Lo Políticamente Correcto

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Dice Aldous Huxley en uno de sus prólogos a Un mundo feliz que “Los mayores triunfos de la propaganda se han logrado, no haciendo algo, sino impidiendo que algo se haga. Grande es la verdad, pero más grande todavía, desde el punto de vista práctico, es el silencio sobre la verdad”.

La efectividad de lo políticamente correcto se basa precisamente en ocultar la verdad; en tapar con un manto de bellos colores la verdad, en dejarla a oscuras. Con lo políticamente correcto se trata de conseguir gentes dóciles a unos dictados, y eso se consigue más y mejor impidiendo la libertad de palabra que aleccionando, aunque ambas estrategias se combinan muy productivamente al fin deseado. Un etarra tenía tajantemente prohibido leer otro diario que el Egin o el Gara, ni visitar bares que no fueran herriko tabernas. Prohibiciones semejantes ejercen su acción sobre los musulmanes que viven en España, que sufren el acoso reprobador de toda la comunidad musulmana en caso de que alguno de sus miembros muestre interés por la cultura Occidental. El esquema de estos dos ejemplos señalados y el esquema que se utiliza para imponer lo políticamente correcto es el mismo: señalar, reprobar y perseguir toda discrepancia con la “verdad” que se intenta imponer.

Gente tan dispar como los jesuitas o el comunista Gransci, estaban convencidos de que controlando el aprendizaje de los niños se aseguraba el control de sus conciencias en la edad adulta. Pero hoy en día los medios de control de conciencias son muchos y variados: Facultades universitarias, Institutos de Enseñanza, medios periodísticos, canales televisivos, noticias en la red, redes sociales… Los partidos políticos de izquierda han sido especialmente hábiles en infiltrarse en todos esos medios de información y controlarlos. No en balde todos los rectores de la Universidad española se proclaman de izquierdas.

Pero, en resumidas cuentas, ¿qué es lo políticamente correcto?: Es un sistema represivo cuya finalidad es trastocar y mutar la moralidad tradicional de las gentes. Busca derribar los valores tradicionales: el orden, la competitividad, la religión, la familia, la disciplina, el coraje, la valentía, el mérito, la fortaleza, el orgullo por la posición social, la austeridad, la dureza, el heroísmo, la audacia, el honor, la virilidad en el hombre y el recato en la mujer, el patriotismo, el sacrificio, la heterosexualidad, la ritualidad, la fuerza en la resolución de conflictos; y, por el contrario, busca celebrar la compasión, la paz, el hedonismo, la promiscuidad sexual, el ecologismo, la bisexualidad, el culto al cuerpo,  el veganismo, el feminismo, la mediocridad, la baja natalidad, el control femenino sobre la reproducción, las cosmovisiones místicas, lo suave, la falta de rudeza, la comodidad, el indigenismo, la protección animal. Y todos esos valores aupados al primer plano de la conciencia humana vienen impregnados del perfume femenino. Además, lo políticamente correcto se empeña en ensalzar a los perdedores de la Historia y en negar la Patria.

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¿Qué estrategias emplea lo políticamente correcto?: Una: impedir por todos los medios a su alcance (medios de comunicación, leyes, reprobación social…) que contradigan o cuestionen su “verdad”; dos: revestir esa “verdad” de sentimentalidad y de valores de bondad, altruismo, compasión…, con la finalidad de que lo defendido por lo políticamente correcto sea elevado al rango de moral, de inobjetable, nueva y grandiosa moral que señala el Bien y el Mal, los buenos y los malos. Expongo a continuación unos ejemplos:

