Animalismo, idealismo y posmodernidad

El clima moral y cultural de Occidente en la actualidad es fruto del posmodernismo filosófico. Buena parte de los filósofos franceses de la segunda mitad del pasado siglo hinchieron de relativismo su discurso y lanzaron a la verdad desde el pedestal ecuménico donde residía a la ciénaga de la subjetividad. La consecuencia ha sido la formación de ideologías sin ideas, el empleo de argumentos vacíos de razón, la incoherencia en los asertos, la emoción como argumento, el ‘nosotros’ y el ‘ellos’, el todo vale si nos beneficia… Occidente se ha hecho tribal. Pero mientras el ‘enemigo’ es unánime, las tribus amigas son tantas y con tan diferentes criterios y dogmas que la coherencia ha desaparecido de ellas tan velozmente como la razón. Así, las vanguardias de la tribu feminista dicen luchar por los derechos de la mujer y por la igualdad de hombres y mujeres, pero apoyan los regímenes donde la mujer carece de los más elementales derechos y desconoce la libertad. El llamado socialismo del siglo XXI dice luchar por la igualdad y la libertad, pero defiende con uñas y dientes las dictaduras comunistas y los sistemas teocráticos. Las vanguardias ecologistas diezmarían la especie humana por el —dicen— ‘bienestar’ del planeta.

Una de las tribus con incoherencias mayores es la animalista. No refiero por tal al que ama su relación con ciertos animales y al que simplemente le disgusta el maltrato animal, sino a esas vanguardias que odian el género humano, que proclaman su lucha contra el especieísmo, esto es idea de que los animales han de tener iguales derechos que los seres humanos, lo cual es del todo absurdo e incoherente, ¿cómo ejercería sus derechos un boquerón?

Característico de las tribus es la ideología, que, religiosa o no, viene determinada por ciertas idealidades (desde espíritus a utopías, pasando por ideas identitarias que niegan la naturaleza humana), por dogmas, por la categorización ‘nosotros’ y ‘ellos’, por mandamientos de obligado cumplimiento, y por la pretensión de imponer sus dictados en todo el orbe.

Una parte del movimiento es devota del animalismo religioso. Consideran sagrada la vida de cualquier animal. Sin embargo, ¿a qué animales se refieren?, ¿también a las pulgas, las chinches, los mosquitos…?; ¿se han preguntado por las consecuencias que traería para los animales tal sacralidad?. De hecho, existe una comunidad religiosa, los jainistas,  cuyo primer mandamiento es el respeto a la vida. Sus fieles andan desnudos, se tapan la boca y la nariz para no matar a ningún ser diminuto, y se abren paso en su caminar con una escoba para no pisar a las hormigas.

Otros hacen hincapié en el sufrimiento animal. En el libro de Peter Singer, Liberación animal se  defiende una igual consideración de todos los seres capaces de sufrir. (habría que determinar si existe el sufrir —que exige tener conciencia— en los animales, y habremos de tener en cuenta que gracias a la reciente Ley de Protección Animal, el precio de los productos cárnicos se va a encarecer de manera desmesurada). Lo curioso es que presenta el movimiento animalista como un ejemplo de bondad, pero se muestra totalitario al pretender imponer a los demás su ‘verdad’ y su  sensibilidad. En todo caso, ¿por qué no sacralizar también las plantas?, ¿acaso no poseen vida?

En lo que creo que participan las vanguardias animalistas y las vanguardias ecologistas es en el deseo de huir de la realidad. Más que el amor a los animales, lo que bulle en ellos es amor a la idealidad animal o a la idealidad naturaleza. El animal como arquetipo de la inocencia, de la pureza, de la ausencia de alteridad. Ya que la realidad presenta individuos con alteridad. ¡Huyamos de esa hiriente alteridad —parecen decir esas vanguardias— y construyamos un mundo de donde esté excluida! Así, construyen ese mundo ideal en su conciencia, un mundo al que declaran su amor, por el que luchan, y no por el mundo real ni por los animales reales. Del mismo modo que los intelectuales marxistas que decían amar a la humanidad amaban la idea comunista de humanidad, no a la humanidad real. De hecho, más bien odiaban al género humano real por ser imperfecto y atroz; un género humano que el comunismo, mediante represión, educación y fusilamientos, se encargaría de eliminar. El idealismo puede traer muy malas consecuencias.

Por cierto y a modo de posdata: El denominado «Nuevo realismo filosófico » de Markus Gabriel y el llamado «Ley de aumento de la información funcional» (que pretende amplificar la evolución darwiniana a cualquier sistema, utilizando como ‘herramienta’ la adaptación), no parece ser —eufemísticamente hablando—sino «los mismos perros con diferentes collares». No introducen ninguna idea novedosa. El Nuevo realismo no me parece que cambie nada del posmodernismo excepto la nomenclatura; lo mismo se puede decir del nuevo y rimbombante sistema de evolución.

DIOS. EXISTENCIA Y CONSISTENCIA


¿Es la existencia de Dios una necesidad lógica? ¿Es el mundo una creación divina o es Dios una creación humana?
Tratar de demostrar la existencia de Dios ha sido un tema recurrente en el pensamiento occidental. Tal existencia resulta inextricable desde una óptica científica, por lo que tales esfuerzos parecen baldíos. En ese sentido, las “pruebas” más sólidas son las de san Agustín o santo Tomás de Aquino. En esencia, vienen a decir que todo tiene su causa y que, por lo tanto, ha de haber un dios causante del mundo. Otras “pruebas”, aún más antiguas, hacen referencia a la necesidad de que exista lo perfecto o que exista el ser omnipotente y omnipresente… En cualquier caso, Dios ha existido en la mente y en el corazón de las gentes desde que comenzó la singladura humana.
También se ha echado mano de los milagros para probar su existencia. Tales supuestos milagros probarían la existencia divina, alegaron históricamente muchos fervorosos creyentes. Sin embargo, los no creyentes apelan a la lógica de que lo inexplicable no tiene por qué ser milagroso, que solo pone de relevancia carencias en nuestros conocimientos, o, simplemente califican a los milagros como engaño.
Un razonamiento encuadrado en el marco causativo es el siguiente: «Si todo está en movimiento, alguien lo ha debido poner en marcha» (lo cual nos lleva a un bucle regresivo y reiterativo: ¿quién puso en marcha ese alguien que lo ha puesto en marcha?), que alude a la existencia de un relojero que alguna vez hubo de poner el reloj en funcionamiento. Cierto es que se puede objetar: «¡y si siempre ha estado el reloj en marcha!», es decir, «¡y si no es necesario el relojero!», o dicho de otro modo, «¡y si el reloj y el relojero son lo mismo!». La Ciencia, con no muchas excepciones, se ha puesto siempre al lado de esta posibilidad. Spinoza, Newton, Einstein, fueron partidarios de considerar la obra y manifestación del mundo como el dios mismo. El reloj es también el relojero. Tal afirma el panteísmo, que proclama la identidad sustancial entre Dios y el mundo.
Pero el panteísmo tampoco explica gran cosa, pues tan solo «considera sobrenatural el conjunto de lo natural». No nos dice si hay atributos divinos, ni si hubo un comienzo, ni tan siquiera si existe una finalidad… Quienes entienden que la cuestión es de solución imposible, quienes creen que no se puede probar la existencia ni la inexistencia divina; toman el camino más corto y “evidente”, la solución menos engorrosa, la de reconocer a Dios en la cara del mundo. Pero este Dios del panteísmo es no-religioso, aunque se le considere sobrenatural en el sentido de estar por encima de nuestros supuestos y conocimientos.
La opción religiosa, en cambio, es la de un dios antropomorfo. En el Génesis se nos dice que Dios nos hizo a su imagen y semejanza (aunque siento más probable que hayamos sido nosotros quienes hayamos hecho un dios a nuestra imagen y semejanza). La consistencia de tal Dios —con tales humanos hechos a su imagen y semejanza— es grande, tanto que desde una antigüedad muy remota la tomaron para sí un gran número de religiones. Esto es, que el hombre es una creación especial y singular en todo el Universo, una creación dotada de alma, y que el alma es, por esencia, una parte divina. Así lo aseveran las principales religiones de Oriente y Occidente. Lo cual conduce a aseverar que: Dios nos hizo semejantes a él porque somos una parte suya. Por tales razones, el alma, esa parte divina, ha sido siempre base de las especulaciones acerca de la divinidad, aunque difieran en cuanto a las circunstancias de la unión y encuentro entre alma y materia, entre alma y cuerpo.
Por mi parte, mirando el bosque desde fuera y desde lejos —desde mi agnosticismo—para poder ver el árbol, creo que el valor de Dios (de que Dios exista) no se encuentra en las explicaciones lógicas acerca de su existencia o de su esencia, sino en los sentires y satisfacciones que proporciona creer que existe, de los beneficios de creer en su existencia. Ahora bien, Dios es también un producto que los hombres manejan, por lo que es fácil que se provoquen catástrofes en su nombre. La influencia de la religión y, por tanto, de creer en Dios (en un ser divino adornado de poderes y cualidades supremas que puede operar sobre el colectivo y sobre el individuo de manera separada e independiente) ha sido siempre de gran importancia en el discurrir del hombre. La religión puede utilizarse para crear una sociedad servil, para establecer un aprisco religioso obediente y temeroso, subordinado a unos pocos. Tal ha sido su principal cometido a lo largo de la historia. Ahora bien, para el individuo —y me refiero al sujeto que es capaz de pensar y juzgar y sentir por su cuenta y riesgo—, Dios puede ser la figura de un amigo íntimo, puede ser un consuelo para el penar diario, puede ser —siguiendo el ejemplo de Jesucristo—una figura de bondad y justicia, puede reportar un gran bien a tales individuos. Cierto es que un grupo religioso bien comandado y dirigido también puede aportar a sus miembros los dones dichos en el caso del individuo. Para ello resulta necesario que esos dirigentes, los llamados mediadores de la divinidad, o, dicho con claridad, las élites eclesiásticas, no estén sujetas a grupos de poder o riqueza ni que ellas mismas los ambicionen (exigencia harto difícil, lo sé). Porque otro papel clásico de las religiones ha sido la construcción moral de una sociedad, y ahora que se están intentando destruir todos los valores y que el engaño, la mentira, el fraude, la locura, se erigen como modelos de comportamiento, ahora, digo, una moral firme, segura, es más necesaria que nunca.

En estos tiempos tan revueltos, donde la agitación de los espíritus está produciendo extrañas formas de locura, tal vez sea necesario un firme timón, o, tal como hizo Ulises, tal vez necesitemos de un palo mayor al que atarnos ante el embate de enloquecedores cantos de sirena y de la furia de destructores vientos. Tal vez, en esta extraña odisea a que nos conduce el mundo moderno, aquel monstruoso remolino, Caribdis —que Ulises sorteó con quebranto de sus naves—, venga bien representado por la agitación de las redes sociales que tratan de destruir toda embarcación que cruza por el estrecho de la Discrepancia. Desde una posición agnóstica, digo, una moral religiosa puede ser una tabla de salvación, un hito por el que guiarse por la singladura de la vida.
Ahí, también, la figura de un Dios puede resultar muy beneficiosa.

OCURRENCIAS DISPERSAS

La rueda del mundo

Mil años estuvieron los cristianos esperando la «inminente» llegada del fin del mundo acompañada del juicio final.  Tal era su gran esperanza para escapar de este valle de lágrimas. Cincuenta años llevan los miembros de la Iglesia del Cambio Climático esperando el apocalipsis climático que nos destruirá. Cambian las circunstancias, pero no cambian las respuestas. Con esperanzas y amenazas se dirige el rebaño.

Saltos frustrados

Los antiguos griegos y los musulmanes de los primeros siglos del islam estuvieron a punto de conseguir un salto tecnológico que en la realidad tardaría muchos siglos en producirse. La aversión al trabajo manual de los pensadores griegos impidió que su matemática se hiciese práctica y se encarnase en ciencia. A los musulmanes se lo impidió el triunfo en el siglo XI de la concepción religiosa más rígida.

