¿Es necesaria la filosofía? (Discusión)

Yack, abro esta nueva entrada porque la respuesta a tus aseveraciones, en extensión, se me han ido de la mano.

Tú hablas de la Filosofía y de la Ciencia en términos de competición por averiguar quién posee el mejor modelo para escrutar la realidad y obtener una «verdad» que resulte universalmente aceptada. Y, en eso, es cierto, la Ciencia, con las exigencias implícitas en el Método Científico, no tiene parangón. Pero, por un lado, ambas tienen diferentes ámbitos de actuación y de operatividad. Mientras que la Ciencia se atiene a aquello que resulta aprehensible experimentalmente, la Filosofía atiende a la moral, a lo religioso, a los fenómenos históricos, a indagar introspectivamente en la acción personal, atiende al conjunto de sistemas sociales, a la relación social, a la lingüística, a las proyecciones de futuro, a la coherencia lógica de la misma Ciencia, a la forma y al fondo de relacionarse los conceptos y los conocimientos… a todos aquellos ámbitos del saber donde la Ciencia carece de potencia resolutiva. Ortega y Gasset es un buen ejemplo de filósofo en esta línea, preocupado por la lengua, la sociedad, el arte, los nacionalismos… Otra cosa, bien cierto es, es mucha filosofía se haya encaminado a examinar el epicentro del ombligo del «ser», y que este tipo de «filosofía» haya sido el centro de atención académica ―más por incapacidad para hacer otra cosa que por convicción―y se hayan aupado ellos mismos a la categoría de sabios. Honradamente, el filósofo necesita hoy en día empaparse de Ciencia para poder, al menos, limpiar de polvo y paja, de palabrería y superchería, aquellos conocimientos  sobre los que la Ciencia tiene algo que decir. Pero tal empapamiento exige grandes capacidades, por eso la espantada que muchos hacen ante todo lo que huela a científico.

Tengan o no valor de verdad, las creencias filosóficas y las teológicas han ejercido una enorme influencia en la conformación del mundo actual. La naturaleza humana necesita de creencias para andar por el mundo, para que la duda no le asalte a cada momento ante cualquier asunto, para poseer criterio, opinión y seguridad ante los hechos que ocurren a su alrededor, y necesita también la previsión de la realidad que le proporcionan las creencias. Por tal razón el hombre las absorbe como una esponja. A este respecto, los filósofos han sido clásicamente los manantiales más fecundos de creencias, y los más fiables. Esa es la razón de que hayan sido ―y sean― tan necesarios. La filosofía enseña a clasificar las ideas según provengan de la mera razón intelectiva, de la experiencia, de la utilidad o de la conveniencia; organizan el sistema del conocimiento humano; la filosofía enseña la gran variedad de opciones y perspectivas que guían por el camino más grato o el más florido o el que conduce a los campos más fértiles, enseña la diversidad y la relatividad que tienen todos los predicamentos; enseña los mundos posibles, enseña a pensar, a percibir posibilidades, a percibir nuevos horizontes; y en fin, en contraposición a lo fiable y certero aunque angosto que muestra la visión científica, la filosofía ensancha el espíritu humano. No busca la filosofía solamente la verdad objetiva que pueda proporcionarnos la ciencia, sino que busca verdades previsoras amplias que den acallen nuestras dudas.

Puesto en claro este carácter amplio de miras de la Filosofía, se ha de hacer justicia con ella en cuanto casi todos los grandes saberes que han alumbrado el mundo han salido de su seno. Los filósofos, clásicamente, han recogido y sistematizado pensamientos dispersos, tendencias y deseos, y los dieron forma, provocando con ello grandes cambios sociales: desde nuevos movimientos religiosos hasta nuevas concepciones del mundo y formas culturales nuevas. En gran medida el mundo se ha ido conformando a la medida que ellos diseñaron. En esa misma medida se halla su utilidad.

