistema, utilizando como ‘herramienta’ la adaptación), no parece ser —eufemísticamente hablando—sino «los mismos perros con diferentes collares». No introducen ninguna idea novedosa. El Nuevo realismo no me parece que cambie nada del posmodernismo excepto la nomenclatura; lo mismo se puede decir del nuevo y rimbombante sistema de evolución.

2 comentarios en “Animalismo, idealismo y posmodernidad

  1. Está fuera de toda duda que algunos animales deben ser exterminados por razones prácticas y que otros deben ser respetados en la medida que no ponen en riesgo nuestra vida y son sensibles al dolor y al sufrimiento. Es difícil establecer el estatus de cada especie y cómo habría que tratarlos, pero la Naturaleza es el peor ejemplo de crueldad indiscriminada que debemos superar.
    Creo que algún día será tan bárbaro encerrar a los animales en granjas de engorde, como lo es ahora la esclavitud, pero antes tendremos que aprender a fabricar carne sintética y alcanzar un nivel ético inimaginable desde nuestra perspectiva actual.
    Pero de la misma manera que los tractores hacen ineficiente la esclavitud, la tecnología alimentaria y la ingeniería genética hará innecesario el sacrificio y el martirologio de las especies más sensibles e inteligentes.

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