LÓGICA DE LA CONFRONTACIÓN

El atentado contra Trump y el reciente asesinato de Charles Kirk han sido obra de dos jóvenes fanatizados, dos jóvenes mutilados mentalmente mediante una ideología que predica el odio. Se sentían redentores del mundo tenebroso que para ellos representaban las dos víctimas. Si bien tales hechos parecen aislados no significa que sean fortuitos, pues obedecen a una lógica de confrontación bien estudiada y planificada por muchos intelectuales desde un siglo a esta parte. Gramsci, Marcuse, Laclau, Judith Butler y Foucault son algunos de los más conocidos creadores y promotores de tal lógica. Pero otros muchos han contribuido también a su desarrollo: catervas de intelectuales como aquellos judíos de la Escuela de Frankfurt, los filósofos posmodernistas y conocidas postuladoras de la ideología de género.

En líneas generales, la finalidad de esa lógica ha sido –y es– la de imponer contra viento y marea el socialismo en Occidente. Bien podemos decir que pasando por encima de cualquier razón y de cualquier barrera. Los apóstoles del socialismo mencionados dirigen sus esfuerzos a la destrucción del capitalismo y de los valores sociales existentes, aunque no se distinguen precisamente por la coherencia de sus doctrinas. El Marcuse más pragmático es elocuente al respecto: si los proletarios de Marx han abandonado su fervor socialista (sus palabras: han perdido su negatividad contra el sistema), los cambiamos por feministas, inmigrantes, ecologistas, delincuentes, parados, lumpen…Los miembros de la Escuela de Frankfurt: si la Ilustración era nuestro baluarte, ahora nos estorba. El posmodernismo filosófico: dejemos de llevar la razón como estandarte; pongamos en su lugar la emoción, el sentimiento, el relato. Las promotoras de la ideología de género: plantemos la semilla de la locura y del absurdo en todos los corazones. En resumen, todo vale si es para la causa del socialismo.

Para esa causa, dos hechos muy importantes tuvieron lugar al principio de la década de los noventa, Fidel Castro y Lula da Silva organizaron el Foro de Sao Paolo (al que acudieron Dima Rousseff, Bachellet, Correa, Daniel Ortega, los Kirchener, Hugo Chávez…), un foro de comunistas y guerrilleros en el que acordaron pasar de puntillas por la guerrilla y el comunismo, y beber del cáliz de ecologismo y del feminismo. Les iba en ello la supervivencia. El segundo hecho o episodio fue la infiltración del nuevo socialismo en los departamentos de humanidades de las universidades norteamericanas (en las universidades francesas ya estaba instaurado).

El foro de Sao Paulo, donde se crearon artimañas, fraudes y estrategias de confrontación, fue resultó productivo, muchos mesías del nuevo socialismo llegan al poder. Lula da Silva en Brasil en 2002; Nestor Kirchner en Argentina en 2003; Tabare Vázquez en Uruguay en 2004; Evo Morales en Bolivia en 2005; Michelle Bachelet en Chile en 2006; Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua en ese mismo año; Mario Funes en El Salvador en 2009; Cristina Kirchner en Argentina en 2007; José Mujica en Uruguay en 2009. Pero una serie de circunstancias, la desaparición de Chávez en 2013 y la de Fidel Castro en 2016, la pobreza, la falta de libertades, la miseria sobrevenida en Venezuela con Maduro, la corrupción de algunos de esos mesías[1], el cierre de medios en Venezuela y Nicaragua, el narcotráfico bajo la protección del Estado en Bolivia y Venezuela, hizo que casi todos los nombrados perdieran el poder en los años siguientes.