Inventar problemas y agrandar mitos

Los políticos y los «vividores» son duchos en inventar problemas que les procuren buenos beneficios, aunque con ellos agobien o asfixien a la población. A cuenta de la violencia machista viven cientos de miles de feministas, aunque estadísticamente la violencia siga en sus trece de no aumentar. Aplíquese el mismo cuento al Cambio Climático, a la violencia infantil, al racismo y a un gran número de «problemas». En caso de que el problema esté perdiendo atención, los políticos y vividores ponen su foco en él y lo agrandan hasta el extremo de hacerlo aparecer como el mayor peligro de la humanidad.

Aburrimiento

Aseveró Bertrand Russell que el aburrimiento es causante de la mitad de las revoluciones y locuras que se producen en el mundo. Me viene al recuerdo aquella banda, «los cinco de Cambridge»,que espió desde Inglaterra para la URSS. De familias adineradas, incluso aristocrática en uno de los casos, eran buscadores de emociones fuertes con que aliviar su aburrimiento, creyeron que el espionaje les proporcionaría el remedio que buscaban.

Temor

Temo que, al igual que la utopía comunista trajo decenas de millones de muertos y pavor generalizado en los países donde se instauró, la utopía globalista de la convivencia pacífica y sin fronteras traerá el fin de la civilización en Europa tal como la entendemos, y vendrá acompañada de una gran catástrofe social. De buenas intenciones está embaldosado el infierno.

Creencias

Hay una predisposición en el hombre a creer en una entidad superior, perfecta y justa, a la que someterse y a la que entregar la vida en sacrificio. La entidad puede reconocerse como un dios o como una idea, como una religión o como una ideología, como Yahvé, Alá, el planeta Tierra o el comunismo. En esas entidades se busca protección y justicia, y se mantienen enraizadas en el marco de las creencias populares desde hace miles de años, aunque el mundo sea ahora completamente distinto a como fue cuando cobraron plenitud. No hace muchos años que aún se practicaba en ciertas zonas rurales de Francia y España ceremonias de fertilidad al lado de megalitos prehistóricos; y la actual expresión religiosa hacia vírgenes y santos apenas tiene diferencias de matiz con la que se daba miles de años atrás para con dioses y diosas de la fertilidad. ¡Y qué decir de las ceremonias que giran alrededor del Cambio Climático!

Metafísica e idealismo

Una parte de la filosofía camina frecuentemente por esos caminos como buscadores de oro, incapaces de encontrar una sola pepita dorada de certeza. Finalmente, pintan de amarillo un guijarro y lanzan al vuelo campanadas de triunfo. Enseguida acuden miles de daltónicos a seguir profundizando en el filón.

Pueblos erradicados

Gitanos

Procedentes de El Punjab, en el norte de la India. Salieron a partir del siglo XI. Pertenecían a  las castas inferiores. En España se han dedicado a la venta ambulante, han sido tratantes de acémilas, caldereros, chatarreros, nómadas de lugar en lugar con malabares y circo mínimo con cabra. El honor del clan familiar es defendido a navaja o con recortada. Matrimonios concertados. Ritos de boda y de entierro. Cante y baile. Tradición. Les representa un agravio familiar que uno de sus miembros se case con un payo o una paya. En su deambular por el mundo perdieron su lengua y perdieron su religión, pero no perdieron la cultura del clan. Pelo negro azabache. Muestran poseer alelos muy dominantes para los caracteres físicos. Conozco personas con una dieciseisava parte de sangre gitana que aparentan ser de raza pura. Son reacios a integrarse en la sociedad paya o en ejercer otros trabajos que no sean los tradicionales nombrados. Solo recientemente –y  sobre todo las mujeres—aceptan emprender otros oficios y actividades. Los que estudian más allá de la educación primaria son la excepción, y las chicas que lo pretenden son llamadas prontamente al matrimonio.

Son un ejemplo palpable de cómo se mantiene la cultura, la raza y las normas propias a través de la tradición familiar y de vivir aislados, pues por lo general rechazan el trato con el payo y la inclusión en las estructuras sociales. Se podría decir que sufrieron una erradicación física pero que mantienen los lazos del clan familiar a modo de  raíz cultural.

Judíos

Abraham es su origen; Moisés, quien aporta la clave religiosa: un dios único, propio y exclusivo. El Éxodo, supuestamente llevado a cabo desde Egipto, es la prueba del cumplimiento del pacto con Yahvé, la conquista de la Tierra Prometida. Establecidos en Canaán, con el rey David y su hijo, el rey Salomón, establecieron un reino con gran poder. Cayeron bajo el yugo del imperio Asirio que hizo deportar a parte de la nobleza a Nínive a principios del siglo VIII a.C.  Siglo y medio más tarde, volvieron a sufrir otra deportación que es conocida como “cautiverio de Babilonia”. Durante este cautiverio se escribió el Talmud, su libro sagrado. Ciro el Grande, el emperador persa los liberó.

Esas fueron sus primeras erradicaciones. En el año 70 a.C. se rebelaron contra Roma y como castigo los romanos destruyeron el Templo de Jerusalén y decenas de miles fueron exiliados o vendidos como esclavos. Otra segunda rebelión y otra derrota trajeron una nueva diáspora en el 132 d.C.  No sería la única. Apenas hay nación en Europa que no haya firmado contra ellos decretos de expulsión. Lo hicieron los Reyes Católicos en España con los judíos sefardíes; lo habían hecho previamente –y lo hicieron con posterioridad—los reinos de Francia e Inglaterra, también el reino de Portugal, también los Estados alemanes, e incluso los Estados Pontificios. Más terroríficos aún resultaron los pogromos, el linchamiento de miles e incluso millones de judíos en diferentes partes de Europa.  En la Rusia zarista y en la Rusia soviética se orquestaron contra los judíos verdaderas matanzas. De menor amplitud los hubo también en Polonia, Alemania y Rumanía antes de la Segunda Guerra Mundial. Pero el mayor asesinato en masa lo llevó a cabo Hitler. Seis millones de judíos murieron en las cámaras de gas. Repartidos por todo el mundo, en todo lugar del mundo han sido perseguidos. El grupo mayoritario es el Asquenazi, que habitó durante varios siglos Europa central. Su lengua es el Yidish, mezcla de alemán y hebreo.

En los tiempos de Jesucristo era el arameo la lengua común y el griego la lengua de las élites culturales. El hebreo era la lengua de los eruditos que se ocupan de estudiar el Talmud y la Torá. En ese tiempo ya había más judíos en Alejandría y en la costa sur de la actual Turquía que en Israel y Judea.

Se puede decir que el siglo XX ha sido un siglo judío (Véase mi entrada: Judíos en el siglo XX). No solo destacaron en cualquier rama del saber, sino que, también, fueron los grandes señores de las finanzas  y de las revoluciones a nivel mundial. Casi un 90% de los revolucionarios en la Europa de entreguerras eran judíos. No parece que su genio haya mermado.  Douglas Murray, en La masa enfurecida, nos ofrece una pequeña muestra de ello. Un grupo de estudiantes demandó a la Universidad de Harvard aduciendo que la Universidad había excluido a estudiantes de origen asiático y otros en sus criterios de admisión. Harvard tuvo que revelar que, efectivamente, había habido casos de discriminación positiva porque, en caso contrario, la totalidad de los admitidos habrían sido norteamericanos de origen asiático y judíos asquenazis.

A pesar de la diáspora de los judíos, que se ha prolongado durante más de dos mil años, desde cualquier lugar del mundo, los judíos entonaban el “El próximo año en Jerusalén” al concluir cada Iom Kipur, e día de la Expiación, el día más sagrado para los judíos. Por más de dos mil años, desde cualquier rincón del mundo, la fe en su dios privado, Yahvé,  y la esperanza de volver a establecerse en la tierra de sus ancestros, Israel, les ha mantenido unidos como pueblo. Fueron físicamente erradicados, pero no en espíritu, y la fuerza de ese espíritu sigue actuando.

Amish

Son una comunidad religiosa de credo Anabaptista, originaria de Alemania y Suiza, que a principios del siglo XVIII recalaron en el Estado de Pensilvania, en Norteamérica. En realidad menonitas y huteritas comparten con ellos religión y forma de vida aunque se distribuyen en mayor medida por Sudamérica, África y Rusia.

Los Amish nos llaman la atención por sus normas, costumbres, ideas y formas de vivir, aunque forman 40 grupos distintos y separados geográficamente, y su rigor religioso es diferente de unos grupos a otros. Su lengua es el alemán, tildando a los vecinos norteamericanos de “ingleses”. Algunos de esos grupos, especialmente los de “La vieja orden”, guardan un modo de vida simple, sin lujo, con la misma vestimenta que sus antepasados,  incluso sin electricidad, utilizando la fuerza animal para la labranza y el transporte, y las herramientas de los gremios del siglo XV para la construcción y la carpintería. Podríamos decir que se trata de casi una perfecta sociedad comunista tal como las utopías más favorables la pintan.

Viven aislados del mundo exterior y defienden la humildad, la virtud y el pacifismo. Algunos grupos permiten que los hijos, una vez alcanzada la edad adulta, vivan una temporada en el ambiente inglés, lejos de la cultura Amish.  Luego pueden reintegrarse en la comunidad si tal es su deseo.

Están vedadas creencias que pongan en peligro su forma de vida. Mantener ideológicamente aislado al creyente es un factor primordial para que la comunidad permanezca unida. De hecho,  la misma operación se lleva a cabo entre los judíos y entre los gitanos. También en estos grupos, penetrar en otra cultura o separarse de las normas del grupo conlleva la pérdida del afecto y del amparo del clan familiar. Evitando que creencias foráneas al grupo se asienten en su conciencia, se logra cohesionado el grupo.

En el caso de los Amish es la religión, el modo de vida ancestral y el aislamiento del resto de la sociedad norteamericana la fuerza que les mantiene unidos. Al erradicarse de las tierras de sus ancestros han mantenido la cohesión social y el modo de vida mediante el aislamiento. De no ser por el engrudo familiar, religioso o cultural –mantener la cultura o la religión a toda costa—tanto gitanos como judíos como Amish no existirían como tales. Lo cual no es mejor ni peor, pero aporta variedad cultural al mundo.

Fanáticos

 

Al haber sido un mucho rebelde y una pizca desconfiado, resulté refractario al sectarismo—pues las sectas exigen sumisión y confianza—aunque no niego que fui tentado a encuadrarme bajo ciertas siglas y ciertos símbolos. Dejaron de insistir en cuanto se percataron de que entre mis virtudes no estaba la de ser sumiso. No discrepar de la opinión reinante es la principal virtud del animal de rebaño. Pero yo discrepo incluso de mí mismo. Hoy puedo estar convencido de la certeza de un juicio, y mañana, tras de indagar en ello, puedo convencerme de lo contrario. Tal fluctuación, que puede parecer veleidad, no me impide poseer creencias firmes, creencias arraigadas en las arenas de la razón y de la lógica de los hechos, y, ciertamente, como todo el mundo, tengo también un poso de creencias irracionales.

La mejor manera de que uno no cambie ningún juicio o idea o creencia consiste en no aprender nada nuevo: los juicios sobre las cosas, eternamente repetidos, van día a día cavando profundas trincheras y las creencias más absurdas arraigan en la conciencia. Lo curioso del caso es que suelen ser juicios o creencias ajenas que uno toma prestadas y hace suyas sin otro criterio que el de seguir la opinión del rebaño. Esta falta de indagación, de criterio propio, esta falta de renovación de ideas, facilita la aparición del fanatismo.

El fanático, en un dogmático monólogo consigo mismo, repite: yo tengo razón; yo poseo la verdad absoluta; tú estás equivocado; tú eres mi enemigo. En esencia, todo aquel que no comparte su visión del mundo o de alguna particular parcela de la realidad, es culpable a ojos del fanático. Los que ya tenemos una cierta edad hemos conocido el fanatismo de que hacía gala la Iglesia Católica: todo aquel que no se cobijase en ella era reo del infierno. Afortunadamente, sus fanáticos propósitos han desaparecido o están desapareciendo. Todo lo contrario a lo que ocurre en el Islam, que ha revitalizado su fanatismo en los últimos lustros.

