LOS NUEVOS CONVERSOS

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Se denomina converso a aquel que ha adoptado nuevas creencias políticas o religiosas aborreciendo las que tenía previamente. Así lo proclaman los diccionarios, pero la cosa tiene más miga de lo que aparenta, y me atrevo a decir que hablar de creencias resulta presuntuoso en los más de los casos. Alego tal reparo porque la conversión siempre tiene mucho más de tránsito sentimental que de tránsito ideológico. Pero ya se pondrá en claro el asunto.

Lo que llama la atención en el nuevo converso es su radicalización, y a tal proceso dedico este escrito. Vemos al diputado de Congreso, el tal Rufián, que se enfrenta a sus ancestros y a su lengua materna y a sus compañeros de la infancia y se enfrenta a toda España, con una arrogancia y agresividad amenazantes y chulescas. Recordemos también que el Gran Inquisidor Torquemada era un judío converso. Y no debemos olvidar que las filas de esos radicales nacionalistas de la CUP que han paralizado la Universidad catalana durante meses están repletas de jóvenes cuya lengua materna y sus apellidos y sus amistades son de raíz castellana.

Voy a pasar a otro tipo de conversos, los que se hacen musulmanes, pues de ellos se poseen más datos en países como el Reino Unido o Norteamérica, ya que aquí en España lo políticamente correcto es una mordaza que impide que datos de ese tipo se publiquen. En esos dos países se ha puesto en evidencia que los musulmanes más radicalizados son los de reciente conversión. En el RU los conversos son un 4% del total de musulmanes pero representan un 12% de yihadistas de nacionalidad británica. En EEUU un 20% del total de musulmanes se crió en otra religión, pero un 40% de ellos fueron alguna vez arrestados bajo la sospecha de haber sido reclutados por el IS. En Francia, Alemania y Holanda resulta cuatro veces más probable que los nuevos conversos se alisten en la Yihad que los musulmanes que se criaron en esa religión.

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Los psicólogos sociales siguen debatiendo las causas de esta radicalidad del converso. Yo voy a ofrecer mi versión del proceso que tiene lugar.

Partamos del hecho ampliamente constatado de que el nuevo converso se sentía previamente “erradicado” de su ambiente social, desvinculado. El Rufián mentado tiene a gala contar que fue a raíz de su entrada en un Instituto de Educación en el que la lengua catalana dominaba con imperio, que sus mimbres nacionalistas se tejieron. Muchas de las conversiones al Islam ocurren en prisión, lugar de desamparo donde los haya; o en ambientes degradados socialmente de los que el individuo quiere escapar. En tales ambientes el sujeto se carga de resentimiento y odio, se hace antisistema, contracultural, y si un grupo que le brinde cierto cobijo llama a su puerta, la abrirá de par en par.

Para el neófito el grupo de acogida es un seno materno que le ofrece comunión y hermandad; el grupo lo “radica”, le otorga credenciales nuevas. La entrada viene a ser para él un rito purificador, tal como la inmersión de los seguidores de Juan Bautista en el río Jordán, es decir, el neófito se siente purificado, limpio de los estigmas y máculas que previamente arrastraba consigo.

Y lo que es igualmente importante, el sujeto siente que su odio y su resentimiento están justificados, ya que el grupo le presenta a un enemigo a quien hace responsable de todos los males que el neófito padecía y contra quien encauza y vierte sus odios. España es tu enemigo, Occidente es tu enemigo, es el culpable de todos tus males, le dicen severamente al neófito nacionalista catalán o al neófito islamista, y acompañan lo dicho con una palmadita de amparo y afecto en la espalda. De ese modo el aspirante a converso vence todas las prevenciones que tenía contra la doctrina que impera en el grupo de acogida. Entra en el redil agradecido y purificado.

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El siguiente paso consiste en introducir en el horizonte imaginativo del sujeto un paraíso de redención: una quimérica Ítaca en los casos del independentismo vasco o catalán, el paraíso socialista por venir en el caso del comunismo, o un placentero y eterno paraíso repleto de huríes en el caso musulmán. Tal ilusión amortigua en el converso el impacto de la sangrante realidad en que vive, y le infunde la esperanza de una felicidad venidera sin tasa.

Por último, la explicación del hecho de su radicalidad. Es el más sencillo de explicar: el nuevo converso debe ofrecer muestras fehacientes de que se consagra a su nueva fe poniéndose en la vanguardia reivindicativa. Quienes sigan las vicisitudes de las bandas callejeras latinas en ciertos países de Sudamérica o en los EEUU, o quienes, al menos, hayan visto series televisivas sobre el tema, saben que el pacto de entrada en la banda ha de sellarse con un acto de violencia o de sangre. Solo de esa manera se le considera al neófito parte del grupo, solo de esa manera se eliminan las suspicacias de los miembros más antiguos. Así se explica que los nuevos conversos musulmanes sean los más propensos a engrosar las filas de la Yihad; y se explica que se señale a los charnegos como los más agresivos en las filas del independentismo. El converso debe afianzar sus nuevas señas de identidad con un acto de agresión al enemigo. Debe hacer visible a los ojos de los demás que encauza contra él su odio.

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