AMOR A LA HUMANIDAD

Los humanos poseemos un mecanismo neuronal que labora por justificar nuestros deseos, acciones e intenciones. Hasta el mayor criminal encuentra razones con las que justificar su comportamiento asesino y exonerarse de culpa.  Viene esto a cuento de que las grandes palabras y proclamas de “amor a la humanidad” y de “lucha por la libertad”, que con tanta profusión emplearon –y emplean—muchos mesías del colectivismo, si se juzgan por los hechos a que condujeron, no son otra cosa que la máscara con que se justifica aquel que odia a la humanidad y aquel que desea suprimir la libertad de los demás.

El “amor a la humanidad” de Lenin lo llevó a diezmar a campesinos, a intelectuales, a trabajadores, a empresarios y a social revolucionarios. Parecido “amor a la humanidad” del padrecito Stalin no dejó títere con cabeza en la URSS. Por “amor a la humanidad” Pol Pot quiso desertizar las ciudades camboyanas y acabó con dos millones de personas que se mostraban reticentes a vivir en el campo. En El hombre unidimensional Marcuse, el profeta del 68, nos habla también del “amor a la humanidad” y de la “Liberación”, pero no puede evitar quitarse la careta para mostrar un palpitante odio contra todo y contra todos, y un deseo de imponer una dictadura brutal para obligarnos a ser liberados. En la realidad más cruda, todas las revoluciones socialistas a lo largo y ancho del mundo decían luchar por la libertad y la abolieron en cuanto tomaron el poder. Podríamos decir que cometían un lapsus por omisión: en vez de “lucha por la libertad” pretendían decir “lucha por abolir la libertad”.

Hay malpensados convencidos de que en los tales revolucionarios la disonancia entre lo que anuncian que van a hacer y lo que hacen después es una mera estrategia, un mero engaño, un mero presentarse tras de una piel de cordero; añaden que el supuesto “amor a la humanidad” no es otra cosa que un camuflaje estratégico de quien odia brutalmente a la humanidad. Yo no creo que sea estrategia, al menos al comienzo de la acción, cuando no se ha alcanzado todavía el poder. Yo creo que esos mesías que odian a la humanidad creen que se trata de amor y no de odio, pues eso les justifica.

Podemos observar la misma máscara en el rostro de esos de escupen “fascista” contra todo aquel que discrepe de su opinión. Lo hacen con la misma pasión, odio y falta de razón con que escupían la palabra “judío” los nazis; es decir, en su mente estrecha y ocupada en su totalidad por la ideología, están convencidos de acusar con verdad, sin percatarse de que la verdadera acción fascista es la suya.

Se trata de una inversión de la realidad mediante el lenguaje: el fascista llama fascista a quien no lo es; el que odia a la humanidad dice actuar en nombre de la humanidad; quien pretende imponer una dictadura totalitaria dice estar luchando en nombre de la libertad. La ideología le produce esa inversión de la realidad y la ideología refuerza su máscara justificativa haciéndole ver en el “otro” el odio, el anhelo totalitario y el deseo que uno tiene; haciéndole creer que la acción acusatoria que lleva a cabo es por amor a la humanidad y a la libertad y contra el odio. En la conciencia de los individuos abducidos ideológicamente se produce una trasposición de lugar y persona. Es como si al mirar al “otro” se estuvieran viendo ellos mismos en un espejo y sintieran odio.

Veamos algunos ejemplos muy actuales de esa inversión. Monedero, uno de los fundadores del partido político Unidas Podemos, es reconocido en toda España como un personaje que destila odio por cada poro de su piel, declaraba hace unos años lo siguiente:  “El amor debe reafirmar su valor de ruptura (…) su valor revolucionario como nunca lo hizo antes (…) Debemos preservar la potencia subversiva del amor. Hay que sacar el amor de las revistas del corazón y de los programas rosa televisivos y devolvérselo a la política”. Con el amor por bandera Ione Belarra ha colocado a su novio explicando que el amor es el motor de Podemos; por supuesto amor Pablo Iglesias colocó a su inepta compañera, Irene Montero, de ministra de Igualdad y cientos de queridos y queridas de los cargos políticos del grupo Podemos han sido colocados a dedo al tiempo que pregonaban su lucha contra la corrupción.

La inversión de intenciones lo explicaba exquisitamente Nietzsche con estas palabras: “Quien se sabe profundo, se esfuerza por ser claro; quien desea parecer profundo a la gran masa, se esfuerza por ser oscuro”. Uno se siente tentado a concluir con que la inversión y el engaño son hoy en día los grandes valores de la izquierda.