Pero hay otros grupos tanto o más fanáticos que los religiosos y que actúan como lobos con piel de cordero. El fanatismo nacionalista, cuyos dramáticos efectos se hicieron palpables con la desmembración de la antigua Yugoslavia y la orgía de sangre que tal hecho produjo. El nacionalismo catalán, que ha dividido Cataluña en dos y ha separado familias, amigos y amantes (parece como si la historia nunca enseñara nada). Tenemos a veganos que te asesinarían por el delito de comer carne; a no fumadores que te asfixiarían por encender un cigarro; animalistas que quitarían la vida a cazadores y aficionados a las corridas de toros; a ecologistas que tienen por más la vida de un lagarto o un tomillo que la vida de una persona; feministas radicales que caparían a todos los hombres; igualitaristas que serían capaces de destruir todas las riquezas y todos los bienes existentes en el país para que, en la miseria, todos fuéramos iguales.

Y tienen otra particularidad los fanáticos: pretenden redimirnos. Es decir, albergan el propósito de que seamos felices o de que ganemos la bienaventuranza eterna aunque sea a fuerza de decretos y martillazos. El comunismo y el socialismo pretendieron liberar a las gentes de su yugo, y ya sabemos lo que trajeron. Temo si alguien me quiere redimir sin yo haberlo pedido. La tradición de redimir es de las religiones: del cristianismo, del islamismo, del socialismo… Pretenden actuar altruistamente con nosotros, pero ¡que los cielos me libren de su altruismo!

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El fanático vive encerrado en una burbuja de información en la que no entran opiniones distintas a las que inyectan en dicha burbuja sus líderes. Han de leer un determinado diario, ver una determinada cadena de televisión, escuchar determinados debates o charlas, juntarse con determinados individuos…; solo así gozará el fanático de creencias firmes. La burbuja informativa no puede contener productos tóxicos. Conozco a marxistas que no leen nada que no venga reflejado desde el horizonte del marxismo; conozco a independentistas catalanes que se prohíben ver otra emisora televisiva que no sea la que propugna la independencia. Y algunos de ellos son profesores universitarios. La cortedad de sus miras, encerrados como están en una ilusión irracional y en una burbuja informativa, les imposibilita la percepción de la realidad. De no poseer una perspectiva amplia y variada, veremos la realidad deformada y mutilada, inconexa. Una monolítica forma de mirar le convierte a uno en fanático.

El fanático sitúa una idea por encima de su propia vida, por encima de sí mismo. Se hace esclavo de esa idea y está dispuesto a sacrificarse por ella. Recordemos a los que se inmolan, a los que prefieren vivir en la miseria pero ‘todos iguales’ (véase Venezuela), al payés catalán que dice preferir arruinarse e incluso morir por la independencia de Cataluña. Las naciones han inculcado siempre el fanatismo entre la población, sobre todo en caso de guerra, pero también para tener a la gente abnegada y sumisa: el ‘Patria o muerte’ de Fidel Castro, el lema de ‘Todo por la Patria’ de la Guardia Civil…

Fanático es aquel que posee una sola mirada y una inatacable convicción acerca de una idea de justicia o redención, pero la idea no lo es todo, en ocasiones apenas existe idea o tan solo existe de manera formal y el fanático se nutre sólo de odio y ansias de revancha. En el mundo musulmán la mujer juega un papel secundario y apenas posee derechos ni libertades. Preguntémonos entonces  por qué el feminismo, sobre todo el más radical, no protesta por tales ocurrencias sino, al contrario, suele defender con vehemencia al Islam. En todos los países musulmanes se persigue la homosexualidad, y en algunos el homosexual es reo de la máxima pena, pero el  lobby LGTBIC no levanta su voz contra el Islam. Existe mucho fanático con la máscara-idea puesta en el rostro, pero si la levantáramos no aparecería otra cosa que odio y revancha. Pero este es otro asunto que tal vez trate más adelante.

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El Islam y Europa

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No ser conscientes del peligro del islamismo nos puede resultar caro. Si Europa mantiene su política social y cultural hacia la inmigración musulmana, pocas dudas caben de que de aquí en treinta años las libertades políticas y religiosas, así como los derechos que ahora disfrutamos estarán dando sus últimos coletazos en muchos países del viejo continente. No es de recibo negar que cualquier musulmán puede aparecer a nuestros ojos con todo el encanto del mundo, que puede ser respetuoso con los valores occidentales y ser un buen amante de la paz; es su pertenencia sumisa al islam y a los dictados de los imanes de sus mezquitas (construidas muchas de ellas con dinero saudí y catarí, dirigidas por imanes que suelen tener una tendencia religiosa extremista) lo que les convierte en una amenaza potencial.

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El peligro musulmán, presenta dos caras unidas: el desmesurado crecimiento demográfico de la población musulmana en Europa en relación al de la población autóctona, un 400% mayor en muchas regiones, y, sobre todo, el totalitarismo implícito en las leyes islámicas. El peligro señalado es grave e inminente, ¿por qué Europa rehúye hacer nada al respecto? Antes de tratar de responder a esta pregunta veamos si tal peligro es de la envergadura anunciada.

Intolerancia: En todo el ámbito del Islam la homosexualidad está prohibida y se castiga generalmente con la pena de muerte. La mujer está sometida legalmente al marido o al padre, y las violaciones son objeto de leves penas. En Siria, Iraq, Somalia, Pakistán, Afganistán, Sudán, Eritrea, Yemen, Nigeria, se persigue a las minorías cristianas, se cierran sus iglesias, se les impide hacer proselitismo, y han sido numerosos los casos de asesinatos de cristianos.

Terrorismo: El 90% de las guerras y atentados terroristas que se producen en el mundo tienen lugar en nombre del Islam. Iraq, Siria, Túnez, Kenia, Pakistán, Afganistán, Chechenia, Libia, Filipinas, China, Birmania, Egipto, Argelia, Mali, Mauritania…, han tenido en los últimos años focos de terrorismo islámico importantes.

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Totalitarismo: Islam significa sumisión. Todos los musulmanes se someten a Alá y a las leyes islámicas contenidas en el Corán y en los Hadits. La vida social, política y religiosa está regidas por esas leyes. Fuera de ellas no hay libertad ni derechos ni democracia. Así que sólo en unos pocos países del mundo con mayoría musulmana, situados en Asia principalmente, con la excepción de Túnez, poseen un régimen político que puede ser con muchos matices considerado democrático. Ese carácter totalitario se pone claramente de manifiesto en los barrios de ciudades francesas, belgas u holandesas habitados mayoritariamente por musulmanes: se impone la Sharía, la ley islámica, y ni la policía se atreve a entrar en ellos.

Integración social en los países de acogida: De todos es sabido que la integración de los musulmanes en las sociedades europeas es nula. Al contrario, forman una comunidad cerrada que evita el acercamiento al no musulmán y que se radicaliza en sus planteamientos morales y religiosos. Su lealtad religiosa, que anteponen a cualquier otra lealtad; y su prohibición de juntarse con cristianos o judíos, que prescribe el Corán, impiden su integración. Las propuestas de diálogo y de multiculturalidad han sido un sonoro y rotundo fracaso, tal como proclamó la canciller alemana Ángela Merkel no hace mucho.

Caldo de cultivo para el terrorismo: Aunque los radicalizados hasta el extremo de realizar actos terroristas sean pocos, la mayoría de musulmanes en Europa se muestra favorable a implantar la ley islámica en todos los territorios en que les sea posible, según muestran las encuestas. Una encuesta de 2016 en el Reino Unido decía que un 43% de los jóvenes musulmanes se mostraba partidario del ISIS y de la guerra santa. En Cataluña la gran mayoría de los imanes es salafista, partidario de las posiciones más extremistas del sunismo. El hecho de que en Cataluña haya más de medio millón de musulmanes se debe a la brillante idea del nacionalismo catalán de traer inmigrantes marroquíes para evitar la llegada de españoles o hispanoamericanos. Qatar y Arabia Saudí, los grandes financieros del terrorismo islámico, son quienes se encargan de pagar las mezquitas y las enseñanzas coránicas en Cataluña. Por otra parte, no vale decir que los terroristas son unos pocos y que la mayoría de musulmanes ama la paz. Como ya he dicho, no son pocos los que apoyan la radicalidad, el sometimiento de la población europea a las leyes islámicas e incluso apoyan el terrorismo. Aunque los amantes de la paz fueran mayoritarios, los que se han opuesto y atacado públicamente al terrorismo islámico se pueden contar con los dedos de la mano. En cualquier caso, al formar parte de un rebaño monolítico y someterse a una ley de manera absoluta, aceptan todo aquello que se hace en nombre de esa ley. También la mayoría de los nazis era amante de la paz, pero al someterse con entusiasmo a Hitler y a la idea de pertenencia a una raza superior, fueron cómplices de los crímenes del nazismo. Lo mismo se puede decir del Islam.

Derechos sociales, delincuencia y paro: En Francia un 60% de la población carcelaria es de origen árabe y religión musulmana, algunos de segunda o tercera generación en Europa. En cuanto al paro, los de ese mismo origen y religión representan un poco más del 60% del paro registrado en Francia. Sin embargo, tal como también ocurre en España, no hay un solo musulmán en el desamparo social porque tienen preferencia para cobrar subsidios, ayudas por hijos y ayudas para el alquiler de viviendas. Prácticamente todos los detenidos en España por reclutar jóvenes para ir a luchar a favor del ISIS tenía ayudas estatales superiores a los 800 euros. Desde luego, conociendo los derechos sociales que se les otorgan en nuestros países, siendo mayores y con prioridad a los que reciben los autóctonos, su esfuerzo por el trabajo disminuye, de ahí que tanto en Francia como en España llenen las listas de parados. Tal coste para las arcas del Estado está resultando inasumible, haciendo que la deuda de estos dos países sea de las más altas de Europa y que se estén contrayendo los derechos sociales de la población en general.

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¿Se tienen aún dudas de que dentro de 30 años estaremos sometidos en Europa a un régimen similar al del cristianismo durante la Edad Media?

Volvamos a la pregunta, ¿por qué Europa no hace nada al respecto[1]? Quien no se haya percatado de la nueva moral social que impera en Occidente no tiene ojos. Una moral promovida durante lustros por gran parte de la izquierda mundial; una moral que los medios de comunicación controlan y gestionan; una moral que tiene a la compasión como bandera y que en lo relativo a la inmigración promueve sin condiciones el diálogo con el Islam y el respeto absoluto a su religión y cultura sin exigir contrapartidas por su parte. Ni la derecha se atreve a contradecir los dictados de esa moral. Así que en una buena parte de la izquierda europea se produce una boba confianza en el diálogo con el Islam y se vuelve la cabeza hacia otro lado[2] ante el desprecio que se produce en el mundo islámico hacia los homosexuales, la mujer, la libertad, el respeto a las normas democráticas, y ante la amenaza para nuestro modo de vida en libertad que todo ello supone. Esa izquierda es el gran obstáculo para que Europa deje de inhibirse ante la amenaza que representa el crecimiento demográfico en su seno del islam.