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  • Están prohibidos (o al menos se ocultan severamente) los censos sobre la población gitana.
  • Está prohibido publicar ciertos datos estadísticos acerca de grupos como pueden ser los gitanos, musulmanes afincados en España, inmigrantes en general… (en cuanto a paro, en cuanto a qué proporción de ellos trabaja, en cuanto a la protección social que reciben, en cuanto a su participación en actos delictivos…)
  • Que oculta que los supuestos destinatarios de la supuesta acción altruista de muchas ONGs apenas reciben migajas, y que, sin embargo, la gran mayoría de los fondos se emplean en salarios que reciben los supuestos altruistas, de forma que algunas ONGs se han convertido en lucrativo negocio de colocación.
  • Se discrimina positivamente en leyes y ayudas sociales a emigrantes, mujeres, homosexuales y etnias minoritarias.
  • Se legisla para educar a los niños en la moral que propugna la corrección política, en detrimento de la potestad de los padres al respecto.
  • Se persigue acabar con la caza o las corridas de toros, asentadas en el acervo cultural de la población española.
  • Desde los medios se desvaloriza el mérito, el esfuerzo y la capacidad.
  • Se falsean las conclusiones que presentan los datos estadísticos sobre riqueza de la población española: “un tercio de la población española en riesgo de exclusión social”…
  • Se tapa que muchos emigrantes musulmanes poseen varias mujeres.
  • Se oculta que la pretendida convivencia en la Multiculturalidad es un fiasco.
  • El feminismo radical, uno de los brazos armados de lo políticamente correcto, se tapa ojos y oídos ante la sumisión de la mujer musulmana al hombre.
  • Se oculta que en el ADN del musulmán no está la democracia ni las libertades ni los derechos, sino la sumisión a Alá, y que tal es el propósito que anima a la gran mayoría de musulmanes, imponer la Sariath en España.
  • El pretendido Calentamiento Global se considera indiscutible, aunque no haya evidencia científica alguna.
  • El medio ambiente y los animales de compañía se consideran sagrados.
  • Sobre la inmigración, los animales, el feminismo, el medio ambiente, se presenta la información sesgada, lastimera, sentimentalizada…
  • Maniqueamente, se divide la sociedad en buenos y malos de acuerdo a si actúan o no de acuerdo a lo políticamente correcto. En el segundo caso se les persigue con saña.
  • El capitalismo es malvado, el igualitarismo es lo ideal. Tal cosa da idea de quién maneja los hilos.

Los ejemplos serían inacabables. Pero uno se ha de preguntar: ¿quién maneja lo políticamente correcto?, ¿cuál es su origen? A tales preguntas responderé en una próxima entrada

 

 

 

 

 

De encuestas, estadísticas y humana naturaleza

Es una verdad casi universalmente ignorada que el mundo se mueve por el interés propio y no por el bien común ni por el altruismo ni por designios divinos. Esa ignorancia de las gentes ―que creen tener otros motivos de conducta distintos a los que realmente tienen―se alimenta con engaños (el engaño es aquello que mantiene las cosas en su apariencia, ocultando su verdadera cara), y una de las mejores herramientas utilizadas para el engaño es la estadística.

Una forma sutil de engaño que quiero referir hoy es el de amañar los datos recogidos en sondeos de opinión. Mírense los datos estadísticos que ofrecen los medios escritos televisivos  antes de unas elecciones políticas y observarán cómo cada partido político mejora  sus perspectivas según su afinidad ideológica con el medio considerado. Pero, aún así, en este tipo de encuestas el margen para la manipulación y el engaño es limitado, pues el medio se juega su prestigio en caso de quedar su fraude de manifiesto.

En donde la manipulación de las cadenas televisivas y de los medios periodísticos no tiene límites es en la presentación de sucesos que la actualidad dota de relevancia pública. Por ejemplo, los datos relativos a las denuncias por maltrato a mujeres por su pareja sentimental varían, según cuál sea el medio encargado de hacerlas públicas y de la alarma social en las fechas de la publicación, entre un 5%  y un 35% . Pero aún varían más los datos sobre denuncias falsas que se presentan sobre presunto maltrato. Hace unos años la decana del colegio de abogados de Barcelona los cifró esa falsedad en casi un 60%, añadiendo que en muchos casos se correspondían con procesos de separación en donde estaba en juego el reparto de bienes matrimoniales. Desde que las agrupaciones feministas más radicales se le echaron encima con pasión parecida a la que ponían los sans-culottes en cortar cabezas, las estadísticas que presentan las cadenas de televisión han bajado esas cifras a menos del 10%, alegando, no obstante, que falsas, lo que se dice falsas, solo lo son en una cantidad cifrada en un uno o un dos por ciento. He de aclarar que las denuncias se multiplicaron desde que se promulgó la ley de Discriminación positiva de la mujer, que, en pocas palabras, posibilita que si una mujer denuncia a un hombre por maltrato o acoso sexual, éste es inmediatamente encarcelado sin miramientos; si es un hombre quien denuncia contra una mujer esos execrables hechos, se le ríen en sus narices.

Bien, he de señalar que los errores en la presentación de los datos estadísticos son frecuentes en las cadenas de televisión. En muchos casos son producto de la ignorancia de los propios presentadores, a quienes parece darles lo mismo 8 que 80. Un caso escuché en que el asunto empeoró: el presentador se disculpó alegando ser “de letras”, una bellaca estupidez que implícitamente llama idiotas a quienes no han realizado estudios de Ciencias.