FASCISMO. FASCISTA.

fascismo2

Son palabras que llevan muchos años de moda. Originalmente se utilizaban para identificar a una ideología política totalitaria y a quienes comulgaban con ella. Ahora, por el uso que se hace de ellas, parecen representar otra cosa distinta. La izquierda iberoamericana y española las utiliza para atacar a todo movimiento social y a todo individuo que no sea de su credo o, simplemente, que muestre discrepancias o criterios políticos distintos. Se ha convertido en un arma arrojadiza, en un recurso verbal que no tiene intención de convencer sino de vencer, de derrotar.

Pero, ¿qué es en realidad el “fascismo”, más allá del significado que la manipulación mediática le asigna? Si nos fijamos en el nazismo alemán y el fascismo italiano, que son sus modelos más representativos, dos son sus características principales son: la exaltación de lo colectivo frente a lo individual –colectivo simbolizado mediante la nación o la patria—, y la férrea supeditación y obediencia a un líder. (Al final del escrito expongo una extensa muestra de elementos consustanciales al fascismo). Sin embargo, nos hemos de fijar que tales son, también, características primordiales de muchas tribus primitivas a lo largo de la historia. Características que aparecen siempre en las tribus si existe la amenaza de un enemigo cercano. La existencia de ese enemigo refuerza el papel de lo colectivo y el papel del jefe. Así que no parece descabellado asimilar los rasgos del fascismo con los rasgos de una tribu cuando  percibe que le acechan amenazas. En tal sentido, el fascismo sería una vuelta a lo tribal para afrontar un peligro.

Platón, muy amante del predominio de lo colectivo, nos ofrece en se República una guía muy particular de las esencias fascistas (léase esto en el sentido correcto, teniendo en cuenta que el fascismo como ideología surgió en el siglo XX, aunque sus esencias sean parte del gregarismo de nuestra especie). Propugna que:

  • Las mujeres deben ser comunes a todos los hombres; y los hijos no son de sus padres, sino de la comunidad.
  • Se han de censurar y reprimir las artes y el mismo pensamiento en el sentido de que sirvan para los intereses que se establezcan para la comunidad.
  • Los ciudadanos deben ser súbditos, esto es, deben mostrar absoluta obediencia al Jefe.

Platón mira a Esparta con fascinación porque en ese lugar se siguen al pie de la letra estos puntos que él propugna; pero esa misma fascinación por las “esencias fascistas” de Esparta las sintieron también Thomas Müntzer y John de Leiden[1], y también Mably[2] Y Rousseau y Rosa Luxemburgo, ídolos históricos de la izquierda que ésta tiene en los altares.

Y es que, ¡oh sorpresa, sorpresa!, la izquierda[3] ha sido y es tan amante del corporativismo frente al liberalismo como lo fueron en su día el nazismo alemán y el fascismo italiano. Y, en cuanto a la supeditación al Jefe, fijémonos en Lenin, Mao, Stalin, Fidel Castro, Hugo Chávez,  Pol Pot…, ¿es necesario seguir?

Así que convengamos en que fascismo y socialismo, en cuanto a las dos características señaladas, parecen dos gotas de agua; aunque también presentan sus diferencias. La principal de ellas es en relación a sus miembros integrantes, es decir, al “nosotros” que reivindica cada una de esas ideologías.

En el nazismo alemán el “nosotros” lo constituye la raza aria; en el fascismo italiano, poco exigente a este respecto, el “nosotros” lo constituye el pueblo italiano, heredero, dice Mussolini, de las virtudes de las legiones romanas. En cambio, en el socialismo, la cosa está menos clara y ha evolucionado con el paso del tiempo. El grito de Marx, “proletarios del mundo uníos”, dio muestras de que el “nosotros” lo constituían los proletarios de cualquier país, con cualquier color o identidad. Ellos heredarían el paraíso socialista. Pero enseguida las tendencias nacionalistas en cada país comunista tuvieron un peso mayor que las tendencias internacionalistas, resultando indudable que el “nosotros” en la URSS eran fundamentalmente los rusos, y en China los chinos. Así que las diferencias tampoco fueron tantas a este respecto.

En la actualidad, el “nosotros” del socialismo es otro, ha dejado de ser el proletariado y ha pasado a considerarse “uno de los nuestros” a cualquiera que presente un memorial de agravios contra la bestia negra (sociedad liberal-patriarcal-cristiana-capitalista): feministas, homosexuales, lesbianas, inmigrantes, indígenas de países “explotados” por Occidente, igualitaristas, islamistas etc. Por lo demás, fascismo y socialismo sienten la misma afinidad o fascinación por el corporativismo, la represión de la libertad y por el fervor hacia una jefatura férrea.