El que la Ciencia haya avanzado enormemente en el conocimiento de la materia y en los intríngulis de la vida, y haya dejado obsoletos ciertas creencias filosóficas al respecto, que eran tomadas como «verdad», no resta valor a la consideración de que en el pasado dichas creencias fuesen las más plausibles y razonables. Pero es que ―y esto pareces olvidarlo― el método científico surgió del pensamiento filosófico, y de forma amplia pero cierta se pueden considerar a las diversas ramas del saber científico surgidas del tronco de la Filosofía. Las ciencias siguen los mismos principios de la lógica que encontró la Filosofía, y siguen utilizando los mismos métodos de ésta para organizar la información, categorizar etc. las discusiones de Einstein y Bohr acerca de los postulados de la Mecánica Cuántica no fueron otra cosa que discusiones filosóficas; la lingüística no es aún otra cosa que filosofía del lenguaje; si lees En busca de Spinoza, de Antonio Damasio, uno de los más grandes neurocientíficos de la actualidad, podrás ver que aquellas concepciones y visiones (sobre todo acerca de los sentimientos y las pasiones en general) del viejo judío sefardí las recoge y las sigue Damasio; las teorías de la Historia no son sino filosofía de la historia… Donde  puede hincar el diente el tratamiento científico la filosofía se retira a laborar en otros cometidos, pero aún en la Ciencia tiene mucho que decir, tal como ha mostrado el filósofo Daniel Dennett con la Teoría de la Evolución.

Dices que sin Newton o Darwin o Aristóteles hoy sabríamos exactamente lo mismo que sabemos, y no creo que tal aseveración sea cierta. Aunque hoy en día, con la democratización del conocimiento y la exacerbación del deseo de descubrimientos económicamente rentables para el descubridor, el conocimiento se acumula por la acción de cientos de miles de cabezas pensantes, en el pasado no siempre fue así. Ni se popularizaban los conocimientos ni eran muchas las cabezas pensantes. Así que la historia del conocimiento está jalonada de hitos del saber que se levantaron cuando las circunstancias económicas, sociales y tecnológicas lo hicieron factible, pero también cuando una persona singular dio con ello. Sin esa persona y con otras circunstancias menos favorables esos hitos hubieran permanecido enterrados cientos de años. Por ejemplo, los descubrimientos de Arquímedes (se le atribuye un instrumento de medida del que recientemente se ha podido descubrir que determinaba con precisión eclipses, fases lunares, y un largo etc, y medía horas, días, meses y años); por ejemplo, el movimiento heliocéntrico fue descrito por Aristarco de Samos pero hasta Copérnico fue olvidado. Galileo no hubiera tenido lugar sin el Renacimiento (una vuelta a los saberes griegos) y sin las ricas repúblicas italianas. Newton no hubiera surgido sin el espíritu práctico y emprendedor que en Holanda, Reino Unido y Suiza impulsaba el calvinismo. Es dudoso que Leibniz hubiera formulado por sí mismo el cálculo diferencial tal como lo hizo sin las aportaciones de Newton (parece confirmado que le copió y mejoró su forma. Leibniz aparece como un  gran mentiroso:  mintió acerca de su correspondencia con Newton y negó haber conocido a Spinoza, lo cual está absolutamente comprobado). Por otro lado, te recuerdo que Leibniz, Spinoza y Newton se consideraban filósofos y aplicaban sus conocimientos filosóficos del mundo.

Si yo alegaba en el anterior escrito que la filosofía del siglo XX había sido torticera, es porque, o bien se olvidó de los problemas de la realidad, o bien se basó más que en la razón y en las evidencias, en los deseos y los sentimientos. La pléyade de filósofos marxistas, sin atenerse a los dictados del conocimiento de la naturaleza del hombre ―que se poseía desde antiguo―postularon una Historia, una moral y un método filosófico hechos a la medida de sus deseos, llegando a utopías absurdas o a estupideces que se consideraronn sacras (el comunismo como finalidad de la Historia, el hombre nuevo socialista, la dialéctica materialista y otros dislates). El utópico Marcuse, que influyó grandemente en las revueltas del 68 señalando un paraíso al alcance de la mano. El psicoanálisis de Freud, esa consideración de valor científico a cualquier ocurrencia suya… Y sigue siendo torticera porque todas esas paparruchas se siguen impartiendo en las aulas como grandes verdades. Y es que al rebaño, sea de filósofos, científicos o comerciantes, se les engatusa fácilmente con el caramelo de cualquier creencia que satisfaga su deseo.

Quizá resulte conveniente exponer ejemplarmente cómo tratan los psicólogos actuales el tema de «la felicidad», en lo que de científico tiene la psicología, y cómo lo trataron algunos grandes filósofos. Creo que en esos diferentes tratamientos o formas de enfocar dicho tema descubrirás que la Filosofía aporta ―en este caso, ¡ojo! que bien sabes que mi formación es científica―una visión mucho más amplia de la variedad de motivos, causas y razones que mueven la conducta humana; que tiene aún mucho que decir en las cuestiones en que la ciencia aún no resulta clara y determinativa; y que su profundidad en percibir eso que llamamos espíritu humano y el conjunto de relaciones sociales es mayor que el de la psicología, y, sobre todo, más enriquecedor,  con un aporte más alto de conocimientos; la filosofía resulta, aquí, más sugerente, induce más cuestiones al lector, y más ideas, hace que se sienta más pletórico, más diverso, más ambivalente, más rico en conocimiento, más feliz en suma. Al fin y al cabo lo que se busca no es el avance científico sino la felicidad.

