Libertades, religión y Podemos

Resulta indudable que poseemos una predisposición a la religiosidad. Viene avalada por numerosos estudios científicos.  Lo cual no resulta extraño, ya que somos crédulos por naturaleza. Tendemos a creer todo aquello que nos concita esperanza o satisface nuestro deseo, y también creemos en aquello que alivia nuestros temores y nos genera ilusiones de justicia. Las grandes religiones del mundo cumplen con tales requisitos[1]

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Cuando hace seis o siete mil años se crearon las primeras ciudades y las sociedades se jerarquizaron, los dioses, que en los inicios del Neolítico habían sido afectuosos, cambiaron, fueron sustituidos por otros o se les atribuyó otra naturaleza. Los nuevos dioses pasaron a comunicarse con los humanos a través de esos mediadores que conocemos como sacerdotes; y mediante esa comunicación dictaban el modelo de organización social y el comportamiento humano que debía seguirse, que tenía que ser un reflejo del modelo existente en las esferas celestes.

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Así que las nuevas religiones vinieron a refrendar y sostener el modelo jerárquico basado en diferencias de posición social y de riqueza. Sus mejores útiles para ello fueron la zanahoria y el palo, es decir, el ofrecer un gozo eterno si la población se conducía según sus dictados, y la amenaza de una eternidad dolorosa en caso de no cumplir con ellos. Deseo y temor a la eternidad después de la muerte. Tal es el modelo general de los nuevos dioses que se crearon.

La religión más primitiva, también la más apegada al carácter de las gentes, era una religión donde gobernaban los dioses de la fertilidad que atendían al ciclo agrícola y al ciclo de la vida y de la muerte. Era ésta una religión de dolor y de gozo, de orgía y de duelo, de ritos y sacrificios a los dioses, pero una religión que impulsaba la creencia cósmica de que todo lo real estaba interconectado de manera anímica, prelógica, en donde existía una conexión fundamental entre todo lo viviente e incluso entre todo el universo.

Sorprendentemente, esta arcaica religión, preurbana, de comienzos del Neolítico –cuando todavía no se había producido la diversificación de los oficios ni la acumulación de bienes—está volviendo. Trata de asentar sus reales en nuestra sociedad globalizada del siglo XXI, tal como si sus adeptos hubieran encontrado en ella un refugio en donde lamerse las heridas que nuestro tecnológico siglo les produce. Y tales adeptos no se detienen en rememorar esa primitiva religiosidad, sino que también tratan de imponer las condiciones de igualdad social que existían en el Neolítico.

Alabamos la libertad individual y la democracia en la política, pero nuestro carácter es más de rebaño que democrático, y busca más la seguridad que la libertad; de ahí que proliferen las religiones. Si el amor a la democracia –que esencialmente es un respeto a la libertad de los demás siempre que no se ponga cadenas a la nuestra—estuviera escrito en nuestro ADN, los diferentes grupos religiosos hubieran convivido armoniosamente en cualquier lugar del orbe y ni el proselitismo violento ni las sociedades teocráticas ni las guerras religiosas hubieran existido. Pero en nuestra naturaleza no está suficientemente subrayada la palabra ‘Democracia’. El aceptar que la opinión, la libertad y la actuación de nuestro vecino son tan válidas como las nuestras y que deben ser objeto del mismo respeto no forma parte de nuestra naturaleza egoísta.

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La consideración de ser demócrata es un mero recurso estratégico[2] que trazamos en busca de una conveniencia que nos beneficie con el respeto de los demás hacia nuestra libertad y derechos. Ser demócrata es una cuestión de conveniencia que viene dictada por el rechazo a los resultados nefastos que produjeron las sociedades que optaron por cualquiera de los totalitarismos que han jalonado la historia. Pero no hay que olvidar que el totalitarismo y la aversión a la democracia propios de nuestra naturaleza enseñan la patita de vez en cuando por debajo de la puerta del nacionalismo o del populismo.