Pero los foros seguían produciéndose. En 2019 se celebra uno en el Estado de Puebla, en Méjico. El llamado grupo de Puebla ve llegado el momento de recuperar el poder en Iberoamérica y de realizar una transición rápida hacia el socialismo. ¡Y la inteligencia del enjambre se muestra! Los mesías socialistas del río ideológico iberoamericano mandan agitar el frasco. Con pocos días de diferencia, en octubre de 2019 estallan revueltas en Ecuador y Chile. En Ecuador, para derrocar al gobierno de Lenín Moreno, que estaba subordinado a Correa pero que lo traicionó al permitir que la Justicia lo persiguiera. En Chile, para tumbar al presidente Sebastián Piñera, que había mostrado una gran debilidad al firmar la agenda 2030[2] a instancias de Michelle Bachelet de la ONU. En noviembre una nueva revuelta en Colombia y a principios de 2020 en Perú. El resultado de las revueltas fue que en Chile ganó las elecciones de 2022 el izquierdista Gabriel Boric Font, y en Colombia ganó el izquierdista Gustavo Petro; y en Perú, el mismo año, ganó el izquierdista Pedro Castillo. La eficacia de agitar el frasco es inmensa; los tibios, los biempensantes, los pusilánimes, se acobardan con las revueltas y prefieren la victoria de la Izquierda como mal menor. ¡Piensan que no irá tan mal!

Lo novedoso de estas revueltas es que en todas ellas hacen participar al elemento indígena y se practica el victimismo contra España. Cualquier triquiñuela vale.

En el mismo periodo, como si se tratase de una acción conjunta, el Black Lives Matter y los grupos Antifa, principales agentes de la revuelta, tomaron especial relevancia con la muerte del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco el 26 de mayo de 2020 en Minneapolis. La revuelta fue la ocasión perfecta para el propósito del Partido Demócrata de poner a Trump contra las cuerdas y sacarlo de la presidencia norteamericana unos meses después.

Adelantémonos al presente. Las tensiones, los conatos de revuelta, los enfrentamientos sin motivo aparente que se están produciendo en España, en Francia, en algunos países sudamericanos como Argentina y en Norteamérica, tal parece que obedezcan a la preparación de otro salto revolucionario con la finalidad de conquistar el ‘cielo’ del socialismo. Mucho me temo que este que viene va a ser un otoño muy caliente. Las tribus mediáticas, los adalides de lo woke, del victimismo y de la locura de género, se están movilizando a marchas forzadas (la excusa de Palestina por ahora), la Europa de la agenda 2030 promete más censura y menos libertad y democracia, en Norteamérica las universidades arden. Las deudas de algunos países ya han desbordado lo sensato y serán buena excusa para instaurar el socialismo. Todo parece ya dispuesto para dar el golpe. Francia o España pueden encender la mecha.

En el libro IDEOLOGÍA Y REVOLUCIÓN se exponen estas y otras muchas razones y hechos con muchísimo más detalle. La génesis de estos movimientos, sus características, las ideas y los pensadores de donde nacieron, su implantación social, las alianzas con las élites financieras…


[1] Lula da Silva ha pasado varios años en la cárcel por ese motivo, y Correa es prófugo de la Justicia de su país.

[2] En palabras de el Secretario General de la ONU, António Guterres, la agenda 2030 contiene unos Objetivos de Desarrollo Sostenible que son la vía para lograr una globalización justa y un futuro mejor para todos: superar la pobreza y la desigualdad, combatir la crisis climática, avanzar hacia la igualdad de género y construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas, libres de discriminación y odio, en armonía con la naturaleza. Por delante tenemos menos década de acción para hacer realidad esa visión.

Marcuse, el predicador iracundo

Herbert Marcuse fue un filósofo alemán que por su ascendencia judía tuvo que refugiarse en EEUU. De la lectura de uno de sus libros más rutilantes, El hombre unidimensional, uno saca la conclusión de que odiaba a todo el mundo, y fruto de ese odio le nació la pretensión de imponer, urbi et orbi y a toda costa, el socialismo. Lo del odio no es una exageración; en el libro mencionado arremete contra la ciencia, la tecnología, el análisis lingüístico, contra la filosofía analítica, contra el operacionismo, contra Wittgenstein, contra Erich Fromm, contra las amas de casa que ven la televisión y contra los obreros, que han perdido su negatividad (que no le hacen puñetero caso).