La simpatía de esa izquierda, mayoritariamente comunista, hacia el Islam parece extraña pero no lo es tanto si se mira con atención. Unos y otros quieren acabar con el modelo liberal democrático europeo. Unos y otros odian los valores que aún destellan en Occidente, aunque cada uno de ellos los quiera sustituir por valores que resultan antagónicos entre sí. Unos y otros son partidarios de imponer el totalitarismo como forma de organización social. Tanto para el comunismo como para el islam la democracia es un medio que pretenden hacer desaparecer en cuanto logren alcanzar el poder. El ejemplo de Maduro en Venezuela, de alcanzar el poder democráticamente para acabar con la democracia, es el mismo que pretendía seguir la GIA en Argelia, los Hermanos Musulmanes en Egipto, y que está siguiendo Erdogán en Turquía. Y luego debemos contar con la ignorancia, la obsesión y la incapacidad de prever el futuro: de la misma manera que mucha gente sigue empeñada en instaurar el comunismo sin ser plenamente consciente de que en todo lugar donde se instaló produjo un régimen tenebroso en lo social y catastrófico en lo económico (aunque interesadamente aleguen que eso no era verdadero comunismo sino una deriva de él[3]), muchas gentes se empeñan en tender la mano de acogida a millones de musulmanes, sin percatarse de que la pretensión de esos inmigrantes es la de imponer en Europa un régimen islámico en cuanto su número supere al de los “infieles”.

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El peligro está ahí, a la vuelta de la esquina, y ante él no vale volver la cabeza hacia otro lado: o se le hace frente o claudica ante él. La ilusa idea de que Europa iba a culturizar y a integrar al inmigrante musulmán se ha revelado una quimera. Esa idea, que se quería agrandar permitiendo que Turquía se integrara en la Unión Europea, hubiera significado el derrumbe total de Europa. Hoy no hay más solución que enfrentar el problema. Elaborar una política de inmigración seria y clara, tal como tienen Canadá y Australia y empiezan a seguir algunos países europeos. Quitar los descarados privilegios que se les otorga a los inmigrantes musulmanes en relación a los autóctonos del país. Exigencia de cumplir las normas y leyes del país de acogida, así como exigencia de respetar sus instituciones y su cultura. Exigencia de que respeten los derechos de la mujer y los homosexuales. Establecimiento de un número de acogida que convenga al país europeo y con la capacitación que convenga. Examen concienzudo de la alegación de ser un perseguido político en su país de origen. Expulsión e incluso pérdida de la doble nacionalidad a todos aquellos que inculquen odio contra la cultura y las gentes del país de acogida etc. etc. Confiemos en que se agarre al toro por los cuernos.

 

 

 

[1] He de decir que está empezando a hacerlo, que se ha dado cuenta de que la política de brazos abiertos que instauraron algunos dirigentes, como Rodríguez Zapatero, podría dirigir a una tercera parte de  África hacia Europa, con la catástrofe monumental que ello significaría; por esa razón se está cortando el grifo de entrada.

 

[2] Ese volver la cabeza hacia otro lado y esa confianza ilusa en el diálogo como sistema de integración se han puesto de manifiesto en ese encadenamiento de errores policiales que han propiciado el atentado terrorista del este mes de agosto en las ramblas de Barcelona. En primer lugar, los mossos de escuadra, la policía catalana, desoye el aviso de los servicios de inteligencia norteamericanos acerca de un atentado inminente en las ramblas de la ciudad. En segundo lugar, tiene lugar una explosión en la pequeña ciudad de Alcanar, en Tarragona en donde esa misma policía no encuentra nada extraño en que aparecieran cien bombonas de butano en la casa en la que tuvo lugar la explosión; y no solo eso, sino que la jueza les avisa sobre la posible relación de la explosión con el terrorismo, y ellos hacen oídos sordos. En tercer lugar, el ministro del interior de España aconseja poner bolardos en las ramblas para impedir un atentado como el que tuvo lugar y la alcaldesa se niega a ponerlos. En cuarto lugar, el conductor del coche con el que se cometió el atropello múltiple sale de la furgoneta y escapa a pie sin que haya un solo policía que lo detenga, apareciendo unas horas después en el segundo atentado de Cambrils.Y después de todo ello, el gobierno catalán pretende  otorgar honores a ese cuerpo policial por el brillante desempeño de sus labores. ¡Ver para creer!

[3] Ni el hecho de que en todos los países del socialismo real haya ocurrido lo mismo, las mueve a cambiar un ápice su percepción.

TIEMPOS CONVULSOS

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  • Corren tiempos en que la realidad se nos ha vuelto ininteligible y enemiga. Así que buscamos atajos que nos produzcan la sensación de que la entendemos, a la vez que buscamos refugios donde resguardarnos de su iniquidad. La astrología, las medicinas alternativas, la presciencia, los OVNIs, los fenómenos paranormales, la homeopatía, las teorías de la conspiración…, son atajos simples que nos hacen creer que conocemos aquello que está vedado a nuestra comprensión. Creemos que en lo simple que nos satisface se esconde la verdad. Otros buscan refugios donde guarnecerse del malestar que les produce la realidad. Dotados de sensibilidades reblandecidas, casi sangrantes, más que seguir atajos, se entregan a nuevas religiones y se refugian en ellas con ánimo totalitario y aniquilador. Adoran a nuevos dioses: “vida animal”, “Naturaleza”, y se hacen fanáticos de la nueva religión, lanzando rayos y truenos contra quienes no sigan sus mandamientos[1]. Pero quizás el refugio más acogedor que tenemos a nuestro alcance es el de la realidad virtual. Los jóvenes ―y no tan jóvenes― huyen de la relación social que, como al animalista, les hiere, y se refugian tras de la pantalla de la virtualidad, donde cada uno de ellos se considera rey. El caso es que hoy no tenemos ideas firmes a las que agarrarnos. Todo se nos presenta envuelto en relatividad, así que volvemos la vista a lo que sentíamos firme,  a lo primitivo y mágico, a la seguridad de lo simple y conocido; y tratamos de encontrar un albergue virtual donde curar las heridas que produce la realidad y la ignorancia. Estos tiempos se están revelando como tiempos de repulsión hacia el mundo real.

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  • Malo es que se junten en un individuo la necedad y el resentimiento porque de tal yunta puede nacer cualquier disparate, pero que el número de sujetos de tal índole sobrepase todas las previsiones sensatas, más que malo es trágico, porque denota que la necedad se ha universalizado. Tal hecho se ha puesto de manifiesto al estallar las redes sociales con el rechazo a la donación de 300  millones de euros de Amancio Ortega para curar el cáncer, y ese estallido ha sido secundado por diversas organizaciones de la izquierda española, que poco menos que han dicho que se los meta por el c…
  • Muchas gentes abogan por que se produzca una catarsis ideológica que borre la historia propia, que borre los valores, las costumbres y la cultura ancestrales. Tales gentes odian sus raíces. Pero, si tal catarsis se produjera, todos nos quedaríamos a la intemperie, desenraizados, como muñecos movidos desde una tramoya de odio, sin tener nada a qué agarrarnos. Todo parece indicar que la estupidez se ha elevado en España a diosa suprema.
  • En ocasiones una falsedad manifiesta o incluso una estupidez supina son consideradas grandes verdades o excelsos monumentos del saber.
  • Mal asunto es que la moral dicte las verdades que se encuentran fuera de su ámbito, pues la moral tiene la misión de establecer modelos de convivencia, no verdades. En lo que no concierne a las ciencias, tradicionalmente se ha encargado la filosofía de hallar la certeza de las cosas, aunque en su desmérito alego que algunos filósofos toman a lo ambiguo, a lo vaporoso, a lo oscuro, a la jerigonza, como criterios de verdad.

  • Cuando mueren los dioses no deja de actuar el mecanismo mental que nos hacía creer en ellos, sino que sigue actuando, e inventa y adora otras ilusiones: utopías socialistas, los mundos soñados, las conexiones místicas, las justicias universales, y los diversos tipos de pensamientos mágicos. Me asola la terrible sospecha de que la muerte de los dioses ha cambiado bien poco a la gente.
  • La biología lo señala: los egoístas parasitan las sociedades altruistas que les acogen. Que cada cual, en su país, analice quiénes practican el altruismo y quiénes el egoísmo. Quizás el análisis nos depare sorpresas.
  • ¿Tienen algunos la epidermis como el papel de fumar, o es que su ansia de prohibir es inmensa?, ¿o es que les domina el odio contra todo lo que represente fuerza porque además de ser débiles son cobardes y totalitarios? ¿Se imaginan de quién hablo?

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  • Tras de la ebullición de las redes sociales, mostrando alegría desbordante por la muerte en el ruedo de un torero o por la muerte de un niño al que le gustaba la fiesta taurina, y tras de los insultos, ataques y amenazas a bastantes taurinos en la calle, pocos dudan ya de que el animalismo radical del siglo XXI es tan intolerante y totalitario como lo fueron el fascismo y el comunismo en el siglo XX.

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  • En su empeño por derogar la Carta Magna de Venezuela, Maduro ha colocado a militares de alto rango al frente de los ministerios del gobierno. Esos militares son ahora su salvaguarda. Enriquecidos por el saqueo del petróleo y por el narcotráfico, defenderán al régimen contra cualquier veleidad democrática. Money is Money. Todos los socialismos acaban pareciéndose.
  • En España algunos visionarios abogan por modificar la Constitución para fijar en ella la condición de preservar la calidad de vida de la gente. Es como si por poner por escrito un deseo se cumpliese, como si en la Constitución de Ghana figurase que todos los habitantes de ese país han de ser ricos. Se trata de no mirar a la realidad de frente, de vivir en el puro idealismo haciendo ver que los derechos adquiridos son intocables, que llueven del cielo como les llovía el maná a los israelitas en el desierto; se trata de hacer creer que los derechos sociales no dependen de las posibilidades económicas del país, sino que se encuentran ahí para cogerlos gratuitamente; se trata, como casi siempre hace la izquierda, de confundir lo deseable con lo factible.

 

  • El cristianismo nace de la miseria y de la esperanza en el Juicio Final. El luteranismo y el calvinismo nacen de la angustia y generan el capitalismo. La revolución francesa nace de la miseria y de la Ilustración, y contiene el germen del socialismo. La revolución marxista nace de la miseria y el resentimiento, ofreció la ilusión de un paraíso y produjo un terror inmenso.
  • He aquí un conjunto de datos: personas que se encuentran desaparecidas en España: 4500; suicidios en 2016: 3910; muertos en accidentes de trabajo en 2016: 520; número de muertos habidos en accidente de tráfico durante 2016: 1300; personas asesinadas en ese mismo año: 292; suicidios de hombres durante el proceso de separación (desde la fecha de implantación de la Ley de “violencia de género”): 25.000; mujeres asesinadas por sus parejas en 2016: 44.  Ahora reseñemos la atención con que los medios de comunicación tratan esos hechos: Atención de los medios al asesinato de mujeres por sus parejas: 95%. Atención de los medios al resto de sucesos mencionados: 5%. Esa es la proporción en la atención mediática que reciben. A mí me resulta raro. Que cada cual extraiga sus propias conclusiones.
  • Al finalizar este mes de junio me tomaré las vacaciones de verano y no publicaré otro post hasta septiembre, lo cual no causará, desde luego, catástrofe alguna.

 

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[1] Resulta chocante que se les pida cuentas a los cristianos por su pasado intransigente y totalitario, que se critique al Islam por ese mismo motivo, y que, sin embargo, al animalismo, que está dando muestras de un feroz totalitarismo, se le siga la corriente.

De religiones y nacimientos

 

La moralidad religiosa está resquebrajándose en el mundo occidental mientras que crece hasta alcanzar el fanatismo –antes desconocido—en  el ámbito del Islam. Las religiones más conocidas y con más seguidores son muy antiguas; muchos de sus valores, de sus doctrinas, de los mitos que refieren, aparecen ya en las épocas en que la escritura nació, unos 5.500 años atrás. El que aun pervivan tales doctrinas nos muestra la inclinación natural que tiene el hombre para creer en los dioses.