Dice Hicks[4] que las diferencias entre el nacionalsocialismo alemán y el comunismo se reducían a una elección entre la dictadura del pueblo y la dictadura del proletariado. De hecho, Benito Mussolini había sido un marxista ortodoxo hasta pasados los treinta, en que decidió que tendría más éxito si sus políticas se lanzaban en términos nacionalistas. Mao, contrariamente, pasó de ser del Partido Nacionalista a ser del Partido Comunista. Las similitudes entre el nacionalsocialismo y el comunismo tienen algo del reflejo de las similitudes entre Hitler y Stalin. Poder absoluto, culto a la personalidad, paranoia, millones de muertos en masacres sin ninguna justificación, población aterrorizada. Ambos grupos, también tenían en común el odio hacia la liberal democracia y las libertades. (Naturalmente, existen entre ambas ideologías otras diferencias, como en la exaltación de lo fuerte que hace el fascismo, o la igualdad que propugna el comunismo).

En cualquier caso, el fascismo ha desaparecido prácticamente de Occidente, pues incluso los grupos que los medios de comunicación denominan  de ultraderecha respetan el sistema democrático y las libertades. Pero no puede decirse lo mismo de otros grupos de ideología comunista o populista, en cuyo ideario figura aún la intención de acabar con la democracia representativa, la libertad de prensa y las libertades individuales. Si de manera objetiva tuviéramos que poner a alguien la etiqueta de fascista, sería a estos últimos.

Así que, una recomendación a quienes utilizan el membrete de “fascista” para señalar y vejar a aquellos contra los cuales se carece de argumentos: probad a miraos en el espejo al tiempo que pronunciáis la palabra “fascista” y tal vez aparecerá un fascista en el espejo.

comunismo

  1. Totalitarismo
  2. Antiliberalismo
  3. Anticapitalismo
  4. Corporativismo
  5. Autoritarismo
  6. Militarismo
  7. Rechazo de la Ilustración. Irracionalidad.
  8. Propaganda desmedida
  9. Nacionalismo
  10. Caudillo
  11. Desprecio por los débiles
  12. Populismo
  13. Neolengua

 

 

[1] Dos figuras destacadas del Anabaptismo,  Thomas Müntzer, un predicador alemán, que se convirtió en caudillo en la Guerra de los campesinos (1524-1525), y con John de Leiden, el principal líder de la Rebelión de la ciudad de Münster, que se proclamó rey e hizo saquear iglesias y conventos en esa ciudad, donde se estableció una sociedad igualitaria y de vida comunal. A John de Leiden se le atribuyen actos como la incineración de libros  religiosos disconformes con su credo;  de crear una comunidad en la que cada hombre podía tomar para sí  las mujeres que quisiera; y de decapitar a todo aquel que se opusiera a sus reglamentos. Por lo que se ve, las mujeres tenían para él la misma consideración que tenían los esclavos para los atenienses

[2] Mably (1709-1785) considera la desigualdad y la propiedad privada como causa fundamental de los males sociales. Propiedad comunal, igualdad, virtud espartana, son sus ideales. Mably es un precursor del socialismo utópico que toma a Esparta y al virtuoso Foción de Atenas como modelos

 

[3] Con izquierda me estoy refiriendo al Socialismo marxista o al Comunismo, como quieran llamarlo, no a la social democracia

[4] Stephen R. C. Hicks, Explicando el posmodernismo, p. 111

 

Asuntos personales y asuntos mundanos

 

pensadores1

*—Fíjate bien: aquel que odia la excelencia y el mérito es un mediocre carcomido por la envidia.

*—La nueva diosa que dirige el navegar moral de Occidente, “el sentimiento”. El sentir por encima de toda razón y de toda conveniencia. Existe una pléyade de sacerdotes totalitarios del sentir.

*—-Los medios infunden en las gentes creencias y sentimientos y secuestran la razón. Como nunca anteriormente, ésta es una época en que la razón está abducida. Los continuos mensajes lanzados por los medios, que tienen la misión de desinformar a la audiencia y obnubilar la razón, refuerzan cada día los grilletes con que ésta se encuentra maniatada.

*—Los humanos necesitamos un horizonte, necesitamos un proyecto de futuro que nos aporte esperanza e ilusión, que nos revitalice a diario. Quien no sea capaz de crearlo como individuo, pronto se verá sometido a la ilusión del rebaño, y concebirá el paraíso en hacer caer a los que están por encima de él y en tener el pesebre lleno.

*—El rebaño siempre da su sí a toda ocurrencia del maestro/rabadán que con voz grave sea anunciada como verdad.

*—De la ignorancia de la filosofía acerca de las pasiones humanas se deriva el que se ocupe en divagar sobre asuntos etéreos de todo género. Si se escruta en los grandes problemas que ocupan a los filósofos, no aparece por ningún lado el que debería ser el más importante de todos: ¿a qué complejas entidades obedece la conducta humana?

*—¿Qué es el rito?: un intento de penetrar mágicamente en las entrañas del Universo con el fin de participar de sus esencias.

*—En mucha gente el odio es el principal condimento de su personalidad, el que les da un más reconocible aroma y sabor.