6 comentarios en “¿Es necesaria la filosofía? (Discusión)

    • Leo a medias tu escrito, te lo explico, porque a la mitad de él me ha asaltado la visión de un letrero en el «ordena»que me dice que mi antivirus, se supone que, como los antiguos escudos se rompe o me caduca y debo… ¿renovarlo?
      Pues vaya, si para hacernos pensar hace falta gente como tú, la filosofía, ésto que lo llaman tecnología, las redes… me entra una pereza o como un pálpito o angustia existencial de si merece la pena este tipo de comunicaciones o ser sustituídas por otras, las de los encuentros fortuitos, las de citas para tertulias, debates o discusiones cocidas en el fuego de las conversaciones de los demás, de los vinos que se beben, de lo que ves y de lo que oyes, de quienes, gente sencilla, que a lo mejor ni siquiera tienen ese derecho, dicen que constitucional, del trabajo porque están en el paro y quieren dejar de pensar en esa situación a base de algún «latigazo» que otro, en fin, de seres que tienen otros problemas más acuciantes que los vuelven tan castos como para no pecar de este onanismo intelectual o, dicho más popularmente, para perder el interés o la obsesión por hacerse pajas mentales… Bueno, me pillas en un momento de «bajón» y no se si se entenderá muy bien lo que digo…

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      • De todo hay y todo es necesario en la viña del señor: hay tertulias, reuniones amenizadas por el bendito vino, y algunas pajas mentales como la que me he cascado en el último escrito. Todas satisfacen, aunque requieren paladares distintos o un paladar variable adaptado a cada momento. Personalmente prefiero las conversaciones inteligentes regadas con buen vino, pero ¡es tan difícil que en un individuo que conoces se den a la vez la inteligencia y la amistad contigo, que siempre se acaba en el onanismo! En cuanto a lo de entenderte que dices al final, pues la verdad es que el «bajón» debe ser muy fuerte, porque además de acusarme de hacerme pajas mentales pareces hacerme culpable del paro, de los problemas que conlleva y hasta de la castidad intelectual de los parados. Pero en fin, pienso poner un poco más de ánimo en la próxima entrada hablando de «La felicidad», a ver si nos animamos todos.
        Saludos

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  1. Fernando, creo que ya he manifestado mi opinión sobre la filosofía, por lo que solo comentaré tu última frase: «Al fin y al cabo lo que se busca no es el avance científico sino la felicidad.»

    Tal vez la diferencia esté en que el objetivo de la filosofía es la autocomplasencia mientras que el de la ciencia es la búsqueda de la verdad objetiva.

    Y ahora sabemos que sólo la búsqueda de la verdad objetiva puede ayudarnos a ser más felices, en la medida que nos permite tomar decisiones acertadas.

    Y estoy seguro de que estarían de acuerdo con esta opinión los cien millones de victimas del marxismo o las legiones de herejes e infieles que fueron sacrificados en aras de las teorías filosóficas que, según tú, buscaban la felicidad, aunque en la dirección equivocada, pienso yo.

    Claro que los filósofos no se sienten obligados a comprobar sus teorías antes de ponerlas en práctica, como sí les ocurre a los científicos. Y eso marca la diferencia, una diferencia tan abismal, como la que hay entre un insecto y un hombre.

    Saludos.

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  2. Más bien se podría decir que tanto la filosofía como la ciencia buscan la verdad, cada una con su método, pero los métodos de la filosofía, con menor rigor y menos exigencias de contrastación, pueden generar resultados que sin poderse verificar su verdad o falsedad son aceptados por la sociedad filosófica autocomplacientemente. Y te vuelvo a recalcar que el campo de aplicabilidad de la Ciencia se ha ensanchado solo muy recientemente, y que aunque tuviera potencia en todos los campos de las relaciones humanas la gente siempre optaría por creencias que exacerben su deseo y alivien su temor, antes que por creencias científicas acerca de un determinado asunto. Ahí tienes la astrología, un 60 % de creyentes en España; ahí tienes la religión: un 90 % de creyentes. La gente no busca «la verdad», sino una verdad para salir del paso y que se amolde a sus intereses.
    Un saludo

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