Poeta, matemático, astrónomo: Omar Khayyam

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La historia del mundo se ha visto jalonada por unos cuantos grandes genios que han abierto con la luz de sus razones el progreso intelectual y científico. A dos de ellos, Newton y Einstein, ya me referí en el post precedente; por otro, Arquímedes, siento una especial admiración; pero hoy traigo a un persa glorioso, Omar Khayyam, que aunó en su privilegiado intelecto una exuberante capacidad matemática con una exquisita sensibilidad poética.

Fue quizás el último de los grandes hombres de Ciencia del Islam. Desde tiempos de Mahoma y hasta el siglo XI, las diversas interpretaciones del Corán y de los ‘dichos’ del profeta  habían sido defendidas vivamente pero con considerable libertad de criterio.  Algunas frases atribuidas a Mahoma daban pie para ello: “Busca la ciencia desde la cuna hasta la tumba”, “ La verdad profunda se oculta tras siete velos”. Sin embargo, a partir del siglo XI la interpretación moralmente más rígida y menos amiga de la libertad de conciencia se impuso a todas las demás, y la fuerza creativa del mundo musulmán desapareció

Recordemos de aquellas fechas que el imperio persa era gobernado por los turcos selyúcidas,  convertidos al Islam; que era Sultán Malik Shah y gran Visir Nizam al-Mulk. Para abordar la historia, nos falta otro protagonista de la época, Hasan as-Sabah, señor de los Assissins de Alamut.

Pero antes de historiar, presentemos a Edward Fitzgerald, un hispanista inglés de comienzos del XIX que había aprendido español para poder leer el Quijote y que tiene un lugar en el Parnaso por verter en versión libre al inglés las cuartetas de Khayyamm  (Las Rubaiyat de Omar Khayyam). Ilustrémonos con una de ellas:

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The Moving Finger writes; and, having writ,

Moves on: nor all thy Piety nor Wit

Shall lure it back to cancel half a Line,

Nor all thy Tears wash out a Word of it.

Sí, Khayyam es poeta pero es filósofo, pero ama los placeres de la vida, pero descree de las eternas verdades. Ninguna lágrima tuya borrará una sola línea de lo escrito por el destino.

¿En qué meditas?, ¿en tus ancestros?

Polvo en el polvo, ¿en su gloria?

Déjame sonreír, bebamos de este vino

Escuchando el gran silencio del Cosmos

Ama la belleza; mírese qué bello poema:

¡La vida huye cual rápida caravana!

Detén tu corcel y sé feliz, joven doncella!

Escancia un poco de vino en mi copa,

Surgen los primeros signos de la noche

Amin Maloouf  y Borges recogen una fábula que sitúa como amigos a Khayyam junto al gran Visir Nizam al-Maluk y junto a Hasan as-Sabbah cuando eran jóvenes. Nizam engrandeció el poder de imperio selyúcida. Hasan fue el gran maestre de la orden de los assissins o batiníes o islamitas nazaríes, para hacernos una idea, los precursores de los actuales terroristas de al-Qaeda o de los actuales talibanes o de los suicidas del Estado Islámico. Su refugio era una fortaleza inexpugnable en el norte de Irán, en los montes Elburz.  Desde allí dirigía a sus emisarios contra los príncipes musulmanes y cristianos.

Nizam se lleva a Omar Khayyam a Isfahán, donde instala un observatorio astronómico. 18 años estuvo Omar dirigiendo dicho observatorio. En él  elaboró unas famosas tablas astronómicas y reformó el antiguo calendario zoroástrico, logrando una mucha mayor exactitud que la lograda con el calendario gregoriano, confeccionado en Occidente cinco siglos después.

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En Matemáticas, durante esos 18 años, Omar descubre el llamado algunos siglos más tarde  Binomio de Newton y la Regla de Ruffini (que no se hallaría en Occidente hasta al siglo XIX); la Teoría de la Razón Compuesta, la solución a las ecuaciones cúbicas mediante la intersección de secciones cónicas; introduce la noción de unidad abstracta divisible y amplía la noción de número natural con las fracciones continuas; hace del álgebra una ciencia autónoma; nos deja la ‘x’ como incógnita de las ecuaciones; escribe sobre Los elementos de Euclides; sobre física, economía, historia, derecho, tradiciones…

Para aprender a acariciar un rostro

Suave como la rosa

¡cuántas espinas deberás arrancar

De tu propia carne!

El caso es que la leyenda asegura que durante los días de juventud los tres amigos juraron ayudarse, pero Nizam llego a alcanzar un poder aún mayor que el de su Sultán Malik Shah, y persiguió a las huestes de Hasan ―a los terribles batiníes― en las ciudades persas donde se hacían fuertes, por lo que Hasan decidió vengarse. Otra leyenda asegura que quien instigó la venganza fue el propio Sultán Malik, instigado a su vez por su esposa, ‘La China’, que observaba cómo el poder de su esposo declinaba frente al poder de su Visir Nizam. Sea una u otra la causa, uno de los terribles assissins a las órdenes de Hasan acabó con la vida del Visir Nizam en 1092.

Poco le duró a Malik Shah la satisfacción ―si fue él quien dio la orden―, pues ese mismo año algunos fieles de Nizam dieron muerte al sultán Malik Shah, y con él terminó la el imperio selyúcida, que se desintegró; y pronto devino la intransigencia religiosa que ha acompañado desde entonces al Islam, y Omar Khayyam tuvo que abandonar Isfahán y la astronomía, siendo perseguido por la acusación de ser tibio en las demostraciones de fe, e incluso de ser escéptico en materia religiosa.

Gravita cada mañana el rocío sobre los tulipanes

Y las violetas, pero el sol los libera de su brillante peso.