*—Extrañamente, hay gentes a las que no les importa la vida en sí, sino una idea por la que son capaces de sacrificar esa vida.

*—Desde el momento en que el valor de una supuesta obra de arte depende casi con exclusividad de quien la firma, el arte que pueda contener es accesorio y el esnobismo social pasa a regir el asunto.

*—Meta a su enemigo en casa, mímelo, concédale todos los derechos del mundo, manténgalo a cuerpo de rey, y luego espere tranquilo a que le quite sus libertades y le clave su cuchillo.

*—Cuando mueren las personas que en el pasado formaron parte de tu rutina diaria, desaparecen las referencias que conformaban ese pasado añorado, es como si se fuera arrancando poco a poco de uno, es como si fueras perdiendo poco a poco la identidad que ese pasado te confería, por eso la añoranza es dolorosa. Es como si la identidad de uno fueran todos sus recuerdos y vivencias, y al desaparecer alguno de esos elementos perdiéramos algo nuestro, algo que nos conformaba, como si nos arrancaran parte de nosotros, sobre todo si el que muere nos fue querido y necesario.

*—Un deber puede constituirse en principio básico de la existencia, llegando a tener más fuerza que la propia felicidad o la propia vida. Así el deber con la esposa o esposo, con los hijos o con un dictado religioso.

*—Un escritor, un artista, un pensador, puede reconocerse por la obsesiva dedicación a su labor, que no es otra que mirarse a sí mismo para descubrir la belleza exterior o las razones que gobiernan el mundo

 

Cataluña

*—Resulta curioso cómo se fanatiza a las masas; basta un eslogan o dos y el temor al qué dirán para que las masas, ciegas en su acción, se arremolinen en torno al rabadán y cometan todo tipo de atropellos. Lo que está pasando en Cataluña y lo que pasó en Yugoslavia nos hace pensar en la irracionalidad esencial del hombre.

*— Cataluña es el ejemplo de cómo una minoría, alegando derechos territoriales y con la vergonzante pasividad de los políticos españoles, puede amedrentar a una mayoría hasta hacerles renegar de su cultura y de sus raíces. En psicología llaman a este fenómeno Síndrome de Estocolmo.

*—Algunos alegan: son iguales el nacionalismo español y el catalán. ¿Cómo va a ser lo mismo el predicar la comunión que el predicar el enfrentamiento?, ¿cómo va a ser igual integrar y compartir que segregar?,  ¿cómo van a ser iguales los cauces democráticos y los cauces revolucionarios?, ¿cómo se pueden emparejar la mano tendida y el odio, el imperio de la ley y el imperio de la represión contra los que no piensan igual? ¿En qué país del mundo se prohíbe y persigue una lengua y se intenta erradicar aunque sea mayoritaria entre la población? Tal hecho solo ocurre en Cataluña, y es uno de sus muchos tics fascistas. La agitación social promovida para el día 1 de Octubre tiene el mismo significado que la marcha hacia Roma de Mussolini o la quema del Reichstag por los nazis. Esa exhibición agresiva de banderas y cánticos violentos, ¿no recuerda a la parafernalia nazi? ¿no recuerdan esas juventudes a las juventudes hitlerianas o a las bolcheviques? Todo ello se completa con los tontos-borregos y los atemorizados pusilánimes.

*—Los políticos españoles: Pablo Iglesias, que no es tonto, su propia cabeza le está destruyendo, le está comiendo por dentro. Se le ve constreñido, hinchado, sufriendo. No es extraño, el movimiento asambleario que ha levantado es un auténtico manicomio. En las asambleas siempre las propuestas más radicales, más salidas de las vísceras, son las que obtienen el aplauso por miedo a ser tildado uno de tibio. Sin embargo, Pedro Sánchez, de quien la luz de la inteligencia está ausente pero le brillan las luces del odio, de la ambición y la crueldad, es decir, aquello que arrastra a las masas descontentas, es una figura emergente. Tal vez sea el mejor candidato a rabadán para llevar al rebaño… ¿al precipicio? Rajoy el pusilánime sigue gobernando, eso sí, dando tumbos, pero los vientos económicos favorecen su rumbo. A Puigdemón, hombre medroso por naturaleza, aunque también creidillo y fofo, le sigue acojonando la CUP. Ribera sigue empeñado en seguir en medio, así que recibe bofetadas por todos lados y a todos estorba.

fascismo1

*— Se ha de desconfiar de quienes, sin una realidad que se lo exija o sugiera y sin motivos objetivos de agravio, se lanzan con apariencia beatífica, con una rama de olivo en la mano, a clamar por la liberación nacional o por el derecho a decidir o por la libertad de los pueblos o por cualquier ocurrencia estrambótica que carece de razones objetivas. La tal rama de olivo se transforma pronto en espada flamígera que siembra la discordia y la violencia.