Todas las religiones han tratado de encumbrar a sus Maestros señalando nacimientos en los que tuvieron lugar hechos prodigiosos: así ocurrió cuando nacieron Zaratustra y Buda; algunos otros como Moisés y Sargón (que sería el creador del imperio acadio en Mesopotamia), fueron abandonados en una cesta de mimbre a la corriente de un río; Ciro el Grande fue amamantado por una perra, al igual que los hermanos Rómulo y Remo, fundadores de Roma, fueron amamantados por una loba; el prodigio que se obró al nacer Jesucristo fue el de que varios reyes o magos de Oriente acudiesen a adorarle. De igual manera, la celebración de la Navidad como la fecha del nacimiento de Jesucristo, el 25 de diciembre, es la misma fecha en que  nacían los dioses en la región de Oriente Próximo, así que cuando los concilios concluyeron que Jesucristo era Dios, tuvieron que asignarle esa fecha de nacimiento.Como se ve, los mitos de diferentes lugares del mundo están relacionados. Otro ejemplo bien claro es el del diluvio Universal, que aparece en religiones de todas las partes del mundo. Las esencias éticas y religiosas de lugares muy apartados también están relacionadas.

El fundador de la religión cristiana fue Jesucristo. Jesucristo era judío, así que muchas de las creencias del cristianismo acompañan también al judaísmo. Pero, ¿todo lo que relata la Biblia (el Antiguo Testamento es la Torah de los judíos) lo dictó Jehová (Yahwe) a los judíos, los inventaron estos, o lo copiaron?

En gran medida la Torah se redactó durante el cautiverio de los judíos en Babilonia, entre el 583 y el 537 a. C. hasta que los liberó Ciro II el Grande, rey de Persia. Babilonia era el gran centro cultural (y aseguran también que de perversión, por eso era conocida como la Gran Puta) del mundo antiguo. Situada en Mesopotamia (la actual Iraq, en donde nació la civilización), reunió en ella todo el saber de toda la región y de Persia (la Irán actual). Primero fue una ciudad sumeria, después fue acadia, luego sufrió numerosas invasiones hasta acabar siendo una satrapía persa en el periodo que relatamos. De todas esas culturas bebieron los judíos durante su cautiverio, y de ahí surgió la Torah.

Por ejemplo, estamos familiarizados con el Diluvio Universal, pero tal mito aparece por primera vez en el delicioso Poema de Gilgamesh, de 5.000 años de antigüedad. De una época similar es el escrito Descenso de Innana a los infiernos, en los que aparece por primera vez los infiernos y los demonios y el terror al averno. Pero si existía una religión que estaba tomando preponderancia entre los persas en la época del cautiverio, ésta era el mazdeísmo, Ciro II la instituyó como religión del imperio.

El mazdeísmo tiene como dios supremo a Ahura Mazda, aunque luego tiene una legión de dioses a su servicio tal como los arcángeles están al servicio del dios cristiano. Y la similitud no es casual, sino que el cristianismo imitó en eso –en esa cohorte de dioses—al mazdeísmo. Quien predicó el Mazdeísmo fue Zaratustra, quien nos suena más por el libro de Nietzsche, Así habló Zaratustra, o por la música de Richard Strauss, Así habló Zaratustra , en la película de Kubrick, 2001, una odisea en el espacio, pero bien podemos decir que a Zaratustra le debemos gran parte de las formas religiosas que conocemos. La lucha del Bien y el Mal, la lucha de los ángeles buenos contra los demonios, la separación de justos e injustos tras de la muerte, la esperanza en el Juicio Final y la Resurrección de los Muertos, la espera de un Mesías redentor, la bondad en el obrar, pensar y hablar… Todos estos puntos y otros varios fueron trasladados del mazdeísmo a la Torah judía durante su cautiverio en Babilonia, y posteriormente incorporados al cristianismo.

Pero el cristianismo incorporó más razones religiosas de otros sitios. Parece indudable que  Juan el Bautista conocía de primera mano las enseñanzas esenias (los esenios eran un grupo judío que vivía en la pobreza compartida) y hasta el mismo Jesucristo siguen en algunos puntos las enseñanzas esenias, como en compartir las riquezas, comer en comunidad, creer que la riqueza invalidaba para salvarse etc. Tampoco se puede negar cierta influencia de las doctrinas budistas en las doctrinas de Cristo, como la táctica de no ofrecer resistencia al contrario que el Buda expresa con las palabras “la rama que se inclina ante el viento le resiste, mientras que la rama fuerte se rompe”, y Jesucristo expresa con las palabras “si te golpean en una mejilla ofréceles la otra”, que denotan actitudes para apaciguar al “otro”, y en este sentido tanto las doctrinas budistas como las cristianas en referencia al trato social, son de apaciguamiento.

El cristianismo incorporó el dios del Antiguo Testamento, Yahwe o Jehová, dios único, que aparece en el judaísmo en los tiempos de la estancia de las tribus hebreas en Egipto, y parece corresponderse al dios Aton establecido por el faraón Akenaton.

A la muerte de Jesucristo y a partir de la predicación de Pablo de Tarso, el cristianismo entró en contacto con la filosofía griega, produciendo muchas corrientes gnósticas e incorporando “misterios” y simbologías al cristianismo durante varios siglos, dando lugar a luchas entre partidarios de unas opciones mistéricas y otras en diferentes concilios.

A su vez, el cristianismo y el judaísmo influyeron enormemente en la configuración de las doctrinas islámicas que predicó Mahoma, pues Arabia era entonces el lugar donde habitaban muchos miles de judíos y varias ramas cristianas.

Como se ve, todo está influenciado y no hay nada nuevo bajo el Sol.

 

Libertades, religión y Podemos

Resulta indudable que poseemos una predisposición a la religiosidad. Viene avalada por numerosos estudios científicos.  Lo cual no resulta extraño, ya que somos crédulos por naturaleza. Tendemos a creer todo aquello que nos concita esperanza o satisface nuestro deseo, y también creemos en aquello que alivia nuestros temores y nos genera ilusiones de justicia. Las grandes religiones del mundo cumplen con tales requisitos[1]

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Cuando hace seis o siete mil años se crearon las primeras ciudades y las sociedades se jerarquizaron, los dioses, que en los inicios del Neolítico habían sido afectuosos, cambiaron, fueron sustituidos por otros o se les atribuyó otra naturaleza. Los nuevos dioses pasaron a comunicarse con los humanos a través de esos mediadores que conocemos como sacerdotes; y mediante esa comunicación dictaban el modelo de organización social y el comportamiento humano que debía seguirse, que tenía que ser un reflejo del modelo existente en las esferas celestes.

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Así que las nuevas religiones vinieron a refrendar y sostener el modelo jerárquico basado en diferencias de posición social y de riqueza. Sus mejores útiles para ello fueron la zanahoria y el palo, es decir, el ofrecer un gozo eterno si la población se conducía según sus dictados, y la amenaza de una eternidad dolorosa en caso de no cumplir con ellos. Deseo y temor a la eternidad después de la muerte. Tal es el modelo general de los nuevos dioses que se crearon.

La religión más primitiva, también la más apegada al carácter de las gentes, era una religión donde gobernaban los dioses de la fertilidad que atendían al ciclo agrícola y al ciclo de la vida y de la muerte. Era ésta una religión de dolor y de gozo, de orgía y de duelo, de ritos y sacrificios a los dioses, pero una religión que impulsaba la creencia cósmica de que todo lo real estaba interconectado de manera anímica, prelógica, en donde existía una conexión fundamental entre todo lo viviente e incluso entre todo el universo.

Sorprendentemente, esta arcaica religión, preurbana, de comienzos del Neolítico –cuando todavía no se había producido la diversificación de los oficios ni la acumulación de bienes—está volviendo. Trata de asentar sus reales en nuestra sociedad globalizada del siglo XXI, tal como si sus adeptos hubieran encontrado en ella un refugio en donde lamerse las heridas que nuestro tecnológico siglo les produce. Y tales adeptos no se detienen en rememorar esa primitiva religiosidad, sino que también tratan de imponer las condiciones de igualdad social que existían en el Neolítico.

Alabamos la libertad individual y la democracia en la política, pero nuestro carácter es más de rebaño que democrático, y busca más la seguridad que la libertad; de ahí que proliferen las religiones. Si el amor a la democracia –que esencialmente es un respeto a la libertad de los demás siempre que no se ponga cadenas a la nuestra—estuviera escrito en nuestro ADN, los diferentes grupos religiosos hubieran convivido armoniosamente en cualquier lugar del orbe y ni el proselitismo violento ni las sociedades teocráticas ni las guerras religiosas hubieran existido. Pero en nuestra naturaleza no está suficientemente subrayada la palabra ‘Democracia’. El aceptar que la opinión, la libertad y la actuación de nuestro vecino son tan válidas como las nuestras y que deben ser objeto del mismo respeto no forma parte de nuestra naturaleza egoísta.

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La consideración de ser demócrata es un mero recurso estratégico[2] que trazamos en busca de una conveniencia que nos beneficie con el respeto de los demás hacia nuestra libertad y derechos. Ser demócrata es una cuestión de conveniencia que viene dictada por el rechazo a los resultados nefastos que produjeron las sociedades que optaron por cualquiera de los totalitarismos que han jalonado la historia. Pero no hay que olvidar que el totalitarismo y la aversión a la democracia propios de nuestra naturaleza enseñan la patita de vez en cuando por debajo de la puerta del nacionalismo o del populismo.

Los grupos religiosos nunca han respetado la libertad  de sus adeptos y nunca ha reinado la democracia en su organización, pero lo más perverso de ellos ha sido su ansia de proselitismo[3] e imposición doctrinal y de dominio. El carácter prosélito y totalitario del cristianismo fue muy fuerte en el pasado. El del Islam lo sigue siendo ahora – lo dictamina  su libro sagrado, el Corán, en forma de Yihad.  Pero en esas ansias de imposición y dominio las religiones clásicas no están solas. Han nacido recientemente grupos con tintes religiosos que muestran una gran agresividad y que están dispuestas a imponer sus criterios y creencias a la ciudadanía con todos los medios a su alcance. El Animalismo, el Ecologismo extremo y el Populismo, son algunos de esos grupos. Los dos primeros tienen mucho en común en su basamento, y ya hablé de ellos en mi Entrada Animalismo religioso. Allí recalqué que se trata  de un grupo religioso totalitario y enemigo de la libertad y la democracia, un grupo que intenta imponer sus dictados y creencias al resto de la población, y que no respeta la libertad ni los derechos de otros grupos. Sus adeptos se convierten en guerreros de su nueva fe, y el sentimiento que les mueve es el odio a todo festín de los instintos, el odio a lo fuerte.

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Hoy quiero hablar de otro grupo que muestra tintes religiosos,  el Populismo, que aquí en España lleva la marca Podemos. El Populismo tiene un carácter redentor. Acoge en su seno y eleva a sus altares a todos aquellos grupos que presentan un memorial de agravios contra el Capitalismo, la Cristiandad y la Civilización Occidental por hechos que tuvieron lugar en un pasado que alargan a unos cuantos siglos. En sus altares está el Indigenismo[4], los musulmanes, el feminismo, el Animalismo, los niños, los débiles, los homosexuales, los nacionalistas catalanes o vascos, los necesitados, los delincuentes…Todos esos grupos de “oprimidos” constituyen su “nosotros”,  que denominan Pueblo. Arremeten contra la Iglesia Católica y contra Occidente por haber lanzado contra el mundo musulmán las Cruzadas. No menor acto terrorista es considerado la conquista de América, señalando a Cristóbal Colón como uno de los grandes malvados de la historia.

Su dios es el Pueblo, en el que solo están incluidos los “nuestros”, el pueblo elegido que está en posesión de la verdad absoluta y que, con una cosmovisión mística de justicia universal, ahora pretenden vengarse de todos los agravios sufridos en el pasado, y traer al presente aquella sociedad igualitaria preurbana –que es el Paraíso prometido—junto con sus amables dioses agrícolas. La búsqueda de venganza es la esencia del dios Pueblo.

El Populismo es heredero de toda la historia del Socialismo utópico. Es heredero de Rousseau, Schiller, de Robert Owen, Marcuse y otros soñadores. Pero si miramos con atención a esos ‘padres, veremos que con la excepción de Owen, en los demás no hay ideas prácticas, sino ensoñaciones y buenos deseos, así que, ante la falta de propuestas realistas que ofrecer a la población, ante la falta de ideas genuinas, elevan a los altares de su religión todo aquello que consideran que ha sufrido y que ha sido perseguido en el pasado.