En las últimas páginas del libro, decepcionado con los proletarios de Marx, proclama quienes han de formar la nueva vanguardia proletaria: los proscritos, los extraños, los perseguidos de otras razas y colores, los parados y los que no pueden ser empleados (es decir, delincuentes, homosexuales, migrantes, minorías étnicas, minusválidos, feministas, medioambientalistas…). Dicho con claridad: si los proletarios de Marx no están por la labor, escogemos otros. Imponer el socialismo que bulle en mi cabeza es lo que importa.

El método que predica para lograrlo es el método clásico del socialismo: revolución y reeducación. “Quitarles las diversiones para que estallen, dice, para sumergir al individuo en un vacío traumático”, prohibir, atacar a quienes no comulgan con nosotros, conseguir que el malestar cambie su conciencia (vamos, no tendrás nada y serás feliz).

En otro de sus libros, Eros y civilización, realiza juegos de magia y de alquimia con el metapsicoanálisis freudiano, lo mezcla con Orfeo y Narciso, con el juego erotizado, y con el mejunje así preparado nos quiere convencer de que la llegada del socialismo es inevitable (aquí reluce ya la agenda 2030).

El caso es que, puesto que las formas tienen mucho más éxito que el fondo, sobre todo si son estrambóticas, los dos libros mencionados fueron la Biblia de los jóvenes universitarios de los años sesenta y setenta (quiénes si no: están en edad rebelde, tienen aún la cabeza hueca, creen en todo tipo de fábulas y se piensan sabios), latiendo con fuerza en Berkey en el 64 y 68, en París en mayo del 68, y en la formación y desarrollo del movimiento hippie.

En fin, Marcuse fue el primer heraldo y clarín anunciador y promotor de la locura Woke de la Iglesia Unificada de los Agraviados (IUA) que rige nuestros destinos morales en la actualidad. Después de su Evangelio surgieron los filósofos posmodernistas franceses, compitiendo entre ellos por destruir la razón e imponer su locura en la sociedad occidental, pero ésta es otra historia para ser contada en otro momento.

PRESENTACIÓN DEL LIBRO

El libro que presento, “Ideología y Revolución” nos explica los rasgos característicos de las principales ideologías, con particular interés en la que algunos denominan Socialismo del siglo XXI. Es ésta una ideología que ha hecho suyas muchas de las propuestas del feminismo y del ecologismo.

Asimismo, el libro contiene un estudio histórico de las aportaciones con que algunos grandes pensadores han contribuido a dar contenido, forma y evolución a dicha ideología:  Rousseau, Marx, Engels, Gramsci, Marcuse, Adorno, Foucault y varios filósofos del posmodernismo francés. Tampoco faltan las críticas al posmodernismo, la del físico Alan Sokal (el affaire Sokal) o las del filósofo norteamericano Stephen Hicks.

La segunda parte del libro hace hincapié en la revolución llevada a cabo en Occidente en nombre de la ideología dicha. Las estrategias de difusión e impregnación social empleadas para conseguir lo que Gramsci denominó Hegemonía Cultural. Y da cuenta, también, de los fenómenos sociales de candente actualidad, tales como el feminismo de género, la diversidad identitaria, la victimización y otros. El autor agrupa todos los movimientos referidos en una formación que denomina “Iglesia Unificada de los Agraviados”, debido a las similitudes que presenta con algunas organizaciones de tipo religioso.

La última parte del libro, que el autor titula “El tránsito hacia un mundo feliz”, nos habla de la estrecha alianza que se ha establecido entre la “Iglesia” nombrada, las élites de la Tecnocracia y el Capitalismo Globalista, tratando de llevar a término la imposición de las Agendas 2030 y 2050 de la ONU. Alianza cuyo propósito es el de implantar un control moral, social y económico sobre la población. El libro explica cómo se producido dicha alianza, los motivos que la han propiciado y los efectos sociales que está teniendo y tendrá en el futuro más o menos cercano.