Los grupos religiosos nunca han respetado la libertad  de sus adeptos y nunca ha reinado la democracia en su organización, pero lo más perverso de ellos ha sido su ansia de proselitismo[3] e imposición doctrinal y de dominio. El carácter prosélito y totalitario del cristianismo fue muy fuerte en el pasado. El del Islam lo sigue siendo ahora – lo dictamina  su libro sagrado, el Corán, en forma de Yihad.  Pero en esas ansias de imposición y dominio las religiones clásicas no están solas. Han nacido recientemente grupos con tintes religiosos que muestran una gran agresividad y que están dispuestas a imponer sus criterios y creencias a la ciudadanía con todos los medios a su alcance. El Animalismo, el Ecologismo extremo y el Populismo, son algunos de esos grupos. Los dos primeros tienen mucho en común en su basamento, y ya hablé de ellos en mi Entrada Animalismo religioso. Allí recalqué que se trata  de un grupo religioso totalitario y enemigo de la libertad y la democracia, un grupo que intenta imponer sus dictados y creencias al resto de la población, y que no respeta la libertad ni los derechos de otros grupos. Sus adeptos se convierten en guerreros de su nueva fe, y el sentimiento que les mueve es el odio a todo festín de los instintos, el odio a lo fuerte.

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Hoy quiero hablar de otro grupo que muestra tintes religiosos,  el Populismo, que aquí en España lleva la marca Podemos. El Populismo tiene un carácter redentor. Acoge en su seno y eleva a sus altares a todos aquellos grupos que presentan un memorial de agravios contra el Capitalismo, la Cristiandad y la Civilización Occidental por hechos que tuvieron lugar en un pasado que alargan a unos cuantos siglos. En sus altares está el Indigenismo[4], los musulmanes, el feminismo, el Animalismo, los niños, los débiles, los homosexuales, los nacionalistas catalanes o vascos, los necesitados, los delincuentes…Todos esos grupos de “oprimidos” constituyen su “nosotros”,  que denominan Pueblo. Arremeten contra la Iglesia Católica y contra Occidente por haber lanzado contra el mundo musulmán las Cruzadas. No menor acto terrorista es considerado la conquista de América, señalando a Cristóbal Colón como uno de los grandes malvados de la historia.

Su dios es el Pueblo, en el que solo están incluidos los “nuestros”, el pueblo elegido que está en posesión de la verdad absoluta y que, con una cosmovisión mística de justicia universal, ahora pretenden vengarse de todos los agravios sufridos en el pasado, y traer al presente aquella sociedad igualitaria preurbana –que es el Paraíso prometido—junto con sus amables dioses agrícolas. La búsqueda de venganza es la esencia del dios Pueblo.

El Populismo es heredero de toda la historia del Socialismo utópico. Es heredero de Rousseau, Schiller, de Robert Owen, Marcuse y otros soñadores. Pero si miramos con atención a esos ‘padres, veremos que con la excepción de Owen, en los demás no hay ideas prácticas, sino ensoñaciones y buenos deseos, así que, ante la falta de propuestas realistas que ofrecer a la población, ante la falta de ideas genuinas, elevan a los altares de su religión todo aquello que consideran que ha sufrido y que ha sido perseguido en el pasado.

Sus  grandes motores son el resentimiento y el odio. Odio contra todo lo establecido: la patria, sus símbolos, la liberal democracia, contra la Iglesia (no contra el Islam), contra España, contra la desigualdad social, contra la Constitución y sus leyes, contra la libertad de prensa, contra el ejército, contra los valores patriarcales…Destruir todo lo establecido sin saber qué construir después, como dice Bertrand Russell de los revolucionarios. Un “Dios proveerá”. A semejanza de Marx, podrían entonar también el “Resentidos del mundo, uníos”.

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Buscan con afán un modelo social histórico al que imitar y defender. El modelo que ellos han ayudado a imponer en Venezuela les avergüenza, así como el de cualquier país socialista, de manera que no tienen modelo. Eso sí, como aseguraba Marcuse, ellos suponen que una vez destruido todo y hecha la imprescindible limpieza de elementos indeseables, todo lo que desean se construirá automáticamente porque renacerá el ‘buen salvaje’ en el ciudadano y todo será armonía y felicidad. Y ponen algún ejemplo histórico como modelo: la falaz concordia de las tres religiones en al-Ándalus, y la vuelta a la sencillez del indígena.

El resentimiento y el odio son sus motivos verdaderos. Como todas las religiones y seudoreligiones que han existido, para el Populismo la democracia es un medio para lograr el fin de su paraíso igualitario, un medio prescindible; y la libertad no es para ellos más que una ilusión burguesa: la sociedad igualitaria está por encima de todo[5].

