
Que el feminismo radical defienda fervorosamente al colectivo que más rebaja y desprecia la figura de la mujer en sociedad, esto es, el colectivo islámico, parece una inextricable paradoja. Lo mismo se puede decir del hecho de que homosexuales y lesbianas de la LGTB aboguen por regímenes y sistemas políticos donde ellos serían mutilados o condenados a muerte por su mera condición sexual. Por no hablar de que un grupo significativo de quienes se presentan a sí mismos como portavoces de la bondad y amantes de la paz entonara loas y vitoreara a los salvajes asesinos de Hamas por degollar cruelmente a mil doscientas personas de muy variado pelaje cultural que celebraban una fiesta pagana en territorio israelí.
Tal falta de coherencia entre las doctrinas por las que dicen regirse y las motivaciones que muestran con sus acciones, tal ausencia de toda lógica y razón (aunque suponer que la razón tenga algo que ver con sus criterios y acciones es como suponer que el olmo es el árbol de las peras), hacen pensar que su declaración de intenciones y su pretensión de ser agentes de bien son meras IMPOSTURAS. Imposturas y postureos indecentes, frutos del fanatismo, del servilismo o de la indigencia mental que muestran una absoluta incapacidad para entender o prever el significado y las consecuencias de sus acciones.
No obstante, es posible entrever algo de razón, percibir algo de luz en tales comportamientos, si esos colectivos se consideran ruedas dentadas subordinadas a otros engranajes de orden superior que controlan sus movimientos. Sin entrar en más detalles, las posturas que toman los líderes políticos, o las lideresas del feminismo o del ecologismo respecto a muchos de los temas en los que intervienen, posturas que, examinadas con lentes bien graduadas, parecen dirigidas a automutilarse con su propio cuchillo, hacen buena la consideración de que forman parte de un mecanismo que les engloba y que dicta sus juicios y comportamientos. Observando sus conjuntados movimientos, bien se puede concluir que igualitarismo, feminismo y ecologismo constituyen ruedas dentadas de un mecanismo unitario.
Ascendiendo en el orden generador de las instrucciones para los engranajes del sistema, encontramos a los tecnócratas del Consejo de Europa, de la ONU, del gobierno de los EEUU y de otros gobiernos, que se sincronizan y coordinan desde Davos y otras instituciones supranacionales. Y, aun más arriba, en las entrañas de la máquina, se aposentan otros tecnócratas de otras misteriosas entidades como el Club Bilderberg.
¿Cuál es el propósito de la máquina y de cada uno de sus engranajes y mecanismos? La obtención de su parcela de poder. Pero todo poder considera su ámbito de influencia social como un objeto a controlar y moldear, sobre el cual ejercer ingeniería social.
Cuando la máquina se pone en acción, las ruedas engranan unas con otras y queda determinado el sentido de movimiento que cada una de ellas debe tomar. Bien es cierto que, para que el movimiento se muestre sincronizado y adquiera la precisa celeridad, las ruedas dentadas deben ser engrasadas, deben ser asentadas sobre su eje de giro y deben ser dotadas del impulso que en cada momento requieran. Tal ha sido desde tiempos remotos el papel desempeñado por las ideologías. Que los engranajes giraran sobre el eje del igualitarismo o sobre el eje de la religión o sobre el eje del nacionalismo, que son ideologías en estado puro. Y la ideología mantiene los mecanismos bien engrasados de odio, utopías, ilusiones y entusiasmos. La ideología proporciona también el fervor guerrero, religioso o revolucionario, que producen fuerza motriz para la máquina, aunque también puede combar o romper o desincronizar los ejes de giro.
Qué duda cabe que, una vez que adquiere una cierta inercia, la máquina se puede volver incontrolable, y que forzar un cambio drástico de dirección puede hacer saltar todo por los aires, puede devenir en crisis, inestabilidad estructural, caos, guerras, enfrentamientos, desazón social, ¿acaso no estamos en un momento de esos? Y, también, de su uso continuado y tranquilo, suelen sobrevenir desgastes y fallos en su funcionamiento, cuando todo se oxida y corrompe y se sale de quicio, y la moralidad se desvanece y la locura cobra su imperio, ¿acaso no estamos en un momento de estos?
Bien parece que la humanidad sea una máquina dirigida por un ejército de zombis que siempre tropieza en la misma piedra. Asimismo, parece que la historia haya sido una sucesión de descalabros, de roturas de ejes y desacople de engranajes, con breves y escasos periodos indemnes de por medio.