Se puede encontrar el libro en numerosas librerías de Madrid, Barcelona y Zaragoza, así como en el Fnac y en Amazon (también en Kindle)

Notas de El arte de vivir. Arthur Schopenhauer

231      ¡Qué bisoño es quien imagina que mostrar espíritu e inteligencia es un medio para ganarse el aprecio en sociedad!

232      Entre hombres, como amigos, son los más tontos e ignorantes los más apreciados y buscados, y entre las mujeres, las más feas. … Cualquier tipo de superioridad espiritual tiene la propiedad de aislar.

234      Saber unir la cortesía con el orgullo es una obra de arte.  … Después de una meditación seria y de mucho reflexionar, cada cual tiene que obrar lo más conforme posible con su propio carácter.

236      Quien quiera que su juicio merezca crédito, tiene que expresarlo con frialdad y sin pasión.  … No debemos caer en la tentación de alabarnos a nosotros mismos.

237      tenemos que considerar secretos todos nuestros asuntos personales.  … Es más aconsejable mostrar cordura por lo que se calla que por lo que se dice. Lo primero es cosa de prudencia; lo segundo, de la vanidad.

238      La prudencia recomienda que entre nuestro pensamiento y nuestra palabra se abra siempre una sima suficientemente ancha.

239      La gente suele ser bastante indiferente con respecto a las verdades generales, pero no en lo que respecta a las individuales. … Algunos refranes árabes:

«Lo que no quieras que sepa tu enemigo no se lo digas a tu amigo»; Si callo mi secreto, él es mi prisionero; si lo revelo me convierto yo en el suyo»; «La tranquilidad es el fruto que pende del árbol del silencio».

240      Dejar entrever cólera u odio en gestos o palabras es inútil, es peligroso, es necio, es ridículo, es vulgar.  … Sólo los animales de sangre fría son venenosos.

241      Tres grandes poderes existen en el mundo: prudencia, fuerza y azar.

243      El destino baraja las cartas y nosotros jugamos.

Marcuse el farsante. Eros y civilización.

A Marcuse se le atribuye ser el padre ideológico del movimiento hippie en Berkeley años 60 y del Mayo del 69 de París. Sus dos libros de mayor repercusión mediática son Eros y civilización y El hombre unidimensional. Estas líneas tratan sobre sobre el primero de ellos.

Nos dice Marcuse que, de acuerdo con Freud, la civilización se ha construido a costa de la represión instintiva, pero, contradiciendo a Freud —retorciendo las aseveraciones de éste en cada ocasión que viene bien a su tesis—, asegura que «nuestras sociedades avanzadas producen las precondiciones para la existencia de una civilización no represiva, para una ‘liberación’[1]»

¿Cómo intenta convencernos de que dicha ‘liberación’ es factible?: …mediante el uso de esas historias tremebundas que denomina metapsicoanálisis freudiano, esos adorados cuentos acerca de la Horda Primitiva, el Complejo de Edipo, Eros y Tánatos… Nos viene a decir que en el individuo se produce un alambicado proceso de sublimación no represiva que, mezclado con otro proceso de metapsicología alquímica, en el que Eros, el señor de los instintos de vida, pone bajo su dominio al instinto de muerte, hace que el hombre se transforme, y, con él, transforme la civilización.

Ahí se acaba Freud y comienza el cuento de La lechera —si es que no forma parte de él todo el libro. A falta de razones, todo son aseveraciones: echando mano de Orfeo y Narciso (¡que pasaban por allí!), el juego, la belleza, la sensualidad, la plena satisfacción instintiva…, erotizando la personalidad de los individuos, producirán un hombre libre y una nueva civilización liberadora, esto es, un nuevo paraíso terrenal.