 

 

[1] Véase mi Entrada  El deseo, el temor y la religión, y la Entrada Conducta social y naturaleza humana III

[2] Véase mi Entrada Sacralización de la democracia

[3] Sin embargo, una religión como la hindú, que admite a millones de dioses, ha convivido siempre de forma pacífica con cualquier otra que mostrase respeto hacia ella.

[4] Siguiendo la ilusión del “buen salvaje” rousseauniano e inventándose genocidios de los conquistadores españoles, a quienes consideran los enemigos más execrables.

[5] Desde Podemos se ha defendido incluso la prohibición de las procesiones de Sevilla. Begoña Gutiérrez, la líder del partido en Sevilla, añadió, queriendo dar a la prohibición un carácter democrático, que ello sería tras someterlo a la votación de los ciudadanos, como si prohibir una manifestación religiosa pudiera ser democrático de algún modo.

Pensamientos pecaminosos

 

  • El gran problema de la psicología y de la psiquiatría no se encuentra en la dificultad de penetrar en lo intrincado de la mente humana, sino en verse atrapadas en teorías sin aval científico alguno, en teorías que no pasan de ser meras ocurrencias, en teorías en las que los investigadores se enredan y se pierden y no encuentran el camino de salida.
  • Condición necesaria para saber: tener amplitud de miras.
  • Todas las grandes culturas tienen su origen en fenómenos religiosos.
  • Tradicionalmente, para imponer una religión nueva a un pueblo, se ha hecho saber los beneficios que tal religión traería a los gobernantes.
  • Cuando los dioses se expulsan de la esfera humana los modelos de jerarquización social existentes se resienten y el Igualitarismo avanza. De ahí el empeño de los igualitaristas por alejarlos.
  • Cuando mueren los dioses no deja de actuar el mecanismo mental que nos hacía creer en ellos, sino que actúa inventando y adorando otras ilusiones: utopías socialistas, los mundos soñados, las conexiones místicas, las justicias universales, y los diversos tipos de pensamientos mágicos; además, claro está, de las alucinaciones artificiales que las drogas generan. Me asola la terrible sospecha de que la muerte de los dioses no es una bendición para la humanidad.
  • En los dioses se plasman muchos de los temores y deseos de los creyentes, y en los dioses se aquietan.
  • El clima de compasión que impera hoy en día lo hemos heredado del cristianismo.
  • Si se mira con detenimiento, la razón ha sido históricamente de poca importancia en los movimientos sociales. La rabia, el odio, el resentimiento, la indignación por una pretendida injusticia, han sido las fuerzas imperantes en las grandes revoluciones.
  • Todo el siglo XIX fue un hervidero de revoluciones ―alentadas por la revolución francesa ―que condujeron a la revolución soviética. También surgieron en ese siglo los nacionalismos. En todos esos movimientos resultan de primordial importancia las creencias justificadoras que emplee cada grupo en busca y defensa de su propósito, es decir, los argumentos. Pero también resulta esencial la fuerza de la pasión en cada grupo. Quienes poseen pasión suelen imponer su credo.
  • En ocasiones una falsedad manifiesta –o incluso una estupidez grandiosa—se establecen como grandes verdades históricas o monumentos al conocimiento. El psicoanálisis, la homeopatía, el materialismo dialéctico…, son algunos ejemplos.
  • Primeramente, uno debe adquirir un buen haz de conocimientos. A continuación debe aprender a desprenderse de los inútiles y erróneos, de todas las falsas teorías que pululan en la sociedad y dañan el entendimiento. Mediante dicha poda se alcanza la virtud.
  • En nuestra naturaleza está el pertenecer al rebaño.
  • Las bandadas de estorninos crean verdaderas y artísticas filigranas en el aire. El parámetro principal que rige la dirección de su vuelo es ‘la distancia al compañero más próximo’.
  • El parámetro principal que rige el comportamiento humano en sociedad es el de seguir la actitud del vecino más próximo y mirar los movimientos de la cabeza del grupo.
  • Soy partidario de que cada cual encuentre su propio camino hacia la cima o hacia el abismo. Las prohibiciones que pretenden proteger a uno de sí mismo me parecen innecesarias y peligrosas.
  • Hoy todo el mundo se encapsula: detrás de un ordenador, detrás de los animales de compañía, detrás de la escritura, detrás de la Naturaleza… La Seguridad nos ha hecho cobardes y tememos mirar al ‘otro’ de frente.