Sus  grandes motores son el resentimiento y el odio. Odio contra todo lo establecido: la patria, sus símbolos, la liberal democracia, contra la Iglesia (no contra el Islam), contra España, contra la desigualdad social, contra la Constitución y sus leyes, contra la libertad de prensa, contra el ejército, contra los valores patriarcales…Destruir todo lo establecido sin saber qué construir después, como dice Bertrand Russell de los revolucionarios. Un “Dios proveerá”. A semejanza de Marx, podrían entonar también el “Resentidos del mundo, uníos”.

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Buscan con afán un modelo social histórico al que imitar y defender. El modelo que ellos han ayudado a imponer en Venezuela les avergüenza, así como el de cualquier país socialista, de manera que no tienen modelo. Eso sí, como aseguraba Marcuse, ellos suponen que una vez destruido todo y hecha la imprescindible limpieza de elementos indeseables, todo lo que desean se construirá automáticamente porque renacerá el ‘buen salvaje’ en el ciudadano y todo será armonía y felicidad. Y ponen algún ejemplo histórico como modelo: la falaz concordia de las tres religiones en al-Ándalus, y la vuelta a la sencillez del indígena.

El resentimiento y el odio son sus motivos verdaderos. Como todas las religiones y seudoreligiones que han existido, para el Populismo la democracia es un medio para lograr el fin de su paraíso igualitario, un medio prescindible; y la libertad no es para ellos más que una ilusión burguesa: la sociedad igualitaria está por encima de todo[5].

 

 

[1] Véase mi Entrada  El deseo, el temor y la religión, y la Entrada Conducta social y naturaleza humana III

[2] Véase mi Entrada Sacralización de la democracia

[3] Sin embargo, una religión como la hindú, que admite a millones de dioses, ha convivido siempre de forma pacífica con cualquier otra que mostrase respeto hacia ella.

[4] Siguiendo la ilusión del “buen salvaje” rousseauniano e inventándose genocidios de los conquistadores españoles, a quienes consideran los enemigos más execrables.

[5] Desde Podemos se ha defendido incluso la prohibición de las procesiones de Sevilla. Begoña Gutiérrez, la líder del partido en Sevilla, añadió, queriendo dar a la prohibición un carácter democrático, que ello sería tras someterlo a la votación de los ciudadanos, como si prohibir una manifestación religiosa pudiera ser democrático de algún modo.

Pensamientos pecaminosos

 

  • El gran problema de la psicología y de la psiquiatría no se encuentra en la dificultad de penetrar en lo intrincado de la mente humana, sino en verse atrapadas en teorías sin aval científico alguno, en teorías que no pasan de ser meras ocurrencias, en teorías en las que los investigadores se enredan y se pierden y no encuentran el camino de salida.
  • Condición necesaria para saber: tener amplitud de miras.
  • Todas las grandes culturas tienen su origen en fenómenos religiosos.
  • Tradicionalmente, para imponer una religión nueva a un pueblo, se ha hecho saber los beneficios que tal religión traería a los gobernantes.
  • Cuando los dioses se expulsan de la esfera humana los modelos de jerarquización social existentes se resienten y el Igualitarismo avanza. De ahí el empeño de los igualitaristas por alejarlos.
  • Cuando mueren los dioses no deja de actuar el mecanismo mental que nos hacía creer en ellos, sino que actúa inventando y adorando otras ilusiones: utopías socialistas, los mundos soñados, las conexiones místicas, las justicias universales, y los diversos tipos de pensamientos mágicos; además, claro está, de las alucinaciones artificiales que las drogas generan. Me asola la terrible sospecha de que la muerte de los dioses no es una bendición para la humanidad.
  • En los dioses se plasman muchos de los temores y deseos de los creyentes, y en los dioses se aquietan.
  • El clima de compasión que impera hoy en día lo hemos heredado del cristianismo.
  • Si se mira con detenimiento, la razón ha sido históricamente de poca importancia en los movimientos sociales. La rabia, el odio, el resentimiento, la indignación por una pretendida injusticia, han sido las fuerzas imperantes en las grandes revoluciones.
  • Todo el siglo XIX fue un hervidero de revoluciones ―alentadas por la revolución francesa ―que condujeron a la revolución soviética. También surgieron en ese siglo los nacionalismos. En todos esos movimientos resultan de primordial importancia las creencias justificadoras que emplee cada grupo en busca y defensa de su propósito, es decir, los argumentos. Pero también resulta esencial la fuerza de la pasión en cada grupo. Quienes poseen pasión suelen imponer su credo.
  • En ocasiones una falsedad manifiesta –o incluso una estupidez grandiosa—se establecen como grandes verdades históricas o monumentos al conocimiento. El psicoanálisis, la homeopatía, el materialismo dialéctico…, son algunos ejemplos.
  • Primeramente, uno debe adquirir un buen haz de conocimientos. A continuación debe aprender a desprenderse de los inútiles y erróneos, de todas las falsas teorías que pululan en la sociedad y dañan el entendimiento. Mediante dicha poda se alcanza la virtud.
  • En nuestra naturaleza está el pertenecer al rebaño.
  • Las bandadas de estorninos crean verdaderas y artísticas filigranas en el aire. El parámetro principal que rige la dirección de su vuelo es ‘la distancia al compañero más próximo’.
  • El parámetro principal que rige el comportamiento humano en sociedad es el de seguir la actitud del vecino más próximo y mirar los movimientos de la cabeza del grupo.
  • Soy partidario de que cada cual encuentre su propio camino hacia la cima o hacia el abismo. Las prohibiciones que pretenden proteger a uno de sí mismo me parecen innecesarias y peligrosas.
  • Hoy todo el mundo se encapsula: detrás de un ordenador, detrás de los animales de compañía, detrás de la escritura, detrás de la Naturaleza… La Seguridad nos ha hecho cobardes y tememos mirar al ‘otro’ de frente.

CONDUCTA SOCIAL Y NATURALEZA HUMANA III

 

 

LAS CREENCIAS Y LA CONVENIENCIA QUE PRESENTAN

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¿Cómo resaltar la importancia de las creencias en nuestra conducta social?

 

La gente vive y muere por sus creencias. Por creencias se hicieron pirámides gigantescas, catedrales inmensas, monumentos grandiosos, en fin, altares magníficos a las creencias humanas. Por creencias se lanzaban contra las naves enemigas los kamikazes japoneses en la Segunda Guerra Mundial; en la India, por creencias la viuda del difunto era ofrecida  a morir en la pira funeraria; por creencias se fundan o se destruyen los imperios, se suicidan colectivamente grupos humanos, se inmolan los terroristas del Daesh en sangrientos atentados; por creencias se altera la razón o se pierde la visión de la realidad y se ve a ésta transformada en fantasía o en esquizoide ilusión. Cuando una creencia se implanta en una comunidad y crea en ella un clima de opinión, y aporta criterios y verdades nuevos,  acaba imponiendo una dictadura moral, es decir, nos dice lo que está bien y lo que está mal, y ejerce de rectora de nuestra conducta social.

Si, tal como se ha explicado en las dos entradas anteriores de este blog,  el sistema instintivo y el sistema sentimental, nos dictan –mediante la pulsión que nos hacen sentir—las  conductas sociales a seguir (y en ese dictado para realizar tal o cual acción muestran la conveniencia percibida en él por dichos sistemas), para dicho menester de dictar nuestra conducta las creencias que anidan en nuestra conciencia acerca de la realidad son la crème de la crème.

Asumimos  las creencias de nuestros padres, de los medios, de los líderes de opinión, de los políticos; seguimos sus criterios, hacemos nuestros sus juicios; confiamos en ellos buscando seguridad. Entendemos el mundo a través de su opinión y juzgamos según su juicio. Delegamos en ellos, fiamos en ellos, hacemos dejación en ellos de nuestra responsabilidad para entender la realidad. Así que ponemos nuestra seguridad, nuestra conducta y nuestras esperanzas en sus manos. Nos convertimos en rebaño de conciencia moldeada de acuerdo a los propósitos de los líderes. Hitler y Mussolini crearon así su rebaño fiel. Cuando murió Stalin, millones de personas que habían sufrido opresión y que habían perdido a algún ser querido por la política asesina del tirano, lloraban con dolor la muerte del ‘padrecito’.

 

Pero, ¿qué son las creencias, de dónde proviene su fuerza?

 

Nos dice Julián Marías que  «Las creencias son sistemas socializados de conceptos e ideas que organizan la percepción de partes del mundo –o de su totalidad—en el que vive la sociedad de referencia». Ciertamente una creencia es una perspectiva, es un particular enfoque cromático través del cual miramos la realidad. Miramos al mundo y lo vemos con la perspectiva que nos aportan las creencias que tenemos. Bueno, en realidad, debemos decir que son ellas las que nos tienen, las que se apoderan de nosotros. Una creencia anida en la conciencia del individuo y hace que éste sienta y se comporte de tal o cual manera ante una situación determinada. La creencia se suelda a nuestra conciencia y construye aquí la base de nuestra conducta, de nuestros juicios, de nuestro sentir e incluso de nuestro pensar. De ahí su fuerza. Las creencias nos dirigen, nos zarandeas, nos señalan dónde está el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, la mentira y la verdad.

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¿Qué beneficios nos reporta el ‘creer’?

 

En primer lugar, sirven para automatizar nuestra conducta. Gracias a que nos proporcionan una previsión de la realidad, ante cada acontecimiento no tenemos que sopesar a cada instante la conducta más adecuada o conveniente, es decir, nos evita ese delirio en que nos introduce la duda, ese delirio de análisis y pros y contras que ésta trae consigo. O dicho de otra manera, las creencias nos proporcionan, criterios,  juicios y sentimientos para escrutar el mundo y posicionarnos frente a él. Nos indican el camino de lo que se anhela, su busca o se teme. Nos proporcionan certezas, un suelo por el que caminar desprevenidamente.

Y no importa si contienen o no verdad. Lo que importa es que nos proporcionen convencimiento. Si analizamos cualquier creencia en profundidad la derrumbamos. Ahí tenemos creencias sin ton ni son que están profundamente arraigadas en una parte importante de la humanidad: la astrología, el tarot, la homeopatía, las cosmovisiones místicas, etc., etc. Lo que satisface de ellas es que proporcionan previsión de la realidad, satisfacen las ansias de saber de sus acólitos, dan cobijo y amparo, o generan ilusiones satisfactorias. Generalmente se amoldan a la horma de nuestros deseos y temores. De ahí que las creencias más poderosas –como las creencias religiosas y otras de las que hablaremos— manejan profusamente el temor y el deseo.

 

Somos crédulos

 

Podemos creer en supersticiones que ya aparecen en tablillas mesopotámicas  de  cinco mil años de antigüedad: que nos sobrevenga el infortunio si derramamos descuidadamente la sal, si un gato negro cruza en nuestro camino, si pasamos por debajo de una escalera de mano apoyada en la pared… También creemos en magias diversas: vudú, hechizos, encantamientos, en el poder de San Cristóbal o San Eulogio, en la licuación esporádica de la sangre de San Pantaleón o de San Genaro, en lo funesto de una maldición, en la alquimia… Y cómo olvidarnos de las creencias acerca de las  ‘ciencias’ de la adivinación: tarot, quiromancia, presciencia, astrología…, y en el Cielo, en el Infierno, en el fenómeno OVNI, en los dioses, en la reencarnación, en Satán… Y tales creencias nos transforman, nos pueden aportar ánimo o desesperación, deseos de vivir o de morir. Tracios y Celtas creían en la transmigración de las almas, en la metempsicosis, y poseían un gran desprecio de sus vidas, lo que les proporcionaba una gran valor en las batallas.