Para Marcuse, todo es blanco o negro. El Marcuse del color negro dice que la humanidad está esclavizada por una mano negra, que estamos encadenados a su maquinaria de dominación como lo estaba el remero en las galeras romanas. Pero el Marcuse del color blanco nos salvará: con esas mezclas alquímicas de regresión, juego, imaginación, sublimación instintiva, arte, sensibilidad…, se romperán espontáneamente las cadenas y todos seremos libres en un mundo de juegos y diversiones.

Eso sí, como buen profeta bíblico, se duele del tiempo pasado, «de mayor sufrimiento pero de mayor verdad». Como el profeta Ezequiel durante el cautiverio de Babilonia, nos advierte contra la corrupción de las costumbres, contra el placer del bienestar como sucedáneo del verdadero placer, contra la conciencia feliz anestesiante, contra la pérdida de ‘negatividad’. Propugna que se supriman los coches, los televisores, los enseres domésticos…, para que el hombre se cargue de negatividad. En fin, como Jesucristo, como Marx, Marcuse ejerce de profeta y redentor. Donde faltan razones las suple con repeticiones y donde falta la lógica coloca ocurrencias, divagaciones y aseveraciones.

Tengo por seguro que Marcuse no habría querido vivir bajo el sistema social que preconizaba. De hecho, siendo marxista hasta la médula y estando esperanzado con la URSS, vivió plácidamente —y con él otros pensadores de la Escuela de Frankfurt— en la soleada California, sin que se le ocurriera por un instante ir de vacaciones a Moscú.

Yo creo que Marcuse fue un farsante, que no pretendió encontrar ninguna verdad liberadora, sino hacer un alegato ideológico marxista; que mostró un desconocimiento absoluto de la naturaleza humana en su libro (el odio, la envidia, los celos, el resentimiento, la crueldad… desaparecerían como por arte de magia mediante esa alquimia de la sublimidad no represiva). Por último, como es síntoma en todos los intelectuales marxistas, no se dice una sola palabra del ‘día después’, después de que el paraíso brote espontáneamente.


[1] Los intelectuales de izquierdas nunca han aclarado en qué consistirá dicha ‘liberación’ ni qué tipo de sociedad emergería ‘el día después’, tan solo que acabaría con el horrible monstruo del Capitalismo.