Yo juro por lo más sagrado que no es infrecuente que algunas cadenas anuncien en primera plana, por ejemplo, un 60 %, lo reduzcan luego a un 40% cuando entra en escena la noticia, y que quede en un 20% cuando se desgrana ésta; o que 80 millones pasen a ser 8000 millones y queden finalmente en 80 mil. Recuerdo a este respecto al “gran estadista” Zapatero, anunciando a toda España que se procedería a disminuir la potencia del aire acondicionado en los ministerios del gobierno y que con esa medida se ahorrarían 3000 millones de euros en un año. ¡Pues si en vez de limitarse a disminuirla la hubieran suprimido, la deuda de España habría desaparecido!

Pero, volviendo a los sondeos de opinión, algunos de estos producen una reacción espasmódica en nuestras neuronas. Uno de ellos asegura que los españoles somos la gente más feliz de Europa. Señores, ¡con la cara de mala leche que ponemos a todas horas y el odio que nos tenemos los unos a los otros! ¿Qué veracidad presenta dicha encuesta?

Yo, al menos, tengo las siguientes objeciones: En caso de que a uno le pregunten en cualquier esquina cuál es su grado de felicidad del 1 al 10, ¿qué puñetas va a responder si es sensato? Confieso que una de mis posibles respuestas calificaría mi felicidad con un 10, para añadir a continuación mi disposición al suicidio. Pero, mirándolo bien, ¿se realizan realmente este tipo de sondeos de opinión, o todo es un engañabobos? La única explicación que encuentro plausible para realizarlos (si en verdad se realizan) es el de la corruptela de otorgar la realización de la encuesta a alguna empresa amiga del político responsable para beneficio de ambos. En España sabemos mucho de tales chanchullos. Sin embargo, lo más probable es que los datos sean inventados y que otorguen una u otra calificación a boleo, o fijándose en aspectos tales como el sol de que disfrutamos.

Bien es verdad que aunque tales sondeos importen un bledo a la población, de obtener una buena puntuación en ellos, como es el caso, a los españolitos de a pie nos llena de orgullo estar en lo más alto de la puntuación, y nos solemos jactar de ello y hacer chistes fáciles acerca de la poca nota que han sacado los suecos, por ejemplo.

Lo malo es que en otra encuesta semejante los franceses y los italianos destacan por encima de nosotros en el número de veces que hacemos el amor por semana. En fin, no podemos ser los mejores en todo.

Por cierto, los científicos no se libran de simplezas semejantes. Si no, atiendan ustedes a esta noticia: “Tras más de 10 años de investigación, el equipo médico de la Universidad de  […] en Estados Unidos ha descubierto que hacer el amor dos veces por semana es bueno para la salud”. Si el periódico se expresó con corrección y veracidad ―que ya es extraño, ¡vaya usted a saber!―, me pregunto: ¿se necesitaban tantas alforjas para tan corto trayecto? Además, en la noticia no se contemplan edades ni sexo, lo cual deja los dos polvos semanales en el limbo de los promedios, pues no se me negará que los beneficios para la salud de dos quiquis semanales no pueden ser iguales para un veinteañero empalmado, con priapismo, y para un octogenario, que ha de echar mano del viagra para empalmarse.

Pero lo que me desconcierta es el no conocer los métodos utilizados en el experimento.  ¿Utilizaban grupos de prueba que hacían el amor 2, 3, 1, 5, 7, 25, cero veces por semana?, ¿se siguió su evolución sanitaria durante 10 años?, ¿tenían parejas estables formadas o las variaban, digamos de que mes en mes o de año en año?, ¿contempló el experimento parejas homosexuales?, ¿se introdujo la variable del amor en grupo? No sé si las correlaciones o  las modas y medianas, las varianzas, la dispersión y las regresiones  funcionaron. Vamos, que yo creo más razonable y más lógico que los médicos se reunieran, se repartieran el dinero de la investigación sin más cuentos, y que luego de discutir unos instantes acordaron: ¿qué os parece?, ¿dos cópulas semanales nos dejan contentos?, pues ya está la investigación hecha.

En cualquier caso, para mejorar la salud de la población, yo propondría que de polvo en polvo se cambiara de pareja, y a ser posible que el compañero o compañera que se elija sea joven y hermosa. Les aseguro que sería un remedio sanitario infalible. ¡Vamos, la panacea!