Toda creencia es una ilusión de la realidad, una fantasía acerca del mundo. El ser humano necesita ilusión. Cuando la realidad no le satisface –y casi nunca lo logra—la ilusión, la esperanza, son su salvaguardia. La ilusión, al satisfacer virtualmente el deseo encerrado en ella, alivia la realidad, la hace soportable, incluso la reemplaza.  El temor y el deseo son las entidades que fabrican las ilusiones en nuestra mente; y lo hacen tomando las alas de la imaginación y edificando, fijando y organizando creencias a su albedrío. La mente se halla ocupada a todas horas en trazar ilusiones a la medida de los deseos y de los temores. Para entender que sea posible tener fe en las creencias más absurdas, conviene resaltar nuestra naturaleza ilusoria. Tenemos que entender que son el temor y el deseo quienes suscitan esas ilusorias creencias; que son el temor y el deseo quienes nos hacen crédulos.

 

Creencias potentes y peligrosas

 

Los hombres están poco preparados para afrontar creencias basadas en la racionalidad, así que, para imprimir una dirección a los afectos y un norte a la conducta,  la expresividad simbólica, la  ritual y la mitológica resultan mucho más eficaces que el análisis racional. Sirva como ejemplo de esta simplificación conceptual  la religiosidad andaluza: lo que provoca el llanto de los rocieros o de los cofrades en una procesión, lo que exalta el ánimo al ver la imagen de la Virgen María, no son los misterios de la trinidad ni los valores de la ética cristiana ni la organización celestial, sino el simbolismo pagano, la imagen representativa del poder o la bondad. El símbolo desata de inmediato la pasión.

Las creencias Redentoras son las que manejan con más empeño la ilusión y el símbolo. Nada menos que pretenden redimir al que sufre, al oprimido, al descontento, al infeliz, al mísero. Las más conocidas y más en boga son: el nacionalismo, las religiones del Libro, el Igualitarismo marxista o comunista… Todas ellas proponen la ilusión de un Paraíso –así en el Cielo o en la Tierra—que se logrará siguiendo la conducta conveniente o pertinente al caso: la lucha por la independencia, el acatamiento a ciertos dictados religiosos, la revolución sangrienta… Las banderas, las insignias, las imágenes, los símbolos que utilizan cada una de ellas focalizan la atención del creyente, le infunden pasión y le identifican con el grupo. Su principal fuerza reside en la obnubilación que concitan las  pasiones y sentimientos. El deseo, el temor, el odio, el resentimiento que dichas creencias concitan y agavillan en las gentes, son sus armas más poderosas.

Las nuevas creencias místicas

 

Son esas creencias seudoreligiosas que los nuevos tiempos han traído. Unos tiempos de vida acomodada, de evitación a toda costa de todo cuanto huela a sufrimiento, de evitación de lucha y enfrentamiento…; unos tiempos en que se trata de eludir el temor social buscando refugio en los animales o la naturaleza. Unas creencias que han sustituido al clásico dios etéreo por esos nuevos dioses que son la Naturaleza, la Vida, la cosmovisión mística del Todo relacionado, la Justicia entretejida en los actos y en sus consecuencias…Me refiero, claro, al animalismo, al veganismo, al ecologismo extremo.

Y hacia esos dioses se vuelca el afán religioso de sus seguidores: el proselitismo, el militarismo en la creencia, la imposición de su ideario por la fuerza etc., etc.

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¿Qué conveniencia percibimos?

 

Tal como se ha podido ver,  al hombre no lo mueve la realidad, sino las ilusiones que la conciencia —sugestionada por las creencias— construye de esa realidad. Las creencias distorsionan y alteran la percepción de la realidad, categorizan esa realidad percibida, emiten juicios de valor acerca de ella, estiman la conveniencia que representa para el individuo, y disponen a los deseos y a los sentimientos al arbitrio de aquellas. Temor, deseos y sentimientos brotan, se disponen y se desarrollan en el suelo de las creencias del individuo, así que según la sustancia de éstas, adquirirán aquellos su peculiar color, su tallo, su fortaleza, su fruto, su singular desarrollo, y, las ilusiones que se construyen con ellas terminarán adquiriendo su estructura, vitalidad, colorido y forma.

 

Otro sistema que poseemos en el cerebro para percibir la conveniencia de nuestras actitudes y nuestra conducta, es el sistema intelectivo, pero sospecho que hablar de él me exigirá un arduo trabajo, así que lo dejo por ahora en el tintero.

 

OJOS PARA VER

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Tenemos los ojos para ver, el corazón para sentir (metafóricamente hablando), la inteligencia para relacionar conceptos, y la sabiduría para descubrir la conveniencia que nos ofrecen los hechos y las cosas. De entre todas estas capacidades nombradas, la sabiduría es la más rara –escasa—entre nosotros, la que menos abunda. De hecho es tan rara que no conozco que se haya hecho un estudio de ella en ningún ámbito académico. Posiblemente haya millones de estudios sobre la percepción, sobre los sentimientos, sobre la inteligencia, pero ni uno solo sobre la sabiduría. Ni siquiera creo que esté bien determinada su definición. Pero sabemos que la persona sabia es aquella que sabe escoger fácilmente el camino que le conviene en la vida, el camino que mejor se adecúa a sus circunstancias en busca de encontrar una parcela de felicidad o de ausencia de sufrimiento.

En Occidente, hoy en día, el corazón se ha puesto de moda. La compasión, la piedad, la conmiseración, la vergüenza, la culpa, los sentimientos que en parte regulan nuestra relación social prescriben hoy nuestra moral e incluso el espíritu de nuestras leyes. Sobremanera la compasión, que ha devenido en sentimiento radical de nuestra conducta social.

Pero, ¿es bueno que el corazón domine nuestro comportamiento? Desde luego que no. Si la inteligencia casi que está desahuciada en nuestras relaciones con los demás, y la sabiduría para con estos temas brilla por su ausencia, dejar al corazón como guía rector puede llevarnos al abismo a la vuelta de la esquina. De este asunto quiero hoy tratar, y me serviré para ello de un ejemplo de rabiosa actualidad.

  • Occidente está hoy rendido a una ética promovida en buena medida por el sentimiento de la compasión. Una compasión que nos rodea, que nos obliga, que está de moda; de la compasión hiperextendida a todos aquellos que sufren y pasan miserias; extendida a los animales e incluso a las plantas; una compasión universalizada.
  • Sin embargo, las relaciones humanas básicas siempre han tenido como rector un principio que emana de la entente que establece la naturaleza egoísta de uno en conflicto con la naturaleza egoísta de los demás: el Principio de Reciprocidad. Yo te doy, te auxilio, te presto…, para que tú me des, me auxilies, me prestes… en igual medida en el futuro. Si no se devuelve la ayuda, la donación, el auxilio, queda el que dio o ayudó agraviado; lo cual es motivo de conflicto o de rotura de la relación entre uno y otro.
  • Algo semejante ocurre en la cooperación. Entre los individuos cooperantes se establece el pacto tácito de considerar justo un reparto de beneficios que sea proporcional a la labor que realizó cada cooperante (la parte del beneficio total que se debe a su labor). Tal es la forma que adquiere el Principio de Reciprocidad en la simple cooperación social. Cuando se trata de una propiedad comunal, tal principio sirve y ha servido para regular la cooperación; y, aunque se altera y se desvirtúa cuando aparece por medio la propiedad privada, parece tan adecuado para las relaciones de cooperación, ayuda o  auxilio, que todos venimos a considerarlo de justicia.
  • Cuando la relación de cooperación, ayuda o auxilio no se atiene al dicho principio de Reciprocidad, aparecen lo que se denominan comportamientos egoístas y altruistas. Objetivamente, en ese tipo de relaciones, el comportamiento egoísta es aquel en el que un sujeto percibe en mayor cantidad de lo que le corresponde en justicia (ateniéndose a la reciprocidad debida); mientras que el comportamiento altruista es aquel en que uno aporta o da más de lo que en justicia le corresponde dar. En un extremo se encuentra el comportamiento parasitario: cuando uno no da ni aporta pero recibe de los bienes de los demás. El parásito parasita a aquellos de quienes recibe.
  • Situémonos en la realidad: En toda sociedad conviven gentes de comportamiento altruista con otros de comportamiento egoísta, con parásitos sociales. Lo que llama la atención es que, desde el punto de vista objetivo con que he definido esos conceptos, muy pocas veces el objetivamente egoísta o el objetivamente altruista son señalados como tales, sino que, muy frecuentemente, una parte importante de la sociedad les asigna los papeles inversos, cambiados. Muy frecuentemente, quien hace alarde de altruismo es, de manera objetiva, un egoísta social; mientras que el señalado como egoísta resulta ser netamente altruista.
  • Por ejemplo, el individuo con arte para escabullirse de trabajar y vivir de subsidios y cambalaches, suele llamar egoístas y explotadores a todos los laborantes y suele aparecer dibujado socialmente como un altruista que busca el bien general, pero, objetivamente, no es otra cosa que un egoísta e incluso un parásito social que medra a costa de los demás. Este tipo de gente se especialista en pedir y en recibir gratuitamente todo tipo de derechos para él sin aportar nada a cambio.
  • Esto nos lleva a otro apartado, al de que los derechos sociales de que disfrutamos todos no son gratuitos. Los derechos que disfruta el parásito provienen de la diferencia entre lo que aportan a la comunidad los altruistas y lo que a cambio reciben de ella.
  • Volvamos a la compasión y a la dramática situación de la corriente migratoria hacia Europa. La compasión se ha puesto de moda y cuando algo está de moda todos quieren subirse a su carro y reprobar a quienes son reticentes a subirse. Leo en las redes sociales que han surgido en Europa cientos de miles de ciudadanos dispuestos a acoger en sus casas a inmigrantes islámicos. (Conviene hacer alguna puntualización: 1.-parece ser que los de procedencia siria que llaman a las puertas de Europa apenas representan un 30% del total; 2.-hemos de suponer que el ofrecimiento de acogida que se efectúa es gratuito, sin recibir remuneración del Estado por ello). Me jugaría una taba a que, si esa acogida por parte de particulares se produjese, no pasaría una semana sin que una mayoría de los anfitriones no estuviesen arrepentidos. Piense el lector en convivir con inquilinos que dan muestras del machismo trasnochado que se producían en España hace un siglo; con inquilinos con usos y costumbres sociales que chocan de frente con los nuestros; con inquilinos cuya religión es contraria a las libertades y a la democracia.
  • En todo caso, piense el lector ¿hasta qué grado está dispuesto a ejercer su compasión con los dolientes y necesitados del mundo?, ¿hasta el grado de perder por ello gran parte de sus propios derechos, e incluso hasta el grado de convertir nuestra sociedad en un escenario de confrontación de culturas y religiones, e incluso hasta la posible pérdida de nuestra democracia y nuestras libertades?, ¿o solo hasta el grado de que nuestro sacrificio compasivo no altere sustancialmente nuestros derechos, riquezas y libertades, y que, en compensación, sirva para aliviar nuestra conciencia? Porque dependiendo del grado de compasión que estemos dispuestos a ofrecer –si somos conscientes de nuestros actos y de las consecuencias que acarrean—a los refugiados, será mayor o menos la amenaza de desestabilización social que traerá consigo.
  • Naturalmente que se ha de atender humanitariamente, con alimentación, sanidad, enseñanza y cobijo, a los cientos de miles de desplazados por la guerra en Siria, pero otra cosa distinta es la pretensión de algunos –tal  vez sintiéndose responsables de todas las desgracias del mundo—de exigir a España y a Europa que se reparen esas desgracias y que se otorgue a todo el mundo nuestros derechos y libertades a costa de nuestros bolsillos.
  • Porque lo que está demandando esa ola compasiva que recorre Europa –sin un claro juicio, tan solo utilizando el corazón—con sus exigencias de libre entrada y derechos a la carta para todo emigrante, es ni más ni menos que el desmantelamiento de nuestra civilización. Porque, que a nadie le quepa la menor duda: si Europa abre sus puertas y acoge sin reticencias a todo el que quiera venir a ella, toda África, todo Oriente Medio y la mitad de Iberoamérica plantarían sus reales en el viejo Continente.
  • ¿Estamos dispuestos a pechar con las consecuencias que tal hecho traería consigo?, ¿estaría usted dispuesto?
    • ¿Estaría dispuesto a que España tuviese que aumentar drásticamente su deuda y disminuir hasta niveles de espanto los derechos de sus ciudadanos para mantener a una abultada población emigrante que actuaría de parásito al no haber trabajo?
    • ¿Estaría dispuesto a afrontar los conflictos religiosos y culturales que se derivarían de ello (en Alemania y Francia la política de integración basada en la multiculturalidad ha demostrado ser un fracaso, y la población en paro en esos países es muy mayoritariamente musulmana de segunda o tercera generación en Europa. Por lo general, esos musulmanes rechazan los valores occidentales y su cultura, encerrándose en su grupo?
    • En encuestas recientes del Reino Unido, casi la mitad de los jóvenes musulmanes apoyan moralmente al DAESH, ¿estaría usted dispuesto a convivir con tal amenaza?
    • Otro problema, la libertad y la democracia es algo extraño al Islam, sólo en Turquía e Indonesia se puede hablar de democracia (y con graves y grandiosas restricciones). En Egipto, Argelia, Sudán, las elecciones democráticas sirvieron para imponer la ley coránica como ordenamiento jurídico y acabar con la democracia. No es extraño que en ciertas regiones europeas el islamismo se haga mayoritario y, tal como ocurre en todos los países islámicos de Oriente Medio, reprima duramente a los no musulmanes, no solo en sus manifestaciones religiosas, sino en sus derechos y libertades. ¿Está usted dispuesto a afrontar estas posibilidades?
    • ¿Aceptaría usted que su permisividad en materia religiosa, cultural y de libertades no fuera, en reciprocidad, correspondida, y que grupos egoístas cada vez más numerosos medrasen a costa de su permanente altruismo hacia ellos?
    • ¿Es mucho pedirle que no sea solo su corazón quien juzgue, que utilice también los ojos, la inteligencia, el conocimiento, la sabiduría, y que actúe en consecuencia de la conveniencia que perciba?