DIOS. EXISTENCIA Y CONSISTENCIA


¿Es la existencia de Dios una necesidad lógica? ¿Es el mundo una creación divina o es Dios una creación humana?
Tratar de demostrar la existencia de Dios ha sido un tema recurrente en el pensamiento occidental. Tal existencia resulta inextricable desde una óptica científica, por lo que tales esfuerzos parecen baldíos. En ese sentido, las “pruebas” más sólidas son las de san Agustín o santo Tomás de Aquino. En esencia, vienen a decir que todo tiene su causa y que, por lo tanto, ha de haber un dios causante del mundo. Otras “pruebas”, aún más antiguas, hacen referencia a la necesidad de que exista lo perfecto o que exista el ser omnipotente y omnipresente… En cualquier caso, Dios ha existido en la mente y en el corazón de las gentes desde que comenzó la singladura humana.
También se ha echado mano de los milagros para probar su existencia. Tales supuestos milagros probarían la existencia divina, alegaron históricamente muchos fervorosos creyentes. Sin embargo, los no creyentes apelan a la lógica de que lo inexplicable no tiene por qué ser milagroso, que solo pone de relevancia carencias en nuestros conocimientos, o, simplemente califican a los milagros como engaño.
Un razonamiento encuadrado en el marco causativo es el siguiente: «Si todo está en movimiento, alguien lo ha debido poner en marcha» (lo cual nos lleva a un bucle regresivo y reiterativo: ¿quién puso en marcha ese alguien que lo ha puesto en marcha?), que alude a la existencia de un relojero que alguna vez hubo de poner el reloj en funcionamiento. Cierto es que se puede objetar: «¡y si siempre ha estado el reloj en marcha!», es decir, «¡y si no es necesario el relojero!», o dicho de otro modo, «¡y si el reloj y el relojero son lo mismo!». La Ciencia, con no muchas excepciones, se ha puesto siempre al lado de esta posibilidad. Spinoza, Newton, Einstein, fueron partidarios de considerar la obra y manifestación del mundo como el dios mismo. El reloj es también el relojero. Tal afirma el panteísmo, que proclama la identidad sustancial entre Dios y el mundo.
Pero el panteísmo tampoco explica gran cosa, pues tan solo «considera sobrenatural el conjunto de lo natural». No nos dice si hay atributos divinos, ni si hubo un comienzo, ni tan siquiera si existe una finalidad… Quienes entienden que la cuestión es de solución imposible, quienes creen que no se puede probar la existencia ni la inexistencia divina; toman el camino más corto y “evidente”, la solución menos engorrosa, la de reconocer a Dios en la cara del mundo. Pero este Dios del panteísmo es no-religioso, aunque se le considere sobrenatural en el sentido de estar por encima de nuestros supuestos y conocimientos.
La opción religiosa, en cambio, es la de un dios antropomorfo. En el Génesis se nos dice que Dios nos hizo a su imagen y semejanza (aunque siento más probable que hayamos sido nosotros quienes hayamos hecho un dios a nuestra imagen y semejanza). La consistencia de tal Dios —con tales humanos hechos a su imagen y semejanza— es grande, tanto que desde una antigüedad muy remota la tomaron para sí un gran número de religiones. Esto es, que el hombre es una creación especial y singular en todo el Universo, una creación dotada de alma, y que el alma es, por esencia, una parte divina. Así lo aseveran las principales religiones de Oriente y Occidente. Lo cual conduce a aseverar que: Dios nos hizo semejantes a él porque somos una parte suya. Por tales razones, el alma, esa parte divina, ha sido siempre base de las especulaciones acerca de la divinidad, aunque difieran en cuanto a las circunstancias de la unión y encuentro entre alma y materia, entre alma y cuerpo.
Por mi parte, mirando el bosque desde fuera y desde lejos —desde mi agnosticismo—para poder ver el árbol, creo que el valor de Dios (de que Dios exista) no se encuentra en las explicaciones lógicas acerca de su existencia o de su esencia, sino en los sentires y satisfacciones que proporciona creer que existe, de los beneficios de creer en su existencia. Ahora bien, Dios es también un producto que los hombres manejan, por lo que es fácil que se provoquen catástrofes en su nombre. La influencia de la religión y, por tanto, de creer en Dios (en un ser divino adornado de poderes y cualidades supremas que puede operar sobre el colectivo y sobre el individuo de manera separada e independiente) ha sido siempre de gran importancia en el discurrir del hombre. La religión puede utilizarse para crear una sociedad servil, para establecer un aprisco religioso obediente y temeroso, subordinado a unos pocos. Tal ha sido su principal cometido a lo largo de la historia. Ahora bien, para el individuo —y me refiero al sujeto que es capaz de pensar y juzgar y sentir por su cuenta y riesgo—, Dios puede ser la figura de un amigo íntimo, puede ser un consuelo para el penar diario, puede ser —siguiendo el ejemplo de Jesucristo—una figura de bondad y justicia, puede reportar un gran bien a tales individuos. Cierto es que un grupo religioso bien comandado y dirigido también puede aportar a sus miembros los dones dichos en el caso del individuo. Para ello resulta necesario que esos dirigentes, los llamados mediadores de la divinidad, o, dicho con claridad, las élites eclesiásticas, no estén sujetas a grupos de poder o riqueza ni que ellas mismas los ambicionen (exigencia harto difícil, lo sé). Porque otro papel clásico de las religiones ha sido la construcción moral de una sociedad, y ahora que se están intentando destruir todos los valores y que el engaño, la mentira, el fraude, la locura, se erigen como modelos de comportamiento, ahora, digo, una moral firme, segura, es más necesaria que nunca.