Me pesa más cada mañana el corazón en el pecho

Pero tu mirada lo libera de la tristeza.

En la Tierra abigarrada, alguien que no es musulmán

ni infiel ni rico ni pobre camina. No invoca a Dios,

no cree en las leyes ni en la verdad ni afirma nunca nada

¿Quién es este hombre triste y valeroso?

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Ah, fill the Cup: what boots it to repeat

How Time is slipping underneath our Feet:

Unborn To-morrow, and dead Yesterday

Why fret about them if To-day be sweet!

Estado islámico, Assissins y Al-Qaeda

Mientras que al-Qaeda sigue la táctica del atentado mortal con el sacrificio de la vida del adepto, la pretensión más inminente de los agrupados en las milicias del denominado Estado islámico es simplemente la de matar. Se recluta a estos milicianos entre los más resentidos de la sociedad y los que más odian ―y no son pocos los reclutados que se han criado en Occidente―, y se les ofrece a corto plazo satisfacer su odio mediante la catarsis de ejercer la crueldad contra todo aquel que aclama otra doctrina diferente de la suya. Los instintos más bajos del miliciano se liberan para que mate y torture felizmente. Esa felicidad en el matar y en el torturar es una compensación, la otra es el Paraíso si muere matando. El efecto que producen entre sus enemigos es el del pavor.
La acción de los miembros del Estado islámico es más parecida a la de las hordas de Atila, los Vándalos , o las de Gengis Khan: dar muerte con crueldad a todas las poblaciones conquistadas y exhibir sus cadáveres. Pero la acción de al-Qaeda es distinta, y parece un calco de la que empleaban los antiguos Assissins. De ellos quiero hablar.
El ofrecimiento de la propia vida en acto terrorista luchando contra el infiel para entrar en el Paraíso es cosa de los miembros de al-Qaeda o de los talibanes, pero no es cosa nueva en el Islam. Quienes iniciaron a finales del siglo XI tan funestos métodos contra sus enemigos fueron los Assissins. En Oriente fueron más conocidos como Batinís (seguidores del libro Taiwil al-Batin), Fidays (devotos), rafiqs (camaradas), ismaelíes nazaritas, e incluso chiitas septimanos, aunque su gran impulsor, Hasan as-Sabbah, le agradaba denominar a sus adeptos Asasiyun (los fieles a Asás, el fundamento de la fe), mientras que la versión de dio Marco Polo de ellos fue la de haxixiyun (fumadores de haxix).
Desde finales del siglo XI hasta mediados del siglo XIII, todos los dignatarios de Oriente Medio: príncipes, emires, cadíes, sultanes, califas… soportaron el miedo a caer muerto por la daga de un Asesino. Los ejecutores son enviados contra los destinatarios de su daga desde la inexpugnable fortaleza de Alamut, situada en lo alto de la región de Daylam, al norte de la cadena montañosa que bordea la gran meseta de Irán. Se ocultan con el disfraz más inesperado: son miembros de la guardia personal del dignatario, sacerdotes, mercaderes, sirvientes… Pueden estar meses e incluso años representando pacientemente su papel, pero cuando llega la ocasión esperada, golpean sin piedad. El verdugo no se mueve, espera la muerte a manos de los guardias o de la multitud enfurecida. Es el mensaje de Alamut.
El fanatismo de los fidays no es menor que el de su primer Gran Maestro y fundador, Hasan as-Sabbah, que permaneció 32 años sin salir de su habitación en Alamut e hizo decapitar a su único hijo varón por la acusación de haber bebido vino, que luego se demostró ser falsa. Por debajo del Gran Maestro están los Day (misionero), y por debajo de estos están los Ragik, los jefes provinciales; a los vinculados a la organización se les denomina Lasek, y por debajo están los muyib, los novicios. Los Fiday son los destinados a sacrificarse.
Hasan era conocido como «El viejo de la montaña», pero no es el mismo «viejo» del que da cuenta Marco Polo a su paso por Siria, siendo éste otro gran jefe Assissin posterior conocido como Rashid al-Din, conocido como Sinán, que reside en la magnífica fortaleza de Masiaf, en Siria. Un Fiday mandado por él asesta a Saladino tres puñaladas, pero no consigue acabar con su vida. Cuando en venganza Saldino pone cerco a Masiaf, se presenta en su tienda un mensajero desarmado de Sinán y pregunta a los mamelucos que custodiaban a Saladino en presencia de éste: «Si os ordenara que matarais a este Sultán en nombre de mi señor, ¿lo haríais?» Respondieron que sí y desenvainaron las espadas. Lo cierto es que Saladino levantó inmediatamente el asedio a la fortaleza.
Aunque con métodos distintos (ahora los fanáticos islamistas se cargan de explosivos mientras que los Assissins actuaban daga en mano), el propósito en unos y en otros es el mismo: llenar a las gentes de pavor hacia ellos para conseguir su dominio. La organización es similar y el ocultismo y el fanatismo y el propósito. Pueden estar viviendo en la casa de al lado y ser sumamente amables con usted, pero al instante siguiente se inmolarán con una carga de explosivos en el ánimo de causar el mayor número de muertos posibles y extender el miedo hacia ellos. El 28 de abril de 1192 mataron en Tiro a Conrado de Monferrato, rey de Jerusalén. Los asesinos se habían disfrazado de monjes cristianos y durante seis meses se ganaron la confianza del obispo de Tiro y del propio Conrado.
Toda precaución es poca ante quienes pretenden convertir por la fuerza al Islam a todo el mundo, ante quienes están dispuestos a matar a todo aquel que no se convierta, ante quienes su pasión esencial es el odio.