ANIMALISMO RELIGIOSO

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Cuando hablo del animalismo no me refiero al individuo que siente cariño hacia un animal de compañía, ni tampoco me refiero a quien se refugia afectivamente en uno de esas mascotas que nos acompañan y  que tanta satisfacción producen, ni siquiera a quien hace de su relación con los animales el leitmotiv de su vida, sino que me refiero a aquellos  que pretenden imponer socialmente una ética de corte totalitaria, absurda desde el punto de vista de la evolución humana, y represora contra quienes discrepan de sus mandamientos. Una ética con tintes religiosos propia de un régimen teocrático.

En ese magnífico libro de divulgación científica que es Los tres primeros minutos del universo, nos dice su autor, Steven Weinberg, que “Para los seres humanos es casi irresistible el creer que tenemos alguna relación especial con el Universo; que la vida humana no es solamente el resultado más o menos absurdo de una cadena de accidentes que se remonta a los tres primeros minutos, sino que de algún modo formamos parte de él desde el comienzo.”

Algo semejante nos dice Jesse Bering en El instinto de creer, que “Importantes factores cognitivos  nos inducen a pensar que hemos sido creados para una finalidad especial, o que los sucesos naturales contienen mensajes importantes procedentes de otro mundo, o que nuestra existencia psicológica está misteriosamente ligada a un impreciso pacto moral con el universo.”

Los que estos autores nos señalan no es nada raro: las religiones, las seudociencias adivinatorias, las religiones mistéricas, muchas religiones orientales… nos indican que en la persona humana existe una percepción religiosa de conexión con el Todo, de formar parte activa y dinámica del Universo y de que místicamente cualquier acción que efectuemos nos traerá consecuencias morales.

Las religiones tradicionales de Occidente dirigieron esa religiosidad a propósitos sociales, y la vistieron con rituales, liturgias e imágenes. Hoy en día, en este mundo que dispara contra esas religiones tradicionales, la religiosidad reaparece camuflada en forma de ecologismo radical o animalismo. Los seguidores de estas corrientes adquieren y fijan una creencia y la adoran como a un dios y proclaman su fe en ella e incluso arriesgan sus vidas por defenderla e imponerla a los demás.

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Pueden llegar a ser más peligrosos que los más encarnizados enemigos y que las religiones que ellos mismos intentan combatir. Pueden llegar a santificar a los animales, a las plantas, a las tierras, e incluso ofrecer a esos nuevos dioses sacrificios humanos.

Bill Devall, que publicó en 1985 el libro Deep Ecología, llega al extremo de considerar la tala de árboles con el exterminio llevado a cabo por los nazis en Auschvitz. Pentti Linkola no es menos extremo: propone volver a una sociedad preindustrial gobernada de manera totalitaria y donde el consumo se limite a los recursos renovables. Algunos grupos ecologistas hablan del derecho de los árboles y del derecho de las montañas. Christopher D. Stone publicó el ensayo, ¿Deberían los árboles tener derechos? En los grupos animalistas produjo una gran influencia el libro de Peter Singer, Liberación animal. En él se opone al especieísmo (la discriminación positiva de nuestra especie), y defiende una igual consideración de todos los seres capaces de sufrir.

Naturalmente, todos estos movimientos pueden llegar a ser un obstáculo para el progreso y para la felicidad humana.

Sorprenden esas propuestas porque sin dejar de obedecer al egoísmo propio de quien las formula, y conteniendo en sí razones totalitarias, atentan contra la primacía humana. No es lugar éste de analizar las incongruencias que contienen, pero sí de resaltar que son un despropósito evolutivo y biológico. El carácter relativo que el postmodernismo otorga a cualquier planteamiento ético o social ha dado alas a este tipo de propuestas. Todo planteamiento que no tome en cuenta el egoísmo individual y el egoísmo de la especie humana como cimiento ético, se acaba convirtiendo en el absurdo de ir contra las previsiones biológicas de la supervivencia y el éxito reproductor.

Sí que conviene analizar que el ecologismo radical[1] y el animalismo se desarrollan en lo macrourbano principalmente, en sociedades urbanas de dimensiones abrumadoras. En esas grandes ciudades, las relaciones y vinculaciones de parentesco, vecindad y amistad, que mantenían antaño el orden social y los lazos de afectividad y seguridad de los individuos, han desaparecido casi por completo. Hoy no resulta extraño que las gentes que viven piso con piso apenas se conozcan y apenas se saluden si se encuentran en el ascensor. Ello origina grados de soledad impensables hace unas décadas. Además, la interacción con ‘el otro’ se convierte en motivo de malestar por la alteridad que ofrece. Todo se convierte en desconfianza, y, en consecuencia, se produce una huida de la realidad hacia la virtualidad del televisor, de Internet, de la lectura…Pero en ocasiones el refugio afectivo se encuentra en los animales de compañía o en volver a comunicarse de manera más directa con la naturaleza.

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El temor a lo social, produce así conductas precavidas o incluso conductas evasivas. La solución del trato con animales de compañía resulta gratificante en estos casos, pues se encuentra un refugio afectivo en el que protegerse de la agresividad social. Uno vuelca su afecto en su perro sin prevención  porque sabe que no representa peligro alguno, y, a cambio, recibe la gratificación de su compañía y su interacción lúdica. El siguiente paso hacia el animalismo, tras de ese arrebujamiento en sí mismo, consiste en categorizar a ciertos animales  en el ‘nosotros’ del afecto. Y tras de pasar a depositar la confianza y el afecto en los animales hasta límites de sensibilidad semejantes a los que tiene una madre o un padre con su hijo, la mirada hacia ellos puede hacerse mística. La proclama “Respeto a la vida de los animales” que contiene en su esencia el veganismo, o bien, “Respeto a todas las formas de vida”, tiene únicamente sentido con las connotaciones religiosas que conlleva. Lo sienten como un mandato divino y construyen un santuario a cualquier ser vivo.

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Cuanto más desaparece hoy en día la fe de las gentes en dioses y cielos, más crece el sentimiento religioso de comunión con la Tierra, los animales… Tal como ocurría en las religiones animistas, muchos necesitan sentirse conectados al cosmos de alguna manera. . Como dice Jesse Bering, que “importantes factores cognitivos nos inducen a pensar … que nuestra existencia psicológica está misteriosamente ligada a un impreciso pacto moral con el universo”, y de ahí que muchos que no perciben al mundo mediante los argumentos de la razón o la de los dioses tradicionales, parecen hacerlo con un sentimiento de fraternidad[1]. De ahí la celebridad que ha tomado la frase “… todo el universo conspira…” de Pulo Coelho.

Leo el programa del Partido animalista-PACMA: “Sacrifico cero de animales; prohibición de la exhibición y venta de animales en comercios; endurecimiento de las penas por abandono, maltrato y asesinato animal; fin de la experimentación animal; prohibición de circos y atracciones con animales; prohibición de granjas de cría intensiva de animales»; y termina con un exhorto: “Si crees que los derechos de los animales necesitan ser defendidos; si crees que los animales necesitan tener representación en las instituciones: ¡¡¡Apoya al PACMA!!!”. Esto es: un carácter antisocial, un querer prohibir la libertad y el disfrute de las gentes en atención a su mirada religiosa, un ataque contra el instinto humano.

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Lo curioso es que presentan el movimiento animalista como un ejemplo de bondad cuando en realidad no responde a otra cosa que al egoísmo. Se muestran totalitarios al querer imponer a los demás su ‘verdad’ y su  reblandecida sensibilidad; carecen de base ética razonable; detraen gran cantidad de recursos al acervo económico social; parecen despreocuparse del sufrimiento humano[2]; pretenden el absurdo de hacer a los animales sujetos de derecho (la pretensión de que todos los animales posean conciencia de que tienen un derecho y lo pueden ejercer y defender, lo cual es absurdo); consideran enemigos a quienes contradicen sus dictados y emplean otra sensibilidad distinta a la suya con los animales; y, finalmente, contradiciéndose una vez más, no les importaría la muerte de todos los animales en cautividad, lo que ocurriría si dejaran de ser útiles para la alimentación o el entretenimiento humano.

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Ese fanatismo religioso de que he hablado lo comparten con los ecologistas radicales. Ambos grupos, muy afines y aguerridos ambos, han lanzado una cruzada en favor de esas cosmovisiones místicas de armonía universal ante las cuales la especie humana se debe someter al ecosistema global. La radicalidad de algunos ecologistas empaña la benéfica labor del ecologismo. Pero con su militancia agresiva (muchos se convierten  en guerreros de esa fe), a la que los poderes públicos temen como al diablo, y con su alianza con el buenismo, consiguen hacer pasar por buenos los disparates más extremos. Plagas de estorninos en algunas ciudades, desvío, paralización y encarecimiento en la construcción de algunas autopistas y vías férreas debido al simple hecho de no molestar a unas mariposas o a unas avutardas, y así un larguísimo etcétera de prohibiciones sin sentido. Baste resta señalar que han realizado propuestas a favor de enterrar los tendidos eléctricos de alta tensión, lo que significaría un gasto inasumible, inmenso, con motivo de que alguna cigüeña no se electrocutase (de lo cual apenas hay ejemplos). Lo curioso del caso es que algún grupo político ha tomado en serio la propuesta.

[1] El Jainismo, una religión originaria de la India, nacida en el siglo VI a.C. tiene un basamento parecido: “la vida animal es sagrada”, lo cual les conduce a cubrirse la nariz y la boca tratando de evitar tragarse mosquitos, o les hace ir barriendo con una pequeña escoba el suelo que pisan para evitar pisar a cualquier animal pequeño.

[2] En el caso del perro de la enfermera que se contagió con ébola, parece ser que hubo más de 300.000 entradas en las redes sociales clamando porque le tratasen médicamente, pero a los toreros asteados en las corridas de toros les desean la muerte. Cientos de comentarios de internautas consideraban la vida del perro más valiosa que la de la ministra Ana Mato. Hubo incluso quien comparó el sacrificio del perro con la ejecución de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA.

[1] No el ecologismo en general, análisis científico de las relaciones de los seres vivos con el medio ambiente.