En estos tiempos tan revueltos, donde la agitación de los espíritus está produciendo extrañas formas de locura, tal vez sea necesario un firme timón, o, tal como hizo Ulises, tal vez necesitemos de un palo mayor al que atarnos ante el embate de enloquecedores cantos de sirena y de la furia de destructores vientos. Tal vez, en esta extraña odisea a que nos conduce el mundo moderno, aquel monstruoso remolino, Caribdis —que Ulises sorteó con quebranto de sus naves—, venga bien representado por la agitación de las redes sociales que tratan de destruir toda embarcación que cruza por el estrecho de la Discrepancia. Desde una posición agnóstica, digo, una moral religiosa puede ser una tabla de salvación, un hito por el que guiarse por la singladura de la vida.
Ahí, también, la figura de un Dios puede resultar muy beneficiosa.

De Sartre, Borges y Nietzsche

SARTRE

Sartre se esmeró con ahínco en engañar al público europeo para salvar el comunismo. Aseguró que en la URSS existía una absoluta libertad de prensa; alabó a Mao y a Stalin; persiguió con fiereza a todos los intelectuales franceses que se desviaron de la ortodoxia comunista (entre ellos, Albert Camus, Arthur Koestler y Simon Leys). Sartre es uno de los intelectuales del siglo XX que atacaron las democracias occidentales —donde ellos gozaban de total libertad, de una buena posición económica y del aplauso social— y defendieron las inmensas prisiones en que se habían convertido China y la URSS. Bien es cierto que Sartre era bajito, feo y tuerto —una bolita de piel y tinta, tal como le tildaba Simone de Beauvoir, además de insinuar que era impotente—, así que, sintiéndose superior intelectualmente, su resentimiento era inmenso. Un resentimiento que vertió sobre Occidente. ¡Y no hablemos de Althusser, visitante asiduo de psiquiátricos, que terminó asesinando a su mujer!¡Qué gran ejemplo hubiera dado toda esa intelectualidad, incluyendo a Pablo Picasso, yéndose a vivir un par de años a su ‘paraíso’ soviético o chino!

BORGES. NIETSZCHE

Para trazar su ficción, los escritores toman como modelos a gentes con quienes han socializado o cuyos caracteres y vivencias son harto conocidas por el público, lo cual no quita que todos los relatos literarios posean un fuerte componente biográfico. Algunos van más allá y en alguna de sus obras literarias o de pensamiento presentan un héroe en cuyos rasgos descubrimos al autor mismo. Esos personajes representan lo que el escritor hubiera querido ser en esta vida, juegan el papel que les hubiera gustado jugar y no el que han jugado.

Borges, un hombre necesitado de amparo, que vivía entre tinieblas, quiso ser un pendenciero en la pampa argentina y, en el Sur —un relato mitad autobiográfico mitad ficción— dibujó el contraste entre la realidad de su vida y su vida anhelada. El contraste entre un hombre de biblioteca, medio ciego, desmañado, asustadizo, y un hombre de pendencia y acción.

Nietzsche abogó por el hombre altivo, fuerte, despiadado, instintivo…, aristocrático, pero el fue un hombre asustado, temeroso, necesitado de afecto y protección. En carta a Franz Overbeck de diciembre de 1985, se humilla sin rubor alguno ante su amigo: «Por eso necesito que la gente se ocupe de mí. Lo poco práctico de mi naturaleza, la semi ceguera y, por otra parte, el carácter temeroso, desamparado, desanimado, que es consecuencia de mi salud, me suelen atar a situaciones que casi me matan».

Parece ser usual y propio de la naturaleza de los escritores, expresar en la escritura la satisfacción de sus deseos más íntimos, aquellos que no pueden satisfacer en su vida real. Tal acción se enmarca dentro de otra más general: mediante la escritura se evade uno de la realidad que le lastima. Esto es: escribir es un sucedáneo del vivir.