El miedo a volar y la envidia

Es cierto que muchos no son conscientes de ello, que la brillantez con que lucen en su cerebro idealidades como nación o comunismo, o la ridícula identificación de la igualdad con la justicia, o, más comúnmente, un fuerte resentimiento social, les impiden ver lo que queda entre sombras: la terrible opresión que ejercen sobre los ciudadanos los sistemas políticos que se rigen por modelos totalitarios de colectivismo. Creo que una inmensa mayoría de los abogan por tales recetas totalitarias no son conscientes de ello; pero otros muchos sí que lo son; y uno, desde la razón, se pregunta por qué. ¿Por qué uno anhela perder su potencia como individuo y pasar a pertenecer a la categoría de siervo —sin derechos ni libertades que no sean los que la «magnanimidad» de poder totalitario otorgue sin garantías a cada sujeto? ¿Por qué de esa ilusión de ser únicamente parte de un colectivo y abjurar del juicio y criterio propios? ¿Por qué de ese deseo de ser rebaño? Dostoievski, en Los hermanos Karamazov, nos da razón de ello: «Los hombres quieren volar, pero temen el vacío. No pueden vivir sin certezas. Por eso cambian el vuelo por jaulas. Las jaulas son el lugar donde viven la certezas.»

La razón mencionada es muy buena, pero existen otras. Una es la envidia. Por mucho que un país alcance un nivel de riqueza que permita a sus ciudadanos vivir holgadamente, si existen desigualdades en el disfrute de los bienes, siempre aparecerán grupos violentos dispuestos a destruir todo lo destruible, dispuestos a vivir en la miseria más absoluta, pero siendo iguales. Tales grupos existen con abundancia en Cuba, Venezuela y España. La envidia, que no atiende a desahogos ni riquezas sino a diferencias, es la causante de todos esos movimientos. Pero la envidia es muy moldeable por las creencias, por esa razón, la verdadera enjundia del marxismo, aunque lo vistan con mil telas distintas, es la de fomentar la envidia.

Leo una bien documentada obra de Steven Pinker, En defensa de la Ilustración. Expone un relato ruso que dice así: «Igor y Boris son unos campesinos extremadamente pobres. … La única diferencia entre ellos es que Boris posee una cabra escuálida. Un día a Igor se le aparece un hada y le concede un deseo. Igor dice: mi deseo es que muera la cabra de Boris.» El relato expresa el hecho de que una proporción muy grande de personas —influenciadas ideológicamente— cifra su felicidad  en compararse con el vecino, en vez de por su bienestar en términos absolutos. Más allá, el relato de Igor y Boris me sugiere una extraña correlación entre las opciones de Igor y las posiciones políticas de nuestro entorno.  El Igor resentido y revolucionario opta por matar la cabra; el Igor igualitarista por compartirla; el Igor liberal por averiguar cómo conseguir yo otra. Los hechos prueban que solo el Igor liberal es capaz de crear riqueza.